Sunday, December 25, 2011

ARQUEO DEL ANTAÑO/I

El laberinto sin salida. El país ha llegado a una encrucijada de cuatro direcciones, las cuales pueden mezclarse hasta cierto grado entre sí: o continúa deshaciéndose en esta corrupta y brutal guerra de bandas económicas y narcopolíticas, o irrumpe el autoritarismo militarizado y usurpante, o los ejércitos gringos nos invaden directa y embozadamente, o se defiende nuestra precaria y todavía deforme democracia a través del ejercicio de sus modestos instrumentos: el voto, el principal de ellos. Votar o no votar, un dilema hamletiano de nuestra hora definitoria. La posición de Javier Sicilia y su movimiento al considerar éstas como las elecciones de la ignominia es sincera y respetable pero no es verdadera ni funcional. Las más recientes equivocaciones de los movimientos indignados en varias partes del planeta han consistido en condenar el voto electoral y no ejercerlo, en dejar ese espacio vacío para provecho de los poderes fácticos y formales. Las protestas contra los muchos horrores del sistema capitalista, contra sus destrucciones nihilistas y sus diseños esclavizantes, contra su violencia e inmoralidad estructurales, sólo pueden prosperar y desarrollarse, volverse política pública y cultura común si se apoderan políticamente de los aparatos políticos, algo quizá posible, o bien si las masas inconformes se insurreccionan juntas, colapsan lo existente y lo cambian, algo del todo ideal.

Aforismos que el silencio derrite. Es llamativo a la vez que ominoso ver cuánto tropiezan y yerran los aspirantes a las candidaturas presidenciales. El asesor de uno de ellos, al mencionar el dislate más reciente de su asesorado, lo justificó diciendo que contestaba más de cien preguntas al día. Antaño, la pregunta se consideraba el primer instrumento del conocimiento. Hogaño, las respuestas dependen del libreto siempre uniformado hacia abajo que repite en escena el actor. Antes eran las sustancias. Hoy son las apariencias. Y en ellas se ha instalado ya un autoritarismo que además abarca la ignorancia, la imprecisión, la omisión y la subordinación mediática presentes en todos los discursos políticos. Ignorancia de la realidad, imprecisión de las promesas y ofertas, omisión de los miles de muertos del país ensangrentado, subordinación mediática a una imagen ligth y “positiva” propia del narcotizante producto electoral que se quiere vender.

Cambio de piel. Vivimos en un mundo que está invertido. La tesis proviene de la despiadada revolución francesa, cuando un tal arquitecto Lequenau propuso al Directorio la construcción de una boca al Infierno consagrada a Plutón. El mero impulso contó simbólicamente para lograrlo y desde entonces el Inferus privador subió a la Tierra. Ciertos pensadores afirman que tales espacios no son lugares sino condiciones de la conciencia. O dicho en posmoderno: que todo es contextual, es decir, que depende del contexto y de su interpretación. Entonces, ¿puede lograrse aquí y ahora, en este mundo histórico tan esperpéntico, la realización personal, la comprensión de haber existido y luego, por momentos, la felicidad? ¿Puede sacarse de aquí mismo el sentido para cada cual? ¿O la pregunta es insensata? El tiempo que nos ha sido dado para vivir, escribió Murena.

Los represores. El cobarde asesinato de dos estudiantes de la normal rural guerrerense de Ayotzinapa, su ostensible cacería pública, muestra el acometimiento de otra corporación caciquil, criminal y mafiosa del oscuro pasado priísta en medio del desgobernado e insurrecto panorama mexicano, el figueroísmo. Lo que se castiga con ese crimen es una condición explosiva: ser joven, ser un estudiante pobre y estar políticamente comprometido, así la ideología normalista de la que surgió Lucio Cabañas no represente mucho más que una partida equivocada en dirección correcta. Los asesinatos de los activistas, deudos de desaparecidos y miembros destacados del Movimiento por la Paz, son parte infame de ese patrón del miedo mediante el asesinato y el terror producido por criminales, militares, paramilitares y sicarios que avanza. Se criminaliza a las víctimas y a quienes resisten contra la sangre y la impunidad. Ábrense las puertas para que la Iglesia católica oficie en lugares públicos. Mientras tanto, la tenue superficialidad del día: en twitter sucede una intensa “polémica” en cuanto a si el precandidato Cordero es un “rockstar” o no lo es. Así se disputa, evanescente, el poder político. El horror de la inseguridad no cesa y un preocupado analista confiesa que tardaremos una generación o dos en superarlo.

