Friday, May 28, 2010

SIGNIFICANTE / SIGNIFICADO

El mundo es doble, pues está compuesto de la apariencia, que puede entenderse como la manifestación de las cosas, a la vez que de la esencia, lo cual es aquello que entraña el significado de las cosas. Tal duplicidad ha de resolverse en una síntesis (tesis versus antítesis deriva en síntesis, según indica la operación lógica de la dialéctica hegeliana), pero dicho nivel de comprensión es propio de algo poco común en nuestros días: la mente plena, que se compone de abundantes conceptos y también de abundantes experiencias. Experiencias que requieren ser correctamente conceptualizadas para que se integren al sujeto como conocimiento auténtico más allá de la vivencia específica de la que provienen. Por eso un pensador como Paul Válery afirma que estos son los tiempos donde la experiencia no connota, donde no se convierte en verdadero saber: ahora predominan las experiencias, ahora escasean los conceptos.
El mundo del significante es la forma, el signo, el rostro, la efigie, la imagen, la exterioridad literal de los fenómenos. El mundo del significado es el sentido, la realidad verdadera, el espíritu, la interioridad metafórica de esos mismos fenómenos. Hoy la mayoría de la gente vive “con el corazón consumido y apagado”, como dirían los derviches persas, pues no sabe viajar mental y afectivamente del mundo del significante al mundo del significado. Dicho movimiento (viajar: una metáfora) requiere abrir la puerta ante las cosas que suceden para mirarlas de otra manera, considerarlas desde otro punto de vista distanciado de la mera experiencia personal. No es casual que el último signo del bautismo católico hecho por el sacerdote contenga la palabra latina effeta, que se traduce por la admonición: ¡ábrete! ¿A qué? A la otra percepción de la realidad.
La civilización occidental ha idolatrado desde hace siglos los significantes, ignorando cada vez más el valor fundamental e insustituible de los significados. Casi todos los movimientos espirituales, estéticos, filosóficos y aun políticos de resistencia y rebeldía surgidos a lo largo de la historia judeocristiana representan una lucha crónica para abandonar la cárcel cognitiva de los significantes, así éstos se presenten mediante las brillantes envolturas del mundo de la superficie, del mundo plano y chato de lo aparente, e introducir de nueva cuenta en la cultura humana la necesidad primordial de los significados.
Estamos delante, entonces, de un problema de interpretación acerca de las cosas vigentes, los fenómenos cotidianos y las circunstancias inmediatas, que va volviéndose acuciante por descomunal. Y ante el proyecto mundial de dominación acrítica de los significantes (en efecto: un proyecto articulado, un guión preestablecido, así le asuste tanto al pensamiento políticamente correcto reconocer, a pesar de las abundantísimas evidencias disponibles, que la historia moderna y sus secuelas actuales son una conspiración de quienes en la globalidad ejercen el poder verdadero), queda la originalidad interpretativa consistente en volver al pensamiento liberador que alguna vez fue patrimonio común. Si se quiere para ello un método de significante-significado, compuesto por seis frases utilizadas por el filósofo italiano Elémire Zolla, éste es: “La urdimbre está en el tejido / El tejido está en la urdimbre / El tejido es la urdimbre / El tejido no es la urdimbre / Urdimbre y tejido son distintos / No se puede decir si urdimbre y tejido son distintos.”
Significante: Televisa informa que no va a informar sobre el enigmático secuestro de Diego Fernández de Cevallos. Significado: Televisa informa que en realidad ---a confesión de parte, relevo de pruebas--- nunca informa pero que esta vez, por razones que no pueden informarse, así lo reconoce.
Significante: ciertos intelectuales conspicuos proponen olvidar, superar, clausurar de una vez por todas el discurso nacionalista que acerca del pasado histórico del país se construyó como identidad imaginaria durante el siglo veinte. Significado: toda memoria colectiva ---siempre una construcción, como lo es hasta la memoria privada--- representa un lastre para aceptar irreflexiva y fatalmente los términos de un mundo global dictados por el imperio unipolar anglosajón, él sí dueño legítimo de la sangrienta construcción de su memoria histórica. Significante: los pueblos subordinados se ven impedidos por su historia imaginaria y todo fracaso debe callarse. Significado: sólo existe la historia de los vencedores, sólo el éxito debe volverse historia. Significante: el recuerdo común todo lo impide. Significado: la amnesia general todo lo permite.
Significante: el capital financiero controla la economía global utilizando fondos públicos de los contribuyentes, y la ha convertido en un demencial casino especulativo. Recibe préstamos estatales al uno por ciento y “salva”, arruinándolos, a países endeudados por él mismo como Grecia, aplicando usureras tasas del ocho por ciento con el pretexto de la “competitividad”. Significado: el proyecto capitalista representa un genocidio sistémico y su horror económico es tan nihilista como terminal.
Si el mundo es doble se trata entonces de levantar el velo que oculta su duplicidad. Es una acción que debe iniciarse en el lenguaje, tomando en cuenta que éste no representa la verdadera realidad. Pero apunta en su dirección correcta o nos desvía de ella. Y hoy el mundo de la superficie, ese predominante, se dedica a la desviación. Contemplar es mirar los significados del mundo, no abismarse en su mera significación.

