Friday, April 28, 2017

SU PATÉTICA POLÍTICA

Mientras más los veo y los oigo y me entero, más me convenzo: no hay a quien irle en la política nacional. El último sainete ocurrido en la video esfera ---único lugar donde estas cosas ocurren--- es otro de los esperpentos “informativos” que suelen administrarse en dosis cada vez mayores al adicto público mexicano: un video donde una diputada local y candidata de Morena recibe de un desconocido medio millón de pesos para entregárselos a López Obrador. El encargo y su destinatario son clarísimos pero el asunto podría ser un montaje. Se han visto en el pasado otras exhibiciones así o más escandalosas que sin embargo conservan un principio narrativo lógico para darles aspecto de verosimilitud: el corrompido y el corruptor, escena que falta en el material difamatorio. La mierda de la guerra sucia irá creciendo y las audiencias tendrán que esperar otras sorpresas de todos los contendientes. Pero eso, en nuestra degradación nacional sistémica ---así el lamentable presidente crea que la crisis es un estado mental--- quizá ya no resulte lo más esencial, sino la enésima confirmación de que todos los partidos y todos los candidatos son iguales. López Obrador y el aparato de Morena proponen el asunto como culpa de sus enemigos, empleando de nuevo la simplificación, la reducción anecdótica y la visión policiaca de la historia conspirativa, la arcaica creencia en la magia negra: esto que pasa es culpa de aquellos. Enunciarlo así es transferirlo, trasladarlo, como hace la religión con los pecados. Es negarse a considerarlo. El pragmatismo de Morena al dejar entrar a miembros sin control alguno, prefiriendo el número de gentes y no la selección de personas, volvió imposible la construcción de una masa crítica capaz de impulsar otra política, otra moral política. Parece imposible también construir un proyecto nacional diferente con la carencia de lenguaje, de ideas mínimas que exhibe López Obrador en el video exculpatorio, carencia de alusiones a la generalizada problemática de la corrupción, quizá su bandera política central. La increíble razón tácitamente propuesta es que la corrupción siempre es ajena pues López Obrador y su partido son puros, de ahí que denuncien la corrupción de los demás. Un mundo circular. No es nuevo ---ahí está el malhadado uso de la rebelión en la granja orwelliana aplicada al país, los cacofónicos adjetivos--- pero es descorazonador por repetirse una y otra vez. En su obsesivo machacar ciertos mantras denunciantes sobre la mafia en el poder (una entidad real que es parte central del problema, pero que no es el problema en sí, hay otros más) y sobre los políticos corruptos, está depositada su campaña. Su propuesta política se ha reducido a una: él. No representando o construyendo nada, sino solamente eligiéndole a él, el denunciante. Daría pereza mental tomarlo en cuenta de no estar López Obrador en una tercera posibilidad de ganar las elecciones presidenciales. ¿Vale la pena hacer la prueba para que, por primera vez en su existencia moderna, desde la Independencia hasta nuestros días, la izquierda llegue al poder en México? ¿López Obrador es de izquierda? No lo demuestra. ¿Significa algo ahora ser de izquierda? Sí, lo sigue significando. Antes se pedía el programa y después se designaba al candidato. Ahora, si llega a tenerse aquél no importa, pues todo el mundo sabe que sucederá la metamorfosis posmoderna entre quien fue candidato y será presidente. Metamorfosis entre lo dicho y lo hecho. ¿Cómo moralizar la vida política? ¿Cómo conseguir un Pepe Mujica para este ensangrentado y sicótico país cuyas castas políticas dicen una cosa y hacen otra, se corrompen y criminalizan, ganan dinero a manos llenas y hacen negocios fabulosos contra los intereses nacionales? La única alternativa parece estar en una dimensión meramente testimonial: los candidatos del zapatismo y Emilio Álvarez Icaza, propuesto por la organización Ahora. Al ser testimonial puede ser germen de algo mayor más adelante, pero poco podrá hacer en la coyuntura electoral, salvo colectivizar otra posibilidad social, otra reflexión y otra práctica de lo público. Paradoja mexicana. Por vías negativas: el hartazgo creciente ante la corrupción y la impunidad, el país llega a una disposición de cambio político. Quien podría representarlo no tiene posibilidades reales de ganar. Queda solamente quien denuncia una y otra vez no al sistema sino a los políticos, pero el que en el camino va dejando mucho que desear. Fernando Solana Olivares

