Saturday, October 26, 2019

¿Estado fallido?

Teóricos del Estado fallido como Jean Marie Grose consideran cinco tipos: Estado anárquico (Anarchicstates), donde no hay poder político centralizado; Estado fantasma (Phantomstates), con autoridad limitada en diversas zonas; Estado anémico (Anemicstates), el de recursos escasos y en guerras secesionistas; Estado capturado (Capturedstates), aquel manejado por grupos étnicos ---o por el narco, dado el caso; Estado abortado (Abortedstates), cuando no hay poder único que tenga el monopolio de la fuerza. Otros pensadores políticos hablan de Estado desintegrado o colapsado, un asunto multidimensional ---político, histórico, sociológico--- de largo plazo que concluye con la destrucción del mismo. Los Estados fallidos son incapaces de salvaguardar las condiciones sociales mínimas (seguridad, ley, orden, buen gobierno). De ellos se mencionan, asimismo, cuatro niveles: Estados fuertes, débiles, fracasados y colapsados. El Estado fallido se encuentra entre los dos últimos. Según Noam Chomsky, encima de no proteger a sus ciudadanos de la violencia, las cúpulas que encabezan un Estado forajido, como él los llama, se ocupan del poder y la riqueza propios antes que del interés público, se “desentienden con desdén del derecho y los tratados internacionales”. Por lo demás, la propia estructura, el comportamiento y la función del Estado-nación contienen graves fallas que los ciudadanos padecen en diversos grados: arbitrariedad, autoritarismo, corrupción, etc. ¿Es certero entonces considerar al Estado mexicano como fallido? En muchos de sus rasgos, sí. Reúne los requisitos que los académicos citan: es fantasmal en algunas zonas del país dominadas por el narco y hasta ahora irrecuperables; está capturado ---no total, pero sí parcialmente--- por el crimen organizado; es anárquico porque resulta incapaz de impartir justicia y hacer valer la ley; luce abortado pues un poder paralelo comparte, y a veces supera, el monopolio de la fuerza. Y esto, como es del todo evidente, no lo ha causado el gobierno de López Obrador. Desde Salinas hasta Peña, el neoliberalismo y su capital financiero, la clase política, las élites y el crimen organizado han hecho de este país un osario, un auténtico mierdero. El extraño caso de Culiacán y la batalla narca a partir de la detención/liberación/engaño/provocación/ineptitud/montaje del hijo o hijos del Chapo Guzmán ---primero se habló de Ovidio, cuyo nombre en dos días fue utilizado treinta y ocho veces para bautizar recién nacidos en la ciudad días después del encuentro entre el ejército y los narcos, y a continuación también de Archibaldo---, la suma de contradicciones en las versiones oficiales (la prensa anotó seis cuando menos), la reconocida mala planeación del operativo, la aceptación del presidente de haber dado su aval al intercambio con los narcos del detenido (os) por el levantamiento del sitio en la ciudad y, conforme insistentes versiones, sobre todo por los militares tomados como rehenes, todo eso y más puede ilustrar con creces la idea de que México ya se jodió. La derecha mexicana se solaza diciéndolo celebratoriamente (así se disfrace de preocupación patriótica) estos días. La miseria moral del panismo amnésico, el cinismo genético del PRI o el retraso mental del PRD, junto a las oligarquías y élites nacionales ---con sus aliados o propietarios transnacionales--- ha promovido la supuesta responsabilidad de López Obrador en el violento sainete de Culiacán, su renuncia por ineptitud y afectación del estado de derecho. Piensa mal y acertarás, como aconseja una epistemología popular. ¿De parte de quién pasó todo esto? Por eso el analista Alfredo Jalife (“mi olfato y muchos datos conexos”) afirma en redes sociales su hipótesis de que el suceso de Culiacán fue una trampa desestabilizadora para el presidente. Subraya la casi instantánea respuesta de los Chapos (“sabían todo”) y la posibilidad de que hubieran intervenido frecuencias de comunicación de la Guardia Nacional y el Ejército. En medio de eventos anómalos como que el día anterior a los hechos el gobierno local anunciara la suspensión de clases por “amenaza de lluvia”, la revista local Ríodoce publicó una nota que ella misma calificó de “extraña”: la inusual reunión entre el gobernador de Sinaloa y el director interino de la DEA ---ese cartel de carteles, junto con la CIA. Sospechosa reunión en tiempos de paz narca en Sinaloa. La decisión de López Obrador para retirar las fuerzas militares es una acción restauradora de ese Estado fallido que hoy interesadamente se magnifica por un escandalizado formalismo rígido. También la claridad autocrítica y la preservación de la vida humana como conductas públicas ---así haya entretelones, líneas finas que no se dirán a la gente--- son actos que pueden fortalecer y legitimar a un Estado que han dejado postrado y al que le va la vida en regenerarse. Entre doscientos muertos posibles o sufrir daños mediáticos y políticos, López Obrador actuó con sentido de estadista: preservó la paz pública. Así el Estado tuvo que ceder. Lo que sigue después de esto es una historia que todavía no ha sucedido y por eso ya no cabe escribirse aquí.

