Friday, December 27, 2013

BALANCE DE LAS RAMAS.

Los hindúes dicen que la mente es un mono que va de rama en rama. Si no tiene objetos para mirar los inventa. Somos estados de conciencia. Algunos, muchos, se parecen entre sí y forman un patrón crónico neurótico: la persona. Donde radica la identidad aparente que se volverá, cabrón karma, destino, biografía. Hijos de nuestros actos, de ellos heredamos todo. Hasta la bioquímica por principio de analogía. Este año murieron dos amigos que fueron mis maestros. Alejandro y Chema. De este último leí El imperio perdido con tres alumnos de Letras en el semestre y terminé deslumbrado de nuevo. Del primero recibí las técnicas meditativas y el acercamiento búdico, los contactos decisivos. Lo sigo haciendo, lo sigo viendo a diario. Durante una época Pérez Gay, Lilia, Laura y yo hicimos un circo, el Pérez Gay-Solana, y nos dimos a la tarea de presentar ese gran libro en Veracruz y Xalapa sobre todo. Un día montamos en un cadillac que nos llevó entre risas, inteligentes confesiones y altas velocidades hasta la cálida ciudad humedecida por la lluvia ante un auditorio repleto y vibrante que se volcó al suceso. Refinadas diversiones hubo entonces, tanta alegría que pudo compensar la desdichada oscuridad del imperio contado por Pérez Gay. Leerlo ahora con otros jóvenes volvió a ser un privilegio. Toda amistad es un pacto tácito de no decir ciertas cosas y cuando aquel termina la amistad se fractura. De ahí que no debe trabajarse nunca con los amigos. Mucho menos en algo como construir un canal de televisión cultural. La televisión afecta a la democracia y también la fraternidad entre la gente, así afectó nuestra amistad, la convirtió en pasado. Supe de sus obras posteriores, de sus cargos en el extranjero, de sus compromisos políticos, de su enfermedad final. En su torno entonces hubo una palabra, claudicación, dicha por él o por Laura al verlo venir caminando con dificultad sobre el largo corredor minoico de su última casa. Había sido un conversador excepcional y ahora hablaba con dificultad, la posesión del lenguaje comenzaba a escapársele. Queda un libro, que permanecerá en la memoria literaria, y un recuerdo que se verá desvanecido cuando el último que lo tenga muera. Lo vivido se convierte en karma. Transmigra la neurosis de la conciencia, dicen los budistas contemporáneos. Ahí queda la resonancia de lo hecho en la vida anterior. Son inversiones sobre el Samsara personal. O una variante de la apuesta de Pascal: apuesta que sí existe esa acción epistemológica sobre el futuro, su preparación, pues no perderás nada al hacerlo aun si cuando mueras descubres que no hay más: tu vida habrá mejorado; pero si lo haces y conoces que en efecto existe el Samsara, habrás podido actuar sobre él mejorando tu presente. O si apuestas en contra y descubres que sí existe. Es una elección. De Alejandro supe menos y mucho más en los últimos años, pues siempre estuve cerca del proyecto impulsado por él: construir una plataforma masiva de aprendizaje de la meditación theravada y difundir sus derivaciones en medicina del comportamiento y reducción del estrés mediante la atención plena, su psicofisiología de la atención. Traer al budismo histórico a este país para fundar un monasterio que enseñara a meditar a quienes lleguen. Y hasta hoy llegan muchos. Ellos reúnen dos polos, dos extremos en contacto: uno es el intelecto, el héroe público, y el otro es la contemplación, el santo oculto. El héroe claudicó, el santo murió en paz. Los dos terminaron en estas épocas brechtianas, donde la única política de resistencia posible es la unidad social y ésta es imposible. Los escenarios próximos pueden llegar a obsesionarnos. No deja de ser benéfico que el capitalismo depredador vaya arrancándose las máscaras y avance el estado gerencial tecnocrático represivo. Es una semiótica de la versión justa. Estoy convencido de que Hitler ganó la guerra. Su fascismo elitista del 20 % de dominadores y 80% de dominados ya está implantado. Se privatizó el poder y parecen estar en curso fascismos sociales, económicos y políticos cuyo diseño se viene mostrando mediáticamente una y otra vez, sobresocializándose como inevitable. Y los oprimidos admiran a sus opresores porque piensan que alguna vez serán como ellos. La sociedad que se autodescribe a sí misma es hegemónica. Siguen abiertas las libertades interiores, la democracia cognitiva. Y la dimensión metafísica que por analogía participa de la edad oscura. Época sin síntesis. Fernando Solana Olivares

