Friday, November 24, 2017

UNA DUDOSA FILANTROPÍA

Como dice un lúcido amigo: “Va replicando el movimiento envolvente que Hernán Cortés intentó hacer contra la Huaxyacac-Antequera del siglo XVI, pero con mucho más éxito que el frustrado capitán”. El movimiento envolvente es el de Alfredo Harp Elú y su fundación, en cuya propiedad o manejo, hasta hace apenas un par de años, constaban los siguientes espacios oaxaqueños según un informe, casi todos ellos “concesionados” a través de vigencias que duran décadas y gestionados en buena parte con dineros públicos, conforme los filántropos neoliberales mexicanos suelen operar. En el Centro Histórico: Casa de la Ciudad (media manzana), Biblioteca Burgoa-Jardín Etnobotánico-Museo de Santo Domingo (dos manzanas), Museo de Filatelia (media manzana), Museo Textil-Ex convento de San Pablo-Teatro Macedonio Alcalá (dos manzanas), Ex convento de Consolación (media manzana), casas en calle García Vigil y calle Independencia (media manzana, al menos), Fundación Harp (un cuarto de manzana). En Jalatlaco: Antigua Curtiduría (media manzana). En el Ex Marquesado: Museo del Ferrocarril-Antiguas bodegas de la estación (seis manzanas). En el Cerro del Fortín: Planetario del ITO (media manzana). En Santa Lucía del Camino: Estadio Eduardo Vasconcelos-Gimnasio Flores Magón-Polideportivo Venustiano Carranza-Ciudad de las Canteras (doce manzanas). Esto, que no es todo, solamente en la ciudad de Oaxaca. En algunos sitios del estado también ocurre este proceso. ¿Cuál es su nombre: confiscación, privatización, transferencia, engaño legal? Hace años, a partir de la puesta en venta nacional del salinismo y su fraudulento desprendimiento de bienes del Estado y servicios públicos, la cultura se convirtió en un codiciado espacio al que llegaron grupos formados por particulares y miembros de la iniciativa privada como los de los autonombrados amigos de los museos, generalmente una plaga apropiatoria de la que las instituciones se debieron defender. Una batalla hoy perdida. Durante tres décadas han avanzado en ese movimiento envolvente hasta adquirir edificios e instituciones históricas, manejo de fondos públicos para dichos fines, un control político absoluto sobre la cultura oficial estatal y sus dependencias y una influyente capacidad de cabildeo legislativo y federal para obtener fondos públicos y recibir donaciones populares. Obviedades del capitalismo: tienen dinero porque hacen dinero, hacen dinero porque tienen dinero. “Si se consulta un plano ---señalaba el informe--- se verá que los espacios que se están incautando fuera del Centro Histórico son sitios urbanísticamente deprimidos que seguramente servirán para una remodelación del casco urbano (…) zonas marginadas de la ciudad donde se están ubicando centros comerciales que serán el punto de partida para desarrollos urbanísticos en diez años más”. Cuando todo el Centro Histórico de Oaxaca se haya entregado en comodato a la noble y desinteresada fundación harpiana, en esas zonas se levantarán casas para los desplazados. Buen negocio. Este proceso se caracteriza, además, por un refinamiento guiado por documentos, archivos y compendios bibliográficos de casi cinco siglos, los papeles que “guardan la evolución histórica de Oaxaca”, en palabras del mismo gobierno oaxaqueño, y que se le otorgan en comodato a una entidad privada para que los custodie, estudie, explote y maneje como si fueran suyos. En lugar de invertir en la preservación y mejoramiento de sus archivos, el gobierno se deshace de ellos. Cuánta materia simbólica hay en esta transferencia de la memoria y sus registros públicos perpetrada por el mismo poder que la custodia. Acto santanesco, esperpéntico pero moderno, muy moderno: iniciativas de confiscación hechas pasar como actos de mecenazgo y filantropía filisteamente aplaudidos por élites y oligarquías. Notas de prensa de entonces son parte de esta reseña que guarda ciertas similitudes con aquel proceso del Archivo de Egipto imaginado por Leonardo Sciascia, a partir de anales y legajos de época ---en el caso literario falsos, pero en el otro verdaderos--- que operan una confiscación de la legitimidad histórica. La privatización de los bienes culturales, los bienes tangibles e intangibles de la memoria común oaxaqueña a manos de una fundación que no es más que un poder corporativo dirigido por una pareja, representante de un neo-oaxaqueñismo artificial y con agenda propia. El caldero de Xashaca siempre ofrece historias. Aquí hay una a contar. Fernando Solana Olivares

