Friday, August 07, 2009

LA FECHA TAJANTE / y II

14. De ahí la cura posible para toda desilusión: no ilusionarse. Si el mundo ya fue y ha sido, entonces el mundo será. Un ciclo largo se está cumpliendo y llega a su fin. La exoteria y la esoteria concuerdan al respecto, así sus lógicas y sus métodos parezcan contradecirse. No es habitual un tiempo histórico donde las partes se junten y los extremos se toquen.

15. Se antoja increíble, porque para decir la verdad, conforme establece una cuarteta nostradámica, tendrán la boca cerrada; una sentencia casi idéntica al principio hermético: el que sabe no habla, el que habla no sabe. Hay otra manera similar de decirlo: quien sabe diez, enseña nueve. Como fuere, las profecías, lo mismo que cualquier análisis objetivo y desapasionado, coinciden en que el tiempo civilizacional vigente se está agotando. ¿Proyección fantástica, deseo pulsional, realidad verificable? Acaso sólo hay un rentable beneficio: el que pronto lo sabremos.

16. Un legendario sermón de Jonathan Edwards, predicador apocalíptico puritano, llevaba por título “Pecadores en manos de un Dios enojado”. Desde esa perspectiva elemental, infantil y mecánica, el fin del mundo es el castigo escatólogico de una deidad irritada por las desviaciones morales de la humanidad. La verdad es más simple y a la vez más compleja que todo ello. Más simple porque la divinidad no es aquel iracundo y vengativo macho cabrío del Viejo Testamento judeocristiano. Más compleja porque Dios sólo puede aludirse como un inagotable Campo Semántico.
17. Los onirománticos de la antigüedad creían que el sueño surge de una parte del alma que no conocemos y que se ocupa de la preparación del día siguiente y sus acontecimientos. Por eso José interpretó los sueños del faraón, Daniel explicó el de Nabucodonosor y Artemiodoro escribió el Libro de los Sueños: profecías, anuncios de calamidades o bonanzas. Hoy, en cambio, debiera escribirse el Libro de las Pesadillas y consignar que éstas no representan experiencias oníricas sino meramente vivenciales: no serán en el mañana porque ocurren en el presente. El futuro ya llegó.

18. La legendaria frase de Franklin D. Roosevelt al tomar posesión en 1933 es un compendio de acción, conducta y sentimiento para los tiempos que ahora corren: “No tenemos nada que temer excepto al propio miedo”. Y acaso para derrotar ese pegajoso miedo cultural que caracteriza a la tardomodernidad tendríamos que hacer un reemplazo: sustituir el Principio del Placer por el Principio de la Comprensión. El drama público radica en que una operación así está reservada para unos cuantos, aquellos que acepten que la vida misma va más allá de lo inmediato y lo perceptivo, aquellos que acepten que su propia importancia personal no es más que una compulsión infundada. O bien que el yo, para efectos de un fin inminente, no es otra cosa que una hipótesis inútil.

19. James Lovelock, el creador del concepto de Gaia ---el cual postula que la Tierra funciona como un sistema único y autorregulado, formado por componentes físicos, químicos, biológicos y humanos cuyas interacciones y flujos de información son complejos y de gran variabilidad en sus múltiples escalas temporales y espaciales---, advierte en uno de sus últimos libros, La venganza de la Tierra (Planeta, Barcelona, 2007), que el futuro inmediato es particularmente ominoso: “incluso si tomamos medidas inmediatas, nos espera, como en cualquier guerra, una época muy difícil que nos llevará al límite de nuestras fuerzas”. Lovelock no cree que lo que esté en juego sea la supervivencia de la especie humana sino la supervivencia de la civilización. Otro eco de Guénon: todo fin de un mundo es el fin de una ilusión.

20. Los mayas elaboraron un calendario conocido como Cuenta Larga que cubre periodos de 5125 años. En él se señala que la actual era comenzó el 11 de agosto de 3114 a. C. y acabará el 21 de diciembre de 2012 d.C., cuando ocurra el solsticio de invierno. Tal término calendárico ha generado dos tipos de especulación escatológica: el advenimiento de una catástrofe apocalíptica para entonces, o bien el ingreso de la humanidad a un ciclo de paz, armonía y crecimiento espiritual.

21. La encrucijada es el encuentro con el destino, y el número dos que arroja la suma de la supuesta fecha terminal es un atributo de oposición y conflicto, indicador del equilibrio realizado o de las amenazas latentes, el germen de una evolución creadora tanto como el de una involución desastrosa, de acuerdo al sentido simbólico que se le asigna. Los solsticios representan puertas: el de verano corresponde a la de los hombres y el del invierno a la de los dioses. En la tradición china éste último corresponde a los pies, al abismo y al agua, justo el medio por el cual se asegura que terminará el mundo desde la fecha maya ilustrada en el Códice Dresde.

22. El orden, establece una fórmula oriental citada por Guénon, está hecho de la suma de todos los desórdenes, y el tránsito de un ciclo a otro no puede cumplirse más que en la oscuridad. “Nos aproximamos realmente ---escribe--- al fin de un mundo, es decir, al fin de una época o de un ciclo histórico, que puede por otra parte estar en correspondencia con un ciclo cósmico, según lo que a este respecto enseñan las doctrinas tradicionales”. La última fase de la edad sombría se denomina la “Edad de la creciente corrupción”.

23. Si el siglo XX fue la época triunfal del cartesianismo ---“un periodo de soberbia excesiva que se bautizó a sí mismo como el siglo de las certezas”---, hoy sabemos que el universo es un lugar bastante más complejo de lo que imaginamos, tanto, que la fecha tajante mucho puede significar.

Fernando Solana Olivares

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