Saturday, October 30, 2010

USTED Y EL CUERPO / y II

La unidad básica. El cuerpo y la mente (el cuerpo físico y el cuerpo mental) forman parte de una entidad esencial e inseparable que constituye la condición humana, así la cultura occidental judeocristiana haya consolidado a lo largo de los siglos una visión dualista donde se afirma que la mente es el verdadero sitio de la conciencia (“pienso, luego existo”), y que la corporeidad, lo somático, solamente representa el vehículo físico donde dicha conciencia está fatalmente confinada. Tal insistencia conceptual ha derivado en una disociación operativa que el sujeto constantemente lleva a cabo entre la mente y el cuerpo, y cuyas consecuencias son visibles en todas las patologías sociales de la época, en el mundo desencantado de nuestros días, donde las esencias han sido reemplazadas por las formas, el amor por el matrimonio, la enseñanza por la escuela, la salud por el hospital, la creatividad por el estilo, la motivación por la carrera, las relaciones civiles por el gobierno, la amistad por el club, la diversión espontánea por el entretenimiento programado, el ser alguien por el ser algo, el existir por el tener. Ahora “la gente se reconoce a sí misma en sus bienes, se han convertido en lo que poseen”, escribiría Herbert Marcuse.

Los cinco cuerpos. El cuerpo físico es el territorio prioritario de la ciencia y la medicina occidentales. Por eso un médico chino, citado por Morris Berman, alguna vez concluyó que la medicina occidental trata esencialmente sobre cadáveres. Y aun cuando la filosofía occidental sólo reconoce la existencia de los dos primeros cuerpos, el físico y el mental, hasta hace muy poco es que la ciencia médica moderna ha comenzado a reconocer el papel que la mente juega en la enfermedad y en la curación, subsanando apenas la distorsión mecánica entre la mente y el cuerpo. El tercer cuerpo, el cuerpo del alma, también descrito como el cuerpo del inconsciente, contiene el destino individual. E ignorarlo significa, según Robert Masters, soñar el sueño de las masas, “tal como se proyecta dentro de la mente desde la pantalla de televisión”. Según la tradición gnóstica, que el autor citado ha traspuesto al lenguaje actual, esa es la diferencia entre los “dormidos” mayoritarios y los pocos “despiertos” que entre nosotros hay: éstos han hecho contacto con sus propios destinos individuales a través de ese nivel mental, que no es un mero reservorio de fuerzas peligrosas y reprimidas, como afirma la mecanicidad freudiana, sino un potencial oculto que bien utilizado permite encontrar el alma de cada quien, o “cultivarla”, como afirmaba la teología medieval, una actividad que distingue a los “dormidos” de los “despiertos”. El cuarto cuerpo, el mágico, puede entenderse como la mente que existe en la materia y explica aquellos fenómenos incomprensibles para el racionalismo común. Y el quinto cuerpo, el espiritual, como la configuración somática y psíquica de una sociedad en un momento histórico específico ---el Zeitgeist o Espíritu de la época postulado por Hegel, hoy descrito como un “campo morfogenético” que está en cada individuo y es común a toda una colectividad. Cinco niveles de existencia, cinco cuerpos interactuantes entre sí, cinco cuerpos en usted o en mí, lo sepamos o no.

