Sunday, November 27, 2011

HOGUERA PARA HEREJES.

Estudiar la historia de la religión es penetrar por un fascinante espejo, cruzar por un abismo, volver a un origen, conocer una desfiguración. Espejo: nos refleja; abismo: nos separa; origen, nos determina; desfiguración: es nuestro secreto.
La más grande herejía histórica de la Edad Media, los cátaros, se originó probablemente en 930 con la aparición en Bulgaria del bogomilismo. Luego floreció desde 1143 en la región francesa de Languedoc, se extendió a Italia, España y Alemania y fue extirpada formalmente en 1321, con brutalidad sanguinaria extrema, cuando Bélibaste, el último obispo cátaro italiano conocido, ardió en la hoguera.
No se comprende la crueldad de la persecución y el arrasamiento contra comunidades pacíficas y de alta moralidad, practicantes de una vida simple, creyentes en la igualdad de todos, dedicadas al trabajo y confiadas en el amor común ---características que llevan a Maurice Magre a definir a los cátaros como los budistas de Europa---, a menos que se acepte que dos cristianismos vienen disputando entre sí a lo largo de la historia: el de Jesús del Sermón de la Montaña y el de Pablo del misterio de la Crucifixión.
Cuando el cristianismo se convierte en religión de Estado desde la victoria militar del emperador Constantino utilizando la cruz revelada en sueños: con este signo vencerás, hasta el Concilio de Nicea en 325, convocado por el mismo emperador para fijar los cánones de la ortodoxia y la herejía, la Iglesia romana monopoliza, política y militarmente, el contenido aceptable de la religión. En lo sucesivo será una institución que irá imponiendo el modelo de control colectivo ---donde deben contarse desde la invención del “crimen de pensamiento” hasta la anticipación de los totalitarismos modernos--- que requiere para permanecer vigente. Trátase del primer escalón sobre la pregunta ¿dónde está Dios?, y de la respuesta de los intermediarios: está en el cielo y te mira y yo hablo con él. La indemostrable afirmación dogmática agustiniana de que fuera de la Iglesia no hay salvación.
Dostoievski contó la tragedia cátara o albigense en su texto El Gran Inquisidor. Cristo regresa a la Tierra, a Sevilla, en los tiempos más oscuros de la Inquisición española. Inmediatamente sospechoso de herejía, es arrestado y llevado ante el anciano Gran Inquisidor . “Si alguien merece nuestro fuego, ese eres tú. Mañana yo mismo te llevaré a la hoguera”, dice el anciano a Cristo, y aguarda su respuesta.
Cristo lo ha escuchado con paciencia, lo ha mirado con dulzura y sin ninguna intención de replicar, según escribe el genio ruso. “Pero de pronto él se aproxima al anciano en silencio, y con suavidad besa sus viejos y exangües labios. Aquella fue su respuesta”. Luego de estremecerse, el anciano expulsa a Cristo, le abre la puerta y le exige que se vaya y no vuelva nunca. Éste se marcha por las oscuras calles del pueblo.
Ecos de esa reacción tiene la histérica postura del Vaticano ante el beso entre Benedicto XVI y un imán islámico recién usado publicitariamente por Benetton. ¿Por qué tanta sequedad del corazón, desde el origen mismo del cristianismo? En un buen libro sobre los cátaros, Sean Martin, argumentando la declaración de los cátaros (los puros) de que su tradición apostólica era auténtica pues se remontaba a los tiempos de Cristo ---“lo que no puede ser probado sino sólo inferido”, lo mismo que la pretensión de la Iglesia de provenir del apóstol Pedro---, menciona un texto descolocador, encontrado entre los Rollos del Mar Muerto hechos públicos en 1991, que hace pensar que Pablo fue excomulgado y expulsado de la comunidad cristiana. Esta indicación invalidaría la auto-atribución de la Iglesia de ser la vicaria de Dios en la tierra, pues su cuerpo doctrinario se basa en Pablo, no en Cristo.
Y una poderosa hipótesis de Freud sobre una duplicación anterior, ocurrida en el comienzo de una religión afluente de la cristiana, la judía, cuyo fundador, Moisés, habría sido un sacerdote egipcio partidario de la religión monoteísta de Atón, enseña cómo un contenido se trasvasa en otro, cómo se desfigura. Derrotado por los sacerdotes rivales del culto a Amón, Moisés hace causa común con los judíos esclavizados y los conduce a otra parte para vivir la experiencia de un solo Dios. Las marcas de tal pieza teatral teológica quedan en las costumbres transmitidas: circuncisión, arrogancia religiosa y rigor contra sí mismo, lo que una religión monolátrica exige de sus fieles, o de sus cobayos, según define Peter Sloterdijk.
Puede decirse que de ese rigor contra sí mismo deriva el desarrollo de la cultura occidental y su incontable red de consecuencias. Entre otras, la desfiguración, como la llama Freud, que significa alterar y desplazar a otro lugar. Los herejes ---quienes buscan a Dios en su interior--- le recuerdan a la ortodoxia su ilegitimidad, su doblez fundacional. Por ello, los textos históricos que van corrigiendo la narrativa religiosa surgen solamente en la cristiandad, pues ésta fue confiscada por la facción que se alió al Estado y triunfó, otras religiones no tienen esa marca de origen. Podrá hablarse de su vocación de victoria política pero no de su legitimidad espiritual. Aun cuando el mensaje, tan desfigurado, todavía resuene.
Alguien dijo hace poco que afirmar que los herejes buscan a Dios en su interior es una barrabasada. Por ella murieron miles de hombres, mujeres y niños cátaros, y sus Perfectos entraron cantando a las hogueras. No se han ido, están entre nosotros. Siguen activos.