Nuestras Antígonas. Valentina Rosendo Cantú, la indígena me’phaa que fue violada en la sierra guerrerense por soldados cuando tenía diecisiete años y una hija de tres meses, dedicó el final de su discurso a su esposo Fidel, “el que se fue como un cobarde”, cuando recibió del gobierno mexicano una petición pública de perdón fallada en su favor por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos luego de casi diez años de peregrinar ante múltiples instancias para exigir justicia. Al final de ese sendero recorrido con perseverancia, decisión y valentía, en una dialéctica acusadamente femenina donde la intimidad y lo público, lo doméstico y lo cívico se exponen sin dudar. Las Antígonas de la Tierra, una personificación colectiva de todos aquellos, y en este caso aquellas, que dicen la verdad y entonces, como afirma Celan, expresan sombras, las del espanto inaceptable, las de la muerte, las del no ser. No es casual, tampoco arbitrario, que sean las mujeres sus fuerzas en movimiento, su impulso moral. “Antígona, la del alma de luz”, aseveró el poeta…

Fernando Solana Olivares.

Friday, December 16, 2011

EL DESFIGURAMIENTO.

“No escuchamos a los otros porque nos escuchamos a nosotros mismos al escucharlos”. Dicha sentencia la externó un sujeto que provocaba en los demás emociones equidistantes, frecuentemente adversas y muy pocas veces no. Como aquella ocasión que llamó a su asistente una mañana y ella le comentó las menudas incidencias del día pero no le informó que iba a salir de la oficina. Cuando él llegó, ella no estaba. El hombre preguntó por esa demora después de hora y media de estar esperándola.
---Te lo dije cuando hablamos ---afirmó ella.
---¿Me lo dijiste? ---preguntó él, sorprendido.
---Bueno, no. Tú no dejaste que lo hiciera. Siempre tienes prisa ---respondió ella impertérrita. Como si se lo hubiera dicho.
Desfiguramiento: él supo que su asistente invertía los hechos y las funciones, que ignoraba las evidencias y los lugares, que cambiaba tontamente de lugar. Además mentía. Las cuatro acciones tóxicas eran sin sentido.
Alguna vez habló con su ex mujer sobre cierta suma de dinero obsequiada por él al hijo de ambos.
---Qué bueno ---dijo la señora al saberlo.
---Sí, le vendrá bien ---contestó él.
---No, qué bueno por ti ---repuso ella, una psicoanalista usuaria de crípticos términos autorreferenciales respecto a cualquier tema: edipismos, transferencias, contratransferencias, cuestiones así.
Desfiguramiento: él percibió que la mitógrafa freudiana con la que había procreado un vástago torcía la naturaleza del asunto, que en siete palabras condensaba neuróticamente su propia biografía psíquica, que proyectaba un sentimiento descompuesto y del todo ajeno a él. Además mentía. Las cuatro acciones tóxicas eran sin sentido.
Otros sucesos como esos lo llevaron a preguntarse el por qué de tal travestismo, de tal desfiguración, como si fuera inevitable el reflejo, el reflejante y el atractor del reflejo en prácticamente todos los intercambios humanos. Un día supo de una hipótesis probable para explicar dicha tendencia, y pensó que la misma podría extenderse hasta dilucidar por qué casi siempre nos escuchamos a nosotros al escuchar a los otros.