El sentido y el significado. Usted puede aceptar que los asuntos fundamentales de su vida personal son sobre todo asuntos de significado. Pero la pérdida de significado del mundo colectivo e individual que hoy ha llegado a límites casi insoportables ---la división tajante entre el hecho que sucede y el valor que se le otorga---, comenzó a ser irreversible desde hace cuatro siglos a partir del cambio de mentalidad originado por la Revolución Científica, la cual enfatizó una rígida distinción entre el observador y lo observado, entre la conciencia individual y el mundo que la rodea, entre los fenómenos de la vida y la importancia mental que les atribuye una cultura ahora generalizada cuyo énfasis cognitivo establece la distancia insalvable entre el sujeto y el objeto e insiste en la discriminación del pensamiento dual (afuera vs. adentro, cuerpo vs. mente, objetividad vs. subjetividad).
Dicen los otros historiadores que antes hubo una conciencia humana participativa en el mundo, diferente a la de ahora cuando el sistema de pensamiento se interesa en los fenómenos existentes sólo en la medida en que puedan ser captados como independientes de la conciencia, como si el fenómeno y su observación fueran categorías separadas. Pero la pauta ideal para cualquiera consistiría en estar en el mundo con una actitud de actividad vivencial y curiosidad, con un gesto de equilibrio y pertenencia, ajeno tanto en la actitud como en el gesto a la idea judeocristiana de un ego dueño y señor de la naturaleza, y cercano, en cambio, a una nueva política de la conciencia que acepta la condición humana de huéspedes de la naturaleza, de cocreadores interdependientes y comprometidos con lo real. Usted habrá hecho una distinción fisiológica, somática y soberana, entre la aclimatación y la adicción.
Déjese guiar entonces por su cuerpo integral (cinco en uno): el mundo volverá a ser un lugar encantado, tendrá sentido y significado. Lo anterior es complejo, pero no complicado. Si sigue a ese cuerpo con fidelidad no habrá tenido una carrera sino una vida, no habrá tenido una biografía colectiva sino un destino personal. Su ego será un participante agradecido de lo existente y no un demonio neurótico de lo inhumano. Todo conocimiento se produce en términos de significado y cada conocedor está implicado en lo conocido. Haga la prueba usted.

Fernando Solana Olivares

Saturday, October 23, 2010

USTED Y EL CUERPO / I

La separación del cuerpo. Escribe un autor (Morris Berman) que el cuerpo es el territorio oculto de la historia. De la historia personal, puede añadirse. Es cierto que usted percibe su cuerpo: el dolor se siente en el cuerpo y el placer también. Pero su mente, donde usted pasa la mayor parte del tiempo, generalmente está fuera de su cuerpo, es decir, está proyectada hacia el exterior. Nuestra cultura judeocristiana no cree que la mente y el cuerpo sean una unidad integral. No importan ahora las razones, pero hace siglos que el cuerpo fue definido como la cárcel de la psique y desde entonces todos aprendemos a creer que la mente es una instancia superior de la persona apresada en el cuerpo. De tal modo que el cuerpo es un vehículo secundario con el que se mantienen relaciones instrumentales. Pero como su cuerpo es el territorio oculto de la historia personal, a él debe acudir usted para conocerla. Puede sonar absurdo proponerle que acuda al lugar donde usted cree estar: su propio cuerpo. La enfermedad, el placer, los impactos súbitos, las perturbaciones, los momentos extremos hacen volver la mente al cuerpo, pero usted está atento al diálogo interior que sostiene consigo mismo y se distrae del mundo que muestran los sentidos, de las percepciones somáticas, de las experiencias del cuerpo, pues todo ello usted lo convierte invariablemente en materia mental.

Volver a él, salir de él. Una tesis muy antigua y ahora modernizada habla de los cinco cuerpos que existen en el cuerpo: el cuerpo físico, el cuerpo mental, el cuerpo del alma, el cuerpo mágico y el cuerpo espiritual. Existen métodos para reunirlos, para viajar entre ellos, aunque parezca increíble. Pero por ahora trátase del cuerpo físico, donde residen los otros cuatro. La mente, el cuerpo número dos que elabora el discurso interno y domina al cuerpo físico ---y que además ignora al alma y no guarda relación ni con el cuerpo mágico ni con el cuerpo espiritual---, suele ubicarse fuera del cuerpo físico porque está pensando en el pasado, está atareada en el futuro o saltando de tema en tema, de ocurrencia en ocurrencia, de idea en idea, de asociación en asociación. La mente es como un mono que no deja de moverse. Antes que iniciar la práctica que lo conduzca a la inmovilidad mental ---una disciplina que sólo aprenderá a través de un método específico---, usted debe observar su cuerpo, recordar sus momentos esenciales, muchos de los cuales pueden haber sido traumáticos (accidentes o enfermedades), y disponerse a escucharlo. El lenguaje del cuerpo no es igual al de la razón, se expresa en corazonadas e intuiciones, en certezas o conocimientos que de pronto llegan a la conciencia, en sensaciones de malestar o desasosiego que se presentan sin causa aparente. Usted debe aprender a conocer la información que contiene su cuerpo. De serle necesario, remóntese a su infancia, piense en aquel cuerpo que fue. En él se concentra una historia escondida que es indispensable recordar. Si lo hace, usted se in-corporará, es decir, volverá a habitar su cuerpo, a estar plenamente en él, porque siempre que su mente lo lleve afuera de usted mismo sabrá cómo regresar a sentirse enteramente en su propia piel.

