Monday, May 12, 2014

AGREGACIONES.

El planteamiento de Alfonso Cuarón es tan básico que no debiera tener que hacerse en un desplegado: discutir con seriedad parlamentaria y gubernamental la reforma energética más favorable para el interés nacional. La apelación es similar a aquella de Peter Sloterdijk que propone abrir un urgente intervalo de reflexión sobre el vertiginoso estado de las cosas. No será así, por desgracia, y la reforma energética largamente acariciada por las compañías transnacionales abrirá las puertas de par en par a la codicia inagotable del capital y dejará caer las migajas de sus ganancias ---el reparto capitalista de la riqueza--- entre los mexicanos “dueños” del petróleo. Las cámaras votarán apresurada y acríticamente las leyes decididas en otras oficinas, y en esa prisa irreflexiva estará un significado: no son ellas quienes deciden sobre el país. O llevarán a cabo los debates mediáticos producto de la presión y se legislará a fin de cuentas como estaba previsto en el manual neoliberal: más desregulación, más privatización, más disminución del gasto social. Un hombre perspicaz argumentó que no conseguimos entender las decisiones de la política porque no es en el mundo de la política donde se toman tales decisiones. El cambio estructural que las reformas neoliberales peñanietistas intentan imponer en favor del gran capital requiere la dosis autoritaria y represiva que las historias latinoamericanas y mundiales muestran en todas las sociedades donde se ha impuesto. Esta restauración priista que parece haber llegado para quedarse indefinidamente en medio de una profunda crisis partidaria, si bien propia de la crisis de representación actual de los partidos electorales en prácticamente todas las democracias, a la vez típicamente mexicana: el PAN es un engendro y el PRD también (o sus dirigencias, siendo justos, pero esos partidos son sus dirigencias) y para efectos prácticos los dos están cooptados por Los Pinos. Hasta ahora el movimiento de López Obrador ha jugado solamente un papel testimonial. No hay contrapeso entonces a un control político cuya hegemonía también presenta, a la mexicana, zonas harto fallidas. En medio de una espiral de violencia que va acrecentándose a pesar del esfuerzo gubernamental por invisibilizarla antes que por resolverla ---apenas ayer mataron a un catedrático morelense y a su esposa en su propia casa, durante la semana hubo 30 muertos en Tamaulipas por enfrentamientos armados, las autodefensas michoacanas multiplican su ejemplo y comienzan a mencionarse municipios de Jalisco que habrían formado grupos similares, cuyo nombre, según el vocero del movimiento, José Manuel Mireles, no gusta al gobierno por lo que hace evidente: su incapacidad. Aunque Alfonso Cuarón no pidió a Peña Nieto discutirla, otra reforma esencial donde está actuando el autoritarismo del gobierno y el interés de los poderes fácticos es la de las leyes secundarias de la reforma de telecomunicaciones, un paso atrás, como lo demuestran las organizaciones civiles especializadas, en derechos ya conquistados de libertad comunicativa e interés público. El intento de control de internet ha sido atemperado por la protesta en las redes sociales, una movilización política a la cual el gobierno le da especial valor. Sin embargo, continuará la tendencia regresiva neo modernizadora del régimen actual, tan nuevo como viejos son sus afeites ideológicos, pues la tecnocracia en el poder no cree todavía en aquella inviabilidad que el marxismo ve en el capitalismo democrático: la imposible conciliación de la igualdad ante la ley con la desigualdad material, aunque acepta que ésta provoca crecientes insurrecciones sociales que se deben controlar. Entonces, que se vaya cambiando la ley. José Vasconcelos, un centauro mexicano que acabó baldado y amargo, resentido con el país que según él lo abandonó después de hacerlo ganar las elecciones de 1929, le dijo a su entrevistador en España donde se había exiliado: “Acabo de ver una placa que recuerda el lugar en que estuvo preso Cervantes; tal es el ritmo de nuestra historia: en la cárcel el genio, y en el poder, los idiotas”. Lo anterior no es insulto sino descripción semántica y semiótica: alude a todo aquel encerrado en lo particular, y no hay tecnócrata que no lo esté. Es la paradoja perversa del reformismo peñaniético: hacer pasar como de interés general lo que proviene del interés del capital y sus gestores políticos. Una confiscación del sentido o un engaño: da igual. Fernando Solana Olivares.

BUSCANDO EL SENTIDO.