Friday, November 17, 2017

FELIZ CUMPLEAÑOS, CAMUS / y II

“Todo logro ---escribe Camus en sus Carnets, una de las mejores partes de su obra--- significa una servidumbre. Obliga a otro más alto”. El autor de La peste se adhirió a la Resistencia francesa en 1941, y hasta 1943 tuvo actividades clandestinas que le representaron peripecias y reconocimientos existenciales, es decir, la literatura de su propia vida, él, que hacía literatura. Dirigió Combat, periódico de la resistencia en la Francia liberada. Hasta su muerte, y aun después entre las generaciones siguientes, Camus fue considerado un “justo sin justicia” por Simone de Beauvoir, o un “santo sin Dios” por la juventud francesa que vivió la Liberación. La crítica literaria contemporánea ha enfatizado en su obra narrativa, dramatúrgica y ensayística algunas claves antes no resaltadas. Una tensión moral de la conciencia entre las diversas patrias y culturas: el poder y la civilización francesa versus la dominación argelina. El árabe asesinado en El extranjero que no tiene nombre, lo mismo que su hermana engañada, mientras todos los personajes europeos poseen uno. Dicotomías y contradicciones en sus posturas políticas, opciones equivocadas, como las condenas abstractas contra la violencia, que lo llevarán a ser recibido en Argelia con chiflidos por los europeos y a ser deliberadamente ignorado por los árabes al proponer la confraternización, una “tregua para los civiles”. O la justificación de la Guerra Fría como un contenedor de la peligrosa filosofía comunista de la historia que a su visión europea tanto preocupaba. Nada de eso suspende su sólida ejemplaridad. La identificación que se hace de Camus con el Justo minimiza la dimensión de su tragedia, según opina un autor. El primero y más angustioso de sus problemas no era la justicia sino la verdad artística que buscaba al escribir. En el orden de las fidelidades básicas el lenguaje y la escritura le significaban identidades y pertenencias anteriores a cualquier otra cosa. En 1957, a los 44 años de edad, Camus, el santo sin Dios, falible en lo humano, reprendido por algún comentarista debido a su “elegante” dominio del idioma, recibe el Premio Nobel de Literatura. Siempre precoz, como la muerte precoz que lo alcanzaría un lunes 4 de enero de 1960, en un accidente automovilístico tres años después de obtener el alto reconocimiento. Probablemente ningún escritor europeo de su época ha dejado una huella tan profunda en la imaginación y en la conciencia del momento. Ni siquiera el otro monstruo, Sartre, su amigo primero y después su adversario político. Un corte heroico aureola su final: los elegidos de los dioses mueren jóvenes como él, el moralista que se había negado a participar en ese “concierto retórico terrible y falso” de su época. La absurda muerte, cuando comenzaba la obra de un artista en su madurez, termina la vida breve de un relámpago de creatividad y fuerza. La Chute será su última palabra literaria. Ahí un hombre a su manera justo, Clamence, ignora a una joven que se inclina sobre la barandilla del Pont Royal al cruzarse con ella, lo mismo cuando cae al agua. A nadie se lo cuenta. Pero a partir de ello tendrá una transformación decisiva y la obra poseerá un tono de examen de conciencia, presente en la tradición francesa a la cual Camus pertenece, más allá de la parodia que podría sugerir. La búsqueda de la gracia cuasi cristiana a través de la confesión no se alcanzará. El intento, empero, es lo que ha contado. Entre los alcances morales de Camus está la superación del odio. La tarea de su generación, afirmó en el discurso de Estocolmo, consistía en impedir que el mundo se deshiciera. Fue imposible impedirlo. Ahora nos queda la lectura de Camus, un bien imperecedero que trasciende lo histórico y se vuelve memoria común. “Moral inútil: la vida es moral ---escribió---. El que no da todo no obtiene todo”. Dijo que la época era trágica y también inmunda. Por eso debía ser denunciada y perdonada, un oxímoron. Dijo además, profético, que toda vida orientada hacia el dinero era una muerte. Que el renacimiento estaba en el desinterés. Que no podía vivir fuera de la belleza y eso lo volvía débil hacia cierta gente. Que los seres humanos nunca habrían inventado el lenguaje. Que vivir con las propias pasiones supone haberlas dominado. Que el humanismo le resultaba insuficiente aunque le sonreía. Que vencer el temor a la muerte era abandonarse, dando la cara y sin amargura. Que vivir era verificar. Fernando Solana Olivares

