Sunday, August 28, 2011

THINK TANK.

“¿Cuáles son los riesgos más grandes en el mundo actual según afirma un estudio reciente? ¿Pandemias, crisis financieras, secuelas de ataques cibernéticos, tormentas geomagnéticas monstruosas, descontento social y revoluciones?” No lo dije, sólo lo pensé, porque me pareció demasiado abstracto y bastante intangible para los interlocutores. Muy lejano a ellos.
Érase una tarde y una comida. Yo estaba atrapado en un agujero del cual tiene la llave Flaubert: sus filisteos. Los Homais de Madame Bovary me rodeaban como si también fuera uno de ellos. Cuatro señores extraños se habían presentado a la comida mensual del grupo de habituales para exponer el descubrimiento de algo importantísimo y bien extraordinario: el tinktank. Un invento hecho apenas en la Segunda Guerra Mundial y ahora usado en todas partes y en todos lados, por ejemplo, en León, de donde procedía la mitad de ellos: quien daba la explicación reveladora e informaba de la buena nueva, y quien a su lado sostenía un largo papel arrugado donde se anotaban ciertas frases ancla sobre el tema, escritas con profusas faltas de ortografía. Los otros dos eran alteños de cepa, barrigones y con gorra de beis, que en su silencio admirativo compartían el mysterium tremendus de ese santo grial: el tinktank.
“¿San’qué? Ahora mismo estamos en el círculo del infierno correspondiente al power point antes de la corriente eléctrica”. Iba a decirlo pero me reservé el comentario, pues el entusiasmo del ponente era manifiesto y cualquier imbécil resulta fascinante después de diez minutos de observarlo. Éste llevaba quince de estar hablando. Todo era como un equívoco: la comida, los asistentes, el discurso, la dimensión desconocida a la que acabábamos de entrar. Y yo atrapado ahí, como a menudo me suele suceder: fuera de lugar.
Cuando por fin terminó el tropezón ponente, quien daba la palabra y era anfitrión de la comida, alto personaje del pueblo, llamó al atril a un local para contestarle al extraño. Y éste dijo que no, que no y que no. Que ellos eran diferentes y harto autosuficientes. Enarboló al revés el lema humano del lugar: godos todos, parientes todos, enemigos todos. Y ustedes tampoco, ni sus dudosas propuestas. Cómo que de León, y qué carajos nos importa su pinche tinktank.
Luego me tocó hablar. Comencé por el oriundo negativista. La cortesía es un encuentro nutricio con los demás para el cuidado de uno mismo. Reclamé cortésmente su descortesía. Entendía que había sido un brote del síndrome de las fronteras puras, pueblerina y defensiva reacción neurótica ante el mundo planetario y las inmensas superficies que lo constituyen. O el encierro en lo particular, el gusto fatal por hacerse desdichado antes de tiempo. Así que le externé mis condolencias. Al proto powerpointiano le dije que pensar estaba bien, que los centros del pensamiento organizado eran tan viejos como la especie humana y habían aparecido mucho más antes de todas las guerras, que fundara su instituto tinktanknesco y convocara adherentes, que mantuviera el nivel de su nuevo evangelio, que él valía mil, que nunca cambiara, que le echara ganas. Que mejorara su ortografía.
Todo lo último, salvo lo mero último, fue una mentira entre piadosa, irónica y compensatoria. Se fundaba en la extrañeza del momento, en su no pertenencia. Daba igual decir lo que se dijera. Pero si se ve con detalle, la mera llegada de un mensajero intelectualmente harapiento que proponía pensar ya era un signo de los tiempos. Hablemos de esa perturbadora expresión bíblica nosotros, pues con ellos, los comensales y sus visitas, no se puede.
¿Qué está pasando? Lo mismo, pero más. El crimen organizado avanza en todas sus modalidades y ramificaciones, impone una semiótica del miedo y del encierro colectivos, de la zozobra, perpetra actos terroristas en lugares de concentración masiva ---estadios de futbol ahora---, desata balaceras, realiza masacres y asesinatos escenográficamente crueles, comete asaltos a plena luz del día. Y enfrente está un Estado pasmado y un gobierno ineficaz que sostiene una guerra perdidosa contra causas sociales generadas hace tres décadas neoliberales, causas que toma por efectos y no sabe cómo dominar.
Leí hace días el conmovedor “Inventario” de José Emilio Pacheco en Proceso, donde cuenta la profecía de Marshall McLuhan en 1975 cuando volvió a Canadá después de estar en México y advirtió que una sociedad tan brutalmente desigual como ésa, donde la publicidad consumista de objetos suntuarios ocupaba los ojos, administraba las mentes y dirigía los deseos de todos, tarde que temprano estallará.
Hemos entrado a la zona de lo impensable, de lo imprevisible: sociedad del riesgo permanente. La clase política mexicana y sus derivados, institutos, magistrados, consejeros, partidos, se comportan titánicamente (del Titanic) autistas ante la grave situación, presos en la burbuja donde predomina una narrativa distinta de las cosas nacionales, del deterioro de la república, del sacrificio de la nación, que parecería determinada por criminales y saqueadores. El imperio estadounidense está iniciando su diseño de conflicto armado en México, cumpliendo la fatalidad de los imperios declinantes cuya guerra final se da en las fronteras. Hierve el caldero. A saber a dónde nos llevará. Mientras tanto trataré de hacer en mis términos aquello que propuso el evangelista: ponerme a pensar, tal vez para ir más allá del espejo del sujeto histórico, sin dejar somáticamente de serlo. Es como decirse con valor a uno mismo: “¿Sas’qué?”

