Sunday, December 01, 2019

EL CONTINENTE VACÍO

Una historia de nuestros días, así aquellos años sean tan anteriores a estos. Un proceso todavía en curso, aunque haya ocurrido quinientos años atrás. De eso trata El continente vacío, un libro hasta hoy fuera de mercado, a pesar de dos ediciones conocidas, con la leyenda a cuestas de haber sido invisibilizado por incómodo y revelador, por analizar críticamente uno de los hoyos negros de la historia hispanoamericana, el más atroz sin duda: la conquista española. El arco que esta obra historiográfica y filosófica cubre es extenuante. Pareciera que antes de Eduardo Subirats no se hubiera hecho una lectura tan debidamente intelectual y creativa, yendo a las fuentes de ese más que esperpéntico proceso histórico, considerando de nuevo a pensadores americanos omitidos por el asfixiante proceso cultural impuesto por los invasores, volviendo a leer las huellas de una conquista cuya crueldad fue un holocausto, y los pliegos del horror, los anales que lo documentaron. Sujetando esto a un marco reflexivo sobre la violenta teología cristiana, la violenta expansión colonial del Occidente cristiano, la violenta intención doctrinal de establecer una uniformidad planetaria, una Guerra Santa, como la llama el autor, se deja correr la amarga narrativa del proceso de la conquista y el incontable sufrimiento indígena. Se muestran los principios de control y dominación metafísicos, colonizadores y materialistas heredados del orbe cristiano, aquellos que llevarían a establecer lo que Subirats describe como “la expansión imperialista de un delirio de salvación trascendente”. Con las categorías de control necesarias: culpa, pecado, expiación, paganismo, barbarie, herejía, condena, demonialidad. Actúa en esto el vaciamiento que el concepto cristiano de civilización planetaria lleva implícito: si sólo hay un dios que es el único dios, todo lo demás puede colonizarse, destruyéndolo porque está hueco de vida auténtica. Es una naturaleza externa sujeta a explotación. De ahí el entendimiento del Nuevo Mundo como un continente vacío de genuinos seres humanos, de instituciones y comunidades con legitimidad propia, de memorias históricas y epistemologías humanas válidas, de dioses sofisticados y lenguas complejas, de formas culturales inmemoriales y muertos inolvidables. Para los conquistadores representa un espacio tiempo vacío que hay que fundar otra vez. Tal vaciamiento alcanza la estructura del sujeto moderno, ese Yo vacío (“fortaleza vacía”, lo describe el autor) que se desprende del racionalismo cartesiano. Subirats explica que la homologación uniforme de las culturas históricas en la civilización industrial no puede separarse del sujeto moderno, que se construye mediante un Yo dominador y racional, exiliado de la comunidad y de la naturaleza, viviendo en su propia interioridad. Es la conciencia moderna cristiana y su principio de redención la que devasta la identidad humana ofrecida por el tiempo, y entonces deja de haber patria, historia y comunidad de las almas. Surge un nuevo sujeto alentado por el dios cristiano, quien es un señor del aislamiento, de la disgregación. Subirats piensa en alemán y escribe en español. Así, una lógica rigurosa y lacónica sostiene esta obra, no totalizante pues nada puede serlo, menos ahora en la relatividad posmoderna donde no hay últimas palabras, pero radicalmente crítica, conmovedora y original. El prólogo del libro comienza siendo narrado en primera persona. Luego se transformará en un ensayo de inusual alcance, de meticulosidad y rigor formal ejemplares, una profusa red de vínculos causales escrita en tercera persona. Lo que los antiguos llamaban erudición. Lo que un moderno llamó rodear un objeto para verlo en su reverso, en su desfiguramiento, en su deconstrucción. El continente vacío es un libro lúcido, amargo y harto doloroso. Los tantos testimonios de abundantes autores que muestran el infierno hecho vivir a los indígenas por los bestiales conquistadores son lacerantes. El dolor de un mundo catastróficamente destruido por una moral cristiana que justificaba el sacrificio, el patetismo de una tragedia clásica consistente en el paso repentino de la felicidad (un mundo ancestral, propio y conocido) al de la infelicidad de los súbitos vencidos. Hechos esclavos por unos pocos demonios que poseían el nuevo orden de la violencia cristiana, mitológica, científica y patriarcal. “La conquista y colonización de América –escribe Eduardo Subirats– no fue un simple juego de representaciones, ni la obra sagaz del genio comunicador de la Iglesia o de los conquistadores cristianos. Fue fundamentalmente un acto de negación, de no-reconocimiento teológico, filosófico y ético de la existencia americana, fue un postulado eficaz de destrucción militar, social, económica y también espiritual”. Al terminar el libro, el ensayista afirmará que no deben de ser los momentos de “provocación o pesimismo” lo central de su relato, sino el intento de restauración de un espacio comunitario a través de una voz crítica. La del Inca Garcilaso, una síntesis que Subirats comprenderá como posible. Entonces el proceso de hace cinco siglos sigue en curso, es una historia vigente aún.

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