Friday, April 21, 2017

SARTORI Y LA MUTACIÓN

Giovanni Sartori considera que el acto de tele-ver está cambiando la naturaleza de los seres humanos. Su premisa proviene de una evidencia: hoy se vive la primacía de la imagen. Hasta hace poco era al revés. Antes lo inteligible era más importante que las imágenes. Ahora lo que prepondera es un ver si entender. Antes prevalecía el homo sapiens. Ahora el homo videns es abrumadora mayoría planetaria. La condición que hace único al homo sapiens es su capacidad simbólica de ahí que viva en dos planos a la vez. En un universo físico y en otro simbólico compuesto del lenguaje, arte, mito, religión. Aquello que no e forzosamente, pero de lo que se puede y debe hablar. Todas las formas de vida cultural están comprendidas en la expresión latina animal symbolicum. Los seres humanos somos un animal parlante, un animal loquax, que constantemente está hablando consigo mismo. Tal característica –lo que se llama el “lenguaje-palabra”, el lenguaje de nuestra habla- es única y determinante. El telespectador, en cambio, es mucho más un animal vidente que simbólico. El homo sapiens habitó en la Galaxia Gutenberg, una época de la cultura y la conciencia humanas comenzada quinientos años atrás que, sin remedio, parece haberse terminado a partir de los años cincuenta del siglo pasado. Y Sartori analiza una consecuencia que llama discapacidad cultural una mutación social de resultados regresivos producida por el cambio a la naturaleza del acto comunicativo hecho por la televisión. Hasta la radio, la comunicación estaba construida con palabras. Las palabras son un símbolo que se resuelve en lo que significan, en lo que nos hacen entender. La imagen, recuerda el pensador, es pura y simple representación visual. Así que la televisión trasladó culturalmente el valor de las cosas antes dichas con palabras y necesariamente pensados en la mente a las cosas ahora representadas en imágenes. Sartori se pregunta qué sucede entonces con lo no visualizable, la mayor parte de lo que existe, cuando se reitera que “todo” lo que de verdad existe acaba siendo visualizado. Y al serlo, se da por hecho que es un hecho real. La televisión, el tele-ver, una práctica ahora multiplicada hasta en las palmas de la mano, ha estimulado la violencia, ha sido culturalmente regresiva y ha habituado a la audiencia sobresocializada una y otra vez, presentada sin contexto intencional. Nos preocupa quién controla los medios de comunicación, pero no nos percatamos que es el instrumento mismo lo que escapó ya nuestro control, advierte Sartori, quien cita cómo la saturación informativa produce más masa. La televisión entonces destruye más saber y entendimiento del que transmite. Sartori ataca al homo videns, pero no se hace ilusiones. Se resigna lúcidamente a su desarrollo inevitable. Y acaso en último extremo útil, dice en una infrecuente tono optimista, siempre y cuando la sociedad no desemboque en la vida inútil cuyo único provecho es matar el tiempo. También desea que la escuela abandone la mala pedagogía y la degradación en que ha caído y se oponga al pospensamiento que ella misma ha contribuido crear. Aunque mi batalla estuviera perdida de antemano, no me importa, escribe el autor, enarbolado una máxima de Guillermo d’Orange: “No es necesario esperar para emprender, ni lograr para perseverar”. Todo resulta una paradoja de la proximidad. La crítica debe hacerse, aunque quede resignada a ámbitos pequeños y aun escondida, se invisibilice. Quizá estas son las retaguardias que mañana serán vanguardias, así ese mañana parezca utópico. “Al principio fue la palabra”, dijo el Evangelio de Juan. Ahora el libro tutelar diría: “Al principio o recomposición: cualquier conjunto de cosas puede ser manipulado y mezclado. De ahí que para el homo videns ninguna realidad sea estable o definitiva, sino relativa, perentoria, intercambiable, superficial, fugaz. Con la muerte de Giovanni Sartori la Galaxia Gutenberg ha perdido a otro más de sus últimos estrategas. En la oscura desbandada van desgranándose los sabios Diría George Steiner que ya no nos quedan más comienzos. Pero sí ideas, opciones resistencias cercanas y posibles: volver a lo táctil, lo somáticos. Volver al símbolo, a lo que no se ve. Fernando Solana Olivares

