Saturday, January 18, 2020

CASANDRA SE DESVANECE

El mito significa una forma de la memoria y el sentido de la vida. Es circular, como el rito, para ofrecer la continuidad entre la persona y la existencia. Se compone de situaciones-tipo, de una tensión entre los héroes, los dioses, los seres intermedios y los humanos. En él actúan fuerzas básicas, suceden historias que atañen a todos sin excepción. Una de ellas es lo que antes se llamaba destino. Los modernos, atontados por las especializaciones del conocimiento fatuo y por la incredulidad materialista, creyeron que tales relatos eran cuentos fantásticos y sin coherencia, provenientes de la infancia de la civilización. Pero los mitos, a pesar de dicho racionalismo restrictivo e ignorante, teledirigen los pasos de la gente y alimentan sus pulsiones mayores. Son misteriosos y actúan en una zona profunda de la psique. Además parecen surgir humilde, inopinadamente. Por eso Walter Benjamin escribió que mientras hubiera mendigos habría mito, subrayando así que los desposeídos también son mensajeros de su manifestación. Una de tales narraciones cuenta que el dios Apolo se enamoró de Casandra y para hacerla ceder prometió enseñarle el arte de la adivinación. Casandra aceptó las lecciones, pero al sentirse suficientemente instruida rehusó entregarse al dios. Apolo la maldijo: ya no podía quitarle su ciencia pero le retiró el poder de hacerse creer por quienes la escucharan. Le escupió en la boca, condenándola a que su don fuera una fuente de dolor, pues ella no podría evitar las tragedias que anticipadamente se le mostraban: la destrucción de Troya, la muerte de Agamenón o su propia desgracia. El motivo de Casandra para no cumplir con el compromiso puede obedecer a una restitución simbólica. Desde luego ella engaña al dios porque no lo ama, pero lo hace para recuperar aquel arte adivinatorio que el mismo Apolo había quitado tiempo atrás a las ninfas valiéndose de otras artimañas. Profetizar fue en la antigüedad un conocimiento mántrico propio de lo femenino, robado por la mente masculina del dios para dominarlo. El mito narra, en otras versiones, que siendo niña Casandra pasó la noche junto con su hermano gemelo en un templo consagrado a Apolo y las serpientes que ahí vivían limpiaron sus orejas con sus lenguas bífidas, otorgándole entonces el don de oír el futuro. ¿Cómo puede oírse lo que no ha sonado todavía? La facultad de Casandra es ver (u oír) aquello presente pero que aún no es percibido por los normales, lo que está en potencia aunque no aparece todavía ante la mirada común. El fin del mundo, según un conocido aforismo de Soren Kierkegaard, consistirá en una estampa casándrica y turbiamente cómica en la cual un payaso sale a escena interrumpiendo la representación para informar al público que un incendio se ha declarado tras bastidores. Los espectadores ríen entre aplausos. El payaso lo advertirá de nuevo, ahora gritando con aspavientos. El público se mostrará todavía más contento y alborozado. “Así creo que se irá a pique el mundo ---escribió el filósofo en el siglo diecinueve---, en medio del júbilo generalizado de las sabias cabezas que creen que se trata de un chiste”. Casandra era aquel payaso. A la derrota de Troya y su saqueo, Casandra se refugió bajo un altar dedicado a Atenea, diosa (no dios) de la razón. Luego sería entregada como concubina a uno de los vencedores de la guerra de Troya, el rey Agamenón, y más tarde asesinada a su lado. Al cabo del tiempo, su condición simbólica sería comprendida de otra manera. Se hablaría del síndrome de Casandra para aludir a quienes creen mirar el futuro y no poder hacer nada por evitarlo. Esa Casandra ahora se desvanece. O quizá cambia y atiende otras tareas. Una metamorfosis así está representada en la película Melancolía de Lars von Trier, donde un planeta que lleva ese nombre de tanto significado está próximo a chocar con la tierra. Ante el hecho terminal se suceden diversas actitudes: el hombre racionalista que apela al optimismo de lo aparentemente objetivo, lo niega y acaba suicidándose para no vivir el inminente final; una de las dos hermanas que se paraliza de miedo; un niño asustado y su tía, quien, habiendo sufrido antes una depresión (tal vez provocada por intuir, sin saberlo, lo que vendría), ahora entrará al acontecimiento último con los ojos abiertos y el corazón sereno. Claire levanta un pequeño tipi con delgadas varas que recoge entre los árboles, y junto con los suyos, el mínimo grupo de dos mujeres y un niño, se cobija bajo esta etérea estructura que es solamente virtual. La importancia de la acción simbólica está en la acción a pesar de que parezca inútil, en hacer algo. Con lo que sabe, la Casandra transformada hará. ¿Conclusión? Siempre hay una alternativa, una posibilidad. Greta Thunberg, nuestra sorprendente Casandra, actúa entre otros tantos que se salvarán por hacer conciencia en esta hora tan sin síntesis en la que estamos. Hoy a las niñas les ponen Casandra como nombre, acaso invocando a aquella dueña infortunada de un don (hoy dirían de una competencia) que con urgencia se necesita: oír el presente del futuro.

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