Friday, June 29, 2018

INDETERMINACIONES Y CERTEZAS

Las cosas han llegado a tal punto en el país que sólo un cambio que lo sacuda, lo con-mueva, así sea tan incierto como se presenta ahora, puede sacarlo de esta espiral creciente de violencia y crimen cuyas cifras son las de una guerra. Ellas retratan, con precisión lamentable, el fracaso radical del PRIAN y sus satélites. La corrupción extrema, la impunidad vitalicia y el uso patrimonial del poder agobian a la nación. La casta política cleptocrática, las élites financieras y económicas son maharajás que se pudren encima de todos los demás, de aquellos que se llaman mayorías. Y las mayorías están muy encabronadas. Una enorme concentración de odio social provocado por la conducta de las élites es parte de la ecuación en juego. Ha barrido clases políticas en el mundo y ha llevado inesperados personajes a los gobiernos. Algunos de derecha y protofascistas. El delirante Trump, entre ellos. A diferencia de esos países, en México la irritación pública por fin parece dispuesta, después de dos intentos fallidos, a conceder a la izquierda la posibilidad de gobernar el país y ser mayoría en diversas cámaras. Hay paradojas que quizá expliquen una parte del fenómeno. El tejido de alianzas y reclutamientos de Morena se amplió al punto de olvidar principios y abandonar agendas minoritarias pero muy representativas, derechos de alcance colectivo aunque poco rentables políticamente. Esta violación de principios, de identidades de origen, para muchos que tienen razón significa una “anulación de la coherencia”. La infame política, ese terco arte de lo posible, ha obligado a un pragmatismo cuyos costos pueden ser altos. Y sin embargo, no habría otra manera de llegar al poder. ¿Serán males menores para alcanzar bienes superiores? Todo enigma consiste en algo que se debe descifrar. López Obrador concentra un carisma que lo mismo tiene una extendida aceptación que una poderosa identidad negativa. En muchos provoca eso que Hegel definía como una fascinación por adversidad. Con ella se hace la guerra sucia dirigida a despertar emociones primarias, miedos inducidos, extrapolaciones, falsos comparativos, afirmaciones sin ningún fundamento. Los miedos de las élites a un cambio que modifique o reduzca sus rapaces privilegios se han traducido en mentiras mediáticas repetidas obsesivamente hasta hacerse para muchos verdad. Ese odio, producto del miedo, también tiene que ver con razones de clase, racismos profundos que cruzan transversalmente a la sociedad mexicana, rechazos al personaje por no corresponder a los estereotipos tecnocráticos, y ha dado lugar a la fractura social, a los rabiosos desgarramientos que hoy ocurren en las redes entre partidarios y adversarios de López Obrador. El arco de este sentimiento negativo alcanza desde la fina pero parcial ironía poética de Gabriel Zaid (“AMLO poeta”) a partir de los epítetos del tabasqueño y su proclividad lírica, hasta el excrementicio mensaje en la red de Ricardo Alemán con una convocatoria casi directa a su asesinato. No ha habido en la historia moderna del país un candidato tan difamado y combatido como López Obrador. Ocurrió entonces que lo que resiste apoya: tantos ataques concertados de la derecha y la casta política tan desacreditadas, tantos medios que lo han perseguido acaban formando parte del gran capital político que perseverantemente ha venido acumulando y le ha sido concedido por amplias mayorías. De ser electo, la prueba más difícil comenzará al día siguiente. Un escenario inédito cuya conmoción ---esa es la apuesta curativa--- cimbre al país y lo saque de la descomposición patológica que lo aqueja, lo comience a sanar así sea con inesperadas medicinas. Sin embargo, el mejor candidato a la presidencia lo es por ser el menos peor. Sufre contradicciones y tiene defectos, junto con obvias limitaciones, pero sus virtudes le han dado la vuelta a la rueda y se vuelven suficientes para sobreponerse a sus fallas. El candidato más viejo es el mejor, entre otras razones por eso, su edad. Los imaginarios colectivos son grandes y muy complejos. Indeterminaciones: muchas fuerzas se moverán este domingo y las consecuencias, como siempre, son desconocidas. Vendrán con los días. Certezas: pagaré por ver, votaré por Andrés Manuel López Obrador y por Pedro Kumamoto. Por un político de antes que puede actuar ahora, y por un joven y fresco político emergente que representa lo único realmente nuevo de la escena mexicana. Creo que es la hora. Fernando Solana Olivares