Paradójicamente, la idea provenía del Freud último en su ensayo Moisés y la religión monoteísta, aquel texto escandaloso para los judíos y demencial para los europeos, conocido por él en Derrida, un egipcio, de Peter Sloterdijk. Luego de proponer la inesperada tesis sobre la procedencia y condición egipcia de Moisés, liberador y legislador del pueblo judío y presuntamente partidario del monoteísmo del dios egipcio Atón, condición y procedencia indicadas por la circuncisión, la arrogancia religiosa y el rigor contra sí mismo, Freud escribió lo siguiente:
“Con la desfiguración de un texto pasa algo parecido a lo que ocurre con un asesinato: la dificultad no reside en perpetrar el hecho, sino en eliminar sus huellas. Habría que dar a la palabra Entstellung (‘desfiguración’, ‘dislocación’) el doble sentido a que tiene derecho, por más que hoy no se lo emplee. No sólo debiera significar ‘alterar en su manifestación’, sino, también, ‘poner en un lugar diverso’, ‘desplazar a otra parte’.”
Entonces fue cuando entendió lo que con él pasaba: por alguna razón, todavía ignorada y oscura, concitaba entre diversas personas no solamente la alteración de la manifestación sino también servía muy eficazmente para que los demás desplazaran a una parte inesperada, hacia él mismo en este caso, cuestiones emocionales y nudos sentimentalizados que no le correspondían. Sin duda él también debía hacerlo, pero dado que notaba tan acremente en los demás esa tendencia, la creía mucho menos activa en él.
Le ocurrió con una joven conocida a quien miró venir caminando hacia él cierto día. Ella, quien parecía ausente y adormilada, le espetó con voz metálica mientras hacía un mohín desencajado: “¿Por qué me ves así?” “¿Así cómo?”, preguntó él, sin lograr comprender a qué se refería la joven. “Así, como loco, con mirada desorbitada”, reclamó ella.
Desfiguramiento: la joven decidía ver lo que no había e inventaba un relato arbitrario para volver irreconocible la alteración y el infundado sobresalto ante aquella mirada imaginaria. Además mentía. Las dos acciones tóxicas eran sin sentido.
El hombre concluyó que ese imán negativo no le pertenecía a él sino a aquellos que lo sufrían, pues a fin de cuentas uno siempre es otro para los otros. O tal vez ni siquiera a los agraviados mismos sino a una matriz cultural milenaria que ha encubierto una ruptura y una desfiguración desconocidas pero ocultamente presentes: el drama teológico originario donde lo egipcio no será representado nunca ante verdaderos egipcios y en el cual, “luego de la intervención de Moisés, el Egipto mismo tendrá ‘lugar’, por así decirlo, en otro sitio”, según apuntaría lúcidamente Sloterdijk.
La conclusión del hombre, si puede usarse un término tan perentorio, derivó hacia otra certeza: a la fantología, aquella ciencia del acoso por el pasado no resuelto propuesta por Derrida para designar el secreto ancestral y que yace en uno de los orígenes culturales de la cultura judeocristiana. En suma, un juego de ocultamientos, de proyecciones, de cosas por descifrar.
Desde entonces se considera a sí mismo como un fantólogo y va por la vida sabiendo que él ya sabe lo que los demás todavía desconocen: detrás de la escena siempre hay otra escena, en medio del suceso hay otra significación. Un fantólogo prudente e inaccesible a los sinsabores que no hace de sus desencuentros humanos una circunstancia personal.