El sentido del mundo se encuentra entre las cosas. De no estar ahí es un falso problema pues es inútil buscar lo que no existe. El sentido de la existencia se localiza donde uno está. Y como el ensueño (la raíz del mal, según Simone Weil) nos evita estar completamente donde estamos, el sentido se escapa porque la atención se halla constantemente distraída. Entonces el sentido no es más que la atención misma. No lo que se ve sino cómo se ve; lo intensa, atentamente que se mire el fenómeno. Lograrlo sin duda es un arte, una iluminación. Todo acto creativo de cualquier tipo supone el cultivo de esa virtud, cuyo desarrollo sostenido es la enseñanza de muchos si no es que de todos los caminos espirituales y estéticos: Proust escribe que toda virtud es energía, y la atención lo es. En tal lógica, pues, debe aceptarse algo muy difícil: que el acontecimiento es adorable porque representa la forma que lo real elige para ser. ¿Cualquier acontecimiento? La respuesta es sí, cualquiera. He ahí la insalvable dificultad de no seleccionar las cosas y aceptarlas conforme aparecen. Maximiliano tuvo ese temple en los últimos días de su efímero imperio mexicano. Pero antes no. Alfonso Reyes, quien no parece apiadarse de la infortunada pareja, dice de Maximiliano aquello evidente: mucha gente le abrió los ojos sobre las adversas condiciones de su aventura pero él no quiso hacerlo, tercamente enamorado y empeñosamente ambicioso de un “juguete explosivo”. Sobre Carlota también opina con justicia casi objetiva: arbitrariedad, entrometimiento y audacia ignorantes, “más cuando viste faldas”. El biógrafo Conte Corti recuerda que mientras más adversa se hacía la suerte del emperador, más crecía su pundonor y su figura. Era el primero en las líneas de fuego de las trincheras del sitiado Querétaro, acaso buscando un balazo heroico que pusiera fin a lo que estaba por suceder. Se preocupaba por los pocos leales que lo habían seguido más que por él mismo como si asumiera un sacrificio heroico. El día que los sitiadores juaristas tomaron Querétaro y aprehendieron a Maximiliano sonaron las campanas de todos los templos y la ciudad cantó “Mamá Carlota” como un satírico y vociferante adiós. Para ese día la demencia ya actuaba en la joven y abatida emperatriz que había viajado a Europa para implorar inútilmente a Napoleón III ---el artífice del imperio enfermo, según Reyes, de aquella epidemia de estupidez que cundió por los tronos de Europa a mediados del siglo XIX--- que ordenara la permanencia de las tropas francesas en México, y suplicar al papa la buena voluntad del clero mexicano hacia el fugaz emperador, enemigo suyo por la ratificación de las leyes juaristas de desamortización de bienes de manos muertas. Otra asimetría del personaje: emperador ungido ilegalmente y gobernante liberal. Carlota deambulaba entonces por los solitarios salones del palacio de Miramar clamando que su esposo era el soberano del universo. Viviría hasta anciana en el castillo belga de Bouchot con el espíritu trastornado por monomanías persecutorias. Antes, en sus raptos de lucidez, pudo saber el desenlace del atrevimiento mexicano y acaso lamentar el costo de la trágica frivolidad. El vicio de Maximiliano fue escuchar solamente lo que quería oír. Vivía un ensueño metódico: pedía consejo a otras personas, pero al final seguía sus íntimos deseos. Y a su alrededor dejaba correr la opereta mexicana de tres intrigantes ventajosos y al fin meros aficionados políticos: José María Gutiérrez de Estrada, José Hidalgo y Juan Nepomuceno Almonte, para establecer un imperio salido de la nada, una ocurrencia entre delirante y fantasmal. ¿Dónde estuvo el sentido en todo ello? En su mero suceder. No en las moralejas que podrían desprenderse de lo ocurrido, en la perspectiva diacrónica o historiográfica que la efeméride ofrece, sino en lo inmutable o fijo, en la perspectiva sincrónica del hecho humano donde una y otra vez se repite la condena de la conciencia que confunde la naturaleza de lo real y proyecta en ella, falseándola, su subjetividad, su tóxico ensueño. “La percepción librada de la imaginación es discernimiento”, escribió Simone Weil. Los nuevos espacios de significación de los fenómenos deben surgir contra el sentimentalismo que confunde el deseo con la voluntad, el hecho en sí mismo contra su interpretación emocional. Es toda una tarea, dicen las voces autorizadas, ver el mundo como éste de verdad es. Mirarlo así es desprenderse de todo lastre cultural para saber que vivimos entre espejismos mentales: la desatención. Fernando Solana Olivares.