Friday, October 18, 2019

NEGACIONISMOS

La negación es entendida como un enunciado que separa algo de algo. Lo negativo, como una exclusión de posibilidades. El negacionismo se define como un acto irracional que rechaza una realidad empíricamente verificable, un escape de la realidad para descansar en una mentira protectora, estable y hecha a medida. El negar una realidad probada porque resulta incómoda. Se ha negado la teoría de la evolución, el holocausto judío, el exterminio kurdo por los turcos, las muertes por hambre del estalinismo y el maoísmo, el genocidio camboyano, el gulag soviético, el sida. Antes se negó la teoría heliocéntrica. El negacionismo es un comportamiento que obedece a creencias emocionales e ideológicas de derecha, a intereses económicos y políticos. Se basa en una pseudociencia que contradice un cúmulo de investigaciones científicas incuestionables. Algunos sostienen que el término, sin embargo, es empleado como una técnica de propaganda para reprimir puntos de vista minoritarios. Pero la furia y el alcance de las argumentaciones que pueden negar lo evidente: la casa común se está quemando, amalgaman a una derecha nacionalista antiecológica y enemiga a muerte del pensamiento progresista, que concibe la depredación de la naturaleza como una clara soberanía local y un derecho a la destructiva productividad del modelo capitalista, junto con las empresas transnacionales y monopólicas de combustibles fósiles, las grandes envenenadoras del planeta, y al lado de otras fuentes menores de contaminación brutal. Un tal Álex N. Lachhein, quien se presenta como naturalista de campo y divulgador medio-ambiental, publica en la red un paranoico panfleto contra el calentamiento global donde sin ningún rubor afirma que “el calor, hasta hoy, sólo nos ha traído beneficios”. Que es una extrema arrogancia pensar que los seres humanos ---“pese a contar con una población de 7.500 millones de individuos”--- pueden afectar los ciclos climáticos de la Tierra, como tampoco pueden impedir huracanes, terremotos o erupciones. Una cosa no tiene que ver necesariamente con la otra, pero así suele considerar el pseudo pensamiento negacional los hechos, descalificando un orden general a través de una exclusión particular o una comparación inaplicable. Lachhein arremete contra Greta Thunberg ---“marioneta, bandera, símbolo de un gigantesco y lucrativo negocio verde”, la llama--- y salpica su vituperio con detalles cercanos que llaman a creer que lo dicho por él es verdad. Aceptando sin conceder, como diría la jurisprudencia, que esta jovencita fue preparada desde tiempo atrás hasta su más reciente y conmovedor discurso en la ONU ---donde actuó con estudiada espontaneidad, sin titubeos ni tropiezos a pesar de su emocionalidad, con una dicción inglesa perfecta e increíble para su edad y su síndrome de Asperger, según el difamador negacionista---, ello no cancelaría la verdad de su clamor, incluso si hubiera sido estudiado. Aún si Greta fue utilizada para la mediática huelga por el clima ante el Parlamento sueco por Bo Thoren, un activista contra los hidrocarburos que realizó un casting de niños buscando caras frescas y la encontró a ella. Aún si detrás de Greta están como sus asesores activistas climáticos, grupos ecologistas, empresas trasnacionales y cálculos financieros verdes. Aún si detrás de su carismática/ anti carismática presencia intrigan el padre, un actor que la prepara, y la madre, una autora ecologista. Aún si a su alrededor concurren importantes grupos que apuestan por esa economía emergente, el mensaje del movimiento juvenil cuya cara pública encarna Greta está demostrado con evidencias empíricas y científicas que no dejan de crecer. “Negar lo que es y afirmar lo que no es, es lo falso, en tanto que afirmar lo que es y negar lo que no es, es lo verdadero”, establecieron los griegos. Un reportaje de Íñigo López Palacios (El País, 20/19/09) escudriña los fondos del negacionismo climático. En él, la periodista Marta Peirano explica que la táctica de desacreditación del calentamiento global es “convertir un hecho en solo una teoría”. Una virulenta campaña en redes contra Greta Thunberg y el trastorno climático se ha extendido para desprestigiarla a ella y a su mensaje, también a quienes defienden el consenso científico acerca de la crisis ecológica mayor que vive el planeta. Desde 1977 la petrolera Exxon sabía del calentamiento climático provocado por los combustibles fósiles y la depredación ambiental. Desde 1991 el Cato Institute, un tanque de pensamiento ultraliberal financiado por los hermanos Koch, principales impulsores de la duda sobre el cambio climático y plutócratas cuyos intereses se verían afectados por la limitación de las emisiones de carbono, comenzó a construir una política de desacreditación. ¿Voracidad suicida, nihilismo inevitable, fin de los tiempos o sólo negacionismo interesado? Como fuere, las cosas ya están expuestas y en la agenda de la civilización hay dos inmensas dificultades a resolver: la catástrofe ambiental ecológica y la irrupción de la inteligencia artificial general, una forma absoluta de control social. Los otros asuntos, tan graves, parecieran subsidiarios. Fernando Solana Olivares