Fernando Solana Olivares

Saturday, May 22, 2010

TRAMPANTOJO DEL FUEGO

Se hablaba de lo usual en ese tipo de encuentros sociales que resultan tan múltiples como desordenados: pedacería del mundo, circunstancialidades, ideas incompletas, generalizaciones. Sucedía también, como suele ocurrir en tales momentos, un orden de la anécdota: la mera referencia sobre las cosas, pero al mismo tiempo operaba un orden de lo abstracto: aquello que significan las cosas.
---Mi técnica es invariable: primero me refiero a Hegel y postulo: todo lo real es racional y todo lo racional es real. Luego cito a Heidegger y digo que el ser humano es el ser para la muerte. Y al final remato con Sartre y logro que los alumnos no entiendan nada: la existencia del sujeto precede a la esencia ---comentó un maestro universitario entrado en años y verbosidades.
---No me diga. ¿Así que las cabezas cercenadas, los cuerpos colgados en los puentes, los miembros desollados de los muertos, la bestial brutalidad cotidiana del crimen organizado, la militarización gradual y sus secuelas, el comportamiento represivo impune e ilegal de los cuerpos castrenses y policiales, todo eso y más, siendo acontecimientos reales, representan hechos racionales? Tanto Hegel como usted están pendejos ---afirmó una señora de cabello teñido tan azul que se miraba morado.
---No, más bien, pandejos, si me permiten el neologismo. Es una pandejada asumir que tales patologías públicas suponen avances o progresos en una guerra que tal como se pelea no va a ganarse nunca ni tampoco conducirá a ninguna parte salvo a un estado colectivo de terror y descomposición crecientes, lo cual se entiende justo como lo contrario de lo que la razón propone establecer como una vida tolerable para todos, ¿qué no? ---intervino un joven con cara de hipnotizado.
---Pero el segundo autor que el maestro dijo sí tiene razón. ¿Heidequé? Ése. Todos nos vamos a morir, entonces qué más da. Por eso yo vivo en el instante. Aunque al tercero, el que suena como sastre, no logro comprenderlo. ¿Cuál es la importancia de lo que venga primero y de lo que llegue después? Si hay una esencia sólo se manifiesta en la existencia. Existo, luego pienso en mi esencia. Si no existo, ¿qué diablos me importa lo esencial? ---dijo una mujer madura y de cuerpo turgente.
---Permítanme hacerles una pregunta capciosa: si su casa se estuviera quemando, ¿qué salvarían primero? ---indagó un hombre que llevaba un sombrero envejecido, sólo por participar en la conversación.
---Tres o cuatro libros, mis obras completas y mi credencial de elector ---contestó el maestro universitario.
---Tal vez mi diario, sin duda mi bolsa y quizá a Bobi, mi novio, si anda por allí ---repuso la señora de cabello teñido.
---Ay, qué disyuntiva tan difícil. Pero empezaría conmigo misma: soy lo más importante de mi propia casa ---dijo la mujer curvilínea.
---Yo salvaría el fuego ---afirmó el joven.
---Qué curioso. Lo mismo escribió Jean Cocteau. Usted ya lo sabía. ¿No? Más curioso entonces ---comentó el hombre que propusiera el dilema.
