Monday, October 27, 2008

REGRESANDO AL TEMA

Decía Heráclito que aunque el Logos es común a todos, cada uno actúa y se comporta como si fuera dueño de una lógica particular. Cada quien cree lo que puede creer sobre las cosas que suceden en este lugar que llamamos realidad. La propuesta del diputado Víctor Hugo Círigo para legalizar la mariguana ha causado varias y hasta contrapuestas reacciones opinativas: burlas, algunas agudas y otras no; rechazos, algunos histéricos y otros no, pero también análisis que consideran el problema del narco como el más serio, entre tantos graves, enfrentado ahora por el país entero.
Subyace en el asunto una consideración moral, poco práctica, autoritaria y rígida. Las drogas nunca van a ser erradicadas del contexto humano. Cultura y estados de conciencia alterados por drogas son partes indisociables de una misma cuestión. El asunto estriba, en todo caso, en la administración de esas sustancias, en su control. Y hay algo más por definir: ¿qué son las drogas? Todo aquello que causa dependencia más o menos incontrolable. Vaya entonces, porque cualquier cosa puede caer en dicha clasificación: eso es una droga.
Si la sustancia definida como tal (definición abusiva, ya se dijo, porque clasifica arbitrariamente lo que es y lo que no es droga) sigue siendo lo que se considera prioritario, se pierde de vista que el verdadero peligro no es la sustancia sino sus vendedores ilegales y la criminalización que suelen poner en práctica para realizar sus negocios. No es la droga sino el narco lo que se debe, tajantemente, erradicar. Más que aniquilarlos, alcance que se percibe imposible, a los narcotraficantes debe quitárseles el monopolio de la producción, distribución y venta de todas aquellas sustancias definidas como drogas ilegales por la ley vigente.
Nada malo le pasará a la sociedad mexicana con la legalización de la mariguana, al contrario. Además de todo aquello involucrado en el tema, además de que un paso como ése iniciaría la solución a un conflicto que muchos no quieren resolver, la prohibición de la mariguana concentra otros problemas culturales. Un versado autor en el tema, Terence McKenna, así lo formula: “La cannabis es un anatema para la cultura dominante al descondicionar o alejar a sus usuarios de los valores aceptados. Por su efecto subliminalmente psicodélico, la cannabis, cuando se convierte en una forma de vida, pone a la persona en contacto intuitivo con pautas de comportamiento menos orientadas a fines, así como menos competitivas. Por estas razones, la mariguana está mal vista en el ambiente de las modernas oficinas, mientras que una droga como el café, que refuerza los valores de la cultura industrial, es a la vez bienvenida y alentada. El uso de la cannabis se considera como herético y muy desleal con los valores dominantes y la estratificada jerarquía masculina. Esta es la causa de que la legalización de la mariguana sea un tema peliagudo, puesto que implica legalizar un factor social que puede mejorar o incluso modificar los valores egodominantes”.
Lo mismo, aunque distinto, ilustra el conocido chiste del borracho, el cocainómano y el mariguano que se quedaron encerrados en un cuarto sin posibilidad alguna de salir. El borracho lo tomó con etílica filosofía. “No hay pedo, vamos a terminarnos el pomo”, propuso. El cocainómano se mostró irritado y claustrofóbico, golpeó la puerta y dio de gritos: “¡Puta madre! ¿Cómo carajos vamos a salir de aquí?”, vociferó. El mariguano estuvo callado un rato, luego se les quedó viendo a los otros dos y sugirió en voz baja: “¿Y si nos hacemos chiquitos y nos salimos por la cerradura?”
Legalizar la mariguana es corregir una historia iniciada a principios de 1930 en Estados Unidos, cuando hasta entonces el uso de la cannabis no era popular ni estaba estigmatizado. Harry J. Anslinger, comisario de narcóticos ---“que actuó al dictado de las compañías químicas y petroquímicas interesadas en eliminar el cáñamo como competidor en las áreas de lubricantes, comida, plásticos y fibras”---, desató una campaña pública que calificó de “hierba de la muerte” a la mariguana, la prensa amarillista asoció su uso a un subproletariado de piel oscura y así se obtuvo su prohibición.
A pesar de ello, el uso de la cannabis ha aumentado desde esa época y puede que hoy sea, según afirma el autor, el mayor producto agrícola particular. Todas las lenguas tienen nombre para llamarlo y el cáñamo aparece citado en tablillas y registros de hace miles de años. Sus características, contrarias a los valores burgueses contemporáneos, corresponden a una “recuperación arcaica”: el cáñamo rebaja el poder del ego, atempera la competitividad, cuestiona la autoridad y relativiza los valores sociales.
McKenna cree que todavía no estamos listos para discutir la posibilidad de adicciones autoadministradas y hacer una elección inteligente de las plantas con las que nos aliamos. Entiendo que el diputado Víctor Hugo Círigo cree, en cambio, que es hora de discutirlo seriamente. Yo también, así las burlas, la falsa moral, los intereses involucrados y el miedo impidan un movimiento estratégico para la seguridad nacional: comenzar por la mariguana la legalización de las drogas.
O cuando menos iniciar la discusión del tema, que merece un foro nacional tan amplio y plural como el que le fuera asignado al petróleo. Un foro no sobre el narco ---su aberrante y decadente y mortífero efecto--- sino sobre la ilegalidad misma de las drogas y la exclusión del Estado en su control lícito, la verdadera causa del mal.