Los hábitos y la lentitud. Considere los actos mecánicos realizados por su cuerpo durante el día. Sepárese con la imaginación de usted mismo y observe sus hábitos corporales, sus gestos, sus ademanes. No tiene que comparar, juzgar o reprobar nada sino simplemente disponerse a ver. Debe ser lo más imparcial que pueda al mirarse actuar, como si lo hiciera con otro. Aunque se asegura que después de diez minutos de observar a un imbécil éste resulta fascinante, es mucho más útil para los fines del autoconocimiento prestar atención a la propia mecanicidad corporal antes que a la de los otros. ¿Quién guía a esa entidad física llamada cuerpo-cuerpo que parece obrar por su cuenta? Es evidente que su razón puede hacerlo hasta cierto punto, pero una amplia zona de su conducta es autónoma. En ella están las muletillas gestuales que usted emplea, sus estereotipos físicos habituales, sus posturas características, sus tics. Deberá pugnar por observar desapasionadamente el conjunto corporal lleno de reacciones mecánicas que hay en usted. De esa manera podrá establecer vínculos con una amplia región de su persona con la que tiene muy pocos contactos o quizá ninguno. Es cierto que si usted hace ejercicio o practica algún deporte tendrá acceso a una plenitud física que lo hará sentirse mejor en su propio cuerpo. Pero aún así, usted seguirá actuando somáticamente bajo un patrón establecido y sus emociones continuarán expresándose físicamente. La lentitud puede servirle para observarse mejor a usted mismo. Otórguese momentos del día en los que haga movimientos comunes y corrientes con suavidad y tardanza, mediante un ritmo lento a propósito. Podrá descubrir las pautas mecánicas en muchos de ellos y notará que los movimientos de su cuerpo también contienen información. La calma le permitirá lograr una mayor concentración y hará que los movimientos automáticos poco a poco se vuelvan conscientes. Así descubrirá usted el autodominio que significa la lentitud.

La unidad básica. Usted tendrá que considerar las imágenes mentales a las que es proclive, porque la sombra, la parte oscura de la conciencia, actúa tanto en el cuerpo como en la mente, dos expresiones de una sola unidad esencial, el cuerpo-mente, que no responde del todo al dominio de la razón. Sin embargo, el cuerpo es el templo del alma y todo proceso personal de transformación se da en, desde, por y con el cuerpo, como ya se verá.