---Es un desacato al principio de realidad. ¿Cómo se salva aquello mismo que a su vez destruye? Tal cosa es una fantasía ---atajó el maestro.
---Hay una física del fuego pero también una psicología del fuego. Y este joven amigo parece situarse en la segunda antes que en la primera: una intimidad con el fuego que contradice y así supera las apariencias del fuego. Una cosa son los modos y otra las propiedades. Y ya se sabe: las apariencias engañan ---argumentó el hombre del sombrero.
---Ay, me encantan estas charlas aleatorias. Siempre hay alguien que arrebata la agenda de la plática a todos los demás. Y usted, ¿qué salvaría? ---preguntó la mujer deseable al hombre preguntador.
---Todo depende del alcance de la metáfora: ¿mi casa es sólo mi casa, es también el país donde vivo, es además el planeta todo? Los alquimistas enseñaban que el fuego es una cualidad que separa las cosas heterogéneas y cuece las homogéneas ---contestó el hombre como si no quisiera decir.
---Aterricemos, aterricemos. Me repugna este verbo aéreo pero debo emplearlo ante su imprecisión ---dijo el maestro, irritado por haber perdido la batuta de la tertulia.
---A mí me da igual lo que se queme: casa, país o planeta. Sostengo que siempre salvaría al fuego, no a lo purificado sino a la purificación ---acotó el joven que sin saberlo citó a Cocteau.
---Cede, y permanecerás intacto. No intentes salvar nada y no correrás el riesgo de quemarte. ¿Pero si se están quemando los tuyos, los dejarás quemar? Me parece el colmo del egoísmo personal. A menos que, como en mi caso, Bobi casi nunca vaya a frotarse conmigo para encender el fuego de mi hogar ---dijo la señora de melena hechizada por el color.
---Yo veo tres alternativas: la de Prometeo, robar el fuego; la de Empédocles, arrojarse al fuego; y la de los Perfectos, entrar cantando a la hoguera. Si mi casa se quema, intento salvar a los míos. Si el país se incendia, quemo mis recuerdos. Si el planeta se inflama, lo acepto agradecido ---repuso el hombre, nada más.
Significado, significación. O las cosas y el sentido de las cosas. La plática derivó hacia otros temas: el último secuestro inexplicable, la próxima sorpresa nacional. Para eso se junta la gente, para hablar. De tal modo se va contando la vida a ella misma. Pedacería de lo existente. Drama anticipado. Variabilidad.

Fernando Solana Olivares

Friday, May 14, 2010

USTED Y LA SOMBRA / y II

En el artículo anterior se dijo que el encuentro con la sombra lo curará del verbo “hubiera” frente a todas sus acciones, pero antes, como si fuera un agua muy amarga, usted debe beberse el reconocimiento pormenorizado de todo lo que llama su pasado. Procure recordar lo que olvidó, vuelva a contarse a usted mismo aquello que siempre justifica y acepte un hecho irremediable: lo que haya sido, así fue. Si lo hace, su sombra no pasará de largo ante usted sino que se sentará a su lado, se irá integrando a usted.