Friday, April 14, 2017

ESTAMPAS DE UN DIOS SUFRIENTE

La alienación radical. El catolicismo hizo descansar en la interpretación de los textos sagrados toda la autoridad religiosa. Su institución intermediaria, la Iglesia, secuestró a Dios. Es cierto que lo expuso en una versión fantástica y estética, sangrienta, dolorosa e incomprensible, a veces muy humana, demasiado humana en su antropocentricidad. Pero esa confiscación despojó al misterio narrativo sagrado de su verdad y su sentido, aunque dejara, de todos modos, referentes culturales que han determinado a nuestra civilización y preguntas sin respuesta que nos seguimos haciendo: ¿dónde está Dios? Por cierto. Tenemos dioses de otra naturaleza, son literarios y múltiples, proteicos e inagotables. Ninguna fundación que ostente su denominación de origen puede hablar en nombre de un muerto inolvidable, parte de la memoria común. Histeria autoritaria que se ve superada (lo correcto sería decir: aplastada) por un fenómeno superior: sí, Juan Lacónico Rulfo, padre de todos nosotros y sepulturero, señor de las palabras, las estructuras y el lenguaje, no es propiedad de instituciones denunciantes o marcas registradas. Si Cristina Rivera Garza lo dijo tiene razón: sí, cada quién su Rulfo. Muy el derecho de los lectores y lo que contiene la lectura: la enciclopedia cultural de cada quien. Va siendo hora de revisar ese fenómeno de peluquines y maquillajes, de biografías edulcoradas y memorias moralistas a cargo de circunspectos guardianes, doloridas viudas y comedidos ensayistas que omiten y silencian pasajes biográficos escabrosos y dramáticos, humanos, humanísimos del autor. ¿Qué habría dicho nuestro maestro Juan Rulfo en el Centro Mexicano de Escritores sobre esta crispada apropiación de un autor ahora canónico y de una obra que es una forma significante que lee a sus lectores y ellos directamente interpretan, viven, recrean? Unos libros y un autor propiedad de nadie porque ahora son propiedad de todos. Hay un cuento de Rulfo en todo esto. Comienza con su risa al oír la historia del secuestro inútil. El amigo muerto. El diálogo literario es una forma de la permanencia. Uno lee a un camarada muerto y toma dos pequeños fragmentos que dejará en su propia escritura como discretas pero visibles huellas de un homenaje, huellas perceptibles para alguien más. La memoria tiene recursos extraños al preservarse. “Obre Dios”, dice una línea de Juan Rulfo. Tríadas, triángulos, trinidades. Y sobre Dios hay una extraña sucesión de tríadas para explicarlo, según escribe Slavoj Zizek. La religión se enfrenta a un trauma, a un golpe que hace desaparecer el vínculo entre la verdad y el sentido: ¿cómo reconciliar la existencia de un Dios bueno y todopoderoso con el sufrimiento de tantos inocentes? Y decimos. Existen teorías legalistas del pecado y el castigo, unas moralistas que hablan de la formación del carácter humano por el dolor, unas más que apelan a un misterio divino inescrutable. Son teorías acerca de un Dios soberano. Otra perspectiva es la de la limitación divina. Teorías que postulan un Dios directamente finito, no omnipotente ni omniabarcador sino abrumado por su propia creación, aquellas que afirman su autolimitación para permitir la libertad humana, o las que aceptan la existencia de un poder maligno que se le enfrenta. Teorías acerca de un Dios finito. Dios de ahora. La última posición teológica es la del Dios sufriente, aquel que agoniza en la cruz para asumir la carga del sufrimiento, de la miseria humana. “Solo un Dios sufriente puede ayudarnos”, transcribe el filósofo. Un eco de aquella frase de Heidegger dicha en su última entrevista: “Sólo un Dios puede salvarnos”. Este Viernes Santo. Podrá olvidarse este día cósmico a las tres de la tarde cuando los hombres crucificaron a Dios, pero ocurrirá siempre hasta la redención de la historia, sea esto lo que signifique. El Dios sufriente que imagina Zizek es un intento para reunir de nuevo la verdad y el sentido. Entonces, y he aquí la paradoja, el sufrimiento humano es acompañado, no abolido sino multiplicado, por nuestra misma condición sufriente. Nos redime el dolor de Dios. ¿Rogó Rulfo a Dios cuando sufrió la némesis médica? El lenguaje le hizo saber al maestro que precaria es la raíz de plegaria y así se adentró por las florestas sombrías, esos caminos sin orillas que tuvo que recorrer para cumplir con su destino cabal. Hoy es un día solemne y a las tres de la tarde oscurecerá. En el dolor nos hacemos, dijo Benavente, maestro del maestro. Tanto uno como el otro ahí encontraron a Dios. Fernando Solana Olivares