Fernando Solana Olivares.

Monday, November 21, 2011

FUEGO Y LLUVIA.

“Tengo muchos fierros en la lumbre”, como escribe Catón. Yo también por estos días. Ciertos signos y certezas surgen tácitamente. Ciertos avisos. Como si las cosas desdoblaran su reverso para mostrar lo que viene. O no muestran nada y sólo suceden, impermanentes. Pero nuestro atributo consciente es buscarles significado, sentido, anticipación.
Una doxa numerológica esotérica enfatiza el valor del 11-11-11: ábrense once puertas cósmicas y sobreviene un acontecimiento funesto. Se desploma el helicóptero del secretario de Gobernación, la PGR protofascista detiene e interroga a un tuitero inocente, indicando así que el atentado es una variante probable, además de instalarse como atmósfera de opinión pública la mala suerte del régimen y la soledad presidencial.
Jóvenes vestidos de ángeles visitan las escenas del crimen en Ciudad Juárez con letreros llamando a los asesinos al arrepentimiento. Provienen de un grupo cristiano que tiene por sede la modesta iglesia Salmo Cien a las afueras de la ciudad, según cuenta Damien Cave en The New York Times. Obtuvieron el donativo de cortinas viejas que convirtieron en túnicas, reunieron plumas para las alas y dinero para el maquillaje. Comenzaron a presentarse en intersecciones urbanas concurridas. Hace unos días se pararon afuera del cuartel de policía y muy pronto, sintiéndose amenazada, la autoridad les ordenó que se marcharan. La experiencia está replicándose en otras ciudades peligrosas como Matamoros y Torreón.
Ayer por la mañana recogí a mi anciana amiga, María del Carmen Moreno, y la llevé a vender su mínimo recaudo en la ciudad. Estaba esperando el camión a la orilla de la carretera con dos de sus nietos adolescentes. Sólo tenía dinero para su pasaje e iba a pedir fiado el de ellos. Tanta pobreza extrema como vive aunque llena de dulzura y fe. Me cuenta de pequeños templos y santos entre inocente mansedumbre, menciona sus penas y afanes con distancia resignada y confiada serenidad. El karma de esta anciana ya está calcinado, así sea en medio de una miseria que si no aniquila el alma, como no lo hará con la de ella, le permite comprender la transitoriedad. Nunca se queja, sólo agradece.
El mismo viernes del triple 11 ---“Este número anuncia un conflicto virtual: su ambivalencia reside en un exceso que puede verse como el comienzo de una renovación o como una ruptura, un deterioro del 10, una falla en el universo”. Diccionario de Símbolos--- sucede un misterio teatral. Un grupo estudiantil monta una pequeña obra en el salón de clases. Cargan sofás y sillas, utilería y vestuario con juvenil entusiasmo, llevados por ese dios interior que invoca la palabra misma. Al maquillarse se transforman y al actuar son una pura metamorfosis, más allá de ellos mismos aunque no todos lo hagan bien. Fuego y lluvia al mismo tiempo, la puerta abierta de la representación.
Tantas veces ha sucedido que puede convertirse en un patrón: a nuestra vida van llegando los libros que nos tocan, como si en algún lugar de los acontecimientos estuviera cronológicamente anticipada esa sucesión. Las Obras completas de Paul Celan deberían ocuparme pues ya están aquí. Me conmueve y sorprende su poderosa expresividad lacónica, cuánto puede ser dicho con tan poco. Tal como aquella advertencia ofrecida alguna vez por la astróloga al consultante: haber hecho tanto, haber tenido tan poco. Establezco algo evidente: doña María del Carmen y Paul Celan se corresponden cuando escucharla a ella es leer al otro.
Jeffrey D. Sachs, el influyente economista, escribe en The New York Times que Ocupa Wall Strett y sus movimientos aliados son, probablemente, el comienzo de una nueva era en Estados Unidos, en la cual “el desafío más amplio es restaurar la prosperidad y el poder para el 99 por ciento de los habitantes del planeta”. Sachs dice estar ocurriendo el final de una era Reagan neoliberal de 30 años de duración y el surgimiento de un tercer periodo progresista, similar a los sucedidos a fines del siglo XIX y durante los años veinte del siglo pasado. Las metas mínimas deben ser tres: resucitar los servicios públicos cruciales, terminar con la impunidad financiera y restablecer la supremacía de los votos populares ante los dólares. Mientras la represión policiaca avanza para desalojar a los indignados de las plazas públicas yanquis. Este signo de la época traza también la candidatura de López Obrador en México: un polo aglutinante de mayorías dispuestas a hacer de su hartazgo público y aun existencial otra sociopolítica común, otra gramática de la pertenencia mutua.
Una tendencia minoritaria (1 %) pero hegemónica, una tendencia mayoritaria (99 %) pero todavía marginal. Cuando uno tiene puestos varios fierros en la lumbre debe atenderlos. Mirar que las cosas no tienen significado estable no significa descuidar lo inmediato. “Estábamos muertos y respiramos”, escribe Celan, y nosotros parece que empezamos a vivir. Por estos días circula la apuesta del final. Consiste en apostar que el 21 de diciembre de 2012 es una fecha terminal y primicia porque para el apostante, se acabe el mundo o siga en pie, algo habrá terminado entonces y algo, asimismo, comenzará.
Mi apuesta es una migración interior. Para entonces deberé haber purgado los irritantes síquicos, los tóxicos emocionales, los drenajes de la imagen personal, las adicciones del autoconcepto, la neurosis letal. Y he elegido una frase que diré en la noche de ese día. La reservo para que resulte sorpresa, para que sea equilibrada y funcional.

Fernando Solana Olivares.

Sunday, November 13, 2011

CELAN EN EL PUENTE.