Formas de reconocerla. Dicen los especialistas que hay seis variantes de la sombra en la vida diaria, seis zonas donde la sombra puede sorprenderse, observarse: en los sentimientos extremos hacia los otros, en la antipatía contra quienes resultan parecidos a uno, en los sentimientos perturbadores provocados en los demás, en las acciones impulsivas, en los sentimientos de humillación, en los enojos ante los errores de los otros. Revise, pues. La exageración afectiva que usted practica es sombra: sus odios extremos y sus admiraciones acríticas; detesta a todos quienes le resultan espejos de usted: eso es sombra; tiende a repetir patrones de conducta que causan el mismo sentimiento alterado en aquellos cercanos: eso es sombra; comete actos inesperados que su razón no decide: eso es sombra; cuando se siente disminuido, ridiculizado: eso su sombra; cuando se encoleriza sin proporción ante las fallas del prójimo: también. Ponga atención a tales momentos. Véalos en retrospectiva, cuando menos. Quizá si llega al final de este método aprenderá a verlos cuando surgen, no después. Pero por ahora, sométalos a revisión. Vea cómo ama y cómo odia. Vea sus antipatías y fobias. Vea sus conductas crónicas según las perciben los otros, no usted. Vea sus acciones inexplicables, sus lapsus. Vea su sentimiento de autohumillación, de ridículo ante los demás. Vea su intolerancia con la gente, con los suyos. Todo comportamiento fuera de lugar proviene de la sombra, toda cólera exaltada, toda vergüenza profunda. De tal manera que es central observar la propia sombra, conocerla y más tarde incorporarla conscientemente a uno mismo. Sin embargo, tratar con la sombra personal no es tan sencillo y si tal tarea no se hace con cautela significará un riesgo antes que una posibilidad.

Los peligros de lo oscuro. Usted sabe lo que es la depresión, una plaga de la época. Quizá la padece. Ese puede ser el resultado de un mal encuentro con la sombra. Lo que se llama “noche oscura del alma” o “desierto interior”. No nada más la indiferencia emocional de siempre sino una sensación de vacío y distancia ante la gente y el mundo mucho más profunda y aguda que de costumbre. Una parálisis interior. Podría descubrir en usted la fuerza necesaria para darse cuenta de que una situación así es altamente benéfica, siempre y cuando estuviera dispuesto a descender al reino subterráneo de su conciencia, pero entonces requeriría hacer más lento su ritmo existencial, desechar la pereza activa de la vida, donde compulsivamente se realizan acción tras acción, y atender las evidencias de sombra que su cuerpo y su mente conocen. Necesitaría además darse tiempo y lugar para estar a solas consigo mismo, salir del ruido cotidiano y buscar el silencio mental, aprender a desarrollar su interioridad, que usted no debe confundir con la subjetividad mental que lo caracteriza. Una vía favorecida para llegar más o menos ileso a la sombra son los sueños. En ellos la sombra aparece generalmente como un sujeto del mismo sexo de quien sueña, más viejo o también más joven, a veces deforme, contrahecho, hostil y amenazante, pero al mismo tiempo atractivo, capaz, poderoso, hasta sabio en ocasiones, portador de mensajes trascendentes y actor decidido en circunstancias especiales. La gente, como afirma un autor, no sabe hasta dónde puede osar sin peligro, si lo supiera se volvería loca de pesar por no haber osado más. Pero la sombra sí lo sabe y por ello es valiente y audaz. Si usted es de aquellos quienes aseguran “no soñar” (más bien “no recordar” lo soñado) váyase a la cama diciéndose que al despertar quiere recordar sus sueños. Si lo hace perseverantemente al fin lo logrará. Duérmase también pensando en su sombra, pensando que durante el sueño la quiere encontrar. Mientras más contactos correctos y conscientes tenga con ella usted logrará que su depresión se convierta en la antesala de un logro personal: la reunión con su sombra, lo que le dará una plena madurez emocional.