Friday, April 07, 2017

CONTRAPOPULISMO

In memoriam Sergio González Rodríguez Rutger Bregman, un historiador y escritor holandés de 20 años, es autor del ensayo Utopía para realistas (Salamandra, Madrid), en el cual propone, según entrevista de Lluís Pellicer publicada hace unos días en El País, la promulgación de la renta básica universal, la reducción de las jornadas laborales a 15 horas semanales y la apertura de fronteras para acabar con la desigualdad. Según su hipótesis, la renta básica universal es una de las partes fundamentales de la sociedad del bienestar, como la salud y la educación. Su aplicación reemplazaría subsidios del desempleo, entre varios otros, que han desembocado en un sistema ineficaz, paternalista y corrupto. La renta sería incondicional y la obtendría todos, pobres y ricos. Se financiaría a través de la restructuración presupuestal del gesto público porque representa una inversión social. Bregman alude a pruebas científicas que demuestran cuan cara es la pobreza: genera delincuentes, deficientes resultados académicos, enfermedades mentales, malestar existencial. “Sería mucho más económico erradicar la pobreza que combatir lo que provoca”, dice. El autor es un liberal convencido de la libertad individual y de que la gente sabe lo que debe hacer con su vida. Investigaciones demuestran que lo mejor es entregar directamente el dinero a quien lo necesita y no destinarlo a burocracias e inspectores. Experiencias anteriores también indican que el riesgo de que la gente derroche ese dinero es mínimo, pues “ ha funcionado sobradamente bien”. Bregman señala que el problema de la izquierda hoy es que solo sabe a qué se opone y se ha quedado en el paternalismo asistencialista. Al mismo tiempo, la percepción de que los hombres con trajes, los tecnócratas saben mejor lo que conviene a las sociedades, ha derivado en la irrupción del populismo de derecha. Tanto la tecnocracia como el que ellos aplican. En cambio, lo que el mundo necesita es el pluralismo. La transformación de ese discurso inoperante pasa por la reivindicación de la meritpcracia (lo mismo que acaba de proponer en una asamblea un joven universitario mexicano aún más joven que Bregman). “Muchos maestros deberían cobrar más y muchos banqueros tener un sueldo negativo por destruir riqueza. Ese es el discurso que necesitamos para combatir la desigualdad”. Confucio asentiría si lo hubiera escuchado. Este pensador precoz opina que la jornada laboral de 15 horas semanales, defendida por Keynes y por la mayoría de los economistas y sociólogos de los años setenta, es también un alcance posible. Bregman llama al capitalismo un motor de prosperidad, de ahí su reflexión de que la renta básica universal significa una plataforma que concedería a todos la posibilidad de arriesgarse y emprender. En eso consiste el capitalismo, afirma. La apertura de fronteras, la más utópica de sus propuestas según el entrevistador, y la más radical según el mismo Bregman, se funda en pruebas duras de que la inmigración sin duda inviable en el corto plazo. Pero el historiador cree otra cosa, que “todo empieza por contar una historia distinta. Lo mismo sucede con la renta básica. A menudo me dicen que la gente está en contra, pero en el siglo XVII la mayoría también estaba en contra de la democracia”. Esa historia que cuéntase distinta tendría poco que ver con la características empíricas negativas del populismo y mucho con aquello que Balmes, filósofo del sentido común y de la certeza en el siglo XIX, formulaban así: el mayo bien para el mayor número. Desde una perspectiva excluyentes y sin matices, todo populismo se parece. Pero el Estado de bienestar y la existencia de una Estado que vele por el bien común en sus decisiones básicas es popular e ideológico, entonces no estratégico ni populista, no discursivo o retórico ni instrumento demagógico de llegada al poder. Algunos rasgos necesarios se comparten: el rechazo a los políticos y la desconfianza hacia las instituciones caducas. Parece indispensable rescatar entonces la correcta denominación de la cosa: lo popular no es lo populista, así la sobresocialización mediática quera establecer que sí. Empecemos a contarnos una historia distinta: la política es una tarea común. Contrapopulismo popular. Fernando Solana Olivares