Monday, December 14, 2015

LOS OTROS

1. Uno siempre es otro para los otros, dijo Freud. Y los otros siempre son para uno, pienso yo, mientras en los pasillos van surgiendo presencias de un pasado que me parece mucho más remoto de lo que cronológicamente resulta, como si hubieran transcurrido varias vidas desde la última vez que anduve por aquí, hace unos años solamente. La Feria del Libro de Guadalajara es desmesurada, insolentemente grande, su valor es el número, siempre el crecimiento, y sus sustancia parece haberse convertido en algo volátil que se esconde entre los laberintos de los interminable. 2. Una querida alumna me confiesa formar parte de una brigada secreta cuya función es llevar gente a los salones donde se suceden sin cesar las presentaciones de libros. Ella garantiza que en la mía habrá público, así coincida a esa hora con otras tres o cuatro presentaciones mucho más taquilleras y vistosas, con más merecimientos literarios, tanto que hasta yo preferiría asistir a alguna de ellas antes que a la propia. Los presentadores son cálidos y generosos, la editora es toda una dama literariamente inteligente y escrituralmente diestra que así se ha comportado desde el inicio del proceso hasta este momento capital. 3. Y en medio de un tiempo cronometrado de antemano-más o menos una hora porque inmediatamente después vendrá otra presentación y luego otra- uno de los generosos participantes acomete un dislate o quizá perpetra un acto de justicia mayor. “No lean”, dice al puñado de jovencitos entre azorados y ausentes que andan por ahí: "Mejo vivan". Parafrasea a Alessandro Baricco, un autor que provocó asó alguna vez a sus varios miles de lectores, sin duda un lujo vitalista debido a la abundancia de los mismos y no a la carencia de ellos. Y califica las páginas del libro que está comentando como un "desperdicio del vivir". Las dos afirmaciones son un elogio inmerecido. 4. Como si delante de mí hubiera surgido una pequeña epifanía, lo dicho por mi amigo me parece un hallazgo, un cadáver exquisito, una refinada deconstrucción. No un lapsus, porque es totalmente consciente de lo que dice: él habló por él, como suele pasar a cada rato cuando el habla nos habla. Pero hay que aclarar una confusión explícita en la antilibresca afirmación del autor italiano multiventas, convocado de pronto en mi presentación: vivir no impide leer, leer, leer es una forma múltiple de vivir porque leer es vivir. Y así lo digo, pidiendo que no sea lo mío aquello que se lea, pero que sin falta se lea. Menciona al yo vertical que genera la lectura contra el yo difuso provocado por la pantalla visual, cito un fragmente poético de la Paz y hablo de la psicología de la mutabilidad actuante en la lectura. La Galaxia Gutenberg me guiña el ojo y en mi fuero interno el homo sapiens piensa en Rilke: "¿Quién habla de victorias? Sobreponerse es todo". 5. O escucho una conversación al pasar por los atestados senderos que no se bifurcan de la macrocefálica feria o quizá solamente ocurre en mi cabeza: "Kafka nunca presentó sus libros. Goethe tampoco. Kraus menos" dice una voz. "El primero dejó el interesado encargo de quemarlos. El segundo fue una estrella mediática que nada más requirió publicidad de boca en boca. El tercero detestó a todos y a todo, pero leyó en salones vieneses llenos a reventar su escalofriante visión sobre los últimos días de la humanidad", contesta otra. "Pues yo quisiera hacer como aquel genio plástico en su primer catálogo cuando le pidieron su currículum: solo pongan 'Balthus es pintor', dijo", concluye la primera. 6. Veo al autor multipremiado, al publirrelacionista, al convertido en personaje de sí mismo, al amargado, al escondido, al que cree que será póstumo, al incipiente, al arrogante, al humilde, al elogiador, al oportunista, al brillante, al auténtico, al silencioso, al estridente, al inseguro, al que se odia, al que se ama. Todos han de estar, si no, no existen. ¿Quién quemará sus mejores páginas una vez al año cuando menos, quién dirá de lo que hace: despéñate, torrente de la inutilidad? En algún lugar que no es éste alguien escribe y no le importa publicar. Es un autor apartado, no es miembro de la sociedad de la apariencia, no pertenece a la sociedad confesional. 7. La violencia de la positividad, del consenso único, del número creciente, del agotamiento por la sobreabundancia, del espanto por la sobresocialización. ¿A dónde irá esta oscura desbandada? Hasta dónde llegará? Fernando Solana Olivares