Thursday, December 26, 2013

LA VICTORIA DE LA ÉLITE

Con el petróleo ocurrió una operación hegemónica: triunfaron las élites modernas, modernizadoras y privatizantes, los grandísimos y voraces intereses petroleros trasnacionales, la participación de todos los intermediarios, socios, gerentes, funcionarios, legisladores y presidentes comprometidos, la geopolítica anglosajona y global desde el siglo XIX, la operación mediática sobresocializada (“Ya te lo dije tres veces: entonces es verdad”, Alicia en el país de las maravillas). Lo moderno, pues: el inevitable ritmo del mundo actual. Y lo más malo es que es cierto. La avasalladora ola de la energía concentra el poder, y ahí es donde se encuentran la política y el dinero, donde son funcionales entre sí: el oro negro ha hecho la historia moderna y la relativamente barata energía planetaria que hasta hoy sostiene a la sociedad de consumo. Qué güeva y cuán duro. Una muchachita de 14 años, como si fuera vidente, advirtió que después de ello viene la privatización de todo lo que queda. Ella lo sabe: habiéndose privatizado el petróleo mexicano, usen los eufemismos que usen, se privatizó la esencia eficiente de ello. Llevaban décadas en su asedio las petroleras extranjeras y al fin lo lograron. Realizarán la explotación petrolera y nuestro probo sistema económico se encargará, sin duda, sin desvío alguno, de que esa riqueza sea para el bien de la patria, aquel término de la reserva de signos rotos, inoperantes ya. Ocurrió una privatización del poder que elaboró una ley que abrió el sector. ¿Vienen los juegos del hambre ya? ¿O el sistema todavía es capaz de producir bienes para un número suficientemente crítico de gente? Wallerstein opina que existen dos escenarios negativos probables a corto plazo, y uno positivo aunque idealista: a) un neofeudalismo que haya abandonado la patológica acumulación por la acumulación, con una restauración rígida de jerarquías sociales como estabilización política; b) un fascismo “democrático” que divida el planeta entre una élite de 20 por ciento y el resto dominado de 80, y c) un orden mundial descentralizado e igualitario, que no se sabe cómo alcanzar. La variante B fue el proyecto de Hitler. Fracasó porque cometió el error de construir una élite muy reducida. Aquella operación porcentual social ya se ha conseguido. La Mente Colectiva patrocinada por la cultura de las corporaciones y las nuevas tecnologías han impuesto, comenta Berman, un totalitarismo por default. No hay modo aún de detener la Edad Oscura, pero hay que conocerla como primera operación: democracia cognitiva. Y hay mucho más: es episódica, la realidad es y no es, en efecto, pero en la sobrevivencia consciente está lo primero: principio de realidad. ¿Qué más tiene la gente? La medida no garantiza democratización ni bonanza, porque el sistema económico está sostenido en el número de pobres que a su vez mantiene a unos pocos decadentes ricos ahítos. La escena cuenta. López Obrador sufre dos infartos y desaparece inesperadamente del esquema tres días antes de la decisión. Un cerco de acero resguarda el Senado. Unos cuantos ciudadanos lo rodean, muchos de ellos de la tercera edad, sobre quienes la prensa mentirosa dice que están ahí sin saber por qué. Todo es testimonial. Penumbroso. El Senado romano se encierra porque le quitó a la sociedad la toma de decisiones. Nunca se la ha dado, nunca se la dará. En el mejor de los casos se le hace creer a la gente que las decisiones son suyas: que lo que el público pide es lo que sucede. La izquierda que pactó por México se hizo un ahorcamiento: no hay oposición alguna, salvo estos patiños que no resisten y sí apoyan. Bárbara Ehrenreich trabajó durante tres meses ganando el salario mínimo: “Se requeriría de una palabra más fuerte que disfuncional para describir una sociedad donde unos cuantos comen en la mesa mientras que el resto lame lo que cae al suelo”, escribió. “Psicótica, sería más acertado”. La enfermedad del dinero, del petróleo y su privatización. La política es ancilar en todo ello: meros servicios al capital mientras la energía sigue gastándose sin parar. Qué duro y qué güeva. La respuesta neoliberal consiste en culpar a las víctimas para que acepten más políticas similares a las que las han conducido a su situación actual. Un síndrome de Estocolmo planetario recorre el imaginario colectivo y los oprimidos admiran a los opresores porque creen que alguna vez llegarán al mismo bienestar donde están ellos. Victoria de la élite material. Por ahora. Fernando Solana Olivares

Friday, December 13, 2013

FRASES SUELTAS.