Fernando Solana Olivares

Friday, October 15, 2010

EL AMANTE DE EMMA

En el invierno de 1959, Mario Vargas Llosa llegó a París “con poco dinero y la promesa de una beca”. En su libro de ensayos La orgía perpetua. Flaubert y “Madame Bovary” contó lo siguiente: “una de las primeras cosas que hice fue comprar, en una librería del barrio latino, un ejemplar de Madame Bovary en la edición de Clásicos Garnier. Comencé a leerlo esa misma tarde, en un cuartito del hotel Wetter, en las inmediaciones del museo Cluny.” Y no lo soltó hasta terminarlo. Quedó irremediablemente enamorado de Emma y profundamente conmovido ante la soberanía literaria de Flaubert.
Tal emoción es conocida. Suele suceder escrituralmente a algunos pues significa elegir, descubrir, recibir una iniciación literaria. Una adscripción entre el predecesor y quien lo está leyendo. Lo otro es el amor casi inmediato que provoca Emma Bovary y el cuarteto sentimental al que obliga. Mario Vargas Llosa habla de ella como de su esposa: en eso se convierte, pero debiendo integrarse a los tres hombres que la tuvieron: Charles, Rodolphe y León, para ser cuatro.
No es correcto, porque ninguno de ellos la mereció o la amó debidamente, ponerse en su lugar. Se trata de experimentar una fascinación imaginaria por una mujer que vive en un libro y hacer diversos intercambios: el principal, meterse al libro con ella; el secundario, sacarla a ella del libro. Ulises tuvo cuatro mujeres; Emma tuvo cuatro hombres, y hasta cinco, pues el propio Flaubert cuenta en la lista de sus enamorados.
A cambio de tanto amor desdichado que causa Emma ---será irrealizable siempre y por eso vivirá permanente en la memoria de sus amantes librescos---, Flaubert abre la puerta del tabernáculo de la escritura para inventar la técnica con la que inicia la modernidad literaria y surge la primera novela moderna, según el novelista peruano la considera: “¿Quién cuenta la historia de Madame Bovary? ---escribe Vargas Llosa---. Varios narradores cuyas voces se relevan con tanta sutileza que el lector apenas nota los cambios de perspectiva y tiene la impresión de que el narrador es uno solo.” Y reflexionará sobre las diferentes máscaras de ese “narrador protoplasmático”, sobre la sutileza de “las mudas del narrador” de una voz a otra, sobre aquellos mecanismos magistrales que dan “a la materia narrativa poder de persuasión”.
Nunca se conoce mejor a un escritor que cuando habla de la escritura de los otros, de quienes le han revelado el misterio del oficio. Sin duda, este misterio se muestra en la escritura en cuanto tal, porque la escritura es una sustancia transpersonal que en su práctica va enseñando al practicante sobre ella misma, pero a la vez se conoce en las páginas de los maestros canónicos. Y Flaubert lo ha sido para Vargas Llosa. De tal modo que el merecido Nobel de Literatura recientemente obtenido no solamente premia al inmenso autor de La casa verde, La ciudad y los perros, Conversación en la catedral, La tía Julia y el escribidor, Pantaleón y las visitadoras, La fiesta del chivo, La guerra del fin del mundo, entre otras novelas memorables, sino también a toda una genealogía narrativa, a una voluntad formal por encima de aquello que no sea el lenguaje, la voluntad de contar historias y la voluntad de serle radicalmente fiel al oficio de la escritura.
El lenguaje es la única patria del escritor, así que se honra al idioma español y a sus hablantes y lectores al distinguir a Vargas Llosa. Contar historias es ---“por su cartografía de las estructuras del poder y sus incisivas imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota”, dijo la academia sueca al anunciar la decisión--- una función de la esperanza y la memoria humanas ante la opresión y el olvido, un ejercicio ético superior. Y la fidelidad a la tarea, la vocación sostenida ---Vargas Llosa como Flaubert: galeotes de la escritura---, la acaba de reiterar en un credo de alta coherencia donde menciona al maestro: “La literatura es mi manera de vivir, como decía Flaubert. No tendré otra, con sus sumas y sus restas, esa es la felicidad de mi vida.”
Emma estaría muy orgullosa de tener un amante así, donde la perfección de la palabra produce también, quizá porque lo es, un temperamento público, un comportamiento político y un valor civil. Le hubiera encantando presenciar tantos lances de claridad y compromiso que desde entonces han caracterizado a ese lejano joven que aterido de frío leyó un invierno hace cincuenta años Madame Bovary en París, y con dignidad constante han asustado intolerancias y autoritarismos, polemizado con intereses creados, denunciando izquierdas idiotas, revolucionarios fósiles.
Los biógrafos de Vargas Llosa dirán si aquellas horas remarcaron un destino que estaba ya marcado por el lenguaje. Pero el mismo autor de La orgía perpetua ---término de Flaubert para referirse a la vida y a la literatura: aturdirse en ella como en una orgía perpetua--- afirma “una frase más justa sobre ese libro que amamos: su genio está hecho de paciencia, su talento es obra sólo del trabajo.” Habla de la obra del precursor e igualmente puede hablarse de la suya. Genio, paciencia, talento, trabajo: ¿a quién felicitar primero: a Emma o a su enamorado? Salomónicamente, a los dos. Y a los tres, pues está el maestro francés, el gigante normando. Y a los cientos de miles, sus lectores deslumbrados, fantásticamente agradecidos.
Vargas Llosa recibirá un telegrama: “Loca de felicidad. Viajo a Estocolmo. Emma”.

