EL ENIGMA GRINBERG / y III
“¿Para qué agitó usted el avispero?” Tan escueta y hasta inquietante reclamación electrónica de una corresponsal que firma como Antígona Hermética (un seudónimo, según es obvio), recibida hace días a raíz de la escritura de los dos artículos anteriores en esta columna sobre el científico mexicano Jacobo Grinberg-Zylberbaum, más algunos mensajes de quienes lo conocieron directamente o conocen a alguien que fuera cercano a él, y también peticiones para obtener la primera entrega del texto, muestran que el enigma Grinberg es un fenómeno mucho más complejo de lo que aparenta, pues tanto el personaje mismo como el objeto de su búsqueda experimental resultan ser, descontando la irresoluble evaporación ocurrida, el misterio central del avispero.
O del enjambre. O mejor, de la colmena. Hay mucho de Fausto en Grinberg, pues al igual que el viejo doctor medieval, el investigador mexicano estaba obsesionado por descifrar la naturaleza de la realidad, el comportamiento de los mecanismos mentales, las formas de manifestación del espacio tiempo. Un anhelo fáustico, dado que pretendía confirmar ese desciframiento mediante pruebas regulares de laboratorio, y entonces un Mefisto detrás del asunto y en toda la procesión de sucesos hasta llegar al desenlace funesto o simulado, según se le quiera ver.
De manera breve puede exponerse que Grinberg fue creador de una hipótesis científica que llamó Teoría Sintérgica, de acuerdo con la cual todo ser vivo que experimenta y siente está determinado por tres procesos simultáneos de interacción: una interacción entre los elementos neuronales del cerebro capaces de crear una compleja trama energética llamada campo neuronal; una interacción de ese campo neuronal con la estructura también energética del espacio tiempo (una red o matriz denominada Lattice que en su estado fundamental, omniabarcante y penetrado de todo lo conocido, da lugar a la manifestación del espacio tal como éste se percibe); y una interacción última, descrita como la más desconocida de las tres, que consiste conjeturalmente, siguiendo la teoría de Grinberg, en la intervención de otra “entidad” para que ocurra la experiencia conciente, un Observador que al mismo tiempo está mezclándose con aquella mezcla que producen el espacio tiempo y el campo neuronal: “Este Observador en diferentes tradiciones se ha denominado Ser, Purusha o Atman. La existencia del Observador se encuentra en la frontera del conocimiento científico precisamente por la necesidad de considerarlo independiente de la Lattice. La condición del Observador como independiente del campo físico no ha sido aceptada por la ciencia, aunque para Pachita era una realidad incuestionable.”
Bárbara Guerrero, doña Pachita, curandera ciega, antigua cantante de cabaret y vendedora de billetes de lotería que de muy joven combatió al lado de las tropas de Pancho Villa, fue una de las asombrosas chamanas, la más determinante sin duda, cuyos estados de trance y las fantásticas operaciones que en ellos lograba fueron documentados por el científico a lo largo de varios años. “El nivel de conciencia de Pachita era extraordinariamente diferenciado ---escribió---. Durante las operaciones que realizaba era capaz de materializar y desmaterializar objetos, órganos y tejidos. El manejo de las estructuras orgánicas le permitía realizar transplantes de órganos a voluntad, curaciones de todo tipo y diagnósticos a distancia con un poder y exactitud colosales.”
Desconcertantes portentos que podrían explicarse aceptando que el control que Pachita poseía sobre su propio campo neural era capaz de interactuar “en forma congruente” con una banda mayor del espacio tiempo donde ocurriría la materialización y la desmaterialización de los objetos, lo mismo que extraños fenómenos chamánicos de intervención en la realidad común y perceptible para los cuales de otra manera no hay ninguna explicación convincente. La capacidad chamánica de intervenir en esta esfera, mediante un incremento de la coherencia cerebral que sólo es posible para esas mentes, fue descrita por Grinberg como una conciencia o estado de “Unidad total (en la cual) desaparece el ego y el sujeto de la experiencia se vuelve una especie de ‘rey de la creación’ capaz de modificar la realidad de sus orígenes.”
Quizá la paradoja de las tesis de Grinberg solamente resida en su empeño fáustico por probar esta fenomenología del espíritu y la materia a través de protocolos científicos, experimentos técnicos y máquinas cibernéticas. Todas las tradiciones coinciden en la existencia activa y perentoria de aquella conciencia de Unidad en la cual ocurren lo que nosotros los modernos designamos, por mera ignorancia materialista, fenómenos milagrosos o mágicos. Trátase pues, antes que sobre la supuesta locura frankesteiniana de Grinberg, de ese desencantamiento del mundo ocurrido desde hace siglos en el pensamiento humano y donde ya no quedan temas “que se pueden pensar y resolver sin recurrir al cálculo, la medición y la razón”, conforme a un lúcido corresponsal que reflexiona al respecto.