Fernando Solana Olivares.

Friday, August 19, 2011

INFORME CRISPADO A PHIL KELLY.

Querido Phil: Estamos en tu homenaje. “¡Ay sí, tuuú!”, dirías, con inteligencia zumbona, tu gaélica burla joyceana. Te acuerdas de una noche en una boda oaxaqueña cerca de la madrugada, cuando algunos invitados —para ser exacto: dos— esperaban hambrientos y desconfiados entre sí los lechones que saldrían del horno, otros bailaban como si fueran brasileños, algunos bebíamos muertos de risa y la realidad vibraba como telita de tul, mientras tu hija menor iba caminando por el jardín con dos pinceles tuyos apretados en la mano. De pronto sugeriste que nos metiéramos a la alberca y que sentados en el fondo viéramos una película de Bergman: “El rito”, por ejemplo.

Lo estuvimos considerando entre risotadas, según te consta. En ese momento éramos felices y ya pasó. Así que debo enviarte un informe de cómo andan las cosas en éste tu valle plástico y escénico, cromático y abstracto supraformal que pintaste, ese universo visionado de signos fuertes a la manera de centellas, como otro término que también se aplica a ti: “satisfactante”: lo satisfactorio del impacto más el actante, el que lo hace.

Te acuerdas cuando platicamos del Tarot de Jodorowsky para México: el país que se crucifica a sí mismo. Bueno, salgamos un instante de él, de tu Babel descifrada. Voy a contarte de Londres y otras ciudades inglesas que se acaban de incendiar: una turba-brecha socioeconómica de desposeídos salió a las calles y atracó, quemó, allanó. El circunspecto funcionario advirtió que eran niños y adolescentes miembros de una generación perdida que viven en ghettos, apenas auxiliados por raquíticos subsidios públicos, los cuales hoy buscan suprimir los insaciables monstruos neoliberales. Los hijos de la Bestia 666, operantes de la sociedad quebrada esclavizadora. Y el mundo árabe también estalla: apenas ayer un bombazo en un hotel de Pakistán mató a doce personas, en Irak asesinaron a cinco soldados, en Siria las fuerzas gubernamentales suprimieron a veinticinco personas con disparos de cañón en un barrio pobre y resistente, en Afganistán los talibán mataron a veintiocho, en Yemen masacraron a veinte.

La guapa y joven líder chilena comunista Camila Vallejos declaró que impulsarán un plebiscito para que el pueblo decida qué modelo de educación quiere, luego de encabezar manifestaciones de medio millón de estudiantes, padres de familia y profesores en Santiago, abriéndose las anchas avenidas. Esas masas exigen renacionalización del cobre y gratuidad en la educación, espacios civilizacionales que quieren ser sustraídos al interés financiero y al lucro satánico. Todo hierve, querido amigo, estamos en el mero centro de El Caldero que yo mismo, quien tanto te extraña, llegué a escribir. Toda escritura es una pintura, toda pintura también. Cuelga enfrente de mí, cuando escribo estas líneas, tu Autorretrato. El que yo llamo Maitreya, el Buda que vendrá. No sé, aunque sí sé, el por qué de ese nombre. Es como andar diciendo que la maldad ahora desbordada en todas partes es un tema profético: el triunfo provisional del mal como condición causativa de la regeneración global. Y llegará el Mesías que cambie el tiempo e inicie el fin de la historia, la cual siempre es un orden metafísico. “¡Ay sí, tuuú!”, dirías. Se me ocurre afirmar que lo sabes: hoy ya eres metafísico, Phil.