Fernando Solana Olivares

Friday, October 08, 2010

KROS Y SU TRIBU

La nota de la reportera Mariana Nieto (Milenio León, 1/X/10) cuenta la historia: los ecoanarquistas invaden León. Kros, un chico de veinte años, llegó con cinco de sus amigos a esa ciudad. Son miembros de una tribu cuyo nombre no se dice, tampoco el de ellos personalmente, pues son anarquistas y están contra el orden establecido. Los policías son “cerdos”, y el padre de Kros, miembro de la PFP, también. Por eso se salió de su casa, es vegetariano riguroso, se viste como arlequín con materiales reciclados, vive desde los trece años de la basura, según cuenta la buena nota de la buena reportera, y la buena nueva neomedieval por estos días que puede representar tal invasión. Hay que explicar.
Una tesis histórica define la época actual como un nuevo Medioevo: otra vez hiperrealistas ---nuestro mundo junta lo virtual con lo real y ahora hablamos de nativos digitales---, otra vez neoespirituales, otra vez la acción de los pequeños formatos, como la pequeña tribu de Kros y su forma de vida. Sus amigos están buscando en el basurero de piel cosas útiles, mientras él anda en el centro reciclando latas y platicando con su entrevistadora. Defiende a los animales, los compara con los seres humanos y afirma que León es un matadero. Los animales son organismos vivos, una forma existente de la conciencia, del sentimiento. Los animales son mentes y provocarles dolor resulta una afectación de la mente colectiva. No lo dice así, pero eso es lo que dice. Cuenta que a veces roba comida en los mercados y sentencia: “nadie debería pagar por algo que produce la tierra.” Resulta adorablemente ingenuo, totalmente marginal y hasta utópico, pero quizá es parte de una retaguardia que mañana será la vanguardia.
El orden de las apariciones no altera el producto. Otro ecoanarquista está en problemas. Lo acusan de haber quemado dos cajeros de HSBC a seis kilómetros de su casa, y lo incriminan en el incendio de dos camiones de transporte de cerdos, también a unas cuadras del condominio donde el joven Braulio Arturo Durán vivía con su familia. Otra nota de Milenio León en la misma fecha, firmada por la redacción, cuenta que afuera del edificio hay dos pintas: “Bush asesino” y “Ni dios ni amo”. Su alias, según el diario, era xPestoso vegan X. Cometió las acciones en solitario, cuando menos la de los cajeros, donde resultó quemado y por eso identificado y rápidamente detenido. Su asunto legal va para largo.
