Friday, May 31, 2019

LA PRIMERA LETRA

La palabra hebrea Hineni tiene siete letras. La primera es una h, de sonido sólido y como una torre doble unida por un puente. Repetida significa “Estoy listo, mi Señor”, y se clama cuando uno está preparado (o cree estarlo) ante el final de la vida, aquel gran misterio. El ser para la muerte que somos los seres humanos y la conciencia de serlo es el principal problema. Nuestra posmodernidad materialista basada en el cuerpo y en la apariencia, en el eternalismo del consumo, ha sacado a la muerte de su horizonte lógico. Resulta una paradoja: la muerte nos rodea y de la muerte personal se habla muy poco. Un casi invisible tema. Uno dice: ya estoy viejo. Los otros le contestan: pero se ve muy bien. En el pero hay un subtexto que quiere negar lo dicho, aunque sea una mera evidencia. Entonces al escribir sobre la muerte propia y el camino que lleva a ella, no siendo una carta suicida (“No se culpe a nadie de mi muerte más que a la vida…”), debe evitar redactarse en primera persona, lo cual sería confesional. Tampoco en segunda, porque se convertiría en un estorboso espejo yoico para quien lo hiciera. Solamente en tercera persona, pues así lograría desplazarse con levedad y distancia de sí mismo, con libertad suficiente para verse uno como si no fuera uno sino él. El buen modo sería decir: este es un hombre que comienza a pensar en su muerte. Porque hacerlo es la única forma relativa de control que encuentra sobre el fatal proceso. Piensa que especular al respecto es más fácil que vivirla y se pregunta, como oyó hacerlo hace muchos años en una obra de teatro de humor ácido, si morirse duele. El proceso en general sí, se llama agonía, viene de agon: esfuerzo. El mero momento no. Debe tratarse, como una analogía, de la sensación de la crisálida al convertirse en mariposa. Desprenderse hasta el más allá. Como se ve, este hombre no es materialista. No considera con seriedad las variantes de las religiones abrahámicas que prometen llegar al cielo o a su contrario como final del proceso. Esos consuelos o castigos le son ajenos, sin embargo sabe que la conciencia desprendida después de la muerte puede encontrar en su camino a las divinidades de su propio panteón religioso. Cree que la hipótesis más plausible es la del bardo budista tibetano dharmata, ese intervalo de la conciencia llamado muerte cuando la mente se separa del cuerpo y descarnada se va a un escenario que durará cuarenta y nueve días según los textos. Este hombre está rodeado de símbolos y metáforas del desprendimiento en la pintura, en el lenguaje, en los acontecimientos, en todos los días compuestos de las micro muertes del instante: uno dice ahorita y ya pasó. Ahora su ego le dificulta que dicha movilidad de las cosas también las vea en sí mismo. Tal es la razón de que comience el impulso para caminar por un camino sin retorno que tal vez durará todavía un tanto más. Ha sido una persona difícil, no sabe bien por qué. Acaso por una armadura de carácter que le permitió andar por la vida pero apresando a su portador, como una sobre renta a pagar. Se repite la lección. Persona significa máscara. Es el día para comenzar la deconstrucción de la máscara. Acaso morirse es eso, desprenderse de la máscara nuestra de cada día. Mi nombre es Nadie dijo Ulises. Este hombre lo quiere aprender a decir. Aunque existen riesgos superiores, conforme advierten los cuáqueros: que en el infierno sólo se queme el yo. Que uno regrese a la rueda del vivir y del morir siendo el mismo que se fue. Que la muerte sea como el fin de una vela que con lo último del cabo prende una nueva y que esto sobrevenga de pronto, sin preparación. De ahí que se proponga un método, un abordaje para el lapso que se abre ante él. Se acoge a un consejo que le dio Leonard Cohen hace poco: si todavía estás en tus cabales, tienes que aprovechar la oportunidad de dejarlo todo atado, en orden. Hacerlo es reconfortante y sus beneficios son incalculables. El primer movimiento en el tablero del juego final es con blancas. El hombre pondrá orden a su alrededor. Siguiendo un modo sucesivo comenzará por lo que tiene más próximo: su mesa de trabajo, sus inacabables papeles, sus libreros desordenados. Ayer platicó con su mujer la relación entre la creatividad y el desorden del lugar de trabajo creativo. Todo desorden es un orden que nadie puede ver, le dijo. Este hombre intentará verlo. Recuerda que Don Juan enseña a Castaneda el aprendiz comparando su vida impecable con el desorden existencial del otro. El maestro puede irse del mundo y nada dejará pendiente, el aprendiz aún está anclado a retrasos de todo tipo. Este hombre cree que en esa tarea de dejar todo sujetado se desarrolla la fuerza que sostendrá los últimos días de la persona. No espera llegar al pentobarbital sódico, pero cree que no le sobra saber lo que sabe. No quiere sino morir bien, y eso representa vivir un cierto tiempo. No hablará todavía del algoritmo que se inventó para calcular más o menos cuánto le falta, pero si nada imprevisto ocurre puede ser suficiente para lo que sigue: un tránsito, un portal. No una nada, pues de la nada sólo sale nada y esta su vida no lo fue. Fernando Solana Olivares