Hace no mucho, a los 80 años de edad, el empresario francés Claude Mineraud publicó un breve libro testimonial y reflexivo cuyo título lo dice todo: Un terrorisme planétaire le capitalisme financier. Terrorismo planetario económico, político y social de un sistema patológicamente voraz ---“tecnoestructura sin perspectiva, sin otra finalidad que su propio e irrisorio poder, incapaz de percibir el desuso y la fosilización de la ideología a la cual sirve de vehículo”--- sólo dedicado al dinero, a la usurera rentabilidad. El autor sabe de lo que habla: su crítica no es un rechazo ideológico porque él mismo ha sido un capitalista toda su vida, si bien uno sui generis que en sus empresas se empeñó en crear empleos y siempre estuvo dispuesto a perder o ganar. Su crítica es uno más de los urgentes avisos de incendio de la época. O de hundimiento inminente, pues se refiere a Francia, y con ella al mundo, como “una nave ebria abandonada a las pulsiones de una maquinaria descompuesta cuyo engranaje puede explotar”. “El discurso ininterrumpido por parte del orden existente acerca de sí mismo”, según escribió Guy Debord en su disección de la sociedad del espectáculo, vuelve a manifestarse otra vez como una operación publicitaria hegemónica durante estos días mexicanos de la contrarreforma petrolera impulsada por el régimen priista-panista y dictada por los centros internacionales del poder. Comte habló del progreso en el orden, otro modo dogmático de referirse a la propaganda dominante del statu quo actual que se concibe a sí mismo como “el universal humano consumado”. De ahí, de tal linealidad “modernizadora” se derivan todos los argumentos de la privatización petrolera en curso: así ocurre, afirman, en otros países; así entonces debe ser aquí. Es la creencia de las élites dominantes en la perennidad de un sistema económico y social que no sólo se presenta como superior a todos los demás habidos en la historia sino como el único posible. El capitalismo privatizador de última hora es un estalinismo autoritario que se ostenta como liberal y democrático pero que niega tajantemente, descalificándolas, las perspectivas y opiniones que no concuerden con él. Es llamativo el encendido rechazo de lo que peyorativamente se denomina “dogma” sobre la privatización de la renta petrolera dictada por las empresas petroleras trasnacionales y comprometida por el gobierno de Peña Nieto, señalando que la defensa del petróleo (consistente en no modificar la Constitución sino aumentar la inversión pública en el sector y detener la corrupción de Pemex, reestructurándolo debidamente) es un fundamentalismo doctrinario propio de una visión históricamente inmóvil. En sentido estricto es objetividad demostrable, pues la desconfianza ante los impulsos “modernizadores” que invariablemente implican la privatización directa o embozada de los bienes nacionales se basa en los resultados de ello, exponencialmente favorables a las oligarquías y claramente nocivos para la sociedad común. El nuevo dogma es denunciar como dogma aquello que se oponga a lo que no es dogma sino “progreso”, o sea, la Gran Narrativa hegemónica desde la revolución industrial. Dicho de otro modo, es el miedo de los defensores del orden existente, esas víctimas del miedo a la alteridad. Lo mismo se predicó del TLC cuando la operación hegemónica para implantarlo por el régimen salinista: palanca de desarrollo para el futuro, garantía de prosperidad nacional. Sin embargo, los indicadores económicos muestran que el número de pobres aumenta año con año, el salario mínimo decrece dramáticamente (en 1982 podían comprarse con él 50.9 kilos de tortilla y en 2013 sólo 5.2 kilogramos; entre 2000 y 2011 se incrementó 0.1% en el país, mientras en Honduras subió 9.6% y en Brasil 5.6 %), el número de desempleados sigue aumentando, la autosuficiencia alimentaria ha desaparecido, el sistema de bienestar en salud, vivienda y educación va colapsando, y en cambio el número de multimillonarios sigue en ascenso junto con la violencia y el crimen, así la construcción gubernamental mediática del consenso insista en negarlo. No desapareció el país desde entonces, solamente fue privatizado. Las contrarreformas seguirán su curso, incluidos los mecanismos legales, las leyes secundarias de un autoritarismo que criminalizará las protestas sociales. Tal es el pacto por México. Sólo queda, por ahora, organizar el pesimismo, reconocer el abismo entre los intereses sociales y la realidad empírica. Algo saldrá de todo ello. Fernando Solana Olivares.