Fernando Solana Olivares

Saturday, October 18, 2008

POR LA LEGALIZACIÓN

El capitalismo naufraga por sus hipotecas basura. El capitalismo terminará tarde que temprano por su carencia de hipótesis satisfactorias. Ahora bien, la vida concreta no es hipotética y existen acciones correctas y accesibles que todavía se pueden hacer para atemperarla, redirigirla y volver a intervenir en ella, en la vida diaria y nacional, ahora que parece suceder por su exclusiva y soberana cuenta.
En estos días, entre otras luchas vigentes para controlar las plazas públicas, se viene dando una desigual batalla en la antes apacible Lagos de Moreno, pequeña ciudad situada en el estratégico centro del país, lugar de paso y conexión, lugar de rutas narcas. Hace una semana, un grupo descrito como integrante de Los Zetas atacó paramilitarmente a unos agentes policiacos que habían detenido un auto sospechoso en una gasolinera a la salida del pueblo. Su acción de fuego en abanico resultó mortífera: centenas de tiros de alto poder, ocho o nueve granadas arrojadas, cinco muertos, y la no explosión de la gasolinera sólo porque Dios es grande y a veces anda por aquí.
Ayer fue desalojada la presidencia municipal debido a una amenaza de bomba y los rumores candentes corrieron en el pueblo chismoso: que si en tal lado sucedería un ataque, que si en aquel otro ya habría ocurrido. Están operando, pues, los símbolos del terror público que todo esto quiere inducir en el imaginario de la gente: inermidad, imposición violenta, colapso de la protección ciudadana que le da sentido profundo y razón de ser al Estado, miedo.
Es obvio que la batalla contra el narco nunca va a ser ganada como se está disputando actualmente. El ejemplo de la prohibición del alcohol lo confirma, lo mismo que la lección insuperable de su legalización. Todas las drogas deben ser legalizadas y su producción, acceso y consumo deben supervisarse por el gobierno. La erradicación de las drogas es imposible, como lo muestran la historia humana más arcaica y la química cerebral más reciente, entonces solamente puede ordenarse su existencia y descriminalizarlas mediante controles públicos.
Por dicha razón evidente (aunque tal es uno de los problemas de la época: las evidencias no cuentan, no significan), es acertada la propuesta del perredista Víctor Hugo Círigo, miembro dirigente de la Asamblea del D.F., para despenalizar la posesión mínima, el consumo controlado y la tenencia privada de plantas de mariguana.
Para su prohibición por el Congreso norteamericano y su consideración como droga ilegal no contaron argumentos científicos ni médicos, sino económicos y políticos, pero en los pocos lugares civilizados donde existe la legalización de la mariguana, como Holanda, se ha probado que los índices de consumo no aumentan sino que se estabilizan. Lo que desaparece, en cambio, es la criminalidad vinculada a la prohibición de ese alcaloide, una droga, y no de las más dañinas, entre tantas legítimas e ilegítimas que nos rodean: heroína, televisión, barbitúricos, tranquilizantes, alcohol, cafeína, carbohidratos, cristal, tabaco, internet, emociones, etcétera.
Las salas limpias noruegas que reciben heroinómanos para que se administren a sí mismos la droga en un espacio protegido y supervisado son el único modelo posible para cambiar la doble y destructiva acción pública acerca de las drogas, y alcanzar así un sistema práctico y formal donde el biopoder del Estado legitime la autoadministración personal de las adicciones prohibidas.
Los recursos monetarios y humanos que tal política estatal libere podrían ser usados en la prevención masiva de las adicciones y en el reforzamiento de la economía. La espantosa y sangrienta pedagogía del narcoterrorismo quedaría extirpada de raíz, el Estado dejaría de ser desestabilizado, el tejido social podría restituirse y un inmenso caudal de energía común sería empleable para mejores fines. De ahí que aquellos argumentos que condenan la legalización de las drogas parezcan obedecer o bien a un interés inconfeso para mantener lo que ocurre, o bien a un criterio moral equivocado en el cual subyace la omisión jurídica del derecho de cada sujeto para autoadministrar sus adicciones mientras al hacerlo no atente contra el derecho de ningún tercero.
La visión positiva afirma que todo vendrá como fruto de la desesperación: las drogas al fin serán legalizadas y la brutal guerra terminará. Pero la visión escéptica y conspirativa cree que las drogas son uno más de aquellos espacios tardomodernos que desde hace tiempo están intervenidos por poderes fácticos a los cuales interesa su permanente inestabilidad. En dicha estructura son los capos y sus sicarios quienes matan, pero resultan ser otros, agencias de inteligencia, policías, políticos y circuitos financieros, que a su vez actúan como subordinados de otros más, los verdaderos y desconocidos amos del mundo, los responsables que mandan secuestrar, esclavizar, matar.
Si el Estado actual quiere seguir existiendo como fuerza hegemónica debe modificar radicalmente su política contra las drogas. La propuesta del diputado Víctor Hugo Círigo es un primer paso para la salvación nacional. Y si no, doble contra sencillo: esta guerra ya se perdió. ¿Qué sigue: la rendición? ¿El exterminio del contrario que está mejor armado? ¿Un narcoestado? ¿La suspensión de garantías? Principio de razón suficiente: has siempre lo que puedas hacer. Iniciar la legalización de las drogas es posible. Acordémonos del alcohol. El mundo lo ha resistido, así resistirá las otras drogas también.