Friday, June 22, 2018

ETIOLOGÍA DE LA VIOLENCIA

La violencia, afirma la filosofía, es una acción contraria al orden o a la disposición de la naturaleza. Aristóteles distinguió un movimiento según naturaleza y otro por violencia. El primero lleva las cosas al lugar que les corresponde, el segundo las aleja de ese lugar. El lenguaje dice que la violencia se sufre o se comete. Así indica su condición externa, artificial, alterante. ¿Dónde se origina la violencia crónica de nuestra época, y antes, de nuestra civilización? Eduardo Subirats afirma que ese origen está en sus mismas premisas teológicas, epistemológicas y políticas básicas. Y lo ejemplifica: es violenta la separación radical entre sujeto y objeto que el proyecto científico occidental impone; lo es la cruenta uniformización cristiana del único dios; también el origen mítico y la estructura psicológica del orden patriarcal. La violencia es congénita al capitalismo y forma parte básica de su pedagogía social. El horror económico del consumo desenfrenado, la desigualdad insalvable que le es propia, la sociedad en estado de emergencia, atemorizada, sometida a epidemias de terror urbano, convencida por propaganda blanca, gris o negra sobre el estado de las cosas, eso y más son violencias estructurales propias de esta civilización. Sin embargo, diversos estudios han desvinculado ya la violencia producto de la inseguridad de la pobreza, una tesis demasiado lineal y reductiva que no explica ni la densidad ni las causas del fenómeno, como lo documenta Jan Martínez Ahrens (El País, 4-12-16). Ejemplo de ello es América Latina, que a pesar de haber tenido en la década pasada uno de los más grandes desarrollos económicos de su historia, un descenso sostenido del desempleo y 70 millones de habitantes que salieron de la pobreza, ahora presenta “tasas delirantes” de robos, homicidios y delitos de todo tipo. No hay tampoco una relación directa entre pobreza y crimen: Bolivia y Paraguay registran los menores índices de homicidios, pero Honduras y El Salvador, con los mismos indicadores socioeconómicos que los otros países, presentan las cifras más altas en muertes dolosas de la región y del mundo. Los estudios al respecto advierten “la importancia cardinal del crecimiento de la sociedad de consumo” para explicar el crecimiento de la violencia asociada al delito. Se forman inmensos mercados ilegales sostenidos por las demandas de bienes múltiples que responden a la mejoría de ingresos de las clases medias bajas, y surgen nuevas tipologías como el “delito aspiracional”: las ansias de consumo que se han disparado sin los medios para satisfacerlas. Quienes delinquen, señala un informe de Naciones Unidas, no son necesariamente los que están en la pobreza, sino aquellos que tienen la aspiración de cumplir expectativas sociales de consumo sobresocializadas sin descanso por los medios masivos de comunicación. Ideales exacerbados hasta la parodia por el narcotráfico y la criminalidad. La insatisfacción social y la falta de expectativas del 38 % de latinoamericanos ---el grupo mayoritario llamado “vulnerable”, que tiene empleos de escasa calidad, está expuesto a la informalidad económica, vive precariamente en una urbanización asfixiante y hostil con pésimos servicios públicos y mínima movilidad de sus habitantes--- son los territorios donde hierve, explica Martínez Ahrens, el caldero de la violencia, un “mundo sin memoria de mejoras y de derrotas por doquier”. La violencia sale de barrios con 70 % de desempleo juvenil que son los que más presos aportan a las cárceles de la Ciudad de México, barrios en los que el narco sirve como empleador y el crimen ofrece ascenso social. Administrada por el estado a través de sus cuerpos policiacos, la violencia es una atmósfera hoy permanente después de dos mil años de una teología cristiana que la convirtió en civilización. La calma y la contemplación representan antídotos de la violencia. Aquel delito aspiracional tan disruptivo está causado por lo que el budismo llama avidez o deseo y considera ser el origen del sufrimiento humano. Otro antídoto es el consejo mixe de la reducción drástica de la necesidad como forma de la riqueza. La satisfacción sociológica de las necesidades públicas y los buenos empleos reducen el crimen y la violencia. Sin embargo, al neoliberalismo le interesa que esa crispación social no termine: la requiere para predominar. Fernando Solana Olivares

