Friday, January 12, 2018

LA CONSTRUCCIÓN DE JESUS / y II

Para Pablo Aguirre Solana Al convertirse Jesús, el zelote galileo, en el Cristo trascendente, varios movimientos y prodigios han de suceder. El punto de inflexión de la metamorfosis radicará en la resurrección. Mediante ella Jesús se vuelve divino y origina la narrativa metafísica de los cuatro evangelistas ortodoxos, la cual se desarrollará teológicamente con Pablo, el judío convertido en el camino a Damasco, y dará lugar al canon cristiano. Y la trama de muchas pequeñas historias irán a confluir en ello. A fin de cuentas, toda cosmogonía es literatura. Marcos el evangelista relata algo que según Reza Aslan comenzará a cambiarlo todo. Mientras está hablando del reino de Dios en la sinagoga, Jesús es interrumpido por un hombre de espíritu inmundo, como refieren los evangelios, quien le grita: “¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres, el santo de Dios”. Jesús lo reprende, le ordena callar y manda al ente maligno salir del hombre. Cuando clamando a voces el espíritu lo hace, la gente se pregunta “qué nueva doctrina es ésta, que con potestad aun a los espíritus inmundos manda, y le obedecen”. Esa nueva doctrina recién aparecida hará crecer la fama del predicador ambulante por toda Galilea. La gente vendrá para ver sus portentos más que para oír su mensaje, y gran parte de tales espectadores considerará a Jesús “otro hacedor de milagros ambulante y exorcista profesional” antes que un mesías liberador. Aslan recuerda que los romanos consideraban al Galileo como un falso pretendiente al reino judío, y que para los escribas y sacerdotes significaba un riesgo blasfemo contra el control del culto. Los primeros que se harán cargo del trasvasamiento divino de Jesús en una heterodoxa interpretación del mesías son quienes Aslan llama “grupo de eufóricos ignorantes”: los apóstoles y sus primeros seguidores, que con la libertad autodidáctica y analfabeta de quien no sabe teología, más la intervención directa del espíritu ---tal es la hipótesis---, fracturan el dogma monolítico judío y proponen algo que hasta entonces era un anatema y de golpe resulta un nuevo paradigma: este “hombre dios”. Así de simple y descolocante. Esteban, protomártir cristiano, proclama en su agonía el inicio de una nueva religión al mirar hacia los cielos y ver que Jesús se sienta a la diestra del Padre porque es de la misma naturaleza que él. Ahí termina la versión inicial de esta historia de un campesino judío, lleno de celo y nacionalismo, que temerariamente se rebeló contra la corrupta casta sacerdotal del templo y la opresiva ocupación romana, que fue crucificado y después de su muerte, ante su tumba vacía, “uno de sus partidarios osó sugerir que era Dios”. El segundo acto del drama cósmico consiste en la construcción de ese traslado mesiánico, fundacional: de la tierra al cielo y de regreso a la tierra entre los hombres, donde deberá actuar el mensaje divino. Cuando Esteban fue martirizado cerca del año 35, en la turba que festejó su lapidación se encontraba un joven fariseo fanático, Saulo de Tarso, que unos quince años después del sacrificio del mártir, “devenido cristiano acérrimo”, se convertirá con el nombre de Pablo e inequívocamente y sin reservas llamará Dios a Jesús de Nazaret. El historiador pregunta cómo pudo haber sucedido algo así: un mesías fallido, muerto vergonzantemente como criminal de Estado, en unos cuantos años se transforma en Dios encarnado. La respuesta funcional que da no resuelve el enigma: quienes vivieron con Jesús tuvieron un muy pequeño papel en la definición de lo acontecido, ninguno de los evangelistas lo conoció, tampoco el artífice Pablo, y la tarea de definir su mensaje quedó a cargo de judíos y gentiles cultos, urbanitas y grecohablantes. Lo demás, es el transcurso de la historia de Occidente. La pregunta quizá es de otro orden: no tanto cómo se hace una fe, una religión (como adviene), sino por qué. Dicen los sabios que lo sagrado, y en ello lo re-ligioso, lo que re-liga, es tan principial y elemental que no es posible limitarse a las maneras en que se manifiesta, porque lo sagrado reside en la naturaleza de la realidad misma. Es decir, el sentimiento religioso no es un dato de la historia de la conciencia humana sino parte integral de ella misma. Religar, reelegir, releer. Lo sagrado y lo profano es una división artificial. El espíritu sucede, cambian sus formas nada más. Fernando Solana Olivares

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