Friday, August 30, 2013

EVAPORACIONES.

Dos de mis viejos amigos parecen haberse evaporado. Los he buscado y no los encuentro, nadie me sabe dar razón de ellos. Pietro, La Piedra, ha sido un heroico fotógrafo de prensa en las zonas calientes del globo: durmió durante semanas en la vacía Beirut intensamente bombardeada, acompañó a los sandinistas en sus guerras de la montaña y reportó el horror uniformado de los sombríos militarismos centroamericanos, viajó a la milenaria Bagdad martirizada por Bush e informó de su inmolación, penetró en Corea del Norte para tomar imágenes de los últimos chamanes y conocerlos. Durante seis meses al año, porque el resto del tiempo suele vivir en su granja del norte de Italia como campesino propietario de varias hectáreas. A lo largo de los años La Piedra me ha visitado en los lugares donde he vivido. El último que conoció, éste donde estoy ahora, dijo que era el correcto. En Oaxaca percibió con claridad que la ciudad estaba a punto de incendiarse, lo que ocurrió poco después. Es un monje laico que actúa con precisión frugal todos los días: deja de beber líquido a una hora temprana de la tarde, viaja con lo mínimo indispensable y perturbando todo lo menos posible, es encantador y solidario, se interesa por los otros con espontánea gracia, logra sentirse bien en cualquier espacio gracias a la profunda interioridad que habita en él. Nunca lo hemos hablado ---la amistad también es una serie de entendidos tácitos--- pero La Piedra sigue a su manera los cuatro preceptos: no espera nada ajeno al empeño que esté cumpliendo, a la tarea que emprende, pero aun en ella no espera nada; sufre la injusticia sin quejarse pues casi siempre logra hacer lo que se propone, y si no, le basta el mero intento sostenido y sistemático; se adapta a toda circunstancia, es flexible mentalmente y físicamente diestro como un junco; sigue el camino de su vida mirándolo admirado como un hombre libre de auto imágenes, sigue su dharma personal sin auto conmiseraciones de ningún tipo. Además observa la época, la escudriña críticamente, está seguro de que es terminal. Como otros pocos, logró salir del horror histórico, pero él yendo precisamente hacia donde tal horror está. Alejandro, el Swamy Tiranetas, mi otro amigo desvanecido, es un destacado y generoso maestro espiritual contemporáneo al cual muchos debemos incontables bienes de la conciencia desarrollada y de la cognición superior, un budólogo o budiatra, como se define a sí mismo con humor y alegría, artífice entre nosotros de la divulgación del budismo theravada, el budismo histórico hasta hoy inalterado que formó el canon pali donde se recogen directamente las enseñanzas de Siddhartha Gautama, y responsable principal de la audaz fundación del primer monasterio o vihara de dicho linaje budista en Latinoamérica, ubicado en los bosques húmedos de Coacoatzintla, Veracruz, tan sincrónicamente parecidos a los del sudeste asiático del cual proviene. Médico psicoanalista de formación, alumno de Erich Fromm en su última etapa, el Swamy ha sido uno de los conductores de almas occidentales cuya refinada y excepcional sensibilidad (o buen karma, según dirían los budistas) lo llevó a realizar aquella acción de encuentro conceptual y contacto operativo entre Oriente y Occidente que autores como Huxley o Toynbee consideraron la tarea histórica y cultural más importante a emprender, acaso la única posible, ante la atroz y definitiva crisis civilizacional posmoderna. Ante la falta de contacto con Alejandro, llegué a pensar lo mismo que Eliade creyó de Coomaraswamy cuando éste le avisó en 1947 sobre su regreso definitivo a la India al cumplir setenta años de edad: que a partir de ese momento renunciaría a escribir, a publicar, a impartir terapia o a enseñar meditación, que rompería todo contacto con el mundo y la cultura para entrar en la última etapa que conoce la tradición hindú: vanaprastha, el retiro, el aislamiento ‘en la selva’, la preparación final. Esta oscura desbandada quizá pueda cifrarse como querría Kojève: sin el hombre el ser quedaría mudo, estaría ahí, pero no sería lo verdadero. Mediante La Piedra y el Swamy el ser estuvo, realizó la acción, emitió la palabra y así alcanzó aquello esencial: irse haciendo. ¿Para qué hay algo y no más bien nada? Para que dos seres como éstos, entrañables e intactos, verticales y memorables, sean en el mundo. La estética de su evaporación sólo es un juego entre varios, una más de tantas metamorfosis: vivir se llama. Fernando Solana Olivares.

