NEGACIONISMOS
La negación es entendida como un enunciado que separa algo de algo. Lo negativo, como una exclusión de posibilidades. El negacionismo se define como un acto irracional que rechaza una realidad empíricamente verificable, un escape de la realidad para descansar en una mentira protectora, estable y hecha a medida. El negar una realidad probada porque resulta incómoda.
Se ha negado la teoría de la evolución, el holocausto judío, el exterminio kurdo por los turcos, las muertes por hambre del estalinismo y el maoísmo, el genocidio camboyano, el gulag soviético, el sida. Antes se negó la teoría heliocéntrica.
El negacionismo es un comportamiento que obedece a creencias emocionales e ideológicas de derecha, a intereses económicos y políticos. Se basa en una pseudociencia que contradice un cúmulo de investigaciones científicas incuestionables. Algunos sostienen que el término, sin embargo, es empleado como una técnica de propaganda para reprimir puntos de vista minoritarios.
Pero la furia y el alcance de las argumentaciones que pueden negar lo evidente: la casa común se está quemando, amalgaman a una derecha nacionalista antiecológica y enemiga a muerte del pensamiento progresista, que concibe la depredación de la naturaleza como una clara soberanía local y un derecho a la destructiva productividad del modelo capitalista, junto con las empresas transnacionales y monopólicas de combustibles fósiles, las grandes envenenadoras del planeta, y al lado de otras fuentes menores de contaminación brutal.
Un tal Álex N. Lachhein, quien se presenta como naturalista de campo y divulgador medio-ambiental, publica en la red un paranoico panfleto contra el calentamiento global donde sin ningún rubor afirma que “el calor, hasta hoy, sólo nos ha traído beneficios”. Que es una extrema arrogancia pensar que los seres humanos ---“pese a contar con una población de 7.500 millones de individuos”--- pueden afectar los ciclos climáticos de la Tierra, como tampoco pueden impedir huracanes, terremotos o erupciones. Una cosa no tiene que ver necesariamente con la otra, pero así suele considerar el pseudo pensamiento negacional los hechos, descalificando un orden general a través de una exclusión particular o una comparación inaplicable.
Lachhein arremete contra Greta Thunberg ---“marioneta, bandera, símbolo de un gigantesco y lucrativo negocio verde”, la llama--- y salpica su vituperio con detalles cercanos que llaman a creer que lo dicho por él es verdad.
Aceptando sin conceder, como diría la jurisprudencia, que esta jovencita fue preparada desde tiempo atrás hasta su más reciente y conmovedor discurso en la ONU ---donde actuó con estudiada espontaneidad, sin titubeos ni tropiezos a pesar de su emocionalidad, con una dicción inglesa perfecta e increíble para su edad y su síndrome de Asperger, según el difamador negacionista---, ello no cancelaría la verdad de su clamor, incluso si hubiera sido estudiado.
Aún si Greta fue utilizada para la mediática huelga por el clima ante el Parlamento sueco por Bo Thoren, un activista contra los hidrocarburos que realizó un casting de niños buscando caras frescas y la encontró a ella. Aún si detrás de Greta están como sus asesores activistas climáticos, grupos ecologistas, empresas trasnacionales y cálculos financieros verdes. Aún si detrás de su carismática/ anti carismática presencia intrigan el padre, un actor que la prepara, y la madre, una autora ecologista. Aún si a su alrededor concurren importantes grupos que apuestan por esa economía emergente, el mensaje del movimiento juvenil cuya cara pública encarna Greta está demostrado con evidencias empíricas y científicas que no dejan de crecer. “Negar lo que es y afirmar lo que no es, es lo falso, en tanto que afirmar lo que es y negar lo que no es, es lo verdadero”, establecieron los griegos.
Un reportaje de Íñigo López Palacios (El País, 20/19/09) escudriña los fondos del negacionismo climático. En él, la periodista Marta Peirano explica que la táctica de desacreditación del calentamiento global es “convertir un hecho en solo una teoría”. Una virulenta campaña en redes contra Greta Thunberg y el trastorno climático se ha extendido para desprestigiarla a ella y a su mensaje, también a quienes defienden el consenso científico acerca de la crisis ecológica mayor que vive el planeta.
Desde 1977 la petrolera Exxon sabía del calentamiento climático provocado por los combustibles fósiles y la depredación ambiental. Desde 1991 el Cato Institute, un tanque de pensamiento ultraliberal financiado por los hermanos Koch, principales impulsores de la duda sobre el cambio climático y plutócratas cuyos intereses se verían afectados por la limitación de las emisiones de carbono, comenzó a construir una política de desacreditación.
¿Voracidad suicida, nihilismo inevitable, fin de los tiempos o sólo negacionismo interesado? Como fuere, las cosas ya están expuestas y en la agenda de la civilización hay dos inmensas dificultades a resolver: la catástrofe ambiental ecológica y la irrupción de la inteligencia artificial general, una forma absoluta de control social. Los otros asuntos, tan graves, parecieran subsidiarios.
Fernando Solana Olivares
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