Friday, October 11, 2019

ARGUMENTOS EN JUAN

Uno de nuestros mejores ensayistas en lengua española, Alberto Vital, ha escrito un libro inesperado. Su condición epifánica: surgió de pronto ante los lectores, y su temática: la relectura, la compulsa y la consideración del Evangelio de Juan, lo hacen un ensayo singular, fuera del tiempo y a la vez anclado al presente. Para empezar, el título: Argumentos en Juan, una pequeña magia lingüística mediante la preposición en, o sea, dentro de Juan. Lo pequeño es lo grande en el lenguaje, y esa discreta variante anticipa lo que el erudito y accesible ensayista hará. Empleando dos traducciones distintas, la Biblia de América y la de Ernesto de la Peña, Vital se planteará una hipótesis crítica: ¿pueden las Escrituras considerarse válidas en estos momentos pre-apocalípticos, pueden abrir puertas para un diálogo entre creyentes y no creyentes? La hermenéutica, una ciencia y un arte, se asume como la interpretación, la comprensión y la aplicación de un texto, entendiéndose texto como un edificio, una costumbre, una persona o un libro. Comenzó con la lectura reverencial y obsesiva de la Biblia, que pretendía encontrar entre las letras y las palabras secretos contados por Dios, y se desarrolló como un método para lograr el esclarecimiento conceptual de los hechos y las cosas. Con su precisa y elegante prosa (¡qué bello puede ser el español!), Alberto Vital explica que una narración es una auto evidencia, la cual, aunque se legitima por sus propios mecanismos de escritura, se muestra a sí misma. O sea, toda narración que cuente, aborde o ensaye un tema, oculta o contiene otro nivel de reflexión, de decir lo que dice. En ella siempre hay algo más. La originalidad hermenéutica de Argumentos en Juan radica en haber regresado al origen, a considerar otra vez una parte del Nuevo Testamento en clave contemporánea, con la mirada intelectual de estos días aciagos, buscando respuestas ante las circunstancias actuales en uno de los dos textos que originaron la civilización judeocristiana: la Biblia. Alberto Vital emplea una estrategia de comparación entre dos versiones y su propia interpretación, tres formas de ver un mismo objeto, en este caso el Evangelio de Juan. Volviendo a aquello de que en una trama escritural siempre hay otra cosa, en ésta el autor establece un diálogo con la verdad cristiana como si fuera una parte de él mismo, de su propia fe. No solamente representa un tema de exploración ensayística. El interés reflexivo del autor aborda un ámbito espiritual propio de la desesperación filosófica. “Poca ciencia