Fernando Solana Olivares

Friday, October 10, 2008

BLOCK OUT

De pronto los asuntos se esfuman, como si la corriente del tiempo los devorara y surgiera un punto inmóvil entre las cosas. Lírica de la vida que se detiene. O mero bloqueo de una mente que pajarea porque el lenguaje de los pájaros la lleva a volar de rama en rama. Así es aquí: el instante inmediatamente se vuelve otro instante y otro y otro más.
Pero hablo de las veces que el instante se detiene, como ahorita, cuando el tiempo está fijo. No es que no sucedan fenómenos mientras tanto: la realidad es una danza fluida en constante movimiento. Sólo que la cuestión radica en que todos los bailes de la misma son insustanciales pues están vacíos. Comprender esto puede ser una clave, como afirma...
---¡Carajo! Ya va usted a citar a alguien notable. Por eso hay quienes dicen que usted no escribe nada personal.
---Usted sabe que uno siempre es otro para los otros.
---¿No le parece que citar es un alarde culto y discriminador?
---Me parece que esa tendencia plebeya de uniformar todo hacia abajo y no hacia arriba es la responsable de nuestra barbarie gradual.
---¡Ay, bájele! Nadie se muere por inculto.
---¿De veras no cree que de eso también muere la gente?
He conocido autores que no utilizan comillas. Por no llamarle plagio le dicen intertextualidad. Escucho a Regina Spektor, su música casi fundamental. Y me acuerdo de una cita apócrifa: cuando las formas y los ritmos musicales cambian se producen acontecimientos políticos importantes. Esta música posmoderna y multicultural, simple pero refinadísima, ¿qué tipo de cambio profundo anunciará? Porque luego parece ser éste un momento histórico donde regresaron los juglares. Quizá para contrarrestar a los heraldos negros de la crisis tentacular y todo lo demás.
De pronto los asuntos regresan pues la rueda de la fortuna no puede estarse quieta. Ayer me enteré de un conocido que volvió a caer enfermo. Mi mujer dijo que es un hombre que no tiene la fuerza interior para curarse. Y me pregunto: ¿qué es la fuerza interior? Este sujeto está expiando las fechas cruciales de su biografía. Aunque prefiero pensar que mi conocido solamente cambió de profesión: ahora se dedica a ser un enfermo y en ello invierte toda su definición existencial. Ontológica, diría, pero no uso el término para no parecer pretencioso.
Existe una conexión entre el enfermo y la mentalidad de la cual proviene: la de la víctima, los ciudadanos de ahora, aquellos que en lugar de aprender a atender a la abuela demandan sitio para confinarla en un asilo o en un hospital. Nuestros espacios concentracionarios: la cárcel, la escuela, el vagón de metro, el condominio, el asilo, el hospital. De ahí que uno le implore al dios Apolo llegar con el cuerpo en regular estado y con la mente intacta hasta el final. Y no vivir las némesis médicas de estos días de quirófano y bisturí. La gente alteña del pueblito cercano al santo desierto donde vivo ha reducido drásticamente la necesidad. Mantienen la antigua costumbre de ser estoicos y entrar a la muerte con los ojos abiertos y sin anestesia general.
Un poeta le pidió a Dios que a cada quien le diera una muerte propia. Y la petición tiene vigencia pues hoy ocurren tantas muertes ajenas que la propiedad del paso hacia ella se convierte en esencial. Los budistas afirman que el último pensamiento al morir determina el siguiente y así toda la serie de los que emergerán en el nuevo ser, ése que al modo de una vela cuya flama prende otra vela vuelve a existir bajo una nueva apariencia y un nuevo destino en este plano de la realidad. No es el mismo de antes sino otro, pero es.
---Entiendo: nos va a decir que somos lo que pensamos.
---Sí, nada más. Presos en nuestra mente o libres desde ella.
---Entiendo: no hay realidad objetiva, nos la imaginamos.
---Podrá parecerle una loca fantasía, pero la realidad es una convención que la mente cultiva. Cambia la mente, cambia la convención, cambia la realidad.
---Ándele: dígaselo a esos 8 de cada 10 gringos desesperados por la reciente Gran Depresión económica, que cambien su convención mental.
De pensamiento en pensamiento hacemos nuestros días. ¿Qué es lo que transmigra cuando un ser muere aquí y otro nace allá? La neurosis, contestan los budiatras contemporáneos. Los problemas de la conciencia no son las definiciones sino su aplicación. Por ejemplo, puedo decirme que debo liberar mi corazón del odio, mi mente de las preocupaciones, vivir de forma simple, dar más y esperar menos. Que lo logre, ya es otra cuestión.
A los caballos se les llama pajareros cuando se espantan con facilidad. Mi mente pajarera vuelve a quedarse flotando en el instante. Y entonces me pregunto de qué voy a escribir. Y decido hacerlo acerca de la vida que pasa. El título del texto sale a modo de pura franqueza prosística: block out. A veces vivir es como vaciar un cubo, desagregar una parte o soltar una ilusión. A veces la mente suspende su parloteo y no tiene para qué juzgar. Las golondrinas de los pensamientos se posan inmóviles sobre el alambre: practican el arte de callar.
Y así doy inicio: “De pronto los asuntos se esfuman. Hay tantos temas que hoy no hay. Sigue la crisis y la crisis continuará. Nuestro problema analítico es entonces de mera oportunidad: ¿vivimos una criba histórica, un final civilizacional completo o el momento de un nuevo comenzar?”