Friday, June 15, 2018

ACCIÓN EXPRESIONISMO ABSTRACTO

“El mal siempre es banal”, concluyó Hannah Arendt, cuando presenció el juicio de Adolf Eichmann en Israel y se dio cuenta de la mediocre frialdad burocrática con la cual el exterminador nazi había entendido y llevado a cabo su tarea criminal. El mal se expresa en todas partes: también es cultural, académico, intelectual y estético. Tiene agentes propios que actúan en su favor, y sin estar enterados de estarlo haciendo muchos de ellos. Es la oscura banalidad del mal. No se sabe el grado de conciencia que al respecto tuvo el crítico Alfred Barr, principal formador del gusto de la época durante los años cincuenta del siglo pasado, mientras el expresionismo abstracto en el arte se desplegaba como una poderosa arma norteamericana de la guerra fría que colonizaría el arte occidental, volviéndolo uniforme y carente de sentido. Desde su puesto de director fundador del Museo de Arte Moderno de Nueva York durante décadas y después director de sus colecciones, Barr era descrito como un hombre tímido, de frágil apariencia, voz débil y aspecto académico. Ese aire de profesor distraído ---como cuenta la investigadora Frances Stonor Saunders (La CIA y la guerra fría cultural, Debate 2001)--- escondía la “mano italiana” de un funcionario intrigante, cauteloso y reservado, descrito como jesuítico por quienes lo conocieron. Los documentados y cercanos vínculos entre la CIA y el MoMa provenían de una convicción táctica de la agencia de inteligencia --- convertida ahora en crítica de arte y desde años atrás en opulenta y versátil promotora cultural mundial para frenar el comunismo en Europa y América Latina---, que uno de sus miembros explicaría así: “Nos habíamos dado cuenta que el expresionismo abstracto era el tipo de arte que menos tenía que ver con el realismo socialista, y hacía parecer al realismo socialista aún más amanerado, rígido y limitado de lo que en realidad era”. El expresionismo abstracto era percibido por una élite cultural dedicada a las batallas de la guerra fría como la expresión de una ideología anticomunista, una ideología de la libertad y la libre empresa. Dado que era una pintura no figurativa no podía expresarse políticamente, ni presentar ante el espectador contenidos simbólicos, alegóricos, imágenes mitológicas o narraciones visuales. Era neutra, decorativa, una pura abstracción que no tenía vínculo con ningún referente y sólo existía por ella misma. Sus operadores y festejantes la consideraron una aportación estadounidense al arte contemporáneo. La Acción Expresionismo Abstracto echada a andar por la CIA, el MoMa de Barr y algunas galerías de arte neoyorquinas tuvo un mediático representante, el pintor Jackson Pollock, concentrador de las estereotipadas virtudes gringas: hombre viril, cowboy, pendenciero, de pocas palabras, solitario, intrépido, vigoroso, anti intelectual, macho e inculto, surgido de ese suelo y no de los pintores europeos, además practicante del “gran vicio” americano, el alcohol. Pollock desarrolló una técnica conocida como action painting: un gran lienzo de tela puesto en el suelo sobre la superficie del cual hacía gotear pintura durante un alcoholizado estado de posesión, una especie de delirium tremens, como lo llama Stonor Saunders, donde no intervenía la razón. Aunque la obra de este pintor vitalista y caótico fue considerada como la de un “Picasso derretido” por críticos serios y voces entendidas, el establecimiento académico y museográfico comandado por Barr lo recibió como un clamoroso “triunfo de la pintura estadounidense”. Había emergido así un patrón estético que representaría una involución histórica: la improvisación convertida en método, la deformación vuelta fórmula y la pintura como una diversión manipulada por decoradores y vendedores impacientes. El gran imperio tenía ya un arte vacuo a su capitalista medida. Un arte que según Barr era sinónimo de democracia, aun cuando impondría un nuevo colonialismo cultural que haría invisibles otros lenguajes estéticos, otras representaciones y memorias culturales. La conexión oficial del MoMa con el programa gubernamental de guerra cultural de la CIA fue una variante del mal en otro grado. Imposible saber si Alfred Barr hizo lo que hizo sabiéndolo. Si resultó un intermediario inconsciente o no de las consecuencias de un fenómeno estético masivo, secretamente manipulado por la comunidad de inteligencia y la élite cultural. Fue entonces cuando se promulgó el no arte. Fernando Solana Olivares

