Friday, July 28, 2017

FAUSTO EN AGONÍA / y II

Y los tiempos cambiaron, pero no en el sentido anhelado por las utopías. Los signos de dicha mutación son abundantes. Desde la supresión de la ventana (o su reducción) y el carácter de prisiones monumentales que cobra la arquitectura de fines del siglo XVIII y principios del XIX, hasta llegar al estilo colmena o columbario ---“netamente animal”--- propio de los hacinamientos actuales en fraccionamientos, condominios y multifamiliares que han cancelado el espacio vital y la privacidad de las personas. Desde la reducción de la moral del hombre fundada en la libertad interior sostenida por Kant, hasta llegar a la libertad absoluta para la violencia y el crimen que postuló la filosofía de Sade y hoy se practica en todas partes. Desde la revolución industrial en principio liberadora de los seres humanos, hasta su creciente eliminación del espacio del trabajo o su conversión en una mera máquina para trabajar en las cadenas de producción en serie, aquella repetición inhumana en la que Simone Weil percibe la irrupción del mal. Desde las nociones ancestrales de la economía (administración de la casa humana o apacentamiento de los bienes de los hombres, como los llama Murena), hasta el horror económico donde el poder abstracto del dinero se coloca por encima de todo: gente, países, biotopos, credos religiosos, valores morales. Desde la Revolución Francesa que mediante el Terror y su sangrienta guillotina promulgó la libertad, la igualdad y la fraternidad del género humano, hasta desembocar en las guerras de movilización total iniciadas por Napoleón, guerras globales características de la modernidad y aquellas en las cuales se ha evaporado cualquier sentido para sus participantes salvo el de ser carne de cañón en las matanzas de millones. Afirma Murena en La metáfora y lo sagrado, una de las reflexiones estéticas y espirituales más reveladoras de los últimos años, que en el campo de las artes la deificación del hombre tuvo como consecuencia “la destrucción de la figura del hombre”. La deformación de la imagen antropocéntrica será un camino sin regreso hasta llegar al “punto cero” de la actualidad, desde lo demoniaco y lo caótico hasta la burla paródica, desde lo onírico mecanizado hasta la mirada artificialmente pura del Impresionismo, desde la conversión de los seres humanos en muñecos, monstruos, espectros, animales, zombis o máquinas, hasta la supresión absoluta de la figura humana y aun del sentido de la representación en el arte abstracto. Y en el resto de las artes es igual. Nos acercamos cada vez más a aquella “muerte del hombre” anticipada por Michel Foucault y radicalmente prevista por Nietzsche al hablar de la muerte de Dios. La agonía de Fausto consiste así en el final de la condición humana según el modelo del Renacimiento y de la Ilustración: la de un ser humano capaz de definirse libremente a sí mismo y de actuar con responsabilidad. Comienza a superarse el límite de la integridad humana al ceder cada vez más decisiones individuales y colectivas ante los sistemas tecnológicos que ignoran el libre albedrío de la persona y disuelven su capacidad política, según observan filósofos contemporáneos como Eric Sadin. Su propuesta no es rechazarlo todo en bloque sino difundir discursos opuestos a los que producen y sobresocializan los medios masivos y sus think tanks neoliberales. Pensar distinto a la reiterada y extendida ideología que presenta el modelo de sociedad actual como un horizonte inevitable, ese sí determinista y fatal. Y sin embargo, aun en esta descomposición profunda hay esperanza. Otros signos anuncian un cambio trascendente de paradigma que ya ocurrió tanto en la ciencia verdadera como en el conocimiento real. Un misticismo “sobrio”, según le llama Koestler, nacido en el laboratorio, en el cual vuelven a confirmarse las “correspondencias” y “simpatías” del Todo-Uno, de la parte contenida en el todo o la parte continente del todo postulada por el pensamiento humano desde la antigüedad. Dicho en breve: una noción de ininterrumpida totalidad que refuta la idea de que el mundo sea analizable en partes separadas e independientes entre sí. Un flujo común de la mente y las cosas enunciado en el principio de complementaridad de la física moderna, enseñado ya hace milenios por el pensamiento hindú. Así, las fronteras entre la física y la metafísica van quedando disueltas. Si hay tiempo histórico, de ahí nacerá otro proceso cultural. Fernando Solana Olivares

