Friday, January 25, 2019

EL INFIERNO DE TODOS

Las famosas palabras del octavo capítulo de Bouvard y Pécuchet, inmortal novela de Flaubert, condensan lo que se va volviendo fatal por estos días entre nosotros, así resulte ser cada vez más amargo: “Entonces una facultad lamentable surgió en su espíritu, la de ver la estupidez y no poder, ya, tolerarla”. En ese dantesco escenario de Tlalhuelilpan, Hidalgo, pueblo del México profundo, con 98 muertos hasta el momento de esta nota, la tragedia, el terrible y repentino paso de la felicidad a la infelicidad, golpeó brutalmente. Pero la realidad está compuesta de capas, estratos, densidades. La capa literal es la cruda noticia misma, multiplicada una y otra vez en las infernales imágenes de la explosión y las personas quemadas corriendo como bolas de fuego por un verde campo de alfalfa: una toma vieja en un estado donde la extracción de combustible se disparó en un 635 %, y cuya presión fue en aumento, pues se presume que el tubo fue picado de nuevo cuando a su alrededor había centenas de vecinos en familia convocados por las redes sociales, hasta convertirse en un geiser incontenible y luego explotar. Días atrás los “dueños” de esa ordeña vendían el litro de combustible en tres pesos al pie del lugar, pero la disputa entre el Cartel Jalisco y Los Zetas por el control territorial y su cobro de piso a los huachicoleros locales descompuso el orden criminal anterior. La toma cambió de propietarios y quizá de finalidad. La capa enigmática es aquello a descifrar, lo que no queda claro en el suceso o bien no se muestra como es. ¿Por qué la tardanza en cerrar la válvula? La fuga se detectó a las 14:30 y el ducto fue cerrado a las 18:20 horas. ¿Inexperiencia, ineficacia, ineptitud? ¿Por qué el ejército, las policías y protección civil no pudieron, supieron o quisieron impedir que la gente se expusiera de ese modo? ¿Quiénes convocaron profusamente por las redes sociales mediante mensajes que ubicaban físicamente el lugar y decían que en él se estaba regalando gasolina? ¿Fue un efecto espontáneo que se hizo viral o una operación huachicolera para desacreditar la guerra del gobierno contra la extracción ilegal de combustible? Más. ¿Qué actuó en la muchedumbre para llevarla por propia voluntad a ese holocausto que el sentido común y el instinto de supervivencia impedirían por reflejo? ¿La irracionalidad, la ignorancia, la irresponsabilidad, el valemadrismo, la barbarización? ¿La farisea “necesidad”? ¿Quienes estaban ahí no sabían lo que es flamable? ¿Una pulsión destructiva inconsciente se apoderó de todos ellos? ¿Un estado