Tu pintura —y espero que esto no te parezca decorativamente lírico—, forma parte de la zona de luz que nos ha sido dada para sobrevivir. Las razones de tal cuestión son varias, expresivamente suficientes. Ahora bien, ¿podría alguno de tus lienzos profundos, esos grandes accidentes controlados, salvar del infortunio en estos días de noche cuando cualquiera puede caer? Directamente no, tangencialmente sí. Y es como se desentraña Casa Medusa: Perseo la degüella mirándola a través del escudo, su espejo, y después deposita suavemente la cabeza sobre unas ramitas y las gotas de sangre que caen en ellas inventan el coral. Cualquiera de tus lienzos, los que somatizándome me rodean, puede servir para tal beneficio. Respuesta a la pregunta: sí.

Habemos pues, querido amigo, población prescindible en estos días holocáusticos del planeta. Y aquí, en el país de lágrimas, el esperpento valle-inclaniano, philkellyano, un matón confiesa haber matado a trescientos y haber mandado matar a otros tantos, afirma que todos eran culpables, felicita a la policía por su propia captura y la policía lo felicita a él por obligarla a superarse para capturarlo. ¿Escalofriante?

Y mientras lo buscan allanan la casa de Efraín Bartolomé, el poeta a quien habrás conocido, amenazan a su familia y a otros dos ciudadanos, tan normales como tú y yo. Otro poeta, Javier Sicilia, encabeza un movimiento por la paz y la ley, y va besando y abrazando a los funcionarios que denuncia con su palabra, ya no poética sino política. Curioso, querido Phil: dos poetas, geometría de correspondencias, mientras hoy podemos reunirnos para decir la ilusión de la memoria y la tristeza del recuerdo. Ya no estás aquí, tu obra sí. Entonces estás aquí.

Es complicado: nos lleva a lo impermanente: a decir, todos nos vamos a morir. Por algunos pocos habla su vida. Tu vida son tus cuadros y ellos los talismanes que pueden hablar con nosotros: todo cuadro es un poema. Mientras estén cerca de uno nos permitirán una última y plena mirada a la experiencia humana. Será hacer el tránsito con los ojos abiertos. Entonces yo digo, Phil, que eres el psicopompo, el barquero de un Hades lleno de belleza y fuerza, admiración y transmutaciones que hacen sentido. Suficiente para que hayas llegado al cielo de los santos y sanos bebedores que fueron completos y heroicos, perseverantes todos los días, con la ropa manchada de todos los tonos y colores posibles, aun aquellos que no existen todavía en la creación. […]

Fernando Solana Olivares.

Sunday, August 14, 2011

SABIÉNDOSE ENTONCES.