Friday, November 10, 2017

FELIZ CUMPLEAÑOS, CAMUS / I

El 7 de noviembre de 1913, en una modesta casa del pueblo de Moldovi, provincia argelina, nació Albert Camus. Su padre, Lucien, era un obrero francés que trabajaba en las bodegas de una empresa vinícola. Murió un año después del nacimiento del hijo a consecuencia de las heridas sufridas en la batalla del Marne durante la Primera Guerra Mundial. Su madre, Catalina, era de origen español y nunca aprendió a leer y escribir. Al enviudar mantuvo a la familia trabajando como mujer de la limpieza. La inteligencia del joven Camus llamó rápidamente la atención de sus maestros en el liceo, un sistema escolar de oportunidades para todos heredado de la Revolución francesa y animado por un principio: la carrera abierta a los talentos. Se vuelve un lector voraz, enferma de tuberculosis y debe abandonar su sobrepoblado hogar. Trabaja intermitentemente de vendedor de accesorios automotrices y como oficinista para sostener sus estudios de filosofía en Argel. Se afilia al Partido Comunista, del que después se alejará, hace periodismo, se dedica al teatro y se marcha a París. En 1941, a los veintiocho años, Camus ha escrito ya tres de sus obras principales, las que le darán súbita celebridad, en tres géneros distintos: Calígula (obra de teatro), El mito de Sísifo (ensayo filosófico) y El extranjero (novela): “A los treinta años, casi de un día para otro ---consignará en sus carnets---, he conocido la fama. No lo lamento. Más tarde hubiera podido causarme pesadillas. Ahora sé lo que es. Muy poca cosa”. En El extranjero, Meursault, el antihéroe protagonista, comienza con aquellas líneas legendarias: “Hoy ha muerto mamá. O quizá murió ayer, no lo sé”. Las primeras páginas cuentan, como se sabe, el viaje de Meursault al asilo en el que su madre ha muerto, con múltiples detalles narrativos, todos rápidos y precisos, en frases directas y descripciones de gran belleza. Sus sentimientos no están indicados con claridad, son contradictorios, en ellos hay silencios y vacíos. El guardián del depósito queda sorprendido al negarse aquél a mirar por última vez el cuerpo de su madre. Al relatar el día del entierro, Meursault se lamenta del buen día que hace y del agradable paseo de no haber sucedido la muerte de su madre. El día siguiente, sábado, va a nadar a la playa y encuentra a una conocida con la que hace el amor. La joven se marcha por la mañana y Meursault, quien odia los domingos, pasa el día observando a la gente desde su balcón. Una escena ---entre tantas--- de la novela será inolvidable: el encuentro de Meursault con el viejo Salamo y su perro, al que golpea muy a menudo a lo largo de la calle de Lyon. El perro tira del hombre hasta casi tirarlo, el hombre lo golpea. Caminan un poco, el perro vuelve a jalarlo y el otro a golpearlo e insultarlo. “Entonces permanecen los dos quietos en la acera y se miran, el perro con terror y el hombre con odio. Así todos los días”. Después, en medio de lo que parece ser una indiferencia crónica, se niega a casarse con Marie aunque le dice que le daría igual hacerlo. Va a la playa con un amigo a nadar y beber. Éste tiene una pelea con un árabe en la playa. Le da a Meursault la pistola que lleva consigo. El volverá a caminar solo por la playa para encontrarse de nuevo con el árabe, que sacará un cuchillo. “Fue entonces cuando todo se tambaleó”, dice. Destruye el equilibrio del día, el silencio de una playa donde fue feliz, y los cuatro disparos se presentan como “cuatro golpes secos que daba a la puerta de la desgracia”. El fiscal se ceba en su manifiesta insensibilidad (durante el juicio el tribunal se indigna al saber que ha fumado, dormido y bebido café con leche en presencia del cadáver de su madre, el cual se negó a ver) y es condenado a muerte. Rehúsa la visita de un sacerdote y muere. Según Camus escribirá después, Meursault es condenado por negarse a entrar al juego, por negarse a mentir. Esto no es tan cierto pues miente dos veces en la novela. Sin embargo, Camus insistirá en que su condena obedece a negarse a decir más de lo que es verdadero y más de lo que uno siente. Lo hacen todos para simplificarse la vida, pero Meursault no quiere simplificársela. Siente más fastidio que arrepentimiento ante su crimen. Tal indiferencia lo perderá. El autor dice que la historia es sobre un hombre que acepta morir por la verdad y el único Cristo que hoy merecemos. Y esta apreciación ha cundido: un héroe casi convertido en santo. Habrá que ver. Fernando Solana Olivares