Thursday, December 10, 2015

ELOGIO DEL TIEMPO

Para Sergio González Rodríguez, por su merecido premio Fernando Benítez Cada sociedad posee un tiempo propio, una teoría de la historia y una organización alrededor del dominio de sus efemérides El sentido del tiempo organiza toda cultura y todo trabajo representa un tiempo cristalizado. Tener poder se entiende como disponer del tiempo de los otros, del tiempo presente y futuro, del tiempo del pasado en cuanto a su memoria, al modo en que su transcurrir debe ser narrado. La historia del poder es la historia del tiempo y de sus encrucijadas, de aquellos momentos cuando cambian las formas de contarlo. Jacques Attali menciona algunos signos anunciadores que revelan fracturas culturales: el cuadrante solar, la clepsidra, el reloj astronómico, el de bolsillo, el cronómetro de la cadena de montaje, el reloj checador en los empleos, y ahora el reloj digital insomne de los mercados financieros. El tiempo es sinónimo de intimidación y el primer código conocido del poder es el Calendario, una sucesión de fechas rituales en las que “la violencia es legal o simulada”. Y aunque el funcionalismo señala que las primeras mediciones humanas del tiempo responden a necesidades de sobrevivencia determinadas por el clima, y que los primeros impulsos metafísicos obedecen a la perplejidad ante aquello temporal invisible que dispone la sucesión de los días y las noches, de la abundancia o la miseria, la noción del tiempo ya está dada en el Logos, en la conciencia del lenguaje. Hablar es habitar en el tiempo. El ser humano, dice Nietzsche, es aquel animal que hace promesas y eventualmente las cumple. Tales son acciones que ocurren en el tiempo, el cual en los albores de la civilización era también un término de referencia sobre las actividades humanas mismas. Por eso en Birmania al amanecer se le designaba como ese momento de “bastante luz para ver las venas de la mano”. El tiempo mítico se concibe circularmente porque representa la repetición del momento del origen, única estructura que protege contra lo inesperado. Todo dios verdadero es Dios del Tiempo y todo tiempo fundacional es un Tiempo de los Dioses. Los ciclos han de cumplir el tiempo que les ha sido asignado, agotarse y consumirse: de ahí entonces que el mundo deba envejecer. Lo supo Eliot al escribir que en el fin está el principio. Los chinos imaginaban al tiempo y al espacio como categorías en correspondencia, uno formado por periodos y otro por regiones. Surgía un ritmo y sucedía una danza en su contacto. Un ciclo implica darle la vuelta al tiempo y al espacio. Los ritos y sus lugares son tiempo y espacio cargados de densidad específica. De ahí que cuando mueren las virtudes sólo quedan en pie los ritos. El tiempo es un ritmo, quizá por eso nada más unos cuantos busquen ahora envejecer con dignidad. Kronos, que luego se escribirá Cronos en griego, es el Dios del Tiempo, de la Historia y de la Interrupción. Su raíz significa “deteriorar”. Cronos devora a sus hijos y los hombres mueren porque no son capaces de unir el comienzo con el fin, según establece el mito órfico. El número y el tiempo son aquellas cosas que los hombres tienen en contra. Ese dios devorador es “el tiempo mismo, el tiempo insaciable de años, que consume todos los que transcurre”, como lamentará el poeta latino. Sin embargo Anacronos es estar fuera del tiempo. La obra de arte es contra el tiempo, un campo semántico inagotable que concentra el punto inmóvil donde todo fluir cesa. Es parecido al momento pagano cuando el dios Pan caminaba sobre la tierra y los seres quedaban quietos. Así el cuento no lleva tiempo y toda narración es una acción sobre el tiempo, un dis-curso. Hoy existe un tiempo puntillista, un tiempo líquido que confunde las vivencias (tiempo repetido) con las experiencias (tiempo sumado). El tiempo es el orden mensurable del movimiento, el movimiento intuido y la estructura de las posibilidades. Los seres humanos no pueden conocer el tiempo futuro más que por alegorías o extensiones: mañana será como vivas hoy. De pronto el tiempo se encoge y el porvenir hace surgir ahora ciertos instantes. Es un misterio que algunos llaman doble mirada y otros intuición. Acaso en eso consista dejar atrás al sujeto histórico y salir del tiempo para estar en el espacio. Colocarse fuera del juego de las circunstancias: una iluminación. Fernando Solana Olivares