Me escribe un amable lector para hacerme saber que él no cree en las teorías de la conspiración y pedir mi “opinión directa” al respecto, pues le parece que el texto anterior publicado en esta columna (“Inadaptémonos” I y II) sugiere la existencia de las mismas como una razón operativa del momento económico, político y social que planetariamente está en curso. Tiene razón: afirmar, como lo hice, que la economía y la historia contemporáneas son una conspiración no es otra cosa que aludir, con los matices que trataré de exponer, a la célebre definición al respecto de Karl Popper: “La teoría de la conspiración es una perspectiva según la cual todo lo que se produce en la sociedad ---incluidas las cosas que por regla general disgustan a la gente, como la guerra, el paro, la miseria, la penuria--- es resultado de los designios de ciertos individuos o grupos poderosos”.
Popper señala que esta opinión se halla muy extendida aunque suponga una superstición primitiva, y que en su forma moderna es un resultado “de la laicización de las supersticiones religiosas”. Otro término para lo mismo es lo que Manès Sperber describió a mediados del siglo pasado como “la visión policiaca de la historia”. Algunos antropólogos le han llamado “teoría de la causalidad”, entendiendo esta actitud a la manera de un residuo “prelógico” en la mente humana arcaica que pretende encontrar un origen oculto y no manifiesto a partir de todo fenómeno, achacándoselo a ello mismo.
Y es cierto también que tales consideraciones acerca de la naturaleza supuestamente recóndita de lo real han originado las espantosas persecuciones de etnias, culturas y pueblos designados como chivos expiatorios en aquella historia universal de la infamia, por desgracia tan común y característica de todo tipo de racismos y exclusiones. En su imprescindible obra sobre el tema, La causalidad diabólica (Muchnik, Barcelona, 1982), León Poliakov cita a Freud: “Lo malo es lo ajeno al Yo, lo que le es externo”, y a Einstein: “Hay demonios en todas partes; es probable que, de modo general, la creencia en la acción de los demonios constituya el inicio de nuestro concepto de causalidad”, entre otros autores, para demostrar la persistencia de una mentalidad conspirativa en la estructura social actual.
Incontables ejemplos nutren el oprobioso antisemitismo que intoxica patológicamente la historia de la época: la demonología antisemita, según la llama Poliakov, que también abarca otras demonizaciones históricas como la fobia antijesuítica. Quizá el mejor exponente de esos montajes intencionados sea el conocido libelo Los Protocolos de los Sabios de Sión, una falsificación de la Okrana, la policía secreta zarista destinada a alimentar el odio popular hacia los judíos, que aseguraba revelar las actas secretas del Congreso Judío de Basilea celebrado en 1897 y sus supuestas e infames estrategias para controlar el destino económico, político y social del planeta.
Y sin embargo, una profusa literatura ---la cual en mucho corresponde a una clasificación “conspiranoica” (conspiración más paranoia), frecuentemente poco rigurosa---, y un buen número de sus autores ---varios de los cuales sin duda no gozarían, por fantasiosos y subjetivos, de una credibilidad verificable--- muestran cómo una considerable cantidad de sucesos modernos, desde guerras hasta procesos sociales, desde fenómenos masivos hasta transformaciones morales públicas, fueron anticipados y advertidos a veces mucho tiempo antes de que ocurrieran, siendo entonces parte de un diseño general (o meras profecías autocumplidas que formarían parte de ese diseño) proveniente de centros fácticos y desconocidos que ejercen el poder global contemporáneo. De ahí que pensadores tradicionalistas que van más allá de lo conspirativo y pintoresco, como Guénon, y cuyo rigor conceptual está fuera de duda, afirmen que en el mundo moderno existe un secreto mayor: “la formidable empresa de sugestión que ha producido y nutrido la mentalidad actual”.
Si bien todo lo anterior puede contextualizarse, la historia económica de las últimas décadas (la cual es sobre todo una historia política) encaja perfectamente en la teoría de la conspiración. ¿No es un complot contra el interés humano general que el 90 %, cuando menos, del capital monetario actualmente se destine a la especulación financiera y sólo el 10 % del mismo, o menos, a la inversión productiva? ¿No ha sido la doctrina neoliberal del shock económico ---desregulación, privatizaciones y disminución del gasto público--- una descomunal imposición planetaria cuyos supuestos, visibles e invisibles, corresponden directamente a una operación conspirativa? Y la ideología que la sostiene, nunca reconocida como tal, ¿no es parte de una “extraña dictadura”, como diría Forrester, decretada insidiosamente, es decir, conspirativamente? O el “libre mercado”, que nada tiene de libre, ¿no representa una circunstancia manipulada por unos cuantos, o sea, conspiracional, en perjuicio de las mayorías? O el “nuevo espíritu de la época”, que consagra el lucro nihilista contra el interés general, ¿no proviene de un empeño intencionado que poco tiene de espontáneo?
“La verdad es lo que se hace creer”, diría Voltaire. Y hacernos creer que este mundo materialista y terminal es una verdad histórica ineludible se ajusta a una narrativa del complot antes que a un proceso contingente. La civilización contemporánea y sus fenómenos económicos, mera política a fin de cuentas, son una conspiración tan sofisticada que no puede decirse, a riesgo de caer en el ridículo, que son una conspiración.

Fernando Solana Olivares.