Friday, May 24, 2019

LA COSTUMBRE DE LOS PECES

on este título el orientalista Heinrich Zimmer escribe un ensayo en el cual explora la política de la India antigua y la contrasta con el espíritu occidental. Los textos del pasado (el Hitopadesha o la instrucción de lo útil, entre otros) trasmiten sus lecciones sobre lo político en forma de fábulas de animales, como después lo harán Esopo, Lafontaine y Gellert en Europa. En ellos se aconseja que el político debe dormir en silencio y con el oído alerta como las gacelas, acometer ataques horrorosos como el león, mantenerse quieto como la tortuga que esconde sus miembros debajo del caparazón, mantenerse ciego y mudo según lo exijan las circunstancias. Una prudencia pragmática también se recomienda: no provocar al enemigo hasta el extremo, pues la desesperación brinda fuerzas inesperadas y toda batalla que se prolonga hace crecer los riesgos de perderla. La sorpresa, explica el autor al citar viejos textos, es el elemento central de una política afortunada, así como su atmósfera es el misterio, la traición su medio habitual, y sus defensas resultan el espionaje, el soborno y las intrigas. La costumbre de los peces, donde el grande se come al chico, debe ser regulada por el poder: “Si no existiera el bastón, los hombres se destruirían; como los peces en el mar, los fuertes se comerían a los débiles”. Lo mismo que la propia India milenaria, su doctrina política no es sentimental sino cándida, lúcidamente cínica. Quien ejerce el poder necesita una instrucción especial dados los riesgos que corre en él a pesar de la plenitud de sus poderes. Como el rey del ajedrez, juego inventado por los hindúes, el gobernante es una figura dependiente de las demás, con relativamente escasa capacidad de respuesta. Dos zonas se mezclan en la doctrina política de hace milenios: la situación del rey (ahora, con matices, del gobernante), solitario en la cúspide del estado, rodeado de un círculo amenazante que actúa hipócritamente, y la situación del animal abandonado en el desierto. La primera zona, los riesgos del ejercicio del poder, es el objeto práctico de la enseñanza hindú sobre la política, la segunda zona, el paralelo con el mundo animal y la naturaleza, le confiere el fondo ilustrativo, la forma narrativa que se requiere para comprender ese algo, tan tangible y a la vez intangible, que se designa como poder. Se sabe desde entonces, miles de años atrás, que pertenecer al aparato del poder representa una oportunidad, quien lo logra es su usufructuario, es una parte del cuerpo público que ejerce “el proceso de explotación del despotismo”, otro nombre para el poder, como escribe Zimmer. Sin embargo, esta oportunidad tiene peligros: las intrigas, la difamación, los espías alrededor, el cargo que puede perderse, el temor al superior y el padecimiento de sus caprichos. El secreto para mantenerse y perdurar en el cargo, según enseña tal sabiduría cínica, es convertirse en imprescindible, es decir, resolver las cosas hasta cierto punto, de otra manera uno se vuelve superfluo, como aquel gato que un león llevó para cuidar su sueño cuando un ratón salía a morderle la melena, a cambio de comer las sobras del gran felino. El gato hizo bien su trabajo, mató al ratón y entonces dejó de serle útil al león quien ya no lo alimentó. Dado que en política no existe ningún amigo o enemigo nato, son las circunstancias y los acuerdos donde se hacen los amigos y surgen los enemigos. En cuanto a estos, las relaciones deben ser de engaño y disimulo. Como gustaba sentenciar algún ideólogo priista, posiblemente lector de Zimmer porque era un infrecuente político culto: lo que resiste apoya. De ahí que sea necesario siempre mantener problemas y enemigos hasta ciertas proporciones. Su existencia nos permite mantenernos en pie a nosotros mismos. “Uno lleva a su enemigo a hombros —enseña el Hitopadesha— hasta que consigue lo que quiere; en ese preciso instante lo arroja para que se estrelle como un cántaro sobre la roca”. La doctrina política de la India (doctrina del artha) promulga que el poder es un asunto material. Que el gobernante debe afirmarse a sí mismo, y aun ir más allá del orden moral para lograr esa afirmación. Ha de querer el poder por encima de todo, en cualquier circunstancia y contra cualquier otro, pues está educado (“consciente, brutalmente”) para prescindir de los elementos teológico-morales comunes a todos los demás. Dice la enseñanza que aquel que quiera servir al poder y que éste le sirva debe entregarse a él por entero, pues de otra manera no podrá mantenerlo. La enseñanza del poder, un saber parecido al del médico, el sacerdote, el mago o el artesano con los secretos de cada oficio, establece que querer el poder en cualquier circunstancia es lo que constituye “la moral particular del hombre político”. El Occidente humanista aparece como un animal mentiroso y el Oriente como uno ladino, cruel pero con buena conciencia. Ni la costumbre de los peces ni la posesión cuasi diabólica del poder y la política permiten elevarse por encima de su finalidad despótica: predominar. La hiperpolítica por venir será distinta. Aquí ya no cabe decirlo. Quizá otra vez. Fernando Solana Olivares