aleja, mucha vuelve a llevar”, dice el filósofo. Y la mucha ciencia de Alberto Vital interroga una vez más el misterio de Jesús de Nazaret, quien si “no fue el Hijo de Dios, según se proclamó a sí mismo, entonces fue el mayor antropólogo y psicólogo de multitudes” conocido en la historia humana. En una cita al final del esclarecedor libro, Vital recuerda la desesperanzada respuesta en 1966 del filósofo Martin Heidegger: “Sólo un Dios puede salvarnos. (…) La filosofía llegó a su fin”, a la pregunta de Der Spiegel ante lo que veía venir. Después de casi 300 páginas de comentarios propios y comparación de versiones bíblicas, luego de establecer una profusa red de vínculos y autores a lo largo del tiempo para comprender el inagotable enigma cristiano (eso es la inteligencia: sólo relaciona), el sabio autor termina resolviendo la tarea hermenéutica última, aquella que concreta la interpretación y la comprensión del objeto. La aplicación: traer al espacio-tiempo de ahora, a la lectura analítica a un Jesús de estos últimos días, una esperanza más orgánica que devocional. Si la filosofía llegó a su fin, reemplazada por la cibernética según predijo el pensador alemán, el ensayo no. Alberto Vital muestra que pueden extraerse lecciones vivas (aplicaciones) de los textos bíblicos porque narran y construyen una vocación de universalidad: la “última gran oportunidad del planeta consiste en una gran pertenencia como aquella que en su momento propuso Jesús de Nazaret”. El ensayista (también narrador y poeta) menciona los siguientes elementos, puentes para transitar espiritualmente por la noche global: universalidad o el otro como individuo; amor o una mirada distinta hacia los demás; convergencia o una búsqueda de puntos en común; futuro o la urgente construcción de otro discurso filosófico, sociológico, económico y político. Del análisis preciso, bien escrito, fragmentado y vuelto a reunir del Evangelio de Juan, Alberto Vital alcanza, en su vinculante red, la encíclica papal Laudato si del papa Francisco el concepto de la Casa Común, el planeta del cual somos responsables, y lo que él llama la Gran Pertenencia a una sola especie que, existiendo junto a otras dignas de derechos, debe actuar sin etnocentrismos ni vaguedades, sin colonizaciones ideológicas o físicas. Este libro brillante, correspondiendo al valor de lo pequeño, se publicó con discreción bajo una edición del autor. Poderosa paradoja. El estar en Juan permitió a Alberto Vital alcanzar la sabiduría sapiente de la escritura, aquel conocimiento convertido en saber para sobrevivientes. Fernando Solana Olivares