Friday, June 08, 2018

ÚLTIMAS DE BORGES

En el monumental Borges de Bioy Casares, éste cuenta un sábado 14 de junio de 1986 en Buenos Aires cuando en la Confitería del Molino encontró a su hijo Fabián y le regaló Un experimento con el tiempo, de Dunne, que acababa de comprar en el quiosco de la esquina. Según Borges, no había título tan admirable como el de ese volumen porque multiplicaba nuestro concepto de mundo al proponer la existencia de una serie infinita de tiempos que fluían uno en el otro. Dunne aseguraba que después de la muerte aprenderíamos el feliz manejo de la eternidad y volveríamos a tener “todos los instantes de nuestra vida y los combinaremos como nos plazca. Dios y nuestros amigos y Shakespeare colaborarán con nosotros”. Borges sonreía al escribirlo. El encuentro y el libro le parecieron a Bioy un buen augurio. Fue a almorzar a La Biela con Francis Korn y al terminar decidió dirigirse a buscar un ejemplar de reserva del libro del autor inglés al quiosco de Callao y Rivadavia. Un individuo joven, que describe con cara de pájaro, vagamente conocido, lo paró por la calle y le dijo dos veces: “Hoy es un día muy especial”. Bioy preguntó por qué y el extraño mensajero le informó de la muerte de Borges esa tarde en Ginebra. Siguió hasta otro quiosco de Callao y Quintana, mientras iba dando, como diría después, sus primeros pasos en un mundo sin Borges. Bioy imaginó una muerte desolada para Borges, aún suavizándola con la presencia a su lado de María Kodama, su amor final. El ángel que lo haría pasar de una condición a otra. Y sin embargo, Borges no estaba rodeado de las cosas y las personas conocidas, escribe su amigo: “Ojala me equivoque”. María Kodama es descrita por él como una mujer extraña, que acusaba a Borges por cualquier motivo, lo castigaba con silencios, lo celaba, se enfurecía ante la devoción de sus admiradores, se impacientaba por sus lentitudes. Recuerda que Borges alguna vez le dijo: “Uno no puede casarse con alguien que no sabe lo que es un poncho o lo que es el dulce de leche”. Con María, observa Bioy, Borges podía sentirse muy solo. La escena es anti homérica, y en ella radica el verdadero drama: el anciano maestro máximo del lenguaje, el dios literatura, se preocupa hasta con temor en complacer a la voluble y a veces cruel joven esposa durante sus últimos días, se marcha con ella a una ciudad europea entrañable para él en la memoria pero lejana en la carne y ahí fallece. Hay quienes dicen que donde sea se muere sobre el planeta y otros acuden a la compasión de lo conocido para sortear el tránsito de la muerte. Bioy mismo afirma que Borges le dijo que para morir daba igual cualquier parte, de tal manera que no azuce inquinas entre quienes están en contra o a favor de la joven viuda y el desenlace. El Kêtman, la regla de cortesía persa de no decir lo que se piensa sino sólo aquello que estimule la convivencia y el bienestar, es empleada por Bioy, a quienes algunos describen como un experto en ella. Del mismo principio desprende el budismo la regla de hablar solamente de quienes están presentes. Tal elegancia le impide el mal gusto de militar en algún bando de opinión. Prefiere contar los momentos últimos del maestro. Que quince días antes de morir Borges comentó a Bernés, un cónsul que lo frecuentaba, el sentimiento de la presencia de la muerte: “Ha llegado. Está aquí”. Dice el amigo devoto que cerca del final Barnés le leyó a Borges su cuento “Ulrica”. Luego de escuchar la línea con la que concluye ese casi único cuento amoroso suyo, Borges dijo: “Soy un escritor”. La lacónica constancia era suficiente. Murió rezando el Padre Nuestro en anglosajón, en inglés antiguo, en inglés, en francés y en español. El virtuoso del Kêtman recuerda que Borges murió en una casa alquilada en la cual le hubiera gustado vivir cuando fue joven y radicó en Ginebra. “La casa no tiene número; la calle no tiene nombre, pero tiene llave, que es la de la casa”, y “Borges ríe con la risa de siempre”, son las frases finales de un diario que abarca de 1931 a 1989 y consta de 1,663 páginas. Un consuelo de la tristeza es imaginarse triste, recordaron Borges y Bioy al estar platicando una tarde sobre algún autor francés. No se imaginaron en la tristeza porque la literatura fue una forma definitiva de la felicidad entre estos dos titanes de las letras. Una tesis descabellada afirma que Borges es una creación de Bioy Casares y que los dos son un invento nuestro. Fernando Solana Olivares