Friday, July 14, 2017

MENTE PLENA Y ATENTA

El neuropsicólogo Álvaro Bilbao ha tomado un término hindú para definir el estilo de atención actual que lleva a la mente a saltar de una cosa a otra, en un ir y venir permanente donde se interrumpe a sí misma y a los demás: monkeymind. La mente es un mono, dice la enseñanza tradicional, que va de un objeto mental a otro como el mono va de rama en rama. Si no tiene objetos para desplazarse los inventa. Los científicos hablan del “yo vertical” que exige la lectura, contra el “yo difuso” que embebido se hunde en la pantalla. Una excelente nota de Joseba Elola (El País, 25.06.17), “La era de las mentes dispersas”, congrega opiniones autorizadas sobre el tema, una plaga de descerebramiento colectivo según muchos, o un nuevo horizonte conceptual dicen otros. La profesora Gloria Mark compara la compulsiva tendencia a checar el teléfono ---entre 80 y 110 veces al día, dice el periodista de acuerdo a estudios--- con la búsqueda de una gratificación. La expectativa de la misma es suficiente para volver una y otra vez a buscarla. La última no muy conseguida novela de Aldous Huxley, La isla, pone en escena unos pájaros cuya función es repetir a todas horas una sola consigna: “Atención, atención”. El budismo zen afirma que todos los problemas son por falta de atención. Y la profesora Mark completa esta idea: mientras más neurótica e impulsiva es una persona menor es su capacidad de concentración. Hace no mucho Ginsberg escribió que había visto a las mejores mentes de su generación destruidas por las drogas, luego tuvimos que decir: destruidas por el poder y el dinero. Ahora escasamente diremos: destruidas por el teléfono inteligente para usuarios embrujados (el término es de Heidegger respecto a la tecnología). La filósofa Simone Weil va más allá de todo esto para afirmar que la raíz del mal es el ensueño, y que todo ensueño es un acto de desatención. En la atención ella contempla un esfuerzo moral sostenido, una virtud mediante la cual cada quien cuida mentalmente de sí mismo y así cuida a todos los demás (esta es una fórmula del budismo antiguo). Para ella, esa virgen roja, la mente errante es una mente infeliz. La atención representa el soporte y el vehículo para alcanzar estados de felicidad. El viejo I Ching advierte que los pensamientos del hombre noble no van más allá de su situación. Concentrarse es estar en la situación. Byung-Chul Han recicla con brillantez lacónica la imagen de la desaparición de los umbrales en el mundo actual: las distinciones entre ahí y aquí, invisible y visible, conocido y desconocido, inhóspito y familiar. De ahí la visibilidad total y la disponibilidad absoluta en el mundo actual. El mundo de la red, escribe este pensador, no tiene historia, es un “tiempo-ahora” que va de una cosa a otra y sin duración, un veloz encadenamiento de fragmentos que impide cualquier demora contemplativa, cualquier atención sostenida, la única que hay. El arcaísmo al que suenan términos como verdad y conocimiento consiste en que remiten a la duración. Nada dura, salvo la desatención, calculada en ocho, nueve segundos para que aparezca en el televidente cada vez. Una hipótesis hermenéutica avanzada propone que la caída contada por el Génesis alude a la pérdida de la atención, del nivel mental unificado que debió caracterizar alguna vez a los seres humanos. Kafka cuenta que los hombres fueron expulsados del paraíso por impacientes, y que no pueden volver a él por lo mismo. Impaciencia=desatención. Lo paradójico del tema es que el desarrollo de la atención es casi democráticamente accesible, y cualquiera puede practicar todos los días el desarrollo de la atención y la concentración ---funciones asociadas--- poniendo al cuerpo en una posición fija determinada y atendiendo la entrada y la salida del flujo respiratorio más las percepciones, las sensaciones y los pensamientos. Doctrina de la aparición simultánea modificada: cuando se extiende el entretenimiento desatento de la mente masiva, muchos se entrenan en cultivar la atención plena en el momento presente, una psicofisiología de la atención. Es un nuevo capital social que definirá abruptamente a las personas: serán los dormidos y los despiertos de los gnósticos. En eso consiste la resistencia tardomoderna de la aristocracia del espíritu, accesible a cualquiera que la practique. Junto con la lectura, es el superpoder que nos queda. La mente está en calma cuando está atenta. Dice el gatta meditativo que entonces todas las cosas lo son. Fernando Solana Olivares