Fernando Solana Olivares

Saturday, October 04, 2008

ANDA QUE TE CUENTEN

Y que los denuncian (y algunas versiones afirman que los mismos denunciantes los detienen). Y que lo confiesan. Y que los convencen. ¿Y si no son? O dicho de otra manera: aunque fueran, de todos modos no son. El acto terrorista del 15 de septiembre en Morelia pudo haber sido perpetrado por cualquiera de las fuerzas formales o informales que hoy se enfrentan a sangre y fuego en el país. Todas ellas son actores de la puesta en escena que se llama “Diseñemos el contexto e induzcamos la posibilidad”, primera parte.
A la manera de una obra de teatro donde no hubiera director y tampoco un guión único sino agendas grupales, meras voluntades ciegas, ambiciones organizadas y maldad incontenible, montones de dinero, inercias históricas como la corrupción o el mal gobierno seculares, el drama mexicano ---compuesto de muchas tragedias a la vez--- tiene múltiples lecturas. Un alumno, entre ingenuo, reaccionario y presuntuoso, me lo dijo en una clase: “esto que está pasando es una criba”.
Dado que los contendientes en la ferocísima disputa son quienes se ven y también quienes no aparecen, el anverso y el reverso de un espejo mexicano que sin lírica alguna está tan oscuro como el de Tezcatlipoca, busqué la palabra, cuyo sonido se me antojó bíblico y agrícola, y encontré definiciones que podrían darle sentido a lo que ocurre ahora si este inestable y tan crítico periodo hacia quién sabe dónde así quiere entenderse: como una criba, un filtro, un seleccionador cuya escala resulta tremenda pues es aplicable a la generalidad de la gente y a toda la geografía nacional. Entonces la obra de teatro sin libreto ni director en el fondo responde a otro campo semántico histórico y global, mucho mayor, de colapsos ecológicos, sociales, políticos, económicos y culturales. Los crónicos accidentes en cadena de la tardomodernidad, diría un teórico de este desastre cuando el mundo vive esperando a Godot.
Aunque mal de muchos es consuelo de tontos, “Criba”, según el Diccionario de Símbolos publicado por Herder, representa la separación del bien y del mal, de los buenos y de los malos, del espíritu crítico, de la elección inexorable, del juicio imparcial y sin amor. Es un principio de la mecánica aplicado a la apreciación de los actos morales y de las creaciones espirituales. La criba es la prueba de la solidez, de la calidad del grano despojado de todo polvo.