Pero el discurso de Kros es pacífico y no se tiene la certeza de que Braulio y él sean miembros de la misma tribu. La Comedia del Arte del alto Medioevo, dedicada a la improvisación, utilizaba a Arlequín como personaje. Hoy en el centro de León se pasea uno nuevo. Escribe la reportera que “es imposible no voltear a ver a Kros: es esbelto, alto, moreno, usa rastas, un gorro de arlequín morado y un traje armado con retazos de piel de animal sintética.” A Kros le interesa simplemente aparecer entre la gente. Es dueño de algunas certezas básicas, de cierta conceptualización. Más allá de ello, sólo actúa. Vive en los intersticios del sistema, contra él, demostrando que si el individuo moderno se hizo tal por convertirse en el dueño de su propia narrativa, de su autoimagen, hay individuos ahora que actúan solitariamente o en pequeñas células tribales frente al sistema y se vuelven dueños de sí mismos, de su acción, aunque ésta sea castigada.
La familia de Braulio pidió dinero entre los vecinos para juntar el monto de la fianza, pero el delito del que se le acusa no parece alcanzarla, pues está penado con entre 3 y 10 años de cárcel. Sus amigos, hace tiempo, protestaron ante la presidencia disfrazados de animales y encerrados en jaulas construidas por ellos ahí mismo. Se manifestaron después afuera del zoológico de León y subieron a youtube un video llamado “Acción Compasiva”. La vida de Braulio consistía en la venta de discos piratas a 5 pesos, su jefe era guardia de seguridad y la familia se portaba tranquila. Su psique es un misterio.
Dice Walter Benjamin que mientras haya mendigos seguirá habiendo mito. Si la frase se alitera y por mendigo mítico entendemos al héroe, aquel que como Kros, pequeño David, se enfrenta a un multipoder, gran Goliat, que puede destruirlo, como el destino de los dioses destruye al héroe, pero éste lucha estoico, premeditado, si desfallece se levanta, entonces queda claro por qué afirma que su nombre es Nadie y el de su pequeña tribu Ninguno. La sociedad del ego de la modernidad no aprecia la libertad incomparable que la renuncia a la propia persona trae consigo. Borges se cansó de ser Borges. Kros ni siquiera se cansó de ser aquel del cual se desembarazó a los trece años, hace siete. Simplemente cambió.
La vida de Braulio está fundida. No capturan a los multiasesinos pero sí a los ecoanarquistas precipitados. La tribu de Kros es nómada y tal vez muy pronto, si no es que ya, el grupo saldrá de la ciudad. Andarán en el camino. Viviendo en los márgenes de la sociedad, en los nuevos centros. Pensando de otra manera. Recolectando. Entregados a una realidad munificente, providencial, que es dura, pero no más dura que la esclavitud cómoda de los burgueses. Leves, además, así alguno de ellos, hijos de los viejos carbonarios, se desespere. Cuando los órdenes antropológicos mayores se derrumban, la dramaturgia humana se reconstruye desde los órdenes diminutos, desde los pequeños formatos. Los vagabundos del dharma van por los caminos. Hacen escalas pero luego actúan conforme al proceso. Como si fueran navegantes de hace cuatro siglos: vivir no es necesario, viajar sí.