Citado por Carlos Ortega en su conmovedor prólogo “Que nadie testifique por el testigo” a las Obras completas del poeta Paul Celan (Trotta, Madrid, 1999), John Felstiner afirma que éste “asumió su desgracia y nunca creció inmune a ella”, la cual fue haber nacido en un tiempo y en un lugar equivocados.
La palabra que más repite Paul Celan en los ochocientos poemas que publicó y en los cuatrocientos setenta y seis que dejó inéditos ---“casi 1.400 veces a lo largo de treinta años de escritura”--- es tú. El prologuista define eso como “un afán manifiesto de encontrar un interlocutor”, cuyos objetos/sujetos irán desde el poeta mismo hasta su familia, una piedra o una letra del alfabeto hebreo.
Acaso entonces dijo tú al puente Mirabeu en París aquel 20 de abril de 1970 cuando desde ahí saltó al Sena. Venía del piso que ocupaba en el número 6 de la Avenue Émile Zola, donde hacía año y medio vivía solo, separado de su esposa e hijo. Tiempo atrás Celan se había referido al puente Mirabeu en su poema “Y con el libro de Tarusa”, vinculándolo además a otra poeta, suicida igual que él ante el horror de la historia, Marina Tsvietáieva.
Sería inútil elucubrar lo que pensó el poeta que desmintió la tesis de Adorno de que después del holocausto había terminado la poesía, antes de saltar a esa ancha corriente gris y perderse en sus profundidades hasta el 1 de mayo, cuando su cuerpo fue encontrado río abajo por un pescador. Carlos Ortega cuenta que sobre la mesa de Celan se encontró un ejemplar de Hölderlin abierto y subrayado en un pasaje: “A veces el genio se oscurece y se hunde en lo más amargo de su corazón”.
Jean-Dominique Rey, citado por Ortega, recuerda de Celan “su porte lento, ligeramente oscilante, como el de un poeta habitado por el Verbo o el de un Sísifo en la desesperación. Nunca hubo indiferencia en su paso. Pero en cuanto te veía, lo primero que salía era su encanto y su amabilidad”. El mundo iluminado, hermenéuticamente llevado a su límite en la simplificación del lenguaje que Celan poéticamente utiliza, es concordante con dicho encanto y amabilidad.
Lo amable es aquello digno de ser amado, que lo es porque ama. Sin embargo, el complemento del retrato del poeta permite entender lo esencial: “Su sonrisa, ligeramente retraída, marcaba una especie de distancia infranqueable entre él y el mundo, pues no dejaba ver de ella más que el velo con que la cubría”. Nacido en 1920 como judío en Czernowitz, capital de la Bucovina, región de los Cárpatos que acababa de integrarse a Rumanía luego del hundimiento del imperio austrohúngaro, ni Celan ni sus padres salieron de la ciudad cuando los rusos la abandonaron ante el avance nazi.
