Friday, November 14, 2008

LA ESCRITURA INVISIBLE

Conocí a un niño que un mes antes de entrar a la escuela enfermó y tuvo que guardar cama. Tenía al lado su nueva mochila con los nuevos útiles y durante esos treinta días se dedicó a leerlos todos. Cuando llegó al salón de primer grado deslumbró al maestro, incomodó a sus condiscípulos y así quedó determinado su destino intelectual. Se hizo escritor. Su primer cuento trató de unos infantes que subían corriendo alegremente una florida colina y luego bajaban, tan alborozados todos menos uno, quien había encontrado en la cima la tumba de su mamá.

Gulp. Cuando se lo enseñó a la suya, ésta se estremeció ligeramente y le sugirió cambiar ese tipo de temas. Aquel niño, hoy un hombre, aún debe estar explorando el arquetipo de la madre muerta pero estando viva que presidió desde el origen su por qué escribir. Ojalá tenga buena fortuna en tan difícil empeño.

Lo anterior está dicho para ejemplificar la invisibilidad de la escritura en dos sentidos: a) lo escrito significa también otra cosa: se le llama subtexto o enunciación a aquello que está sumergido en el enunciado de cualquier frase; b) lo escrito puede ser vuelto invisible por el sistema de recepción en esta época capitalista tardía donde todo es una meliflua mercancía.

No hay espacios vacíos en nuestra cultura que no contengan mensajes comerciales, y el gobierno mundial de corporaciones internacionales y mercados ha emergido en todas partes callada y orgánicamente: representa ese “totalitarismo por default”, según lo llama Benjamin Barber, citado por Morris Berman, que ha significado el apoderamiento por Mc World del ámbito mental en una escala global. La “extraña dictadura” económica y cultural, usando la definición de Viviane Forrester, que se impuso urbi et orbi como pensamiento único y, entre otros de sus incalculables daños, también determinó la inutilidad mercantil de la lectura seria, aquella que de reducirse a la nada significaría, como piensa Don DeLillo, que eso que llamamos identidad humana habrá llegado a su fin.

En medio de las continuas descargas de adrenalina colectiva, del mundo de mierda promocional/comercial interminable que describe Morris Berman, las cinco o seis empresas que monopolizan el mercado editorial mundial han impuesto la trivialización del contenido literario, la desatención cognitiva respecto al contenido, su evaporación, en esta política de estupidización sistémica del consumidor contemporáneo, único ente social que el capitalismo reconoce.

Libros para hacerse rico, volverse guapo o vivir feliz llenan los estantes de las pocas librerías existentes, reciben promoción y son vendidos. Los otros, volúmenes que por su condición creativa e intencional son clasificados como “complejos”, “difíciles”, generalmente no consiguen editor, y si llegan a publicarse un manto de invisibilidad pública los cubrirá sin duda. Son una escritura invisible.

Y la oscuridad avanza. Platicando de esto hace unos cuantos meses con otros miembros de la república mexicana de las letras, dos queridos y antiguos colegas, concluimos que la contaminación era omnipresente: vistosos premios literarios concedidos a obras muy menores, oportunidades editoriales casi nulas para libros serios, editores analfabetas a cargo de grandes casas, diccionarios de escritores actuales totalmente sectarios y desinformados, en suma, un odio cultural convertido en vida cultural. El entretenimiento hasta en el acto íntimo, concentrado y silencioso de la lectura. La distracción, entonces, la anti lectura.

Alguno contó la anécdota de un influyente escritor y hombre público, dueño de una editorial, quien decidió no aceptar autores cuyas ventas no estuvieran garantizadas de antemano por su popularidad previa: había olvidado ya que alguien, años antes, le obsequió una oportunidad que él ahora, en cambio, no le daría a nadie más. Otro mencionó un dictamen hecho sobre uno de sus libros: el problema del texto, consignaba el hilarante reporte negativo, es que para ser leído requiere ponerse atención.

Viene la noche y es mejor obedecerla, advierte el griego Homero en una de sus líneas inmortales. La edad oscura ya comenzó. Pero en épocas así también se activa la doctrina de la aparición simultánea: junto al veneno está el antídoto, la contrarrestación. Tal actitud y conducta tiene nombres diversos: monjecopismo, le llaman quienes advierten similitudes entre este tiempo y el medioevo; zonas de inteligencia, las denomina Berman, como discreta tarea de preservación y transmisión culturales; aristocracia de los sensibles, los considerados y atrevidos, los actuales nim (nuevos individuos monásticos) de los que habla Fusell, presentes en cualquier parte y por encima de clases y jerarquías; o cultura de la resistencia ante el conformismo de nuestras vidas y los juegos apocalípticos del nihilismo capitalista, diría Sontag.

En fin. La mera publicación de un libro es un acto de esperanza humana porque reitera, mediante el lenguaje y la lectura, la continuidad de la galaxia Gutemberg. El tercer nivel de la escritura invisible actúa en campos intangibles, en otras dimensiones. Publicar un libro aquí afecta positivamente allá, aunque allá todavía no se sepa dónde está.

Sólo moviéndose contra la pendiente, en resumen, haciendo nada más por el valor de hacer. Buscando sustancias en esta época de tantas sombras tecnobrillantes, tan energéticamente crepusculares como si siempre fueran a durar.

Fernando Solana Olivares

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