Fernando Solana Olivares

Friday, October 01, 2010

AFLUENTES

A las cosas mismas, piden los que saben. Así comienza un libro excepcional de la literatura en lengua española recién aparecido: Afluentes de Pura López Colomé (UNAM, Equilibrista, México, 2010), compuesto por nueve ensayos acerca de tres poetas extranjeros: Seamus Heaney, H.D. (Hilda Doolitle) y Paul Celan; tres poetas nacionales: Octavio Paz, José Emilio Pacheco y Juan Carvajal; tres visiones plásticas mexicanas: Phil Kelly, Frida Kahlo y diversas artistas del siglo veinte en nuestro país.
El ensayo es un vagabundeo ilustrado, una indagación original sobre el tema que trata. No consiste en agrupar o relacionar lo que se sabe del asunto, sino de someter éste a otro movimiento analítico, a otro orden de interpretación. Dice Arreola que el término viene del latín gustus y designa al catador de alimentos para el César, por ello el ensayo está cargado de riesgos y peligros, lo mismo que de nuevos puntos de vista y de realización intelectual. Su trabajo se compara al del héroe audaz que va, vence y regresa. Tiene por instrumento al lenguaje, su campo experimental.
Afluentes reúne por primera vez en un libro la obra ensayística de Pura López Colomé, una poeta mexicana contemporánea que, sin hipérbole alguna, podría ocupar el sitio que alguna vez tuvieron una Sor Juana o una Emily Dickinson en su tiempo creativo, entre la inteligencia y la creatividad literaria de entonces. Las diferencias entre un caso y los otros son circunstanciales y obedecen sobre todo a una referencia asimétrica, a una apuesta incomprobable y a un juicio personal: Sor Juana y Emily Dickinson ya están en el canon literario y radican en la memoria común; por razones del tiempo presente que ignora conocer el tiempo futuro, Pura López Colomé todavía no. La angustia de las influencias literarias advierte que nunca debe compararse a una autora con otras así.
Y sin embargo, nadie es más que los demás si no hace más que ellos, y Pura López Colomé ha publicado hasta hoy nueve poemarios de gran poder expresivo, una lírica tan personal como propia, plena de revelaciones y atisbos donde la poeta ha bebido su sangre, su biografía, su vida cotidiana, su mundo sensible y su mundo reflexivo, su cuerpo lacerado o gozoso, y con todo ello, más la vida que pasa, va creando imágenes verbales que con-mueven al lector aun más allá de lo que las mismas dicen (tal es la misteriosa función de la poesía: correr el velo de las cosas, revelar los muchos mundos que están en éste para acercarlos a la imaginación, asombrar a quien la escucha, quitar la sombra a quien la lee: la poesía es lo trascendente que acontece); también ha traducido impecablemente a otros grandes poetas vivos (Hass, Breytenbach, Heaney, quienes han reconocido, admirados y agradecidos, la rigurosa tarea de trasvasamiento lograda), lo mismo que ha publicado ensayos suficientes para elaborar un cuerpo intelectual ya de seria consideración, propio de nuestra época global y mexicana ---aunque como se ha dicho, una obra poéticamente intemporal---, pues representa la vigencia activa de lo mejor del espíritu humano contemporáneo, de aquel genio multidireccional que indaga por el otro lado de los espejos, que se pregunta de qué está hecha la realidad.
Afluentes lleva en el título tanto el fondo intelectual como la forma creativa, esa voluntad estética que algunos llamamos intención. Pura López Colomé concibe una matriz líquida para que los autores y artistas sobre los que escribe, sobre los que ensaya, vayan fluyendo y circulen, se alejen y vuelvan como en una danza que es un diálogo coral, siendo tan dúctiles como el agua ---a la cual toca aquella voz franciscana de humilde, pues siempre se acomoda a la forma que la contiene. Una agua básica para todo proceso literario y sus eventos, sus poemarios, sus traducciones, sus ensayos, porque no hay Eva increada en el arte literario, sino que ella se va creando a sí misma mientras afluye y conversa con otras voces autorales, con otras sensibilidades poéticas y otras representaciones visuales.
Sólo conocemos lo que amamos. Y nuestros amores son afluentes de la memoria, de la percepción somática, de la fascinación mental. Conocí a Pura López Colomé hace veintisiete años y en ellos no me ha cegado el vínculo de la amistad íntima, tampoco la sociedad diplomática de elogios mutuos, para saber, con certidumbre repetida, de quién se trata la persona y de qué están compuestos sus penetrantes, luminosos dones. Pueden condensarse simbólicamente en el número nueve, tres veces tres de valor ritual, un triángulo equilátero, una triada: poesía, traducción, ensayo, como el alma, el cuerpo y la mente de una artista que con su obra escrita ha hecho del mundo un lugar de intenso y lúcido sentido, justo cuando el mundo parece no tenerlo.
Pensar es agradecer y leer es agradecer varias veces: una lo pensado al leer, otra lo pensado por quien lo ha escrito, otra más esos dos pensares vueltos a leer. Cuando uno llega a Afluentes de Pura López Colomé y recorre sus páginas, penetra libremente en un caudal reflexivo que se muestra tan conocido como inesperado y distinto, penetra en un libro donde la prosa no es una soledad en llamas sino una múltiple, creciente y compartida sensibilidad. Lo real está hecho de afluentes, es una red capilar. Este libro entonces es un poliedro cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna. Este libro es real.

Fernando Solana Olivares