LA SANACIÓN DEL HORROR

Los libros sagrados del budismo tibetano llaman a la última fase de la cuarta edad de este ciclo humano “Edad de la progresiva corrupción”, y el jainismo se refiere a ella como “Edad tristemente triste”. La brutal y cobarde carnicería recién perpetrada por los terroristas del demencial Estado Islámico en París responde a tales momentos terminales, se entiendan como el preludio final de un ciclo escatológico o como la clausura de un proceso civilizatorio y cultural que hasta hace poco se consideraba globalmente común. En su absurdo espanto hay una semiótica, un sistema complejo de signos, de significados y significantes que cruzan despiadadamente toda la historia contemporánea para representar su síntesis y su espejo, sus sueños rotos y sus pesadillas vigentes, su condición concentracionaria y también los sangrientos resultados del sistema doctrinario vigente que manipula al “rebaño de los perplejos” (Walter Lippmann) de donde provienen tanto los inocentes asesinados como sus enajenados verdugos. Si bien estos últimos resultan henchidos de apasionada y criminal intensidad tóxico-religiosa y los otros viven encerrados bajo su propia incertidumbre, todos están fijos por la pasividad de la sumisión a la autoridad (política, económica, tecnológica, mediática o devocional), por la avaricia y la ganancia personales (así sea el ingenuo paraíso prometido a los “mártires” fundamentalistas), por la falta de interés en los demás (la única libertad posmoderna globalizada: la de ser indiferentes), por el miedo a enemigos reales o imaginarios (una reiterada estrategia aquí o allá: el musulmán terrorista o el “cruzado” occidental). El fin de todo ello es “mantener al rebaño perplejo” (Noam Chomsky), sea al perpetrar la destrucción, sea al sufrirla. Tiene razón Francisco, el pontífice romano, al señalar que es blasfemo matar o meramente decir que se mata en nombre de Dios (“pretender situar a Dios a nuestro lado, en contra de los otros, es sencillamente una blasfemia”: Raimon Pannikar). Por desgracia, esa blasfemia viene perpetrándose como una causa histórica sistemática que el monoteísmo de las tres religiones del Libro ha legitimado desde sus orígenes convirtiéndola en aberrante, sangrienta teología. “Cada vez habrá más fuentes de angustia ---escriben Edgar Morin y Anne Brigitte Kern en su esencial libro Tierra-Patria---, y cada vez habrá más necesidad de participación, de fervor, de fraternidad, los únicos que saben, no aniquilar, sino rechazar la angustia. El amor es el antídoto, la réplica ---no la respuesta--- a la angustia”. Morin y Kern se preguntan si no podremos descongelar la enorme cantidad de amor petrificado en discursos religiosos y construcciones abstractas para dedicarlo no a lo inmortal sino a lo mortal, no a lo general sino a lo particular, no sólo a nosotros y a los nuestros sino a los otros. Todo ello luce como una utopía näif pero insustituible ante la historia contemporánea y los delirantes juegos de poder ocultos para las mayorías, diseñados desde agendas desconocidas y fines geopolíticos que no se hacen del conocimiento público. ¿Cómo surgió el EI? ¿No es el monstruoso producto de un colonialismo occidental adicto al petróleo y de su doble discurso, de su violenta e insidiosa imposición de formas culturales únicas, de un monosaber que niega la diversidad propia de lo humano para unificarlo en un inmenso mall planetario que piense, compre, sienta y viva exactamente igual, como lo dicta el opresivo autoritarismo neoliberal en todas partes? Efectos siniestros de causas intencionales que muy poco, o nada, se contemplan. ¿Destruirá la guerra esa marea histórica que de nuevo hace surgir una mentalidad yihadista infernal proveniente del siglo VII? Aunque coyunturalmente ocurra, las causas de una conflagración mayor ya están activas. Las catástrofes históricas no suceden el día que se muestran ante el espanto público sus atrocidades escénicas. De nuevo: brutales efectos de añejas y manipuladas causas, donde el bien es el mal y el mal es el mal. La generación Bataclán, como la llama el diario francés Liberación, sobrevivirá. Lo mismo París, en tanto no caiga todo Occidente. El fin de un mundo es el fin de una ilusión, según René Guénon, maestro francés del espíritu convertido a un civilizado Islam que hoy se borra ante la barbarie. Pues como diría el poeta Cavafis, ¿qué hará el poder dominante sin bárbaros?: “al fin y al cabo, esa gente era una solución”. Fernando Solana Olivares