alterado, de embriaguez masiva debido a los vapores tóxicos de la gasolina? Las desgracias anteriores en este país de impreparación y desgracias generalmente han sido accidentes. Esta explosión no. Y eso, junto con los elementos de la catástrofe, sitúa la tragedia de Tlalhuelilpan en una capa simbólica. En ella está el fuego destructor cuyo aspecto es negativo, y su dominio resulta, según el diccionario de símbolos, una función diabólica. Un fuego sacro, purificador, viene de arriba, como el del rayo; otro calcinante viene de abajo, del inframundo, como éste. Tantas cosas juntas. La escalofriante capacidad de insultos en las redes contra los otros, quienes piensan distinto, como muestra de una creciente intolerancia violenta, polarizada y sectaria que va cobrando características de guerra civil, hasta ahora sólo verbal. Existen hediondas e incontables perlas tóxicas de ello, opiniones sub normales que en su escandalosa inanidad se escriben, se publican y se leen. Una, tomada al azar apenas ahora: “Cualquiera que defienda al imbécil asesino del actual Presidente él es, también, si no asesino, por lo menos imbécil”. Imbécil, conforme a la etimología, es aquel que está encerrado en lo particular. Este Presidente no parece estar encerrado en parcialidades sino que se muestra en movimiento y completamente dispuesto a enfrentar la “práctica perversa”, como correctamente la llama, del huachicol. Su rapidez de reflejos políticos construye la agenda al hablar, en general, de casi todo, y al responder ante las contingencias en tiempo real como lo hace, su fuerza política no ha mermado. Sin embargo, los enemigos de López Obrador y su proyecto de gobierno son considerables, están agraviados, ven peligrar sus intereses inmorales y su poderosa dimensión apenas va apareciendo. La política es el arte de lo posible. Las acciones de López Obrador (aun con todas sus contradicciones, como los indebidos y retóricos perdones anticipados a los corruptos de ayer que sin cesar ofrece) han puesto en el centro de la atención nacional la abismal y arraigada corrupción nacional. Mejor ejemplo de ello que el huachicol no podría encontrarse. Pedagogía moral, aprendizaje de todos, catarsis colectiva, moralización común, puerta para el país. Y tragedia escalofriante. El prianismo responsable de la expoliación y el robo metódicos de los energéticos nacionales, el cual desde el salinismo capturó el estado mexicano y lo criminalizó, dio lugar a todo esto. Los responsables están a la mano. Tlalhuelipan, con toda su atroz posmodernidad primitiva, ha sido un efecto de esas causas. Fernando Solana Olivares