El sábado 27 de junio de 1942, Celan tuvo el primer disgusto con su madre. Le reprochó su negativa y la del padre a acompañarlo hasta una fábrica de detergentes donde solían esconderse cuando aumentaban las deportaciones de judíos hechas por los nazis. “No podemos escapar a nuestro destino”, dijo ella, y se quedó con el marido. Fue la última vez que su hijo los vio. Fueron llevados al campo de Mijailovka, donde primero moriría el padre de tifus y después la madre de un balazo en la cabeza.
Carlos Ortega señala que el poema “Angostura” refleja ese momento: “Llevado/ al terreno/ del/ vestigio/ inequívoco:/ Hierba, Hierba,/ separadamente escrita.” En un texto escrito para el catálogo del pintor surrealista Edgar Jené, Celan postuló que la tarea del arte consiste en “no dejar de dialogar con las fuentes oscuras”. Él era un poeta más allá de la lengua y a pesar de la historia. Escribía en alemán, su lengua natal, aquella de los asesinos de sus padres, para un público lejano y del cual desconfiaba; su país se había evaporado; vivía en Francia y se sabía minusvalorado. Estaba fuera de lugar, a pesar de su encanto y amabilidad. Por ello, “su lengua fue su patria, frase que se dice tantas veces, pero nunca con tanto fundamento”, escribe Ortega, y su poesía, decimos sus lectores, un continente inclasificable e incandescente, de gran belleza, de profunda extrañeza, del horror del siglo y de su superación estética, ascensional, donde la casa del Ser es el lenguaje cargado de sentido a máxima posibilidad.
El salto debió ser un movimiento grácil que envolvió el cuerpo del poeta cuando llegó al agua y lo tragó. Su “asombrosa austeridad expresiva” ---determinante de la lírica poética que vendría después--- actuaba en ese acto determinado: muerte por agua como lenguaje, muerte por desasosiego histórico, muerte por terminar. Cuando Celan años atrás visitó a una amiga a la que nunca había visto pero con quien intercambió una profusa correspondencia, escribió en un poema: “Hablamos de lo que es demasiado/ y demasiado poco […]/ [de lo que] nosotros/ en verdad no sabemos, sabes,/ nosotros/ en verdad no sabemos/ lo que/ cuenta.”
A la muerte de Paul Celan, Henri Michaux dijo: “Se nos ha ido. Claro que podía escoger. El fin no será tan largo. A flor de agua, el cadáver tranquilo.” Bendito lugar común de la poesía: sólo hay que leerla. Efectivamente cubre, protege, multiplica. Efectivamente revela. “Vivimos bajo cielos sombríos y hay pocos seres humanos. Por eso probablemente haya tan pocos poemas. La esperanza que aún tengo no es grande; intento mantener lo que me ha quedado”, confió Celan a Hans Bender en una carta. También respondió una encuesta hecha por la Librería Flinker de París, y en ella afirmó: “Poesía: lo fatalmente único del lenguaje”.

