Friday, May 17, 2013

LA VETA CRECIENTE.

El texto es un mensajero, frecuentemente quién sabe de qué. El país se barbariza más por estos días y el calor cuece el territorio nacional. Sequía. Trece por ciento menos de cosecha de maíz en el ciclo próximo. En Connecticut un hombre brutaliza como esclavas sexuales durante diez años a tres mujeres secuestradas en el sótano de su casa. Años atrás mandó una carta a la policía donde se describía como un depredador. Ningún vecino, ningún pariente ni amigo oyeron nada. Una mujer joven a cuatro patas con un collar de perro al cuello fue vista en el patio trasero alguna vez y de inmediato olvidada. El tiempo actual es un enigma, hoy cuando estamos informados de todo y no tenemos idea de lo que pasa. La adicción posmoderna a las noticias, a los acontecimientos que así se presentan, tiene la miseria intangible de lo virtual y también el empeño por intentar saber lo que acontece creyendo que entonces se consigue un cierto control sobre ello. Los griegos son más sabios: nunca se controla el acontecimiento, dicen. Sólo la compostura, el autodominio ante él. Los medios electrónicos son la representación de la representación. La imagen y el sonido, con su omnipresencia entre nosotros, se han convertido en un vacío sin significado para el individuo. Por ejemplo, los teóricos del deconstruccionismo, solipsistas ---como los califica John Zerzan--- sepultados en la auto interpretación, no realizan ninguna actividad crítica, se dedican a escribir sobre escribir. Es el mismo despropósito circular. Cierto tipo de sonido ---música frenética, cháchara electrónica---, distorsiona el pensamiento volitivo, inmoviliza al individuo, induce la confusión mental y aumenta la sugestibilidad, según informan diversos estudios. Tim O’Neill define al Pecado como cualquier actividad que tiende a congelarnos en una parálisis o suspensión evolutiva. El ruido posmoderno, signo de decadencia irreversible para los perceptivos, encarna uno de los pecados capitales de la época, su ingeniería social: la suspensión evolutiva. La cultura de la desinhibición ha sido promovida por los medios masivos, de ahí que la codicia y el egoísmo sean valores sociales. Al compensar imaginariamente los egos individuales y llevarlos a reaccionar en un mismo sentido, colectivizándolos pero haciéndoles creer intensamente lo contrario, queda roto el vínculo común y sucede el encierro en lo particular por parte de casi todos, se generaliza el idiotismo advertido por los clásicos. Una antigua profecía camboyana dijo: “La oscuridad se cernirá sobre el pueblo de Camboya. Habrá casas, pero nadie las habitará; habrá carreteras, pero nadie las transitará; la tierra estará gobernada por bárbaros sin religión; la sangre correrá y se abrirán heridas profundas que llegarán al vientre del elefante. Sólo los sordos y los mudos sobrevivirán”. Todo esto ocurrió siglos después con la delirante tiranía de Pol Pot y el Jemer Rojo que mató dos millones de personas. Es el problema del oráculo: sólo se entiende cuando se cumple. Goethe pide a los dioses llegar con facultades plenas o aun suficientes hasta el final. Luego los impreca en caso de que no vayan a concedérselo. Tal vez son estas vejeces prolongadas de la época las que lo impiden. Resultan una degradación. La ciudad es una colmena multidimensional de intercambios no sujetos a cuenta alguna. El supranúmero, el número del número. Vas con hombres, regresas disminuido, enseña la máxima. Quienes están adentro no lo ven, quienes vienen de fuera sí. Una angustia constante convertida en método: la ciudad. Y en ello el sentimiento genealógico que surge cuando una pequeña llama así por primera vez al abuelo. Un vínculo de transmisión autónomo, un contenido determinante que la vida hace aparecer. Segundo nivel de la reminiscencia, peldaño de plata: la continuidad de lo humano donde nada es ajeno. Escucha, dice la pequeña cargada por el viejo. Ya estuvimos, cuenta la araña colgando del hilo, entonces volveremos a estar. Se llama Samsara y es circular. Un hallazgo de librería: Fausto en Copenhague de Gino Segrè (Ariel, 2010). Estamos condenados a recibir la iluminación mediante los libros. Ahora, como fue en la infancia, suspender el tiempo para leer se vuelve indispensable. Fausto y Mefisto enfrentan una lucha por el alma de la física moderna en 1932 a través de siete genios de la mecánica cuántica, quienes juntos crearán un instante excepcional de la historia del pensamiento, un cambio de paradigma. Y pondrán en escena el Fausto de Goethe. De ahí su logro, de esa doble acción. Fernando Solana Olivares.

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