VARIANTES IMPENSADAS

El llanto del profeta. El encuentro es altamente conmovedor y su dramático gesto concentra una indeleble cantidad de significados: el jueves 3 de enero de 1889, Federico Nietzsche ve a un cochero golpeando violentamente a un caballo en la plaza Carlos Alberto de Turín y se precipita para defender al animal y contener al hombre. Milán Kundera afirma en La insoportable levedad del ser que tal acto representa una súplica de perdón al castigado animal por Descartes, cuyo racionalismo extremo condujo a los seres humanos a creerse amos y señores de la naturaleza y de todas sus criaturas, consideradas sólo como máquinas vivientes, machina animata, seres carentes de alma e incapaces de sentir emoción y dolor. Vladimir Mayakovsky hace poesía sobre el asunto en “La actitud correcta con los caballos”, un modelo de compasión aún para el asesino Raskolnikov, quien en algún momento de Crimen y castigo pensó que debía abrazar a un caballo maltratado. Para entonces el amante imaginario de Cósima Wagner ya había imaginado la paradoja del caballo de un coche de plaza sobre el que orina su cochero: como hace mucho frío, el manso animal contempla agradecido a quien así lo humilla. En todo esto es siempre Federico Nietzsche quien protagoniza el acto central de lo que se ha llamado su ascensión a los cielos, así haya sido a través de un descenso a la demencia. Pero el cineasta húngaro Béla Tarr cambia el eje narrativo para derivar la historia hacia una zona insólita: el caballo, el cochero, su joven hija y las miserables condiciones de su existencia, durante seis días posteriores al encuentro de la plaza que metaforizarán el final del mundo humano, su definitiva clausura. El sentido alegórico. La escuela posmoderna de la deconstrucción propone un cambio radical o inesperado del punto de vista narrativo, una inversión de la jerarquía que encierra una historia y la modificación de su significación predominante para refutar las categorías y los convencionalismos aceptados y encontrar así los contenidos subyacentes o potenciales de cualquier fenómeno. El caballo de Turín tiene por tema central, según su director, “la pesadez de la existencia humana”, contada desde la monótona y difícil cotidianidad del caballo, el cochero y la hija, donde se repiten las mismas acciones: la mujer va a buscar agua del pozo, viste a su padre que tiene paralizado un brazo, cocina las papas que comen con las manos y casi siempre guardan silencio. A su alrededor no deja de silbar un ominoso viento. “Hay una insistencia patológica en reproducir las mismas acciones en espera de que algo nuevo suceda. Es una tendencia típica del ser humano. Lo que he hecho en mi película es reproducir la vida”, explicó Tarr. Al comienzo de su carrera, el director partía de su sensibilidad social para intentar cambiar el mundo. El caballo de Turín le hizo comprender que los problemas son mucho más complejos. “Ahora sólo puedo decir que es muy pesado y que no sé qué sucederá, pero veo algo muy próximo. El fin. Antes de rodar sabía que sería mi última película”. Quizá el llanto iluminado de Nietzsche abrazado al castigado caballo así lo sabía. Lou enamorada. Como observa Kafka, algunos hombres sobreviven al canto de las sirenas pero ninguno a su silencio. Cándida Fino, la dueña de la casa turinesa que albergaba al profesor Nietzsche, quien al defender al caballo había tenido la visión de su propio destino, sucumbiendo en un éxtasis de compasión para “morir como murió Dios, según Zaratustra”, buscó nombres y direcciones entre la correspondencia del profesor buscando avisar a sus íntimos que llevaba días encerrado, desnudo y danzante como un sátiro entre ritos que el pudor crítico llamó “dionisíacos” y que los patrones espiaban apenados por el ojo de la cerradura. Descubrió una vieja carta cerrada que así se quedaría. Otra deconstrucción todavía inexplorada propone que era una misiva amorosa dirigida a Nietzsche por Lou Andreas-Salomé y nunca leída por él. El gorro del señor Fino. Después de varios días de delirio, alto precio de esa iluminación, el autor de Ecce homo (“¿Se me ha comprendido? Dioniso contra el Crucificado”.), le pidió al señor Fino, quien con su mujer y sus hijos, todos cubiertos de lágrimas, despedía al bueno del profesor, el gorro de dormir adornado con una borla que usaba, una papalina. El filósofo trágico requería una corona, aunque ésta fuera la de un bufón, la de un payaso. Así salió de la amable casa turinesa para encontrarse con su ineluctable destino. Otra variante. Fernando Solana Olivares

