Saturday, May 09, 2015

CIERTAS REGLAS.

Se siguen inoportunamente porque uno nunca aprende a tiempo: nace, vive, tal vez comprende algo del juego de la existencia al final del proceso y después muere. Aunque más vale tarde que nunca, como afirma el dicho consolador. Quizá para saber qué faltó, qué no se hizo correctamente, dónde hubo equivocación. Se trata del poder sobre los otros, del método operativo y la conducta sigilosa, intencional para ello. A menos que inusualmente se crea lo contrario: que el verdadero y único poder es el que se obtiene sobre uno mismo. De ser así, lo que continúa debe leerse en clave metafórica. O simplemente no leerse. Sus teóricos son varios y se encuentran en la red: desde Baltasar Gracián hasta Sun Tzu, desde Miyamoto Musashi y Mario Puzo hasta Maquiavelo. 1) Ser misterioso, ser impredecible. La forma puede definirse y lo definible puede preverse y ser vencido. Se trata de no actuar siempre igual, de no seguir los impulsos iniciales ni operar rutinariamente. Ser sutil y discreto, confidencial y silencioso. De tal manera puede dirigirse el destino de los demás y preservar el propio. 2) Nunca decir lo que se piensa. El clásico chino de la guerra afirma que todo el mundo puede conocer la manera en que resulta vencedor pero que nadie conoce el modo mediante el que obtiene la victoria. El adversario ---todos lo son potencialmente--- no debe saber o poder inferir ni los movimientos previstos ni las intenciones decididas. 3) Hablar sólo lo indispensable. Cuanto más tiempo se mantenga el silencio, más pronto hablarán los demás y se conocerán sus intenciones. El proverbio árabe indica que Alá dio dos oídos al hombre pero una sola boca para hablar la mitad de lo que escucha. 4) Hacer que el otro elija entre lo que uno quiera sin darse cuenta de ello. Una forma de la libertad negativa que empleada con arte hará creer a los demás que deciden por su propia cuenta. Lo que los hombres escogen es menos doloroso que aquello a lo que se les obliga. 5) Conseguir que los demás hagan las cosas por uno. Aconseja el clásico que aquel que no pueda alcanzar a tener la sabiduría en servidumbre, debe alcanzarla en amistad. 6) Ocultar la inteligencia, sobre todo ante quienes están arriba de uno. Siempre fue odiada la superioridad y más por los superiores. De nuevo el clásico: a los jefes les gusta ser ayudados, pero no excedidos. Mientras no se tenga el poder, la brillantez propia nunca debe ostentarse. 7) Hacerse indispensable, pues más se obtiene de la dependencia que de la cortesía. El arte de la prudencia conduce a entretener los asuntos, no a satisfacerlos del todo, aun ante el rey. 8) Apelar al interés de los otros y no a su agradecimiento. Para triunfar debe convencerse a los demás que en su propio interés está la promoción del interés de uno. Toda petición debe hacerse buscando el beneficio de quien la cumplirá. 9) La información es poder. Debe espiarse a los otros. Saber todo lo posible de ellos sin que sepan aquello que uno sabe. 10) El enemigo debe ser aplastado. Los puentes de plata son un eufemismo. No debe dejársele tomar aliento hasta la derrota. 11) No hay que discutir nunca, sólo actuar. Salvo que se quiera disfrazar las tretas, toda victoria en una discusión derivará en resentimientos duraderos. Pensar y actuar debe ser lo mismo. 12) Elegir al enemigo y moverlo al antojo. Los adversarios deben venir a uno para combatir: su fuerza entonces estará vacía. Este arte se entiende como vaciar a los otros para llenarse a uno mismo. Al sabio los enemigos le son más útiles que los amigos, pues ellos fabrican su grandeza. 13) Retirarse a tiempo, o como aconseja el taoísmo: ceder, para permanecer intacto. Un arte del ritmo, del momento y de la oportunidad. 14) Buscar los puntos débiles de los otros y decirles siempre lo que quieren oír. El elogio es un tóxico que obnubila las conciencias y cancela las voluntades. Existen más reglas o procedimientos que el poder utiliza para imponerse. Cualquier horizonte es una perspectiva y al mismo tiempo un límite. Diría el hermeneuta que todo jugar es un ser jugado, pues todo juego se adueña de sus jugadores. Pero el primer paso para conocer algo siempre es su descomposición en partes: el poder juega, el poder nos juega, en el poder jugamos. Las formas ocultas de la persuasión están a la vista. Quítese su envoltorio y se verá el juego que todos jugamos. Fernando Solana Olivares.