Friday, August 05, 2011

INADAPTÉMONOS / y II

El pacto entre el ser humano y su circunstancia vivencial está roto. Todo el sentido (la interpretación) que sostuvo a la cultura occidental y su proceso civilizatorio desde el Renacimiento hasta ahora ha llegado a su fin. Tres paradojas determinan el horizonte de nuestra época: del individualismo renacentista a la masificación contemporánea; del naturalismo inaugural de entonces a la mecanización actual; del humanismo nacido hace quinientos años a la brutal deshumanización de estos días oscurecidos. Dicho en palabras de Ernesto Sábato, los anteriores sólo son aspectos de una sola y gigantesca paradoja, la deshumanización de la humanidad, un fenómeno resultante de la acción de dos fuerzas “dinámicas y amorales”: el dinero como valor absoluto y la razón como fundamento único de lo real.
Los tiempos de la intemperie, del desamparo y la soledad, de la extrañeza ante un mundo que no se entiende más, llevan al hombre a preguntarse nuevamente sobre sí mismo, a buscar otras narraciones que expliquen la forma en que se manifiesta lo existente, pues ahí donde está el mayor peligro, según afirma el poeta, se encuentra también la salvación. Paradoja de la proximidad: en el problema mismo está la solución.
La tarea crítica y moral de Viviane Forrester se ajusta a aquella definición de Bismarck tan invocada (pero tan mal entendida intencionalmente, tan manipulada) por los especialistas en el tema: la política es el arte de lo posible. En efecto, es políticamente posible, primero, desenmascarar un sistema ideológico planetariamente hegemónico, así se ostente como humanamente espontáneo e históricamente inevitable, y, segundo, plantear las acciones depredatorias, los conflictos verdaderos que social e individualmente crea dicho sistema, aunque no se conozca claramente todavía aquello que lo reemplazará (fue el anatema descalificatorio que los políticos tecnócratas franceses lanzaron contra El horror económico, el primer gran libro denunciatorio de la autora: “no propone soluciones”, dijeron, como si la denuncia fundada de un estado de cosas no fuera un primer paso hacia su eventual solución).
Utilizando diversos ejemplos de esta hegemonía cultural insidiosa que el ultraneoliberalismo ha establecido en las mentes de casi todos a través de un bombardeo semántico y visual incesante, Forrester demuestra la incoherencia de las proposiciones dogmáticas que sostienen su modelo único, estalinista, dictatorial: “el empleo depende del crecimiento; el crecimiento, de la competitividad; la competitividad, de la capacidad para eliminar puestos de trabajo. Lo cual equivale a decir: para luchar contra el desempleo, ¡hay que despedir!”
Esta es una de las mutaciones radicales que el ultraliberalismo ha traído consigo: el trabajo, fundamento histórico de la civilización humana, ha perdido su valor social, no solamente desapareciendo (la multinacional Sony anuncia la eliminación de 17, 000 empleos y su cotización bursátil aumenta 8.41 ese día y 4.11 al siguiente), sino envileciéndose mediante la reducción sistemática de los salarios, la supresión de los contratos colectivos y la evaporación de las prestaciones laborales, obstáculos todos ellos para la rentabilidad máxima del capital y sus ganancias estratosféricas, para el lucro sin medida, el supuesto bien esencial de esta hora bizarra e invertida donde las mayorías victimizadas deben admirar el éxito de sus minoritarios verdugos oligárquicos, un síndrome de Estocolmo propagandísticamente convertido ---mentira que se repite mil veces y así se vuelve verdad--- en un reflejo ideológico acrítico, educativo, cultural.
Otro ejemplo dramático, y aun trágico en sociedades tan desiguales como la mexicana, un tercer mundo degradado y maquilador, es el “déficit público”, señala Forrester, el cual comprende lo que ella llama “beneficios públicos”, gastos de educación y salud que el ultraneoliberalismo considera superfluos y hasta nocivos pues su defecto es “no ser rentables, estar perdidos para la economía privada y representar un lucro cesante insoportable”. Tales gastos, como indica, que se vienen reduciendo en todo el planeta globalizado, no son útiles ni necesarios sino indispensables: “de ellos dependen el futuro y la supervivencia de nuestra civilización”.
La historia contemporánea, en síntesis, es una conjura determinada por los centros del poder fáctico, sobre todo los financieros, cuando la economía pasó de ser la organización y el reparto equitativo, o al menos funcional, de la producción para el bienestar de las sociedades, a la consagración de un sistema despótico, especulativo y totalitario, cuyo fin único y último es el lucro inhumano y demencial que genera el empobrecimiento de las mayorías y el inmoral enriquecimiento plutocrático de los muy pocos. Un nuevo orden mundial estructuralmente antidemocrático que hasta ahora, mientras sea suficientemente poderoso, podrá darse el lujo de “mantener el marco democrático”, mientras el sistema político global se ha convertido, sea cual sea el partido que gobierne, en un mero administrador de sus intereses.
El primer movimiento es saberlo, el siguiente modificarlo. Y aunque esta acción no le sea dado cumplirla a las generaciones presentes, es indispensable salirse mental y anímicamente ya de un “realismo”, diría Forrester, que impone en todos una asombrosa indiferencia respecto de la realidad. Lo humano verdadero perseverará, sea hoy tan aparentemente inhumano. Ningún sistema ideológico cancela o detiene la historia. No hay reich ni ultraliberalismo que duren mil años.

Fernando Solana Olivares.