Concluyendo apenas. El creador del término “sombra”, Carl Gustav Jung, sugiere un cambio fundamental de actitud u orientación personales para mirar esa parte oculta de cada quien a los ojos y así librarse de la autodesilusión y el autoengaño. Usted ha de considerar a su sombra como un enigma antes que como una enfermedad o un problema, porque según los especialistas el trabajo con la sombra es un trabajo con el alma de cada quien. Usted debe entonces: a) dejar de culpar a los demás; b) asumir su propia responsabilidad emocional; c) avanzar con lentitud en su autoconocimiento; d) profundizar su capacidad de conciencia; e) mantener y aceptar la paradoja que la sombra significa; f) abrir su corazón y volverse vulnerable; g) sacrificar sus ideales de perfección; h) vivirse a usted mismo y al mundo como un misterio. Mantener la conciencia de los opuestos en uno mismo es un signo de la conciencia en desarrollo. El ego teje el mundo y la sombra lo desenreda. El ego apoya lo establecido y la sombra es un agente de la transformación. A estas alturas usted ya debe saberlo: autoayúdese, que nadie lo ayudará.

Fernando Solana Olivares

Friday, May 07, 2010

USTED Y LA SOMBRA / I

Aquello que cultivó, aquello que escondió. Usted ha elaborado una imagen ideal que se ve reforzada por el entorno al que pertenece y con ella se identifica. No siempre puede satisfacerla pero eso no evita que siga siendo su modelo a alcanzar. Lo reforzaron los demás: las autoridades parentales, los maestros, las instituciones, la publicidad, y al mismo tiempo fueron ayudándole a construir una zona oscura donde ha ido escondiendo todo aquello que contradice o compromete su imagen ideal. Metafóricamente a esa zona se le conoce como “sombra” y se desarrolla desde la infancia. Así pues, usted posee una reserva interior de emociones negativas, reprimidas y oscuras: cólera, vergüenza, resentimiento, envidia, deseo. Todo lo que usted difícilmente se dice a sí mismo y que probablemente ni siquiera conoce, que ha sido rechazado por su ego y confinado a la sombra de su conciencia. En ello además hay otros contenidos y recuerdos: facetas infantiles, aptitudes y talentos rechazados, complejos emocionales y fuerzas personales desconocidas. Pero no en balde su reino es la sombra, así que no puede vérsele con facilidad. Huye de la luz de la conciencia, es elusiva y peligrosa. Y si usted tiene poco control y poco conocimiento de su conciencia en vigilia, sobre su sombra no logra tener ni lo uno ni lo otro. Todo aquello que ha venido juntando en su vida tiene un equivalente oscuro e ignorado. Es todo eso a lo que ha dicho no. Para lograr la transformación personal debe intentar conocer su sombra.

La función del espejo. La sombra propia sólo puede verse a través de los demás, en sus características y acciones. Pero sobre todo, en lo que usted proyecta en los otros, en lo que odia y no soporta de ellos. Reúna todos los defectos que usted no tolera en los demás y encontrará un retrato de aquello que está en su inconsciente profundo, en las capas relegadas de su conciencia oscura, que usted vierte hacia afuera y reprueba en otros, tratando así, sin saberlo, de expulsarlo de su interior. Pero la sombra también contiene capacidades y cualidades potenciales no desarrolladas, que fueron ignoradas hace mucho tiempo por usted, la sombra está conectada con la vida en su origen, con lo vital. De ella pueden provenir entonces fuerza y creatividad que ahora no posee. Una de las causas de sus malas relaciones humanas es el encuentro con la sombra, que sale de las profundidades de su interior a través de otros. Los otros no son, nunca han sido responsables de lo que usted les atribuye. Un viejo dicho afirma que “nadie le hace nada a nadie”. Así que más bien concéntrese en observar aquellos rasgos de los que antagoniza para conocer los propios. La sombra es áspera, ruin y ruda, aunque solamente en la primera etapa del contacto. Es peligrosa y violenta, y sustancias como el alcohol la convocan implacablemente. Esta es otra vía de conocimiento sobre su sombra: piense en usted alcoholizado, vea a los otros. Aquellos desagradables rasgos que se repiten son lo que se agazapa en la oscuridad. Usted debe aprender a tratar con su sombra.