Friday, January 18, 2019

SEIS HORAS EN FILA

En 1974 Iván Illich escribió que la “crisis de energía” se trataba de un eufemismo que encubría una contradicción, indicaba una frustración y consagraba una ilusión. Contradicción por querer alcanzar, al mismo tiempo, un estado social equitativo y un nivel industrial y tecnológico en constante desarrollo. Frustración por la desigualdad que ello provoca, e ilusión por no creer en las consecuencias fatales de ese contaminante y destructivo modo de vida contemporáneo. Pero nada de esto tiene sentido aquí, en la larguísima cola que va formándose para cargar gasolina. A menos que sobrevenga la frustración por no alcanzar combustible y entonces se evapore aquella ilusión que llevó a cientos de autos para aguardar que la inagotable serpiente de metal avance y vuelva a detenerse pocos metros más allá. Un conocido tiene un contacto con otro conocido cuyo primo es cuñado del despachador en una de las dos gasolineras del pueblo. La pobreza modernizada con celular se avisó en tiempo real a través de las redes sobre la providencial llegada de una pipa, y la fila de vehículos crece sin cesar. La información oportuna es poder: quienes supieron oportunamente alcanzan lugar. Hubo otros signos menores que alertaron a todos en este lugar donde la gente no cesa de observarse entre sí. Varios feligreses salieron de la misa dominical precipitadamente antes de que concluyera y entonces los lugareños supieron que había jale. Así que otros más se fueron detrás de ellos. Como siempre, la realidad es azarosa. La espera ya lleva cuarenta minutos y los mensajes que circulan sin parar entre los que aguardan confirman que la pipa descargó y el depósito se está asentando. Una esperanza común comienza a extenderse y en cada corto avance que se tiene hay una pequeña confirmación de ello. A unos metros de alcanzar la vuelta hacia la gasolinera, todavía harto distante, surge un conato de conflicto. Un hombre que viene por otra ruta le avienta la camioneta al agente que trata de organizar la desesperación. Llegan refuerzos policiacos, alcanzan a los gandallas que se metieron, los reprenden y se acabó. Pero aun ese incidente se da como parte del asunto. En la negociación de varios para destrabar el nudo se hace un trueque democrático: uno y uno. Dos horas veinte minutos van de espera. Una lección de paciencia está en curso. Y también de discreción fisiológica, como orinar de pie escondido por la puerta del coche. La gente se anima entre sí. El optimista de adelante, un sonriente soldador que estimula constantemente a los otros, lleva a cargar el coche de su hermana. Es un favor. La naturalidad con la que lo hace le da risa. Una risa serena, como se perciben los integrantes de la extendidísima columna. Hasta aquellos, más adelante pero visibles, que con trabajos “puchan” dificultosamente una pesada camioneta sin gota de combustible cada vez que la lenta serpiente avanza. Se extiende el buen deseo de que sí alcanzamos gasolina. Unos hacen cálculos de litros promedio entre coches formados por minutos de demora al llegar a las bombas, y en una aritmética imaginaria concluyen que sí: alcanzamos. No hay quien culpe de la situación más que al huachicoleo y a la corrupción de los gobiernos anteriores, algún entendido menciona la impreparación para aplicar el plan de combate al robo de combustible según escuchó en otro lado, pero más allá de matices sobre el asunto hay un consenso que nadie contradice: había que hacerlo ya. Y tácitamente se acepta el sacrificio de esta espera en domingo que ya dura cuatro horas tres cuartos. La gente lo acepta no sólo debido al estoicismo propio de la zona alteña y de la tradición rural, sino porque lo entiende. Como una enfermedad que hay que curar. Kafka escribió que fuimos expulsados del paraíso por impacientes y que por impacientes no podemos regresar a él. Las puertas del paraíso se vislumbran luego de la paciente espera de cinco horas veinticinco minutos y a la distancia asoma por fin el gratificante anuncio de la gasolinera. Sigue prevaleciendo una palpable tranquilidad. Uno le cuenta al otro que en una pequeña ciudad cercana una banda norteña varada en una gasolinera amenizó la demora tocando para todos. Aquel regaña a su mujer porque dejó la cartera en su casa, pero manos generosas aportan cien pesos aquí y cincuenta allá para que cargue algo. El hombre, medio humillado por los favores, masculla delante de los otros un lamentable: “¿Y luego por qué las madrea uno?”, reafirmante de su virilidad. El exabrupto no perturba la calma o el contentamiento, dirían los budistas, la resignación según los cristianos, o la interpretación de que todo lo vivido es vida, aun este inevitable aguardar. Seis horas después el paraíso abre sus bombas: los pronósticos se cumplen y alcanzamos gasolina. Trescientos sesenta minutos se han ido como el agua. La gente sale alegre y satisfecha. La sabiduría de la incertidumbre es necesaria para la adaptación. Buscando tóxica, inevitable gasolina, un sacrificio puede moralizar el país. Todo depende de su duración, un lapso que no debiera extenderse más allá de una par de semanas. Fernado Solana Olivares Fernando Solana Olivares