Significa tanto la prueba de la persecución como del castigo, considerando su operación de dos modos: el cedazo que retiene el cascajo de los pecadores para dejar pasar la arena fina de los justos, o el filtro que retiene el grano de los justos mientras el polvo de paja se elimina. La criba o harnero simboliza además el discernimiento, el sentido de los valores. Considerada un instrumento de adivinación, actúa como un indicante: “cuando se pronuncia el nombre de un culpable, la criba, suspendida por tenazas y sostenida por el dedo medio de dos asistentes, se pone a girar”. El diccionario afirma que dicha virtud adivinatoria ligada a los objetos en rotación contiene un carácter misterioso y a menudo diabólico. La criba es el emblema de la distribución de las recompensas y las penas, el símbolo de la discriminación.
Está bueno, entonces: los tiempos nos están cribando. ¿Pero hay una pauta moral en las acciones de criba, existe alguna autoridad metafísica que administre la puesta en marcha del harnero, la definición justa del bien y del mal y sus recompensas correspondientes? Mientras escribo estas preguntas toca a mi puerta don Bernabé, un apicultor local que atiende unos treinta cajones de abejas donde vivo. Está un tanto desconsolado por la cosecha obtenida, esta vez hubo poca. Es cierto que la producción de miel se ha vuelto inestable y el mercado más, pues los consumidores no quieren comprar sino jarabes, y sólo una rotunda minoría aprecia el verdadero valor de la miel pura. La que este hombre recolecta es de flor de mezquite, una miel solar y alteña salvífica.
Don Bernabé, sin embargo, es un pesimista constante. Aunque me doy cuenta que hoy no parece ser el mismo. Platicamos de la descomposición imperante y de la dificultad que la acompaña, platicamos del inevitable tópico multitudinario: ¿qué diablos está pasando? Es un ser simple pero profundo que quedaría entre el grano de los justos y no entre el polvo de paja de los malvados.
Cuando me escucha opinar que esto es más orgánico y abarcante, más amplio y profundo de lo que puede estimarse, su rostro resplandece. “Eso es lo que yo pienso. Por eso le dije a mi hijo luego de los últimos asesinatos, donde les cortaron la lengua y las colocaron en una bolsa con un mensaje, que ya me di cuenta que no entiendo nada”.
Su calma al decirlo, como si soltara un pesado fardo, una disposición tan risueña y serena, súbitamente me hace pensar que antes de que el harnero histórico lo alcance, don Bernabé ha conseguido su propia operación discriminativa consistente en aceptar su fatal precariedad ante las fuerzas hoy desatadas y no perturbarse por ello sino al revés: tranquilizarse. Sin duda lo logró tomando miel y gracias al espíritu de la colmena. Pero lo suyo es pura fenomenología: a las cosas mismas. El método de su contentamiento es la serenidad.
Cuando se fue volví a las preguntas que dejé pendientes: ¿hay diseño y diseñador inteligentes? ¿Quién es el cribador? Y recordé a Válery: el desorden es un orden que nadie puede ver. Casi lo mismo que expresó hace un instante don Bernabé.

Fernando Solana Olivares