Cazando sombras. El humor es un lugar donde la sombra se expresa, en los chistes sucios, en los dobles sentidos, en las acciones involuntariamente cómicas. De pronto surgen emociones ocultas en la conciencia, lo que está en el inconsciente irrumpe sin control: son momentos lúdicos de sombra. Revise su humor personal. Si tiene poco, usted es dueño de una sombra reprimida que no suele divertirse. Su distancia hacia ella es considerable y eso es grave. En cambio, si le gustan razonablemente los chistes sucios, los albures o hacer payasadas de vez en cuando, su sombra se expresa en un tono más o menos normal pero en la práctica también ajeno a usted. La sombra, en sus diversas facetas, siempre actúa por su cuenta, porque todo lo que viene del inconsciente quiere salir a la luz, hacerse acontecimiento. Quizá a estas alturas usted se habrá dado cuenta de que toda metamorfosis personal consiste en conocerse a uno mismo, y que sólo se conoce lo que se comprende. No es una empresa fácil, porque usted se compone de dos entidades divididas, una pública y otra oculta. La primera de ellas resulta una construcción de su biografía y la otra es una entidad desconocida, tan negada por la conciencia que ni sabe que la niega. Entonces trátase de cazar a la sombra. Piense en ella, no se le rinda pero no huya. Todo tesoro está guardado por monstruos. Tanto el tesoro como los monstruos son la sombra de usted. Descubrirla lo hará más valiente y lo enriquecerá.

Cuando ella viene. Se afirma que el encuentro con la sombra ocurre a la mitad de la vida, cuando suelen depurarse y a veces cambiar los valores, pero que es muy frecuente seguirse de largo y dejarla pasar. ¿Cómo es ese encuentro? Desde luego cambia según la escenografía vital de cada quien ---ya se ha dicho que la sombra se presenta frecuente e inopinadamente todo el tiempo en la vida cotidiana---, pero significa sobre todo un reconocimiento del pasado. Y nada más sucede cuando hay pasado suficiente detrás de uno. Así que usted está en mitad de la vida o llegará inevitablemente a ella, tal vez ya está cerca del final y pudo tramitar su encuentro con su sombra. O la dejó pasar. Supongamos que no, que aún es tiempo de ir a su encuentro, porque ignorarla sería una pérdida irreparable para usted. Digamos, pues, que llegó a un punto del que no hay retorno: lo que hizo, lo hizo, y lo que no, no. Sobran los lamentos y la autoconmiseración. Su vida pasada está detrás de usted y es irreparable. El encuentro con la sombra lo curará del verbo “hubiera” frente a todas sus acciones anteriores.