Friday, December 06, 2013

LA REINA DESNUDA.

Nuestra época comenzó hace mucho. Tal vez cuando la archiduquesa austriaca María Antonieta (“espantoso destino totalmente diseminado de intersignes”, escribió Massignon; “se acercó al umbral de los excesivos significados”, dijo Calasso), prometida a los catorce años del rey de Francia, entró a Estrasburgo en una carroza de cristal. Nunca dejarían de decirle así: “la austriaca”, entre las intrigas de una corte que la odiaría y un pueblo que la llevaría al cadalso. Calasso comenta, en La ruina de Kasch, que como al Buda le habían sido evitados los cuatro signos: la vejez, la enfermedad, la muerte y el renunciamiento. Una virgen rubia que dentro del cristal de la carroza, observada por todos, el pueblo llano que aún testificaba los símbolos, exhibía su condición paradójica: tenerlo todo, tenerlo nada. Los maestros de ceremonias fijaron un lugar donde sería confiada a los enviados del rey francés. La casa de la entrega erigida para la unción, en una pequeña isla a la mitad del Rin, era un punto medio, un intersigno por el cual debería pasar. María Antonieta llegó a la línea fronteriza que dividía exactamente el pabellón en dos. Apareció cubierta por un manto y debajo de él iba desnuda, sin una sola cinta o alfiler en el cabello, ninguna prenda en el cuerpo. Dio un paso hacia adelante y delicadas manos quitaron el manto de sus hombros. Por un instante su cuerpo núbil tembló. Así debía ser ofrecida para cubrirse con telas, camisas de seda y escarpines del país donde su nombre cambiaría y su pasado quedaría cerrado: era tomada como huésped a la vez que como rehén. La muerte estaba presente en la ceremonia, la muerte iniciática de la metamorfosis personal y la muerte del sacrificio propiciatorio que la aguardaba, en medio de los ojos indiscretos que desde entonces y hasta el momento final no la dejarían de mirar. Algunos cortesanos compartieron el temblor que estremeció a la joven. Las crónicas cuentan que era como una Psique materializada que nunca más podría volver a protegerse en lo invisible. Al terminar la larga ceremonia, cuando cruzó el umbral fronterizo y pasó del punto de no retorno, la joven que sería una reina decapitada se arrojó sollozando a los brazos de la condesa de Noailles, su nueva dama de compañía. Otros signos flotaban en el aire. Los había visto indignado Goethe días atrás, percibiendo algo atroz en los suntuosos tapices colgados de la sala regia de Estrasburgo para recibir a la reina y a su comitiva, que contaban la historia de Jasón, Medea y Creusa, “un ejemplo del matrimonio más desgraciado”. Lamentó Goethe: ---¡Cómo es posible que entre los arquitectos, los decoradores, los tapiceros de Francia no haya ni uno que entienda que las imágenes actúan sobre los sentidos y la mente, que dejan impresiones, que evocan presagios! Ya el reino de los símbolos estaba disuelto en aquella “cruel despreocupación” francesa, una ebriedad que llevaba consigo, afirma Calasso, un total descuido, una obnubilación hacia las imágenes, cuando sólo hacen falta para triunfar, como entonces, “cuchillos largos e historias cortas”. Las imágenes se vengan de quienes las ignoran, pero ¿qué podía hacer la reina sin albedrío al observar los heraldos de su destino obligado? Y despreocupación sería el único delito que el príncipe de Ligne debió atribuirle en sus memorias. Ligereza de jovencita y rechazo de los aburridos implacables que produjeron tedio como tela de araña para hacer infeliz a esa rehén que no quería reinar entre elaborados encajes ni suaves perfumes ni delicadas sorpresas ni sutiles escenas sino sólo pasar por la vida entre elegantes risas. Su proceso, afirmará Calasso, es la primera y victoriosa insurrección de los Tediosos, la nobleza y el pueblo reunidos por una única e irrepetible oportunidad. Después de ella vendrá un torbellino histórico, otra gramática como acción del lenguaje político, otra legitimación. El tribunal revolucionario que juzgó a la reina admitió como prueba de sus crímenes un pequeño espejo, unos bucles y un pañuelo de lino bordado con un corazón rojo traspasado por una flecha. Cuando fue llevada al patíbulo vestía una túnica blanca que no le impidió temblar levemente a pesar de su entereza, como cuando antes traspasó desnuda el umbral de su entrega cubierta por un ropaje igual. Quizá alguno de los presentes compartió tal estremecimiento casi secreto: por última vez los intersignos, los significados excesivos alrededor de una reina desdichada. Fernando Solana Olivares.