Friday, May 17, 2019

FÓRMULAS PARA SALIR ADENTRO

El consejo taoísta dice: cede y permanecerás intacto. El dilema es precisar ante qué ceder, verbo pasivo entre cuyos sinónimos está una forma inteligente de la abstención. El divino no de los persas. Henry de Montherlant observaba a quienes en la fila del autobús se hacían a un lado para no ser arrollados por los otros. Los malditos tranquilos al margen de las mareas. Estos, como Julio César, que acallaron el maligno eco del autoconcepto y la opinión sobre ellos de los demás. Le admiraba que esa gente economizara energía emocional, que no sufriera por causas innecesarias pues sin duda le bastaban las dificultades verdaderas de su vida. Otro autor, Murena, sugería aprender la anacronía, es decir, la libertad mental y sensitiva para moverse hacia dentro, para salir del tiempo histórico de afuera y recogerse en la conciencia interior. Quién sabe cómo suene todo esto en momentos actuales, cuando según la última encuesta de Gallup crecen la ira, la tristeza y la preocupación en todo el mundo. Ante los cruentos escenarios que se vislumbran precisamente hoy ---violencia exponencial, clima devastado, preguerra en el estrecho de Ormuz, enfrentamiento comercial titánico entre EE UU y China, más todo lo que se deba adicionar--- es necesario considerar un kit de sobrevivencia, así sea conceptual. Un recetario operativo de aplicación inmediata. Las reflexiones que siguen son una glosa de Gregory Bateson y Marcelo Pakman, envueltas en otras consideraciones. Todo lo sabemos entre todos y es necesario indagar. Dado que el mismo sistema de pensamiento que provocó una situación no puede resolverla, estas ideas propuestas tratan de rectificaciones, de desaprendizajes, de trabajo en lo echado a perder. Sufren la aflicción de estos días: no hay mucho tiempo para ponerlas en práctica. A) Rectificación de un modo equivocado de percibir lo consciente. Ha de comprenderse que el “yo” personal y sus propósitos (deseos, miedos, opiniones, goces, dolores, etcétera) son una porción minúscula del mundo y también de la misma mente del individuo, así parezcan ocuparla toda. De tanto en tanto uno debe librarse de sí mismo, hacer silencio interior. B) Rectificación de una relación incorrecta o incompleta con el lenguaje, el cual primero es comunicativo (orienta, informa, narra el hecho objetivo, lo que se vio) y en segundo término es descriptivo (trasmite emociones, subjetividades, aquello que ante el hecho se sintió). Ahora la gente dice “yo siento” en lugar de “yo pienso” y la información no se comunica sino que se “comparte”. Compartir es dar un fragmento de algo, comunicar es hacerlo común. C) Rectificación del abundante error que mezcla y no distingue procesos mentales conscientes de aquellos que son preconscientes. La conciencia es el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y su entorno; la preconsciencia está hecha de contenidos síquicos que la conciencia ignora. La equivocación consiste en creer que nuestra conducta es racional cuando obedece a causas y razones que desconocemos. O sea, el yerro de racionalizar nuestras irracionalidades. D) Rectificación de los errores conceptuales de la biología del siglo XIX (y antes de la religión cristiana) que se esforzó en desembarazar al cuerpo de la mente, lo mismo de la filosofía occidental que se esforzó en descarnar a la mente. El templo es la cárcel del alma según Platón, y asiento del pecado, según la cristiandad punitiva. No, esa es una costosísima equivocación filosófica y somática que ha durado milenios: el ser humano es cuerpo/mente, cuerpo/espíritu a la vez. El cuerpo representa el templo del alma, como afirman los hindúes. Donde no hay dioses hay fantasmas, escribió el poeta Novalis. E) Rectificación de la creciente brecha entre el intelecto y la emoción. El verdadero pensar no disocia el amor y la sabiduría, o sea, sólo se ama lo que se conoce y al revés. El conocimiento técnico e instrumental es un saber insensible, mecánico, así sea científicamente sofisticado. Ese saber sin afecto siempre está allá. El intelecto junto con la emoción conocen aquí, donde están. F) Rectificación del acento puesto en el conocimiento antes que en el conocer. Dicho simplemente: lo importante es el proceso mismo, el conocer, más que su resultado. El neoliberalismo del proletariado digital que todos somos publicita el conocimiento por su aplicación, su rentabilidad, su resultado material. Debe saberse rápido que el ser se realiza en la comprensión y que ésta está en el trayecto y no en la llegada. A todo lo anterior, Bateson lo define como integridad, una cuestión ética también que significa integrar muchas partes y niveles mentales, todos los aspectos de uno mismo y de la experiencia vital, el cuerpo y la mente como una responsabilidad. En una hermosa fórmula recuperó una certeza ausente del pensamiento científico: “el nexo individual de senderos que llamo ‘yo’ es sólo parte de una mente más vasta”. Estos pasos para una ecología de la mente consisten en una flexibilidad capaz de integrarse a una unidad sagrada con la biósfera. Bateson tenía un lema: “Unificar y, por lo tanto, santificar”. Fernando Solana Olivares