Fernando Solana Olivares

Saturday, May 01, 2010

CUANDO LOS DURMIENTES DESPERTEMOS

La frase, aquí modificada, se debe al título de una reseña de V. S. Pritchett sobre Archipiélago Gulag, la abrumadora crónica del horror estalinista escrita por Alexander Solzhenitsin: “Cuando los muertos despertemos”. La leyó Martin Amis, quien la cita en su lóbrego y casi insoportable Koba el terrible (Anagrama, Barcelona, 2004), diciéndose a sí mismo: “Sí, eso es lo que toca ahora… Y no ha sucedido”.
La leo yo también y coincido: sí, eso es lo que tocaría ahora, pero no ha sucedido. Dormir y morir son sinónimos metafóricos; afirmar entonces que nosotros los mexicanos somos un pueblo de durmientes es una manera de aludir a la muerte civil que hasta ahora nos caracteriza: no sólo a los tantos muertos que ya están muertos sino sobre todo a los muchos vivos que viven como si estuvieran muertos para todo lo que ocurre más allá de su idiotismo, de su apremiante encierro en lo particular.
Pero la imaginación, aquella loca de la casa mental que no acepta restricciones narrativas ni obedece obstáculos formales, puede solazarse en la hipótesis de un despertar colectivo, o cuando menos suficientemente mayoritario, el cual podría ocurrir a) por la fuerza de las circunstancias, b) por la ciclicidad de los procesos nacionales, c) por la intervención de los dioses, d) por cualquier otra causa fortuita y desconocida.
Cuando los durmientes mexicanos despertemos será posible exigir masivamente y acaso lograr la despenalización de todas las drogas como única política pública capaz de derrotar al narcotráfico y sus fenómenos de descomposición concomitantes. La argumentación para fundamentar dicha legalización no solamente es objetiva y está originada en todo el espectro ideológico de la modernidad, sino que se basa en una lección histórica cercana que el sentido común logra comprender de inmediato.
Hasta Milton Friedman, profeta neoliberal de la derecha económica y política, enunció en fecha tan lejana como 1991 varias razones para ello, que Jaime Sánchez Susarrey glosó así recientemente (Reforma, 10/IV/10): 1. La guerra contra las drogas genera violencia, su despenalización la reduciría y permitiría dedicar recursos efectivos y considerables a la seguridad pública; 2. Las drogas, como el alcohol en el momento de la prohibición, son más riesgosas cuando se prohíben pues las sustancias que clandestinamente se les agregan suelen ser más letales; 3. El Estado no puede sancionar la libertad individual para drogarse mientras este derecho no afecte a terceros; 4. La legalización de las drogas no hace aumentar su consumo, como demuestran las estadísticas al respecto; 5. La inconveniencia de legalizar las drogas es sostenida, sobre todo, por quienes están encargados de combatirlas, debido a los inmensos presupuestos que se destinan para tal efecto; 6. La negativa a liberar el mercado de las drogas significa la protección económica del monopolio de los cárteles; 7. Las víctimas inocentes de la guerra contra las drogas son éticamente inaceptables.
Cuando los durmientes mexicanos despertemos será posible rechazar el trasfondo moral que priva en la guerra contra las drogas, esa visión fundamentalista propia del totalitarismo antidemocrático que otorga al Estado un poder indebido sobre lo que es bueno y lo que es malo para el cuerpo y la mente de los ciudadanos. Será posible rechazar una guerra que “es mantenida de un modo esquizofrénico por gobiernos que deploran el tráfico de drogas y a su vez son los principales garantes y patrones de los cárteles internacionales de droga”, como escribe Terence McKenna, entre otros. Al despertar sabremos del engaño inherente a una confrontación que no se hizo para ser ganada sino para prologarse indefinidamente, porque los beneficios ilícitos del narcotráfico son compartidos por los dos bandos en pugna: los buenos y los malos, la cual sirve asimismo para el control social policiaco militar ejercido por gobiernos “democráticos” con el pretexto de proteger a los ciudadanos.
Cuando los durmientes mexicanos despertemos no creeremos más en un sistema nihilista y destructivo que se empeña en reducir la vida de los sujetos al mundo de los sentidos, al mundo de la superficie material y sus envolturas brillantes, así éstas sean un espejismo inaccesible para las grandes mayorías. No creeremos ya en la propaganda tóxica de la videosfera, en el envilecimiento mental y cognitivo de las cadenas televisoras hegemónicas. Y no creeremos en un sistema político autista, alejado del interés colectivo, de la noción del bien común, donde derechas, centros e izquierdas son tan similares como indistinguibles entre sí. No creeremos en una Iglesia hipócrita ni en un sistema de justicia venal, tampoco en la humillación sistemática de los intelectuales que subastan su capacidad crítica ante el poder del dinero, el poder de la pantalla, el poder del poder. Al despertar no creeremos en todo eso, ¿entonces qué?
El hundimiento del valor de la vida, signo de estos tiempos sin síntesis, lleva a los muertos a despertar. Diría Martin Amis, comentando un asunto aún más grave, que la realidad es que las realidades han dejado de tener valor. Y si el sueño colectivo de los mexicanos, ahora una franca pesadilla, nos lleva al despertar, bien valdría la pena preguntarse por la naturaleza misma de tal situación. Terminado el sueño irrumpe la vigilia, que para muchos podría ser simplemente insoportable pues veríamos cara a cara el rostro verdadero de lo que entre nosotros es. Aunque siempre es un primer paso inevitable: abrir los ojos, desperezarse, acometer.

Fernando Solana Olivares