Friday, January 11, 2019

EL OLVIDO DE MONTHERLANT

El 21 de septiembre de 1972, día del equinoccio de otoño, cuando la tercera puerta del año se abre para iniciar un nuevo ciclo cósmico, cometió suicidio el escritor francés Henry de Montherlant. Llevaba puesta en el rostro una máscara de general romano, según afirma la leyenda biográfica tejida a su alrededor. La lectura es la última de las magias interiores que le quedan al individuo en estos días. Y los libros, sus instrumentos, son una zona de poder que multiplica a quienes los leen porque los lleva al conocimiento de sí mismos y de las cosas, de las circunstancias del mundo, de los asuntos de las gentes. Ello se logra a través de los personajes literarios construidos por cada lector. Las imágenes visuales no permiten hacer esto. Lo que se mira es vicario, externo a la conciencia. Lo que se lee e imagina siempre ocurre en su interior. A veces son los libros y los autores quienes escogen a su lector. La misma tarde del 21 de septiembre en la Ciudad de México, mientras Montherlant realizaba uno más de sus grandes gestos, ese morir por mano propia y en total control ceremonial, su novela Adolescentes era descubierta por un joven lector en la benemérita Librería de Cristal de la avenida Alvaro Obregón. La elección resultaría determinante y a partir de entonces se abismaría en ese artífice distinto e inesperado. O sería poseído por él, un escritor no clasificable. La crítica afirma que Montherlant es un hombre del Renacimiento o de la Antigüedad extraviado en el siglo veinte. Anacrónico, fuera del tiempo, de los modos literarios, de la moral predominante, de la política en boga, de las costumbres de las masas. Aristocrático, antigregario y remoto. Mientras vigorosas y populares corrientes literarias como el surrealismo buscaban nuevos caminos en la expresión formal del lenguaje, el escritor de obras maestras como El caos y la noche “se resguarda”, dice un estudioso, con los autores romanos. En ellos este solitario aprende las situaciones límite de los conflictos, la confianza en el lenguaje concreto y un sentido trágico de la existencia cercana a lo heroico. Aprende sobre el mito, los símbolos y el cuerpo, el cual, siguiendo a Nietzsche, también considera esencial. Pero el escritor francés hace del cuerpo en plenitud y su belleza una religión, un culto pagano a la acción, el esfuerzo, el deporte y la audacia. En Las Olímpicas, su libro más querido, reitera una vez más la sentencia arcaica: no se puede conocer la naturaleza del cuerpo, sin conocer al mismo tiempo la naturaleza humana. “Todo eso ---escribe--- lo podías haber dicho en escasísimas palabras: ‘necesito moverme’.” Montherlant asumió el trabajo de escritor como un destino personal, una disciplina de vida para cultivar el espíritu y el dominio de sí. No fue parte de ninguna vanguardia o cenáculo literario, tampoco buscó la fama ---aunque la alcanzó--- ni los lectores ---que los tuvo---. Su oficio literario sería concebido para afrontar esta existencia “como la proa de un barco”. Enfáticamente le dijo a un entrevistador que en su escritura no había retórica sino solamente su carne, sus testículos, su vida, todo lo que era. Autodenominado como un autor nihilista que ha escrito dramas profundamente cristianos, en sus Carnets, un texto confesional ejemplar y deslumbrante, dejó anotaciones así: “Montherlant no cree en Dios, pero me parece que Dios, después de escribir esas obras, sí debería creer en Montherlant”. Sin duda, Dios lo hizo. Sus temas literarios, sus intereses vitales, su indiferencia ante los tópicos socialmente obligados, su prosa intemporal aprendida en libros arcaicos, fueron entendidos por la crítica ideológicamente comprometida como propios de una estética fascista. Una reprobación organizada se extendió sobre Montherlant. La homosexualidad y una misoginia literaria aparente contribuyeron a ese rechazo. Algo parecido le advirtió un escritor mayor al joven elegido por Montherlant aquel día de su desprendimiento hacia la nada. Lo mismo que promulgarían los comisarios de la izquierda literaria sobre Borges: antidemocráticos los dos, para descalificarlos como autores. Quien lo afirmaba parecía creer que la literatura se divide en aquella que la época juzga como políticamente correcta y la que no lo es. Al repetir tal lugar común mostraba ignorancia de que sólo hay buena o mala literatura. Lo de Montherlant es mucho más complejo que un juicio reduccionista. La irrupción de la técnica y el dominio de la energía mecanizada, la impersonalidad del siglo veinte, el materialismo, no trajeron consigo un sistema de valores o una ética que no corrompiera al ser humano. Su obra hizo circular una poderosa resistencia ante la deshumanización del individuo, la conversión en cosa, el infantilismo inducido por una moral para los débiles. Montherlant asumió la vida como una prueba que debía enfrentarse con fuerza y valor, aun creyendo, como adujo, que después seguirá la nada. En La posesión de sí mismo, un breviario ético escrito para muy pocos, propuso la piedra de toque de su concepción: poseerse a uno mismo, alcanzar la virtud del temple, aquella única necesaria para vivir. Fernando Solana Olivares