Friday, November 03, 2017

LA NOCHE DE BENJAMIN

La leyenda cuenta que cuando Lao-Tsé estaba a punto de abandonar su país para perderse en las altas cumbres del Tíbet, el aduanero del paso de montaña fronterizo le pidió dejar un testimonio de sus enseñanzas. El sabio se encerró un par de días, escribió el Tao-te-king (o “Libro de la Vía y la Rectitud”) y se lo entregó al hombre. Nada parecido ocurrió con Walter Benjamin, uno de los pensadores más lúcidos de la modernidad, cuando murió en Portbou, paso de montaña para alcanzar España, cruzarla hasta llegar a Portugal y de ahí embarcar hacia Estados Unidos, única ruta posible de escape ante el nazismo dominante en Francia. Había dejado París en mayo de 1940 huyendo a Marsella. Ahí se encontraría con Hannah Arendt, su marido y Arthur Koestler. También ahí sabría de un sendero montañoso poco transitado que cruzaba la frontera desde Portbou. Un recorrido difícil y escarpado que la frágil salud de Benjamin y su dolencia cardiaca amenazaban no poder afrontar. Era la única salida posible. Lo otro significaba la deportación y su internamiento en un campo de concentración. Acompañado de la guía Lisa Fittko ---miembro de la resistencia francesa que llevó por la montaña a decenas de exiliados y autora de Mi travesía de los Pirineos, el testimonio más directo del hecho---, de Henny Gurland y de su hijo Joseph, salieron todos la tarde del 24 de septiembre a reconocer el camino. Walter Benjamin, mal vestido para el clima y el ascenso a la montaña, cargando una maleta donde Lisa Fittko siempre aseguró que custodiaba un muy apreciado manuscrito, se fatigó tanto que ya no pudo volver al hostal donde el grupo dormiría antes de intentar cruzar la frontera. Decidió pasar la noche solo a la intemperie en una zona de pinos. Al otro día muy temprano sus acompañantes vendrían por él. Un recurso casi paródico sería invocar lo que Benjamin vio aquella noche. Su vida, la pureza y la belleza del fracaso, y algunas cosas más. Tembló de frío ante la pequeña fogata con la cabeza recostada sobre la maleta. Años atrás, en 1923, había escrito a Rang frases enigmáticas sobre una naturaleza “que no es escena de la historia ni del habitar del hombre: la noche salva”. Pero ésta era inhóspita, lacerante y helada. Los altos y oscuros pinos simulaban ser columnas que forzaban al cielo a mirar hacia la tierra. El canto de un búho le sonó como un preludio siniestro y los ruidos a su alrededor le parecieron preparativos para un desenlace. Al día siguiente fue muy penosa la subida en un camino cuyo concepto, como la guía describió, se convertía, cada vez más, en una exageración, y debía andarse sobre una senda cubierta de piedras. Luego del terrible esfuerzo, en el cual Benjamin calcula que debe descansar un minuto de cada diez, decisión que cumple escrupulosamente con reloj en mano, donde en los tramos finales ha de ser ayudado por sus compañeros, por fin llegan a la cima y descienden hasta Portbou. La pesadilla: si hubiesen llegado un día antes habrían obtenido permiso para entrar al territorio español. Pero hoy las órdenes cambiaron. Ahora serán entregados a las autoridades francesas. Se alojan en el hotel Francia bajo vigilancia policiaca. Benjamin duerme en la habitación número 3. Escribe a Henny Gurland ese 26 de septiembre unas líneas antes de ingerir la sobredosis de morfina que lleva consigo desde Marsella: “En una situación sin salida, no tengo otra opción que terminar. En este pequeño pueblo de los Pirineos donde nadie me conoce mi vida acabará”. Le pide que le transmita sus pensamientos a su amigo Adorno, quien lo espera en Estados Unidos, y que le explique la situación. La documentación del juez hizo constar que entre sus posesiones se encontró una maleta de piel, un reloj de oro, una pipa, un pasaporte y unos cuantos papeles de contenido desconocido. No hay ninguna mención acerca del legendario y nunca visto volumen que Benjamin llevaba: El libro de los pasajes. Una radiografía, gafas, diversas cartas, algo de dinero, pero la existencia del libro no se consignó. Así quedará en la memoria humana un acto donde su registro desaparece. El Tao-te-king es una obra breve. El libro de los pasajes habrá tenido 200, 250 páginas. Uno existe y el otro no. El orden que asocia a ambos es que son mencionables. Que uno debe leerse y el otro escribirse. Quizá aquella noche Benjamin, aun temblando de frío, formó en su cabeza la versión final. Su muerte ayudó a que sus compañeros pudieran seguir camino. Fernando Solana Olivares