Sunday, August 25, 2013

CARTA SIN SELLOS.

Técnica de escritura automática: cualquier asociación mental se traslada a las palabras, cuidando y a la vez descuidando que hagan sentido. Su divulgador la define como la mezcla de la acción con el sueño, la confusión creativa entre lo interno y lo externo, la retención de la eternidad en el instante, la fusión de lo general con lo particular: surrealidad o realidad absoluta, diría Breton. Ya todo está pero no todo aparece. Sin embargo los centros de ingeniería social que diseñan los contenidos hollywoodenses muestran posibilidades que podrían aplicarse colectivamente como si sólo fueran ficciones, una mera y delirante imaginación. ¿Su tema? La población prescindible o el horror que vendrá. Antes los artistas eran las antenas de la raza, hoy aquellas premoniciones, profecías autocumplidas, son mostradas sin descanso como tópicos atroces en el volátil y universal reino de la imagen: la videoburbuja, la Matriz actual. Los hindúes consideran el velo de Maya del mismo modo: nuestra percepción percibe de un modo no correspondiente con lo que verdaderamente hay en y detrás de lo percibido. Las sombras de la caverna platónica que antes se tomaron por reales hoy se consideran la única posible realidad. Breton redescubre el milagro cotidiano (era una de sus obsesiones, según cuenta Eliade en su diario), actitud familiar a las sociedades ‘primitivas’. Joyce buscó también la epifanía inesperada que surge a la vuelta de la esquina. Es la sonrisa de un desconocido, un rayo de sol o un acorde: momentos de tiempo concreto que se suceden a la vuelta de la esquina para quien los pueda ver. Y muchos dicen que hay que ser solidario con el momento histórico. Eliade acepta esto pero advierte que intentará responder como el Buda y Sócrates: superando sus momentos históricos, creando otros o preparándolos. La anacronía esencial. Aunque también piensa en Goethe, quien nunca se resintió de su carga histórica, la vivió íntegramente sin dejarse vivir por el tiempo, sin amargarse o ser aplastado por el pasado, por la historia, el milagro de su existencia. ¿Podría ese príncipe del pensamiento hacer lo mismo ahora en la posmoderna edad oscura? Una fuente de las corrientes conspirativas, los paranoicos tan vituperados por el pensamiento único, asegura que tanto Huxley como Orwell conocieron previamente, pues les fue mostrado por sus diseñadores, el modelo de esas sociedades deshumanizadas y atroces que describirían. Hacerlo fue una advertencia que nadie escuchó. Ocurrió lo que con Casandra: la irrealidad racionalista de la literatura. Y, sin embargo, hay que resistir. Cincuenta años de programas militares “intensos y crecientemente destructivos para comprender y controlar la atmósfera superior” van todavía más allá del medio ambiente. Científicos independientes y la Duma rusa han denunciado que tales programas de los aprendices de brujo angloamericanos son capaces de dañar la mente de poblaciones enteras utilizando ondas de muy baja frecuencia. Se entiende entonces la sobre-socialización mediática de los zombies. Heraldos de lo que ya ocurre, mucho más que una figuración gore. Entre los sucesos que Eliade percibe como correcciones históricas del siglo veinte está el descubrimiento del hombre no europeo y de su horizonte espiritual. Ninguna de las tendencias socio-políticas determinantes de la época, el marxismo incluido, provienen de un horizonte distinto al de la teología judeo-cristiana. El diálogo con las civilizaciones no occidentales es más importante para el porvenir de la espiritualidad contemporánea que cualquier otro afeite que el pensamiento tecnológico eche a andar. Originalidad: regresar al origen. A diferencia de Goethe, quien nunca necesitó hacer algo similar, Hegel decide un 14 de septiembre de 1800 “reconciliarse con su tiempo”, superar la escisión entre lo que llama “absoluta finitud” de la existencia interior y “absoluta infinitud” de la objetividad de la existencia exterior. Para Eliade, tal empeño es propio de tantos intelectuales modernos que sin la adhesión a la política creen no corresponder al tiempo histórico. Existen, empero, los ‘eternos tranquilos’, los que se colocan al margen de las mareas, del flujo y el reflujo contingentes, para espetarle al tiempo histórico la frase del maestre de Santiago: “Despéñate, torrente de la inutilidad”. Mientras más avance la unificación de la sociedad obediente planetaria, el crimen de lesa pertenencia histórica será mayor. De ahí la sistemática persecución de quienes no piensan igual que los demás. Fernando Solana Olivares.