Friday, May 10, 2019

DE NOCHE Y DE DÍA

¿Cuándo nacieron las características que nos hacen ser lo que somos, aquellas que genéricamente llamamos humanidades y hoy suelen estar tan demeritadas? La ciencia calcula un plazo de casi mil milenios atrás y dispone como su escenario probable un pequeño grupo de incipientes Homo sapiens en torno de una hoguera primordial. El modelo más cercano a esa humanidad ancestral ---que se hace posible sólo ante la luz y bajo la protección del fuego, una circunstancia material que dará lugar a todo lo demás--- son los Ju/’hoansi del desierto del Kalahari, cazadores-recolectores bosquimanos que acostumbran dos tipos de uso verbal, según cuenta el biólogo evolutivo Edward O. Wilson. Las pláticas diurnas, dedicadas a intercambiar información práctica (viajes, búsqueda de comida y agua, chismes que alimentan las redes sociales), sustancialmente distintas a las pláticas nocturnas, en las cuales aparecerán la imaginación, la metáfora y la fantasía. Ahí surge la narración, la cual dará lugar al canto, al baile y a la liturgia religiosa, al sentimiento de lo trágico, a la percepción del más allá, al recuerdo de los muertos inolvidables. Narrar es decir “hubo una vez” y también “habrá una vez”. Vivir es narrar. La horda primordial alrededor de la lumbre desarrolla empatía entre sí, asume a cada uno de sus integrantes como individuo, puede comprender y anticipar su comportamiento, saber cuándo cooperar y cuándo competir con los demás. El círculo que mira absorto el fuego y se escucha a sí mismo cada noche va haciendo-recibiendo-inventando el lenguaje (una combinación infinita de palabras traducibles en símbolos que otorgan nombre y significado a toda entidad y todo proceso así sean imaginarios). Tal vida significante, que abarca lo que la mente conjetura y lo que el corazón siente, es la que construye la evolución cultural. De tal manera aparece nuestra especie parlanchina, anómala y mutante, aquella “destinada a ser apocalíptica”. El animal locuaz que dirán los griegos para definir a la gente. Además de los dos tipos de uso verbal determinantes en el origen humano: el lenguaje diurno pragmático y el lenguaje nocturno especulativo, los bosquimanos también distinguen dos tipos de hambre o de necesidad: el hambre pequeña, una circunstancia fisiológica y primaria a resolver, y el hambre grande, la acuciante necesidad para descubrir sentido al misterioso e inabarcable hecho de la existencia, la inevitable necesidad para conocer lo visible y lo invisible. Satisfaciendo la primera exigencia el grupo logrará sobrevivir; practicando la segunda