Friday, June 01, 2018

UN VIAJE AL REINO

No fue lo principal, desde luego, pero resultó ser justicia poética. En la primera fila del auditorio se encontraba el señor cura y su rostro iba desencajándose cada vez más. Eduardo Subirats comenzó su cátedra explicando dos o tres circunstancias que le habían impuesto un destino. Aludió a crecer en un medio conflictivo, como la mayoría de los presentes, a ser hijo de una madre huída de la Alemania nazi y de un padre sobreviviente del fascismo español. Explicó haber tenido que confrontar un mundo radical e irracionalmente dividido al ingresar a la universidad. Aquellos crímenes legitimados en nombre de la Guerra Fría: Vietnam, los golpes de estado latinoamericanos, la matanza de Tlatelolco, entre tantos episodios oscuros para los cuales el Mayo de 68 significó el único rayo de luz. Iba diciendo todo esto, una apretada síntesis de su educación intelectual ---a la cual los narradores franceses del pasado llamaron educación sentimental---, que concluía con la publicación de su tesis, El alma y la muerte, descrita como su despedida de la filosofía “profesional e intelectualmente agónica”, para comenzar “una carrera de obstáculos y caídas”. El tono era inusual, el contenido también. Y él mismo. Había capturado la atención de los oyentes desde que inició su conferencia. Subirats piensa en alemán y escribe en español. La nítida claridad de lo dicho que ello permite había impuesto un asombro desarmante, no acrítico sino suavemente estupefacto. Admirados casi todos por el magnético espectáculo de la inteligencia en acción. Menos el señor cura, pagando sin querer sus tantas cuentas, con un rictus que iba amargándosele. Subirats contaba ahora su iniciación intelectual en América Latina: México City, Sao Paulo, Lima, las culturas chamánicas de la selva y las cosmologías incas, y enfatizaba su determinante encuentro con las huellas de la violencia colonial y postcolonial impuesta por la teología política de la colonización cristiana universal de San Pablo, ese logos dominador que destruyó las culturas originales, escondió a sus dioses y negó su memoria mitológica. Había circulado antes en el campus universitario una tarjeta de invitación al acto con una cita del catedrático al reverso: “Nuestra civilización es violenta no sólo en cuanto a sus premisas teológicas, epistemológicas y políticas. Es violenta la separación entre sujeto y objeto que define el proyecto científico de potentia. Violento el sistema de uniformización teológica del cristianismo. Es violento el origen mitológico y la estructura psicológica del orden patriarcal”. Tratábase de la mención de los orígenes de la cosa: nuestra violencia se origina tan allá. Tal vez el fustigamiento lateral al cura era como subrayar sin mencionarlo el verdadero pecado original: ustedes son la causa del problema. Su dios inescrutable, colérico y cruel, epistemológicamente incompleto pues sólo representa la mitad del principio creativo que da origen a todo. Ese macho cabrío que guía al rebaño y proclamó la despiadada conquista con su monoteísmo sicótico: el único dios. Ya habían sonado los nombres de las diosas prehispánicas en el auditorio, porque Subirats había dicho que la novela Gran sertón, veredas de Guimaraes Rosa representaba un sistema metafísico de inspiración chamánica, budista y taoísta; que Los ríos profundos de Arguedas revelaba intensamente la presencia sagrada de la Gran Diosa Pachamama; que Pedro Páramo mostraba los misterios femeninos destruidos por la violencia patriarcal cristiana, y en ella hablaba Coatlicue. Había llamado fantoches a Octavio Paz y Mario Vargas Llosa con razones sintéticamente fundadas. Habló del anti humanismo colonialista y sus sistemas de dominación presentes, de la necesidad de recuperar otro humanismo respecto a su definición cristiana e imperial, que bebe en variadísimas fuentes espirituales, según dijo, del tantrismo al budismo, de los misterios mayas a la cosmología inca. No una “ilustración” al modo de los letrados castellanos (“el letrado nunca ha sido hombre de letras”), sino un “esclarecimiento” libre de la trivialización ilustrada, un esclarecimiento que logre reformular los ideales civilizatorios. La cátedra se llamó “Viaje de un idiota al reino del conocimiento”. Pero ni siquiera eso tranquilizó al señor cura, quien en cuarenta minutos miró evaporarse un dominio de siglos y suceder una vuelta al origen. Iluminaciones profanas que pudieron caber en una sola palabra: Pachamama. Fernando Solana Olivares