Fernando Solana Olivares.

Friday, December 09, 2011

QUIENES NO LEEN.

El lenguaje es la casa del ser, dijo el último chamán intelectual de nuestros tiempos. El lenguaje es pensamiento, habla y escritura. La escritura está en los libros. La casa del ser entonces es la lectura. Y los políticos mexicanos no leen: está jodida la casa de su ser. Lo que sorprende ante el analfabetismo funcional de Cordero y Peña Nieto ---y de la clase política en pleno si le preguntan, con las contadas excepciones de siempre--- resulta la sorpresa que causa su flagrante ignorancia.
Sorpresa sería si hubieran leído y recordaran títulos y autores de cinco libros. El último candidato presidencial que mencionó estar leyendo literatura de verdad fue López Portillo al ser abordado por Jacobo Zabludowsky en su tumultuoso destape. “El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell”, contestó al reportero, quien le preguntaba eso no en una feria del libro sino en un acto político. Sorpresa: leía Justine, Balthazar, Montoulive y Clea. No le sirvió de mucho, es verdad, pues su gobierno fue desastroso, pero leía.
Los dos candidatos iletrados están, como dirían los esotéricos, “canalizados”: o sea diseñados y construidos para un mercado electoral donde la lectura y/o la improvisación intelectual son desconocidas. Así como las amables señoritas japonesas que reciben al público en las grandes tiendas de Tokio se desprograman al preguntárseles algo compuesto de dos frases complejas, así estos representantes robóticos y artificiales de grupos e intereses se enredan y tropiezan al hablar fuera del guión ensayado ante asesores y espejos.
A quien sí le interesaba la lectura era a Hugo de San Víctor, un autor de 1128 que escribió el Didascalicon, y al cual Ivan Illich dedica un hermoso y profundo libro analítico, En el viñedo del texto (FCE, 2002). En su introducción a lo que él mismo define como la conmemoración del nacimiento de la lectura hace más de ochocientos años, Illich afirma que el libro ha dejado de ser la metáfora raíz de la época y ha sido reemplazado por la pantalla.
No es una elegía la que el autor propone sino una definición: la lectura libresca fue un fenómeno de época, una especial interacción con la página escrita, un modo entre muchos, una vocación particular. Sobrevivirá coexistiendo con otras formas de la lectura (muchas de ellas muy dudosas: analfabetismo informático), pero lo que contiene, lo que produce en el lector y lo que le exige, según Hugo de San Víctor, la distingue drásticamente de otras formas de codificación que hoy se denominan “mensajes”.
La lectura, en esta perspectiva, es un camino hacia la sabiduría, y ésta es la primera “de todas las cosas que se han de buscar”, dice el autor medieval, que entiende a Dios como tal, como sabiduría. La lectura posee cualidades curativas porque el ser se perfecciona y sana al ir leyendo. Lo siguiente puede desanimar a cualquiera, o al revés, pero en su ascética de la lectura (ascética: un término hoy negativizado por el principio del placer) Hugo define la disciplina indispensable para ser lector.
La humildad es su principio y a través de ella el lector aprenderá tres lecciones “especialmente importantes”: no despreciar ningún conocimiento; no avergonzarse de aprender de cualquiera; al conocer, no mirar a nadie con menosprecio. “Para la disciplina es especialmente importante saber prescindir de las cosas superfluas. Como dice el dicho, una barriga prominente no puede parir una inteligencia fina”, escribe.
El lector es alguien que se hace a sí mismo en un exilio interior donde concentra su atención y sus deseos buscando sabiduría ---algo del todo distinto a la mera acumulación de conocimientos---, la cual al alcanzarse se convierte, escribe Illich, en el hogar anhelado. La neurofisiología ha confirmado que la lectura produce un yo vertical, un estado de concentración atenta que puede entenderse como una iluminación mental. La literatura, por su parte, habla del despertar de la psicología de la mutabilidad cuando se lee, del afloramiento de una conciencia de participación. La filosofía trata del lenguaje como refugio del ser. Y Hugo afirma que la lectura es un compromiso que encenderá y hará brillar el yo del lector.
Sin embargo los nazis leyeron y fueron atroces; los políticos no leen y a su modo también lo son. Ilustrarse, cultivarse, conocer, sentir o imaginar no garantiza hacerse mejor persona. Pero su omisión sin duda conduce al atroz y permanente encierro del idiota en lo particular. La condición curativa e interior de la lectura tiene que ver con un sueño cultural que Ivan Illich comparte con George Steiner: fuera del sistema educativo, “que ha asumido funciones completamente diferentes”, establecer casas de lectura que, al modo del shul judío, la medersa islámica o el monasterio cristiano, provean el espacio, la guía, el silencio, la complicidad y el compañerismo para leer en forma recogida y atenta. Leer, según Hugo, es “ordenar”, interiorizar en la psique y en el sentimiento la armonía cósmica y simbólica de la creación.
Hay más en la lectura: la función de enlazar a un ser humano con otro, la capacidad para levantar un palacio interior de la memoria con grandes patios y estancias, la facultad de pertenecer a los demás, el asombro ante lo existente, el reencantamiento del mundo. Arthur Rimbaud dijo que los débiles que se pusieran a pensar en la primera letra del alfabeto caerían rápidamente en la locura. Peor cuando se sabe que la única lectura que existe es la relectura. Letal pregunta: ¿y cuál ha sido su última relectura?

Fernando Solana Olivares.

Sunday, December 04, 2011

REPORTE DEL CLIMA.

