CARTA SIN SELLOS.
Técnica de escritura automática: cualquier asociación mental se traslada a las palabras, cuidando y a la vez descuidando que hagan sentido. Su divulgador la define como la mezcla de la acción con el sueño, la confusión creativa entre lo interno y lo externo, la retención de la eternidad en el instante, la fusión de lo general con lo particular: surrealidad o realidad absoluta, diría Breton.
Ya todo está pero no todo aparece. Sin embargo los centros de ingeniería social que diseñan los contenidos hollywoodenses muestran posibilidades que podrían aplicarse colectivamente como si sólo fueran ficciones, una mera y delirante imaginación. ¿Su tema? La población prescindible o el horror que vendrá.
Antes los artistas eran las antenas de la raza, hoy aquellas premoniciones, profecías autocumplidas, son mostradas sin descanso como tópicos atroces en el volátil y universal reino de la imagen: la videoburbuja, la Matriz actual.
Los hindúes consideran el velo de Maya del mismo modo: nuestra percepción percibe de un modo no correspondiente con lo que verdaderamente hay en y detrás de lo percibido. Las sombras de la caverna platónica que antes se tomaron por reales hoy se consideran la única posible realidad.
Breton redescubre el milagro cotidiano (era una de sus obsesiones, según cuenta Eliade en su diario), actitud familiar a las sociedades ‘primitivas’. Joyce buscó también la epifanía inesperada que surge a la vuelta de la esquina. Es la sonrisa de un desconocido, un rayo de sol o un acorde: momentos de tiempo concreto que se suceden a la vuelta de la esquina para quien los pueda ver.
Y muchos dicen que hay que ser solidario con el momento histórico. Eliade acepta esto pero advierte que intentará responder como el Buda y Sócrates: superando sus momentos históricos, creando otros o preparándolos. La anacronía esencial.
Aunque también piensa en Goethe, quien nunca se resintió de su carga histórica, la vivió íntegramente sin dejarse vivir por el tiempo, sin amargarse o ser aplastado por el pasado, por la historia, el milagro de su existencia. ¿Podría ese príncipe del pensamiento hacer lo mismo ahora en la posmoderna edad oscura?
Una fuente de las corrientes conspirativas, los paranoicos tan vituperados por el pensamiento único, asegura que tanto Huxley como Orwell conocieron previamente, pues les fue mostrado por sus diseñadores, el modelo de esas sociedades deshumanizadas y atroces que describirían. Hacerlo fue una advertencia que nadie escuchó. Ocurrió lo que con Casandra: la irrealidad racionalista de la literatura.
Y, sin embargo, hay que resistir. Cincuenta años de programas militares “intensos y crecientemente destructivos para comprender y controlar la atmósfera superior” van todavía más allá del medio ambiente. Científicos independientes y la Duma rusa han denunciado que tales programas de los aprendices de brujo angloamericanos son capaces de dañar la mente de poblaciones enteras utilizando ondas de muy baja frecuencia. Se entiende entonces la sobre-socialización mediática de los zombies. Heraldos de lo que ya ocurre, mucho más que una figuración gore.
Entre los sucesos que Eliade percibe como correcciones históricas del siglo veinte está el descubrimiento del hombre no europeo y de su horizonte espiritual. Ninguna de las tendencias socio-políticas determinantes de la época, el marxismo incluido, provienen de un horizonte distinto al de la teología judeo-cristiana. El diálogo con las civilizaciones no occidentales es más importante para el porvenir de la espiritualidad contemporánea que cualquier otro afeite que el pensamiento tecnológico eche a andar. Originalidad: regresar al origen.
A diferencia de Goethe, quien nunca necesitó hacer algo similar, Hegel decide un 14 de septiembre de 1800 “reconciliarse con su tiempo”, superar la escisión entre lo que llama “absoluta finitud” de la existencia interior y “absoluta infinitud” de la objetividad de la existencia exterior. Para Eliade, tal empeño es propio de tantos intelectuales modernos que sin la adhesión a la política creen no corresponder al tiempo histórico.
Existen, empero, los ‘eternos tranquilos’, los que se colocan al margen de las mareas, del flujo y el reflujo contingentes, para espetarle al tiempo histórico la frase del maestre de Santiago: “Despéñate, torrente de la inutilidad”. Mientras más avance la unificación de la sociedad obediente planetaria, el crimen de lesa pertenencia histórica será mayor. De ahí la sistemática persecución de quienes no piensan igual que los demás.
Fernando Solana Olivares.
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