LA SOCIEDAD FILISTEA / y II

Del inquietante enunciado y la inmoral enunciación. ¿Cómo es posible que la Medalla Belisario Domínguez, máxima condecoración del Senado de la República, le sea entregada al empresario Alberto Baillères, el segundo hombre más rico de México? El decreto de creación de la medalla, establecida para honrar la memoria del senador por Chiapas, opositor heroico a la usurpación del dictador Victoriano Huerta y asesinado por ello, establece que será otorgada a quienes se destaquen “en grado eminente, como servidores de nuestra patria o de la humanidad.” Así que el segundo oligarca mexicano, sólo después del otro insaciable Carlos Slim, dueño de una inmensa fortuna proveniente de la industria refresquera y minera principalmente, ha prestado eminentes servicios que el país le reconoce y agradece. Uno de ellos es pertenecer al selecto grupo de cuatro plutócratas mexicanos cuya riqueza aumentó entre 2002 y 2014 de 2 a 9 por ciento del PIB nacional. ¿Se harán cargo los más de cincuenta millones de mexicanos en pobreza grave y extrema de que Baillères es, según argumentaron sin rubor alguno los senadores premiantes (68 a favor y 13 en contra), “un mexicano ejemplar que ha promovido con éxito la empresa y la filantropía, la actividad económica, la generación de empleos, la salud, la educación y la cultura?” Salve, digno y democrático Senado, totalmente Palacio, que sabe retribuir la chispa de la vida. De la ceguera histórica. “En esta forma pueden complacerse, además, en la ilusión de no haber cometido nunca una falta: porque un acto sigue al otro tan de cerca que resulta imposible reconstruir el pasado y decirse que una decisión diferente hubiera sido mejor. Pueden argüir que cada acto les fue impuesto por la emergencia y cada decisión engendrada por la necesidad. Tal es el vicio de los jefes políticos, para quienes cada derrota es un triunfo y cada triunfo casi una derrota.” Thornton Wilder. De la repetición indispensable. Ninguno de los argumentos contra la legalización de la mariguana logra ser persuasivo. Los beneficios de la medida, en cambio, son tanto una evidencia confirmada como una hipótesis lógica. Los países que han regulado su consumo reportan tasas estables de usuarios, abatimiento de las infracciones asociadas a su prohibición, liberación de recursos estatales para la prevención temprana de las adicciones y también de energías políticas y jurídicas dedicadas a la persecución de otros delitos, esos sí verdaderos. […] La población consumidora alcanza, según cifras confiables, no más de un 3%, y si bien su legalización podría hacer aumentar ligeramente el uso, como ha venido sucediendo aun sin tal medida, ese crecimiento no es equiparable a los miles de muertos y daños colaterales, a la brutal crispación social que la guerra contra las drogas ha venido dejando durante medio siglo, unilateralmente impuesta por el imperio estadounidense en el exterior de sus fronteras como parte de una geopolítica de la dominación violenta, una ingeniería social tóxica. De un acuerdo imposible. “¿Por qué si los argumentos de los demás son razonables no modificamos nuestros puntos de vista? La razón de ello es que sólo nos escuchamos a nosotros mismos al escuchar a los otros. Así, todo debate es un diálogo de sordos”. Matheus von Rampa. De la repetición indispensable II. El doble lenguaje de la prohibición de las drogas, lo que se oculta en él, podría entenderse observando los intereses de aquellos interesados en mantenerla: aquellos poderes financieros y políticos ingleses y después norteamericanos involucrados en la producción y tráfico mundial de drogas desde el siglo dieciocho en China y otras regiones de Asia hasta ahora, constructores de la mentalidad hegemónica de reprobación moral y condena, responsables de la implantación de procesos sociales para hacer avanzar el poder del estado burocrático sobre el cuerpo y la mente del individuo, el eugenésico bio poder; la industria de las armas, de la violencia, la desestabilización social y el miedo público; los mafiosos, operadores y sicarios del crimen organizado; las autoridades criminalizadas y corrompidas; las buenas conciencias represoras y punitivas; las burocracias gubernamentales de la prohibición. El mal en sí. Todo aquello que Gustave Flaubert llamaba, lapidariamente, los filisteos. De dipsomanías morales: “El sentimentalismo es la superestructura de la brutalidad”. Hannah Arendt. Fernando Solana Olivares