Hoy todo es un acontecimiento histórico: la sequía y el intenso frío. El presente del pasado se establece entre matracas, masas clientelares acarreadas, políticos impresentables, líderes momificados, una familia juvenil y telegénica diseñada para tal fin, un candidato joven y vacío tan viejo como el mismo PRI que representa y con él regresa. Sólo en México, carajo. El cambio no es gatopardesco porque no supone que todo cambie para que todo siga igual. La conocida frase la pronuncia Tancredi en El Gatopardo del príncipe de Lampedusa. Aquí nada ha cambiado, salvo la envoltura, la cual es producto de una ingeniería de opinión e imagen calculada hace años y pagada con fondos públicos, como suele ser. Sólo en México, carajo. Los impuestos van a dar a las manos de los políticos para que con ese dinero induzcan y hasta obliguen a la gente a votar por ellos. Y la frágil memoria colectiva, tan olvidadiza, ayuda a convertir en política circular todo esto. Salinas presenta un libro más y habla “críticamente” del neoliberalismo, como si su régimen no hubiera sido el fatal implantador de esa destrucción privatizadora de las instituciones públicas de salud, educación, trabajo y desarrollo social iniciada al final de los ochenta del siglo pasado, destrucción cleptocrática y estatal mafiosa que dio lugar a la putrefacción nacional de estos días.
Pero en El Gatopardo hay mucho más que aquella agudeza de Tancredi. Cuando el nuevo régimen le ofrece al príncipe Fabrizio, a través de Chevalley, el inteligente y digno enviado, la senaduría por el reino de las Dos Sicilias, se produce una confesión de sabiduría: el príncipe define su circunstancia como propia de una generación desgraciada, a caballo entre los viejos y nuevos tiempos y a disgusto con los dos. “Como usted no ha podido dejar de darse cuenta, no tengo ilusiones”, afirma, para más adelante proponer al advenedizo Calogero Sedára al senado, describiéndolo como un hombre igual a él, sin ilusiones, pero lo suficientemente hábil para creárselas de ser necesario. Lampedusa mismo carecía de ellas. Las ilusiones se vuelven indispensables para la acción política o para la acción literaria.
Uno de los pocos registros que se conocen sobre Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa, lo contó Giorgio Bassani en el prólogo a la edición italiana de uno de los dos libros que escribió (el otro es El profesor y la sirena) ese autor sorprendente y perfecto. Fue en el verano de 1954 en San Pellegrino Terme, donde con motivo de una reunión literaria, Bassani lo conoció a través del poeta Lucio Piccolo, quien viajaba con Lampedusa, porque eran primos, y un criado acompañante. Bassani lo describe como un caballero alto, corpulento, taciturno, apoyado en un nudoso bastón, siempre silencioso, llevando un rictus amargo en los labios: “Cuando me presentaron a él, se limitó a inclinarse sin decir nada”.
Cinco años después de ese único encuentro, Bassani recibió la llamada de una amiga que le proponía una novela para la colección de libros en la cual trabajaba. La leyó deslumbrado y muy pronto supo que era obra de aquel aristócrata visto entonces, quien había muerto hacía un año dejando el manuscrito de una obra que comenzara inmediatamente después de su regreso de San Pellegrino a Palermo. El “pobre príncipe”, según lo llama el narrador de Historias de Ferrara, escribió el libro durante unos cuantos meses, tuvo tiempo de copiarlo, después enfermó y murió a las pocas semanas. Su vida es una crónica de no visibilidad, de moderada restricción, de escondida posteridad. Es la biografía del santo oculto y no la exposición del héroe público.
La ilusión igualmente resulta inevitable al tratar de establecer otras hipótesis. En efecto, no acaba de mezclarse con eficacia la reunión del agua con el aceite sugerida por López Obrador al introducir el tema del amor como necesidad social desde la crispada, decadente y venal política mexicana. Sin duda, Maquiavelo lo reprobaría. Pero o bien se va más allá del pensador florentino o bien se reinterpreta el mensaje, se traduce en propuestas sociopolíticas posibles generadas por la sociedad misma y se propone un orden moral a practicar. Y el matiz quizá suponga algo tan sutil como hablar de obra común en lugar de amor, de fraternidad humana y de decencia esencial, de otra ética mayoritaria e interdependiente, no la del amnésico Salinas y sus atroces responsabilidades históricas y lo que oscuramente éstas significan (extremos que no se tocan: el príncipe Fabrizio se apellida de Salina), tampoco la de aquellos que en lugar de haber sido los portadores de la conciencia, según escribiría Jan Myrdal, se han comportado como las prostitutas de la razón.
La FIL sucede por estos días y la radio universitaria local transmite sus incidencias y entrevista a afamados escritores. Llama la atención su casi general bajo nivel, su inocuo monólogo, a excepción del durísimo discurso, provocador e intemperado de Fernando Vallejo: a medias verdadero, a medias descortés, a medias histérico. Hay mala literatura y hay buena, como la de Daniel Sada, en cambio, escritor fascinado con el lenguaje y la dilatada marea de hacer novelas, con la paciente impaciencia del conocimiento que se hace palabra por palabra, ladrillo sobre ladrillo, imagen por imagen. Descanse en paz Daniel pues queda su literatura. Estas heladas históricas calan los huesos. Yo estoy haciendo una chimenea. Donde vivo hay leña seca. Espero prenderle fuego antes del último frente frío.

Fernando Solana Olivares.