desarrollará su conciencia. El ser se irá haciendo humano mediante la comprensión, una tarea colectiva cuyas consecuencias históricas y cognitivas hasta hace poco eran obvias: todo lo sabemos entre todos porque el ser se construye a sí mismo en contacto con los demás y a través de lo que conoce. Este ciclo de mil milenios parece haber llegado a su fin. Nos acercamos cada vez más a aquella “muerte del hombre” anunciada por la filosofía moderna. Existe un sentimiento colectivo ---racionalizado o no: es lo mismo--- de que el mundo conocido se ha perdido o está cerca de terminar. “No nos quedan más comienzos”, reconoce el pensamiento profundo, y el nihilismo materialista neoliberal posmoderno ha violentado todos los límites de la razón: el viejo lema filosófica y moralmente falso del nada es cierto y todo está permitido se ha convertido ahora en una catastrófica y colectivizada realidad. ¿Qué debe hacerse cuando las referencias se han evaporado, los paradigmas conceptuales están colapsados y a escala planetaria predomina el hambre pequeña del egoísta deseo individual y el lenguaje diurno de lo superfluo, lo anecdótico e intrascendente, fomentado por la totalitaria arena mediática y sus sofisticadísimos modos de persuasión? ¿Ante los sistemas tecnológicos que ignoran el libre albedrío de las personas y disuelven su capacidad política, ante la condición agónica de las humanidades y la obscena ausencia del pensamiento crítico, ante la posverdad sistémica cada vez más común? ¿Ante las derivas civilizatorias “claramente necrófilas” como la desigualdad económica, las asimetrías estructurales de la sociedad, el arrasamiento planetario hecho por un esquema económico elitista y demencialmente voraz? La filosofía propone salir del tiempo impetuoso de la vida utilizando un dispositivo elemental: detenerse y dar un paso atrás. Es el recogimiento, la interioridad de la conciencia que debe volverse anacrónica, abandonar el tiempo de lo inmediato para pensar. El mundo está ante una fatal encrucijada, la misma de aquel hipotético ingeniero que debe reparar las vías de la estación sin interrumpir el intenso tráfico de los trenes. Y ante una escalofriante contradicción: encontrar tiempo donde no lo hay. Los griegos afirmaron alguna vez que el hombre era la medida de todas las cosas. Ese autismo antropocéntrico que limitó a las humanidades resulta ahora una reducción suicida. Es hora última de que seamos serios haciéndonos preguntas serias, justo cuando todo está hecho para no pensar. Aprender no qué sino cómo. Su primer movimiento paradójico es moverse sin avanzar. Fernando Solana Olivares