Thursday, May 01, 2014

HOMERO EN ARACATACA.

Se van yendo uno a uno y no terminan: esta oscura desbandada. Ahora se fue el mejor, otro Homero de la lengua española, el narrador hipnótico cuyas historias establecieron una correspondencia emocional con sus arrebatados lectores, que en adelante recordarían como una fecha de revelación personal cuando leyeron su primer libro de García Márquez. Más aún si éste hubo sido Cien años de soledad. La razón de ello tiene que ver con una poderosa mezcla de lo específico con lo universal, construida con el tiempo verbal del mito que condensa la eternidad, bien sea de la acción contada o del recuerdo que se cuenta: decir de algún personaje que “recordaría siempre” algo es colocarlo en un espacio donde aquello que pasó continuará pasando. La generosa literatura de García Márquez está nutrida por un imaginario colectivo donde se asientan los arquetipos, los patrones originales de las cosas. De ahí la identificación profunda que provoca esta suma de narraciones cuyo ancestral precepto es contar bien una historia, celebrando así la gramática de la pertenencia mutua desde que el mundo humano es tal. Un pájaro amarillo ronda desde ayer en la ventana. Va y viene como si quisiera entrar a donde escribo: ojalá y pudiera entrar a lo que escribo. Reparo en la señal garciamarquiana del color amarillo. Su amigo, el sabio Ramón Vinyes, lector de alguno de sus manuscritos, aconsejó a García Márquez que sustituyera los nombres de ciudades y lugares reales por otros imaginarios para darle una dimensión mítica a su universo narrativo. Así Macondo se volvió perdurable. Por esos días de 1950, estando convaleciente en Sucre, García Márquez recibió de Vinyes y otros amigos obras de Faulkner, Virginia Woolf, Dos Passos, Hemingway, Steinbeck, Caldwell y Huxley. Críticos como Jacques Gilard destacan el encuentro del escritor colombiano con Faulkner, sobre todo, quien le mostrará ciertos recursos estructurales que harán perfecta una obra que aspiraba a serlo desde su aparición. Las críticas tempranas a los primeros cuentos de García Márquez saludan al escritor largamente esperado por las letras nacionales. Su aprendizaje es intenso y sucede desde el periodismo, un oficio del lenguaje que el joven escritor ejerce con talento, energía y pasión, de modo paralelo a su obra literaria. Ahí hace ciencia de su arte al publicar en El Heraldo de Barranquilla la columna “La Jirafa”, firmada con el seudónimo Septimus a lo largo de unas cuatrocientas entregas. Antes de ello, en El Universal de Cartagena, ha publicado su antecedente, la columna “Punto y aparte”. En tiempos de convulsión política y violencia pública, históricamente muy oscuros, García Márquez utiliza en sus columnas un tono humorístico e irónico de distancia inteligente para tratar innumerables temas, hasta el tema de no tener tema que tratar. Es una forma de sortear la censura mediante una superficie lingüística que se multiplica sin cesar y le enseña maestría prosística. El exitoso periodismo que inició ocho meses después de publicar su primer relato de ficción significó, según afirma la crítica, una inaplazable escuela de estilo, el aprendizaje de una retórica original que su genio convirtió en mitografía, en supraliteratura, en patrimonio emocional de la memoria común. Por otra parte, existe una transubstanciación entre el momento colombiano mismo y el gran tema garciamarquiano de los universos afectivos que conocieron la felicidad y ahora se desmoronan y pierden para las familias incapacitadas en el paso del tiempo fatal y en el símbolo polivalente de la casa, cuando ya no hay tiempo redentor alguno sino solamente el “hubo una vez” del consuelo narrativo. El Espíritu sopla donde quiera y quiso hacerlo en Aracataca. En la costa caribe colombiana donde García Márquez tuvo “la buena suerte de nacer”. Las hadas que lo recibieron en el mundo le contaron historias transpersonales, una red hecha de palabras, gente, sucesos, lugares, insólitas memorias del sitio de llegada, una polifonía del realismo fantástico con el riguroso compás de las tragedias clásicas a lo largo de la literatura universal. El pájaro amarillo no ha vuelto a asomarse por la ventana. Mientras tanto abro Crónica de una muerte anunciada. Volveré a leerla y será siempre nueva, como si fuera leída por primera vez. En la alta fantasía llueve, escribió el Dante anticipando a García Márquez. Él mismo dijo: los fueros desaforados de la novela. O su canónico universo de ficción. Fernando Solana Olivares.