Friday, October 04, 2019

DISONANCIA COGNITIVA

Greta Thunberg, líder del movimiento juvenil que ha conmocionado al mundo, acusa a los dirigentes políticos de padecer disonancia cognitiva ante esta crisis ecológica que podría ser terminal. El vocablo lo acuñó Leo Festinger hace más de 60 años al describir el intento de la psique humana para alcanzar consistencia interna a pesar de sus contradicciones, tratando con ello de armonizar ideas, creencias y emociones que se oponen entre sí. Muy pronto, sin embargo, descubrió que las personas llegan a aceptar esta disonancia y se establecen cognitivamente en ella, viven separadas internamente. Eso es lo contrario a un yo integrado. Miles de años antes del psicólogo moderno, el legendario Emperador Amarillo que unificó los reinos de China llamó al sabio Confucio para preguntarle cuál debería ser la acción esencial de su gobierno. El maestro le aconsejó la corrección de las denominaciones: llamar a las cosas por su nombre, actuar y sentir en consecuencia. Decir, hacer, sentir. La áspera impaciencia de los movimientos emergentes, desde los niños y jóvenes que exigen detener el ecocidio y salvar el planeta hasta las violentas feministas anarcas y antipatriarcales, obedece a un sentido de urgencia y hartazgo. No es lo mismo la sequedad de Greta Thunberg que la dulzura de Malala. Urgencia: no hay tiempo. Hartazgo: la misma retórica repetida una y otra vez. Las ciencias cognitivas postulan algo que llaman nivel de representación. Afirman que entre el nivel neuronal y cultural de toda persona hay un nivel de representación que actúa en la mente de todos. No se puede ver ni tocar porque se compone de nociones, esquemas, ideas, símbolos, entidades mentales. Este es el terreno de lo descompuesto, de la disonancia cognitiva y sentimental. ¿Se conmueven los políticos cuando se enteran que han sido fustigados así por una jovencita cuya legitimidad es más alta que la de ellos? Antes de su condición, ser actores y ambicionar el poder, los dirigentes políticos debieran mostrar el mismo instinto de sobrevivencia, el mismo impulso vital que cualquier persona. Esto no es posible porque son producto de otra disonancia cognitiva, la del egoísmo nihilista de un sistema económico abstracto que sólo busca la rentabilidad en el corto plazo y los emplea como administradores de sus intereses. El capitalismo es ecocida y su asombroso desarrollo desde la revolución industrial hasta nuestros días se ha basado en la explotación irracional de los seres humanos y del planeta. Hace años ya que James Lovelock, pionero ecológico que bautizó al gran sistema de la Tierra como Gaia, diosa mítica igual que Khali o Némesis, una madre cariñosa o extraordinariamente cruel hacia los transgresores, citaba las palabras de Crispin Tickell en un discurso pronunciado en 2002. Tickell señaló entonces que la ideología de la sociedad industrial, basada en crecimiento económico, niveles de vida cada vez más altos y fe ciega en que la tecnología lo arreglará todo, era insostenible en el mediano plazo. Y propuso trabajar para construir una sociedad humana donde la población, el uso de los recursos, el procesamiento de los residuos y el medioambiente fueran balanceados. Exigió ver la vida sobre todo con respeto y asombro. Construir un sistema ético en el cual el mundo natural tenga valor no solamente como algo útil para el bienestar humano sino por sí mismo. “El universo es algo interno además de externo”, dijo Tickell al hablar en la catedral de Portsmouth hace diecisiete años. Sobrevivir significará reducir. De ahí que Lovelock hable de una necesaria retirada de la insostenible posición a la que hemos llegado hoy por el uso inapropiado de la tecnología: retirarnos ahora, proponía años atrás, cuando aún tenemos energía y tiempo. El talento de un general se mide, escribió, por su capacidad de organizar con éxito una retirada. Pero los nuestros sufren de disonancia cognitiva. La febril compulsión del sistema de consumo y sus usuarios no permite esta forzosa hiperpolítica (política para los últimos) de la frugalidad. Los mixes hablan de dos formas de la riqueza: a) la acumulación patológica, b) la reducción drástica de la necesidad. La primera es el modelo, el nivel de representación que ha provocado el estado de las cosas. La segunda se convertirá en una estrategia vital. Abreviar, disminuir, simplificar. Renunciar. Al fin, diría el filósofo, basta muy poco para ser feliz. La velocidad del tiempo aumenta, los fenómenos se multiplican y lo impensable ocurre. Las mismas analogías que se han hecho con la edad oscura, cuando las órdenes religiosas conservaron en monasterios la esencia de la civilización, son posibles ahora en cierta medida con los anti retóricos y lúcidamente impacientes jóvenes que protestan. Ellos son, junto con los heroicos y perseguidos ambientalistas de todas partes, asesinados metódicamente por los intereses capitalistas depredatorios, los custodios de la metamorfosis civilizacional, la cual para lograrse antes debe sobrevivir a los desastres. No es entonces que sean tiempos de malos modales, sencillamente son de áspera claridad. A las cosas se les dice por su nombre. Fernando Solana Olivares