Friday, May 03, 2019

NO TENER TENIENDO

El viejo maestro solía decir que empezar un artículo así: “Hoy no tengo nada de qué escribir”, ya era estar haciéndolo. Los tópicos sobran, las noticias proliferan, la colmena no descansa. Pero hay días que a pesar de tanto parece no haber nada, salvo lo habitual: acontecimientos catastróficos, otros insustanciales ---necesarios para ocultar a los primeros---, unos más creativos e interesantes, muchos provenientes de la descomposición en esta época sin síntesis. Algunos cuya estridencia los convierte casi en un sainete. El monotema López Obrador y su inverecunda conducta hacia los medios de comunicación que considera adversos, hacia los conservadores y fifís que opinan distinto, sus consultas a mano alzada en asambleas populares, su desconsideración de datos estadísticos, sus ocurrencias mañaneras, sus derivaciones autoritarias por voluntarismo y también por cierto grado de provocación, por una anti institucional (comprensible pero peligrosa) perspectiva personal que tiene de la política. O su esposa, que es cantante y acaba de grabar un disco. O su contrario, la beatificación acrítica del personaje. O lo que parece ir escaseando: su consideración objetiva rodeando al objeto del escrutinio, pues el plazo de gracia que muchos le concedieron al votarlo va llegando a su fin. La sobre socialización del tema alcanza el espectáculo. Un afectado reportero televisivo, Jorge Ramos, que ha invertido la función informativa y siguiendo las pautas gringas se convierte en noticia él mismo al trasmitir la noticia, disputa estadísticamente con López Obrador sobre las cifras de la violencia y advierte como un riesgo para la libertad de expresión las crudas opiniones de aquel sobre el diario Reforma. Su tesis se sostiene en un razonamiento fundado: el poder del poder para afectar a los medios críticos. No habrá consecuencias de ese dicho inoportuno en tanto quede como una opinión del presidente ---otra deconstrucción más de los comportamientos típicos del cargo presidencial, pero ésta indebida, así como otras han sido muy afortunadas---, pero sus derivaciones podrían ser preocupantes. ¿Habrá quien atempere a López Obrador? ¿Una caída de su alta popularidad? ¿Un control de daños, una súbita metamorfosis? Entonces no hay nada sobre qué escribir, salvo la perspectiva catastrófica de una sexta extinción masiva causada por el hombre que advierten venir en algunas décadas 150 expertos de 50 países: “una aceleración rápida, inminente, del nivel de extinción de especies”. Transcribir esta cita me lleva a pensar en mis dos nietos, ahora de ocho años, y el mundo que les heredamos. ¿Qué harán las siguientes generaciones para sobrevivir? Debo desentimentalizarlo si quiero imaginarlo, pero me niego a ser vidente de la extrema dificultad. Cuando supe que venían al mundo me inconformé y se me ocurrió citar una inoportuna frase de Borges: los espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los que somos, algo así. No me acabé lo que causó mi falta de tacto. Pero habiendo ellos llegado ahora a los escenarios postreros del capitalismo salvaje sólo queda encomendarse a Dios, si anda por ahí, al todo semántico inagotable que nombramos de tal modo, y actuar en consecuencia. Cada quien sabrá su modo de la encomendación personal. Un asunto, no habiendo nada, que podría ser insustancial y farandulesco (pero significante como todo) es la serie documental de Kate del Castillo acerca de su encuentro con el Chapo Guzmán. Descontando la ingenuidad oportunista de la muy atractiva e interesante actriz (no es comentario sexista, ¿verdad?) y el disolvente, antisocial culto mediático de Netflix a la criminalidad narca, la serie cuenta un irreflexivo twitter de ella al Chapo Guzmán, en el fondo dictado por el interés de obtener los derechos de la historia del criminal. Y de ahí una aventura épica de traición, riesgo y engaño, de persecución y acoso del gobierno mexicano en su contra por ir a encontrarse hasta la sierra de Sinaloa con el patético capo, hombre tan poderoso y rico como letal, simple hasta lo burdo, genial en sus complejas circunstancias, vanidoso y cursi (“el mal siempre es banal”) para su inevitable perdición. Un componente de género determina esta historia en un país de machos. Kate del Castillo sufre el embate misógino del estado faccioso. Sus tres acompañantes viajan con acreditación periodística y ella no. El amigo a quien lleva, Sean Penn, la engaña y no le cuenta su compromiso con Rolling Stone para entrevistar al jefe narco, en cuyo peligroso encuentro es tratada por él con seductora cortesía. Pero la atrabancada resistencia de ella, su fuerza y temple resultan admirables. Esa dignidad la hace aún más atractiva. El Eterno Femenino en Netflix. En días como estos cuando pasa todo pero se registra nada, el antihéroe Julian Assange es condenado a casi un año de prisión en Reino Unido. El padre, asustado por la deteriorada apariencia cuando fue detenido, pide su extradición a Australia. Apenas inicia Assange una batalla contra el imperio que quiere hacerle pagar perpetuamente su atrevimiento antiorwelliano. Entonces ¿de qué escribir? Fernando Solana Olivares