Sunday, April 12, 2020

PEQUEÑO FORMATO: VIERNES SANTO EN CUARENTENA

Fernando Solana Olivares El sacrificio del hijo de Dios y su resurrección son el misterio principal del cristianismo. Suspender la escenificación pública de ese drama es un signo dentro de otro: el ritual religioso milenario se cancela por causas de fuerza mayor. La Plaza de San Pedro está vacía mientras el viento la recorre. El Papa celebra sus oficios en soledad. Durante el Medioevo la gente habría salido a las calles en Viernes Santo clamando por la protección divina. Ahora ya no. ¿A dónde se fue Dios? No sabíamos que ayer apenas éramos felices en medio de nuestra infelicidad. El virus representa una fábula compuesta por treinta mil letras (nucleótidos) que forman su material genético. En cada contagio colectivo va modificándose la versión, su narrativa está en metamorfosis. En tres, cuatro, cinco años, dicen los pronósticos médicos, toda la población quedará infectada. Habrase logrado entonces vacunas y cierta inmunidad colectiva, luego de suspender las prácticas comunes e imponer estados de excepción, entre los que estará el control individual a través de los sistemas fisiológicos. El distanciamiento es una técnica teatral y filosófica. Platón le llama Teatro del logos al debate filosófico teatralizado en el ágora. Las diversas posiciones se representaban con máscara para ilustrar que las ideas son una distancia sobre las cosas, que no son las cosas. Un aislamiento social de cuatro meses, como propugnan voces que se consideran autorizadas y administran el miedo, es un acto de distancia que será tolerable al modo de los prisioneros políticos birmanos: aprendiendo algo, meditando, moviéndose de modo sistemático. La rutina diaria, costumbre bendita. El martes anterior al Viernes Santo hubo una luna monumental. Ahora todo sucede sin la presencia de la gente y brilló sobre las plazas yermas. Pero ahí estuvo. También el dios crucificado, aquel a quien en su última carta Nietzsche mandó saludar.

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