LA VISIBLE INVISIBILIDAD.
A) O al contrario: la invisible visibilidad. De ambos modos la frase representa un oxímoron, figura retórica que armoniza nociones aisladamente contrarias, y cuyo actual desuso lingüístico y olvido lógico es tan inquietante como significativo porque revela la influencia del pensamiento único, el miedo cultural a la polisemia de los términos lo mismo que a la ambivalencia de los fenómenos. Su omisión muestra la enajenación del verdadero pensar, fundamentalmente comparativo. Y así como la paradoja coloca dos nociones una junto a otra y contiene la dualidad, el oxímoron las hace penetrar entre sí asumiendo un no-dualismo, el advaita filosófico hindú, aquella conciencia indivisible que postula la unidad básica e infinita de las cosas.
B) Hacerse viejo es ir volviéndose invisible para casi todos los demás, excepto quienes envejecen junto a uno y sufren (o gozan) la misma operación existencial inducida desde la juvenilia posmoderna de las apariencias atemporales: ser sin estar, estar sin ser. La piel delgada y translúcida de la edad somáticamente simboliza la condena cultural que ahora pesa sobre la gente vieja: para ustedes no hay lugar. Sin embargo, paradoja oximorónica, si la vejez esconde externamente, en cambio va haciendo cada vez más visible el interior de la conciencia, de la memoria, de la vida vivida. Las piezas del rompecabezas biográfico acaban por ocupar su debido lugar. Quizá por ello uno debe ocultarse o ser ocultado, porque de otra manera, como diría Canetti, no se enteraría de nada esencial: el sentido de lo que ha sido. Dura nostalgia, poderosa lucidez: re-conocer.
C) “Al ver los signos juntos y como un todo, recuerdo la famosa cita de la Historia de dos ciudades de Charles Dickens: ‘Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos’. Los signos de nuestro tiempo son asombrosamente ambiguos y confusos. Hemos entrado en una época que está llena de promesas, pero cargada de inimaginables peligros. Tampoco estamos todos en el mismo lugar. Unos han avanzado muchísimo, otros van retrocediendo, y hay quienes no tienen idea de adónde van”. (Alfred Nolan.)
D) Envejecer no garantiza comprender. La armadura de carácter, la petrificación emocional, la pérdida de la capacidad de sorpresa, la visión retrospectiva sobre el presente, la extinción de la curiosidad y el asombro son peligros que acechan a casi todos en la senectud. Pero siempre habrá viejos dispuestos a rechazar que no existen los milagros y a vivir pensando que todo es un milagro del misterio, que la vida escapa siempre al escrutinio de la razón. Variante posible: la vejez como una supra-razón.
E) Aldous Huxley contaba que alguna vez se preguntó a Ignacio de Loyola cuáles serían sus sentimientos si el Papa disolviese la Compañía de Jesús. “Un cuarto de hora de rezo”, contestó, “y no pensaría más en ello”. Para el extraordinario vidente que anunció el terrible amanecer del mundo feliz y la sociedad subyugada (un autor paranoico ---“Los paranoicos y nadie más son los únicos que se dan cuenta de las situaciones”: Anatole Broyard--- afirma que la exactitud anticipatoria de Huxley y de Orwell provino del conocimiento de ese diseño del mundo a partir del contacto directo con sus diseñadores), tal actitud es acaso la más difícil de todas: la “santa indiferencia” hacia el éxito o el fracaso de la causa a la cual se dedicaron todas las energías. Tanto uno como el otro están bien y son lo mismo, pero de un modo que para la mente limitada y presa del tiempo, el pequeño ego, resulta incomprensible, indescifrable, contra la razón.
F) Filosofamos, recordó Montaigne citando a Cicerón, para aprender a morir. También lo hacemos para aprender a vivir. Si no te contestan o no te retribuyen o no te consideran, Schopenhauer tiene razón: “No hemos de derivar nuestro concepto de nosotros mismos de la forma como los demás se comportan con nosotros; que esto nos sirva, más bien, para conocerlos a ellos”.
G) Chamfort decía que es preferible dejar que los hombres sean lo que son, que tomarlos por lo que no son. Si leyéramos atentamente sabríamos lo que siempre olvidamos: la angustia, la duda y el dolor son pruebas inevitables. Por eso el Anarca de Jünger “entra al bosque”, se retira en sí mismo para comprenderse a sí mismo, enfrenta y vence la angustia, la duda y el dolor. Dicho retiro puede ser la invisibilización del viejo, siempre y cuando comprenda que la nulificación que la sociedad le inflige sólo se trata de una verdadera y última oportunidad. Pensar es agradecer; envejecer también.
Fernando Solana Olivares.
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