LUNA ROJA.

Eclipsa sobre el cielo y lo tiñe de una coloración premonitoria. Sangre o incendio: la crucifixión. Debe uno salir del brutal significante del martirio divino para mirar el dolor del Gólgota y entenderlo de otra manera, simbolizarlo distinto. El dolor es una lección, el placer es un gasto. Aunque debe haber límites en su representación, términos medios. A menos que se trate de los viejos ritos bestiales del mundo invertido donde los hombres matan a los dioses. Aun las sobre actuaciones son parte de la puesta en escena, juego de contrarios. El violento escenario de la crucifixión como tragedia cósmica captura la mente y congela el alma. Contiene una culpa humana que no explica el sacrificio divino. En otra narrativa se dice que la cruz es el signo de la mediación, y que su elección crística obedece a un recordatorio metafísico de la tarea del ser humano: mediar entre sí, mediar con la naturaleza, mediar consigo mismo. Elémire Zolla va más allá y escribe que la crucifixión, “la más atroz y gloriosa de las fechas”, tiene por arquetipo las tres cruces y sucede cuando se encuentran el martirizado y el contemplativo. La cruz es símbolo del estado contemplativo, de una quietud que excede los sentidos. Cómo conciliar, se pregunta, la quietud atenta y reposada con la máxima tortura. Los padres griegos hablaron de la realidad de la crucifixión y de la impasibilidad del espíritu de Cristo en ella. Los nestorianos y el islam dijeron que el sacrificio radical sólo fue aparente. Una manera retórica de escapar a su contradicción. La luna se vuelve roja cuando anuncia cosas. Zolla cuenta que los padres griegos hablaban de apatía, la que no significaba no sentir sino no consentir. Agotar las opiniones tanto propias como ajenas y alcanzar la indiferencia respecto de los valores profanos individuales y colectivos. Se contempla cuando se miran los significados de la realidad en un estado de quietud. Si la contemplación se logra puede irse más allá de las cosas, hacia su significado. Un poema de Sa’di citado por el ensayista dice: “Vacíos, consumidos, muertos estaban sus corazones/ porque no se habían adentrado por el camino/ que va del mundo de los significantes al de los significados”. Significante se traduce como forma, imagen, circunstancia, documento. El poeta persa enseña, según Zolla, que quien permanece entre los significantes se condena a vivir en la vaciedad de lo aparente. Quien contempla, en cambio, atiende el misterio por el cual algo es en lugar de no ser, y en ocasiones logra una identificación total con el objeto. Las formas, imágenes, circunstancias y documentos de la crucifixión ocultan más de lo que muestran y lo que muestran lo sentimentalizan. El escarnio del cuerpo esconde aquello más importante, el profundo significado complejo del Viernes Santo, un gran guiñol sagrado hecho de tantas composiciones. “Hendid la madera: yo estoy allí; levantad la piedra y me encontraréis allí”, proclama Jesús en el Evangelio gnóstico de Tomás. Del significante al significado. Cuando lo antes no advertido abre nuevos espacios de significación. Pero como hasta el lenguaje tiene horizontes emotivos, el sentimentalismo impide salir de los espejismos del lenguaje, del mundo de la superficie. La luna roja tiñe la crucifixión de sangre y agonía, un teatro metafísico que supera la dicotomía significado-significante: dolor y doliente, víctima y verdugo, muerte y liberación. Por ello tiene un revés esotérico, otra interpretación como una fecha integral para conmover la mente y el corazón humanos. Aunque hoy en día las historias sagradas son ignoradas por la misma gente, advierte Zolla, que se deja engañar cotidianamente por los fabricantes de imágenes políticas, por los productores de publicidad. El crédulo racionalismo escéptico no puede usar las imágenes según enseña la ciencia correcta: pasando de la interpretación literaria a la simbólica. Siendo analfabetos simbólicos, nosotros los posmodernos hemos reducido la imaginación. El consejo de Zolla para preservar el significado en medio de la superficial vorágine de los significantes es cambiar constantemente de palabra para nombrar la cosa. Las palabras son perspectivas. Que la tarde no nos sorprenda usando la palabra (la perspectiva) empleada por la mañana. Hay un momento inmóvil a las tres de la tarde del Viernes Santo. El tiempo se detiene entonces. Hay quienes creen que dicho instante contiene un portal estelar de geometrías cósmicas. A dónde lleve no se sabe. Pero sí se sabe que algunos intentan entrar. Fernando Solana Olivares.