Friday, August 09, 2013

ILUMINACIONES PROFANAS.

La retirada es un signo de fortaleza, dice el I Ching. Asumámoslo. Debe entregarse un premio literario de poesía y cuento en unos juegos florales que cumplen ciento diez años. En el acto siempre hubo reinas que obsequian a los laureados una flor natural. Esto es decorativo, lo esencial es la pequeña continuidad de ya más de un siglo donde se han premiado doscientos veinte autores. ¿Qué va a decir la reina inexpresiva? Que está muy honrada de entregar dicha flor olímpica al lenguaje, casa del ser, justamente entre la comunidad imaginario-emocional de la casa suya, ella, una joven linda, presencia femenina en esa comuna misógina, ella, rutilante y enigmática, indicador simbólico viviente de lo que carece el lugar: lo femenino. Pero calladita, como dicen ellos que se ven más bonitas. Hay brujas, muchas y de todas las edades en un pueblo mágico, ¡órale!, dijo el mismo pueblo cuando fue designado así, pero las mujeres malas de malalandia, producto al fin de la secuestración histórica de lo lunar, de lo no perturbado, de lo oscuro, de lo transitivo, de lo adaptativo, de lo lateral, esas no dejan de surgir. Uno no cree en brujas pero las hay. La reina va a decir que la reunión de la belleza y la palabra bella es un tambor que toca dos veces. No, en cambio, que en vez de vírgenes protectoras, de la gran diosa, su deidad subordinante es un Cristo doliente y escarnecido, asustante y torturado, ante el cual, puesto en el escenario laico del teatro, la promotora de su presencia ahí anuncia exaltada que es donde la imagen quería estar porque recién se lo comunicó a ella misma, ¡oh!, responde el público ante el milagro, cantando en honor de la figura, de sus administradores, de su red de poder. Pero que la reina no se refiera a eso, que deslice suavemente en el mismo escenario y en más grato día la noticia de que existen las diosas blancas como ella y su condición que son una junto con sus dos jóvenes princesas sentadas a los lados. Será importante que lo diga, cuando el país se está viniendo abajo. La diosa blanca debe regresar al corazón de la fe para desplazar semióticamente a esta deidad humillada, representación de lo divino que subleva a tantos por fragmentaria, manipulatoria, clerical. La pena idólatra. Después hablará de lo desatado y preguntará si todavía sirve el estado mexicano. Todos los poderes que lo retan lo han puesto contra la pared. La erosión de los estados nacionales diseñada por el neoliberalismo más la disfuncionalidad inepta y corrupta de los políticos más la doble inmoralidad mexicana más el perverso imperio unipolar limítrofe más la construcción del consenso mediático hegemónico más la época kali-yuga edad oscura. Será un riesgo para la reina, dulce Casandra aguafiestas, informarle al respetable que el planeta está en la condición del restaurante donde el mesero anuncia que ya se terminó, que venimos de regreso del pico de producción petrolera, que la época de energía accesible y barata, nuestra adicción civilizacional al combustible fósil iniciada hace décadas finalizará pronto, que el mismo pensamiento que engendró los problemas no puede servir para resolverlos. No dirá que se impone un cambio radical de paradigma, para no confundir al público con palabras desconocidas, pero eso es lo que dirá. Además, comentará ante ellos que no hay más tiempo para dar este giro, al que llaman resiliencia, un concepto referido a la habilidad de una comunidad para no colapsar frente a la falta de energía o alimentos y responder a estos choques externos. Comunidades diversas, descentralizadas, autónomas y flexibles, las cuales si una parte es destruida no se afecta todo el sistema, existen diversas soluciones creativas en respuesta a las circunstancias locales, pueden resolver sus necesidades básicas sin costosos transportes, las grandes infraestructuras y burocracias son reemplazadas por soluciones adecuadas a la realidad local. Le dará apenas ocasión de mencionar tres características de los sistemas o comunidades resilientes: la diversidad de quienes las forman, de sus funciones, conexiones, respuestas e información procesada; de la modularidad que multiplica y descentraliza las conexiones dentro de la comunidad; de una distancia causa-efecto corta, propia de gobernanzas descentralizadas, para que los integrantes sean capaces de ver lo que ocurre a su alrededor y actuar oportuna, adecuadamente. Después de dicho discurso, la reina deberá guardar silencio y entregar la flor natural. Fernando Solana Olivares.

Friday, August 02, 2013

SAN GARABATO DOS.