Es probable que nunca se sepa qué fue de él. Tampoco si su desaparición se debió a una muerte o bien a un tránsito hacia otra dimensión mental: enigmas menores del enigma mayor. Pero sus experimentos siguen llevándose a cabo en cualquier parte. Basta y sobra sentarse a meditar para ratificar, empírica y objetivamente, que la realidad es mucho más misteriosa y extraordinaria de lo que aseveran la ciencia, la mente o la percepción. Dicho pues en homenaje a Grinberg, dondequiera que permanezca: hay muchos mundos y están en éste. Sí.
Fernando Solana Olivares
O del enjambre. O mejor, de la colmena. Hay mucho de Fausto en Grinberg, pues al igual que el viejo doctor medieval, el investigador mexicano estaba obsesionado por descifrar la naturaleza de la realidad, el comportamiento de los mecanismos mentales, las formas de manifestación del espacio tiempo. Un anhelo fáustico, dado que pretendía confirmar ese desciframiento mediante pruebas regulares de laboratorio, y entonces un Mefisto detrás del asunto y en toda la procesión de sucesos hasta llegar al desenlace funesto o simulado, según se le quiera ver.
De manera breve puede exponerse que Grinberg fue creador de una hipótesis científica que llamó Teoría Sintérgica, de acuerdo con la cual todo ser vivo que experimenta y siente está determinado por tres procesos simultáneos de interacción: una interacción entre los elementos neuronales del cerebro capaces de crear una compleja trama energética llamada campo neuronal; una interacción de ese campo neuronal con la estructura también energética del espacio tiempo (una red o matriz denominada Lattice que en su estado fundamental, omniabarcante y penetrado de todo lo conocido, da lugar a la manifestación del espacio tal como éste se percibe); y una interacción última, descrita como la más desconocida de las tres, que consiste conjeturalmente, siguiendo la teoría de Grinberg, en la intervención de otra “entidad” para que ocurra la experiencia conciente, un Observador que al mismo tiempo está mezclándose con aquella mezcla que producen el espacio tiempo y el campo neuronal: “Este Observador en diferentes tradiciones se ha denominado Ser, Purusha o Atman. La existencia del Observador se encuentra en la frontera del conocimiento científico precisamente por la necesidad de considerarlo independiente de la Lattice. La condición del Observador como independiente del campo físico no ha sido aceptada por la ciencia, aunque para Pachita era una realidad incuestionable.”
Bárbara Guerrero, doña Pachita, curandera ciega, antigua cantante de cabaret y vendedora de billetes de lotería que de muy joven combatió al lado de las tropas de Pancho Villa, fue una de las asombrosas chamanas, la más determinante sin duda, cuyos estados de trance y las fantásticas operaciones que en ellos lograba fueron documentados por el científico a lo largo de varios años. “El nivel de conciencia de Pachita era extraordinariamente diferenciado ---escribió---. Durante las operaciones que realizaba era capaz de materializar y desmaterializar objetos, órganos y tejidos. El manejo de las estructuras orgánicas le permitía realizar transplantes de órganos a voluntad, curaciones de todo tipo y diagnósticos a distancia con un poder y exactitud colosales.”
Desconcertantes portentos que podrían explicarse aceptando que el control que Pachita poseía sobre su propio campo neural era capaz de interactuar “en forma congruente” con una banda mayor del espacio tiempo donde ocurriría la materialización y la desmaterialización de los objetos, lo mismo que extraños fenómenos chamánicos de intervención en la realidad común y perceptible para los cuales de otra manera no hay ninguna explicación convincente. La capacidad chamánica de intervenir en esta esfera, mediante un incremento de la coherencia cerebral que sólo es posible para esas mentes, fue descrita por Grinberg como una conciencia o estado de “Unidad total (en la cual) desaparece el ego y el sujeto de la experiencia se vuelve una especie de ‘rey de la creación’ capaz de modificar la realidad de sus orígenes.”
Quizá la paradoja de las tesis de Grinberg solamente resida en su empeño fáustico por probar esta fenomenología del espíritu y la materia a través de protocolos científicos, experimentos técnicos y máquinas cibernéticas. Todas las tradiciones coinciden en la existencia activa y perentoria de aquella conciencia de Unidad en la cual ocurren lo que nosotros los modernos designamos, por mera ignorancia materialista, fenómenos milagrosos o mágicos. Trátase pues, antes que sobre la supuesta locura frankesteiniana de Grinberg, de ese desencantamiento del mundo ocurrido desde hace siglos en el pensamiento humano y donde ya no quedan temas “que se pueden pensar y resolver sin recurrir al cálculo, la medición y la razón”, conforme a un lúcido corresponsal que reflexiona al respecto.
Es probable que nunca se sepa qué fue de él. Tampoco si su desaparición se debió a una muerte o bien a un tránsito hacia otra dimensión mental: enigmas menores del enigma mayor. Pero sus experimentos siguen llevándose a cabo en cualquier parte. Basta y sobra sentarse a meditar para ratificar, empírica y objetivamente, que la realidad es mucho más misteriosa y extraordinaria de lo que aseveran la ciencia, la mente o la percepción. Dicho pues en homenaje a Grinberg, dondequiera que permanezca: hay muchos mundos y están en éste. Sí.
Fernando Solana Olivares
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