Saturday, April 21, 2007

EL ENIGMA GRINBERG / I

Primero, el misterio de la desaparición. Lo pintoresco, como diría Guénon. Su desvanecimiento.
Conforme a un artículo de Sam Quinones publicado en el número julio/agosto de 1997 del New Age Journal, el comandante policiaco Padilla, quien dirigía las investigaciones sobre la desaparición del doctor Jacobo Grinberg-Zylberbaum ocurrida en diciembre de 1994, reconoció no tener ni un cuerpo, ni un rastro, ni un móvil al respecto.
Según cuenta el articulista, el año de 1994 había sido muy favorable para Jacobo Grinberg. A pesar de las graves turbulencias políticas mexicanas de entonces, este neurocientífico había alcanzado un alto punto en su carrera profesional luego de casi veinte años de trabajos teóricos y experimentales. A pesar de la incredulidad y hasta la sorna que sus tesis provocaban entre sus mismos colegas, Grinberg obtenía un logro tras otro.
En su laboratorio de la facultad de Psicología de la UNAM, modernizado poco tiempo antes con poderosas computadoras gracias a un importante donativo gubernamental, registró el comportamiento cerebral en estado de trance de don Rodolfo, un chamán veracruzano. Uno de sus libros acerca de la influencia seminal en su proceso de conocimiento de la curandera Bárbara Guerrero, conocida como doña Pachita, por fin sería publicado en inglés. En agosto Grinberg viajó a Alemania para impartir una conferencia sobre su trabajo científico y regresó entusiasmado. Mientras las invitaciones a encuentros y seminarios internacionales se multiplicaban, en diversas partes del mundo crecía el interés por sus investigaciones, inclusive entre aquellos de sus pares mexicanos que en el pasado reciente lo demeritaran tildándolo de charlatán. Un grupo de devotos y dedicados estudiantes de posgrado trabajaba regularmente con él.
Sin embargo, el doctor Grinberg vivía problemas en casa. Su esposa Tere, de 38 años, quería desesperadamente tener un hijo. Él, de 47, no. Y repentinamente, durante el mes de diciembre, Grinberg faltó a algunas citas con sus estudiantes, inclusive a su propia fiesta de cumpleaños el día 14. Su mujer le explicaría a uno de los colaboradores del marido que éste había tenido que volar a Campeche, pero días después llamaría para encargarle de su parte el laboratorio mientras permaneciera en Nepal, a donde según ella ya había partido, un viaje que Grinberg llevaba meses de anunciar con excitación y en el que se encontraría con un maestro de la doctrina budista tibetana Dzogchen, una de las enseñanzas meditativas más secretas que posee esa tradición.
El recado transmitido por la esposa era extraño pues Grinberg siempre daba personalmente ese tipo de instrucciones. Al pasar algunas semanas desde la fecha del regreso del doctor, sus familiares y estudiantes creyeron que la estancia en Nepal se había prolongado. Unos meses después comprobaron que no existía registro de que el hombre hubiera salido del país. Tampoco de Tere, quien se esfumó dejando tras de sí algunos comportamientos muy intrigantes para los investigadores.
La mañana siguiente a la última vez que fue visto vivo su marido ella cobró un cheque de regalías editoriales de él por mil pesos. Un día después le ordenó al cuidador de su casa en Tepoztlán que no se presentara a trabajar porque el doctor había tenido que viajar hacia Guadalajara. El día 14, mientras faltaba en su mismo cumpleaños, Tere contó a la madrastra del doctor Grinberg que inmediatamente después de volver de Campeche él había volado a Nepal. La noche del 24 fue vista afuera de su casa morelense en compañía de una mujer rubia y extranjera. Después se fue abandonando todo, desde el perro y la ropa hasta los muebles y los enseres. Lo mismo hizo con el departamento de la pareja en la ciudad de México. Ni siquiera su madre supo a dónde había ido.
Cinco meses después, la esposa de Grinberg apareció en la casa de una tía situada en Rosarito Beach. Estuvo ahí dos semanas, llamó a su madre el diez de mayo para felicitarla y a continuación se esfumó otra vez, hasta el momento de escribir estas líneas y según lo que se sabe. Al comandante Padilla le llamó la atención que Tere no le hubiera dicho a ninguno de sus parientes acerca de su matrimonio y que la primera foto que vieran de su marido fuera la que de Grinberg les mostró la policía.
La nota de Sam Quinones afirmaba que la familia de Jacobo Grinberg quedó convencida de que Tere lo mató, y alguno de ellos razonó en sus declaraciones el hecho de que no pudo hacerlo sola. Pero otra línea de investigación del comandante Padilla consideraba el involucramiento de Carlos Castaneda y de su grupo en la evaporación del sabio, una línea que se vinculaba con Tere, otra vez. Conforme a los testimonios recogidos por el articulista, la relación entre Grinberg y Castaneda era complicada, “una turbulenta mixtura de extrañas mentes y poderosos egos.” Y aunque Grinberg hubiera escrito admirativamente sobre la influencia de Castaneda en sus propias investigaciones cognitivas. En declaraciones que se atribuyen a Marco Antonio Karam, presente en una reunión en Los Angeles en 1991, además de Tere, Castaneda le propuso a Grinberg que dejara su laboratorio universitario y fuera a vivir a su comunidad. Él rehusó. Dos años más tarde la relación se fracturó. Varios estudiantes escucharon a Grinberg decir que Castaneda era un egomaníaco más interesado en el poder que en la verdad. Los mismos que supieron de la fascinación que Castaneda y su gente provocaron en Tere, sobre todo una mujer rubia y extranjera, Florinda Donner, asociada de aquél.

Fernando Solana Olivares

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