Tensión en la frontera: como el atroz desierto de los tártaros de Buzzati, de pronto las masas se mueven e irán a protestar este jueves a las puertas del centenario monumento histórico del Teatro Rosas Moreno porque dicen que no los dejé hacer una velada del recuerdo musical devocional compuesta de aficionados, algo de peda, mucho sentimentalismo y cera de velas sobre las butacas. Así. Sólo apliqué el reglamento, norma superior a los usos y costumbres endógenos. Vaya problema. Auto-ironía: no te defiendas, sigue la corriente, auméntalo. O también aquella verdadera prudencia de conservar el temperamento personal y asumir siempre sus consecuencias. Es la Iglesia católica del pueblo, tela de araña todavía nada franciscana, añejamente empoderada en los modos mafiosos de la clericatura vaticana, y ésta de por aquí tan política y socialmente activa, tan doble moral, más una capa de fundamentalistas inmóviles que están desorientados y molestos porque su mundo ya se evaporó, otra de nombramientos e intereses a perpetuidad afectados en las semi ilustradas zonas de la cultura local. Más quizá una bola de loquitos periféricos. Si son muchos, acaso ganen. Si no, no. En el fondo, otras cosas se concentran en la indignación que depende de su número. El pueblo hierve de muchos modos: el crimen organizado está ahí desde hace tiempo y va escalando sus acciones, la inseguridad crece, y al mismo tiempo una modernidad global está ocurriendo, en parte por el hasta ahora razonable gobierno que viene haciendo un joven presidente priista, con la inercia priista, en parte por otras fuerzas que desde hace décadas llegaron al sitio y a querer o no han desmontado el escenario chauvinista de mi pueblo super querido porque yo soy el que te quiero más. ¿Edá? Por eso el lema local advierte: parientes todos, enemigos todos. Son complicados, vehementes, lingüísticamente literales. Están petrificados en rituales familiares que celebran a nivel municipal: encierro en lo particular. Luego es una identidad obtenida por medios negativos, tan usual en el mundo actual. ¿Ivètot será Constantinopla? Parece que no. Esto es más bien flaubertiano: los restos históricos del filisteísmo a esta escala, donde se equivoca Schumpeter: lo pequeño no es hermoso. Y curioso: sus próceres culturales que administran como herencia privada del intrigante grupo costumbrista-comerciante de arte y antigüedades-usuario de archivos públicos como privados-ocupante de edificios públicos como propios-líderes de opinión parroquial y curas, todos son liberales. Aun el más intelectual de todos, Don Agustín Rivera, al que el majadero de Porfirio Díaz mandó callar en su ya agobiante discurso del banquete del Centenario, cura culto él. Su divisa: la usura del cálamo: la miseria de la pluma. El poeta gloria local, Francisco González León, quien en veces hace “poesía: lo fatalmente único del lenguaje” y así teje sus delicadezas liberales. El poderoso narrador, Mariano Azuela, mucho más que liberal: novelista revolucionario. ¿Y qué? ¿Desde cuándo los héroes matrios guían los reflejos mentales de sus descendientes? Ante tantos efluvios sentimentales ---“el sentimentalismo es la superestructura de la brutalidad”: Hannah Arendt--- ¿será conveniente recordar que existen reglamentos municipales, estatales y federales, que el teatro centenario monumento histórico, pequeño de 410 butacas, no tiene salida de emergencia pero muchas escaleras de madera y que el sobrecupo, la ingesta de alcohol y el fuego representan un explosivo coctel de riesgos? Pues con la pena: que las leyes dicen que no se puede prestar. Punto muerto. ¿Qué opinan los demás, la mayoría silenciosa? La iglesia católica local afirma que una de sus más caras costumbres es discriminada. Qué viva el Estado laico, aún en vigor. El año pasado les fue muy bien en su festejo, celebrado al lado de la parroquia, el cual esta vez harán en la Casa de la Cultura, un espacio más amplio, apropiado, cuyos dueños son todos y cuyo reglamento acepta la costumbre devocional festiva desde hace algunas décadas. Ánimo entonces, los tiempos cambian. No es cierto: Lévi-Straus dijo en la logia de la Academia de la Lengua que las costumbres de la tribu no se cambian. Lo barrieron los nuevos tiempos porque al asiento de Roger Callois ingresó Nuestra Señora de las Letras Marguerite Yourcenar. Es la única constante existente: la impermanencia, la variabilidad. Sobre todo ahora: fractura de lo particular, final de una reserva de signos rotos: posmodernidad. Fernando Solana Olivares.