LA OTRA HISTORIA / y II.

Ioan P. Culianu abogaba, dice Anton, su biógrafo, por la perspectiva de una historia compleja: diferentes versiones desde los puntos de vista de muchos participantes distintos, viendo hacia delante cada acción como potencialmente verdadera, coexistente, aceptando a) que las percepciones dan forma a la historia, b) que el tiempo revela la verdad, c) que las falsificaciones pueden cumplirse por sí mismas. Desde ahí, ¿cómo puede explicarse el imperio del crimen impuesto en México? La teoría jurídica moderna establece que la esencia del Estado consiste en que no puede tolerar ningún poder superior a él (Treitschke). El crimen organizado le ha arrebatado el monopolio de la violencia al estado mexicano. El estado ha perdido, sigue perdiendo su esencia y no logra contener, menos vencer, al poder emergente que lo reta. ¿Por qué? ¿Quién es el protagonista de esto? O más bien: ¿qué es el protagonista? La semiótica del crimen organizado, aquella con la que escribe sus mensajes y acciones, con la que opera, es la violencia. Sangrientos signos y profundos símbolos actúan en ésta, además del terror, el mal absoluto que significa (total ausencia de bien) y el miedo colectivo que esparce a su alrededor, los cuales se vuelven política. Política y delito (Enzensberger). Pueden citarse múltiples causas como partes aisladas pero sinérgicas de un rompecabezas de la complejidad donde se ensaye alguna respuesta totalizante sobre el por qué, el quién y el qué de una putrefacción social que avanza sin detenerse: 1. La impunidad y la corrupción, males ancestrales mexicanos. 2. El vínculo orgánico entre el gobierno y el crimen, los pactos documentados de presidentes, hermanos de presidentes y capos de los carteles del crimen. 3. Las lesiones cognitivas producidas por la televisión duopólica nacional, incansable maestra hipócrita del crimen y la violencia. 4. Los flujos monetarios del crimen organizado, dinero negro que integra el sistema económico-político. 5. El voraz culto al dinero, sobresocializado por las industrias de la conciencia. 6. La quiebra del sistema educativo neoliberal. 7. El visible y a la vez oculto y profundo proceso económico de concentración y transferencia iniciado hace tres décadas en el país. 8. El predominio social inducido de la imagen sobre la reflexión, sobre la abstracción. 9. La pérdida de un recurso conceptual común: “sólo relaciona” (Forster). 10. La relativización de la depravación como práctica individual fomentada por las industrias de la conciencia. 11. La perversión de las iglesias materialistas espirituales. 12. La cesión cultural mediática hacia la narcocultura. 13. La activa complicidad de la clase política por omisión y comisión con el crimen organizado. 14. La tara histórica de la inaceptación orgánica mexicana, su desigualdad abismal. 15. El laberinto sentimental caracterológico de los mexicanos donde el que no cae resbala. 16. La inducida confusión entre causas y efectos como forma invariable de la comunicación. 17. La construcción mental monolítica del consumidor egoísta. 18. El misterio activo de la antigua, estrecha y oscura dependencia entre asesinato y política. 19. La administración intencional del horror y la violencia como acción pública subterránea. 20. El síndrome político de los aprendices de brujo cuyas malévolas creaturas se multiplican y los rebasan. 21. La idiosincrática imposición de que no puede hablarse de crimen donde no hay ley. 22. El fracaso evidente y patológicamente negado de la fariseica guerra anglosajona contra las drogas. 23. El reemplazo irreparable del ciudadano por el consumidor. 24. La cancelación del tiempo existencial por un “ahorismo” enajenante. 25. La mutilación impuesta por el regreso de dioses arcaicos como Tezcatlipoca. 26. La fatalidad geográfica del territorio mexicano, un traspatio imperial. 27. El estilo nacional como la huella de lo que es sobre lo que se hace. 28. El culto a la satisfacción inmediata del deseo y su “democratización” mediática. 29. La corrupción del lenguaje. Aún sin liturgias, estamos moviéndonos en un matadero: no existen principios, sólo sucesos; no existen leyes, sólo circunstancias. Todo está oculto en la superficie y un acuerdo de mentes enloquecidas ha levantado una realidad paralela: se mata por razones inventadas, así las muertes sean brutalmente reales. Culianu indagó la estrecha relación de los pensamientos interiores y los acontecimientos públicos que suceden. Entre nosotros hay una. Fernando Solana Olivares.