Friday, July 07, 2017

SUPRIMIR LA MEMORIA

O reducirla, como un paso más para su desaparición. El neoliberalismo se funda en el olvido de lo anterior y de lo distinto. Y todo aquello que es distinto lo es porque se establece en la memoria, esa acumulación del tiempo que provee de origen y pertenencia. La conciencia sin memoria no es conciencia. El homo sapiens se construyó desde un pasado que solamente se conoce en el momento temporal donde el individuo está, así el presente personal y colectivo se enriquece, vivifica la tradición cultural (la memoria) de la que proviene, la convierte en un contenido concreto y con ella logra vislumbrar el tiempo futuro. De la nada sale nada, de la desmemoria también. La visión tecnocrática educativa del pensamiento único avanza para establecer esa condición postmexicana que propone Roger Bartra como una característica de lo actual. En ella se han evaporado (o “eficientado”) contenidos curriculares de la enseñanza de la historia patria en primaria. Y aunque es parcialmente cierto que la palabra patria es parte de aquella reserva de signos cuya época de validez principal ha terminado (Sloterdijk), la construcción de la identidad personal y pública todavía requiere conocer los procesos del pasado común, colectivo, aquel que a pesar de las intencionadas amnesias neoliberales sigue determinando instituciones, estructuras y mentalidades postmexicanas. La prensa informó recientemente (Laura Poy Solano, La Jornada) que el estudio de las culturas precolombinas, de la Conquista y de la formación del mundo moderno son contenidos “reducidos” para lograr un aprendizaje “más profundo” de los alumnos de primaria y secundaria, según el inconvincente y fútil secretario de Educación Pública. La Conquista se limitará a la revisión superficial de la caída de México-Tenochtitlán, y el estudio del periodo de la Colonia, con su profunda riqueza cultural y sus todavía vigentes desigualdades sociales, también quedará cancelado. Es de suponer que tampoco la Independencia y el proceso de construcción de la identidad nacional en el siglo diecinueve, un periodo histórico esencial para la vida democrática y la soberanía nacional, serán enseñados en clase. De la misma manera, la complejidad política, económica y social de la Revolución Mexicana, sus tantas reivindicaciones pendientes, sus orígenes porfiristas, las luchas sociales que le dieron origen, su esquizofrénica institucionalidad revolucionaria posterior, el priísmo hegemónico, la nacionalización petrolera, el 68, nada de eso será conocido por los niños mexicanos. Nunca sabrán, por ejemplo, que desde la mesa de redacción de El Siglo XIX Francisco Zarco, benemérito de la patria, escribió que la igualdad sería la ley de la República, el único mérito las virtudes, la manifestación del pensamiento libre, los negocios del Estado examinados por los ciudadanos, todo ello a partir de la inviolabilidad de la vida humana y de la libertad general. No sabrán que este programa político está enunciado desde entonces y pendiente de convertirse alguna vez en realidad. La reducción curricular neoliberal para “profundizar” el aprendizaje es una operación ideológica que pretende evaporar los referentes comunes e históricamente distintos para reiterar la monocultura actual. El pensamiento único existirá en tanto pueda impedir la consideración de cualquier otro modelo civilizacional. La tecnocracia educativa privilegia las metodologías porque las convierte en contenidos en sí. Lo mismo que la tecnología, que no es un medio sino un fin, los proyectos educativos neoliberales son impuestos por la globalización como innovación y progreso. Ignorar el pasado es un progreso. El secretario de Educación Pública repite donde puede el mantra “aprender a aprender” como beneficio de su reforma. Es dudoso que haya leído el libro del maestro sufí contemporáneo Idries Shah llamado igual. En él este gran pedagogo afirma que el conocimiento de sí mismo implica un conocimiento de la forma de pensar de nuestra sociedad: “Viéndose a sí mismo con ojos ajenos”. Las nuevas generaciones no se conocerán a sí mismas porque ignorarán las formas de pensar de la sociedad actual y de las anteriores que le dieron origen. Entre las formas de resistencia ante la desarticulación que el pensamiento único provoca estará la enseñanza de la historia nacional a nuestros niños para lograr nuevas perspectivas, no de una identidad fija imaginaria sino de una pertenencia común concreta: este país, nuestra casa. Fernando Solana Olivares