Friday, January 04, 2019

PROPOSICIONES

Una línea de Kafka dice: “Miedo a la noche. Miedo a la no-noche.” El miedo es a lo desconocido. Todo es desconocido. Tenemos miedo a todo. Entonces no hay que tener miedo a nada. *** Chejov comienza uno de sus deliciosos cuentos, El amanuense, con una línea que ha desvelado a la crítica literaria durante mucho tiempo: “Las seis de la tarde”. Esto demuestra que lo más simple es lo más complejo. *** Hay un nuevo deporte: péguenle a López. Hay un viejo deporte: péguenle a López. Cambian la cancha y las condiciones, pero él siempre está en el juego. Poderosa identidad negativa o lo que resiste apoya. *** Lo que nos fascina de las historias es su estructura, el cómo se muestran, la forma de narrar las cosas. De ahí la vigencia de las series: cuentan la trama en partes y luego continúan. *** Suena extravagante pensar de nuevo en Kant y sus cuatro preguntas: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué cabe esperar?, ¿qué es el hombre? Pero siguen siendo necesarias. Siempre lo serán. *** Hay un tipo de prudencia superior postulado por Chamfort: seguir con audacia el carácter propio y asumir valientemente las desventajas e inconvenientes que pudiera acarrear. Es una sabiduría personal al pie del cañón. *** Un amigo me manda una cita de Cervantes. Será uno de los mantras a repetir durante el impredecible 2019. Se lo dice Sancho a Don Quijote cuando lo ve muy alicaído: “Ánimo, mi señor. Ánimo, señor mío. Mientras vivimos todo es vida.” *** El poeta John Milton escribió que la mente es su propio lugar y por sí sola puede hacer un cielo del infierno y un infierno del cielo. Nuestra cultura no nos enseña ninguna técnica para lograr la paz mental. No entiende que la mente sólo se domina con la mente. *** Todo diálogo es una confesión de ignorancia: no se sabe qué dirá el otro. Pero si uno pone palabras en su boca, o tiene respuestas antes de que termine, o se escucha a sí mismo escuchándolo, no puede dialogar. Esta es la desesperación de la hermenéutica: se discute, no se dialoga. *** Los insurrectos chalecos amarillos franceses han cambiado el sistema de signos, la semiótica política, al elegir una indumentaria que Karl Lagerfeld, diseñador de Chanel, promovió años atrás aceptando su tosquedad pero enfatizando su condición anónima y necesaria. El feísmo como símbolo de un hartazgo común. *** La palabra escueto en español deriva de la palabra latina scotus, escocés. Entre sus significados está “ser libre”, “sin trabas”, “sin complicaciones”, “sin equipaje”. Se aprende a ser escueto, a vivir sin trabas. Así sea en alguna discreta parte de la conciencia personal. *** Cuando el poeta escribió que en la red no sólo cuentan los hilos sino también el aire que escapa por la malla, estaba hablando de una realidad más interesante. Al final, mirar sigue siendo rodear el objeto. No un punto de vista fijo sobre los asuntos, sino los más posibles a su alrededor. *** Un filósofo solía confesar que los límites de su mundo eran los límites de su lenguaje. Hoy, la reducción orwelliana de las palabras (un ejemplo entre tantos: “compartir”, dar una parte de algo, por “comunicar”, hacer algo común) estrecha el mundo como un nudo que se aprieta. De ahí el imperio de las imágenes: lo virtual hace creer que el mundo aminorado es sin límites. *** La reducción presupuestaria de este gobierno para el campo, las cuestiones de género y la cultura repite un modelo ignorante y desalentadoramente conservador. ¿Es la zafiedad de la izquierda, la providencialidad del presidente, o sus límites personales de comprensión? *** Tampoco se entiende la no mención a los miles de desaparecidos y a las víctimas de la guerra contra el crimen organizado. La transformación pasa por la recuperación del lenguaje, por nombrar con precisión los fenómenos de la realidad. La inmolación nacional y sus fosas comunes no pueden ser ignoradas. *** La serenidad, la vigilancia, la claridad mental. La bondad, el desapego, la paciencia. El altruismo y el dominio de sí. La liberación de las emociones. Dicho así suena a autoayuda. Efectivamente lo es. Como las últimas palabras del maestro a sus seguidores: sean una lámpara para ustedes mismos. Una alta política del espíritu o tácticas para los usuarios terminales de esta época histórica. *** Perogrulladas: ocurrirá lo que tenga que ocurrir. Cuando suceda intentará explicarse. Tal es la frustración de los oráculos, se comprenden cuando sobreviene lo que advirtieron. Pero la significación de las cosas seguirá estando en su interpretación. Fernando Solana Olivares