Fernando Solana Olivares.

Saturday, November 05, 2011

EL PENSAMIENTO RECIBIDO.

La modernidad es una ingeniería social que lleva siglos moldeando la mentalidad humana. Desde antes de la construcción del yo de Rousseau para el ser libre que predicaba, las operaciones de propaganda sobre la opinión pública son una parte básica del sistema capitalista y del pensamiento tecno-científico predominante. Así ocurrió desde el primer suceso moderno de manipulación de la opinión pública: el golpe económico y político de Felipe el Hermoso contra los Templarios en 1307 auxiliado por su ministro Nogaret, quien infiltró las tabernas francesas con agentes pagados para calumniar a los mantos blancos e incriminarlos en delitos de apostasía y contra natura.
Dicha ingeniería ideológica ha construido una credulidad generalizada que se considera a sí misma realista y racional, críticamente escéptica e informada. Esa mentalidad común está compuesta por los pensares de la época que piensan a la gente que participa de ella y sin embargo se revuelve, furiosa, contra el señalamiento de que sus pensares no son suyos sino una implantación cognitiva. Cuando surgió el concepto moderno de razón surgió su contrario, la sinrazón o locura. Y ella ha servido para sostener la sobresocializada verdad del mundo materialista, totalmente razonable, y condenar todo aquello que ponga en duda las descripciones o los escenarios donde sucede “lo real”.
Una tradición intelectual mecánica y políticamente interesada descarta todo aquello que llama paranoia, para-conocimiento, conocimiento insuficiente e incapaz. De ahí tantas fobias como suelen tenerse, tantas convicciones personales, tantos juicios discriminatorios. La tradición zen cuenta que un aspirante de aprendiz visitó a un maestro. Éste le invitó a tomar té y le sirvió hasta que la taza llegó al límite, derramándose. El aspirante llamó su atención. El maestro le dijo: “la taza es como tu cabeza, las dos están llenas, ¿qué se les puede agregar?”
Las revelaciones surgen de lo oblicuo, de lo para-normal. Si la persona se salva cuando desautomatiza sus sentimientos, lo mismo logra cuando desautomatiza su pensamiento, su forma de conocer. Cuando desagrega su diálogo interior, lo etiqueta (“pensando, pensando, pensando”) rápida y atentamente, lo deja ir. Vendrá otro pensamiento, otra sensación, otra percepción y se hará lo mismo. Vendrán de nuevo y otra vez.
Para procesar la información que absorbe nuestra conciencia (una parte mínima de la que llega a la mente) debemos referirla siempre a lo familiar. La memoria asociativa encarcela y reduce nuestra forma de conocer. Conocemos lo ya conocido, pensamos lo habitual, somos iguales a la imagen del si mismo que hemos neuróticamente construido y a la mente colectiva de la ideología posmoderna globalizada y su catálogo de tópicos, de doxas, de lugares comunes, de materialismo vulgar.
Elémire Zolla escribe que “en una sociedad donde se supiese lo que se ama y se quiere, la dominación de los cárteles financieros no se podría implantar. Pero para tener una idea recta de lo que se ama y se quiere es preciso poseer una idea del ser y de sus grados: una metafísica, aunque no sea discursiva.” Y aunque no sea devocional. Saber lo que se ama y se quiere ---poseer una metafísica--- es aprender ciertos principios básicos:
a) Somos lo que pensamos; b) Los pensares de la época nos piensan; c) Debemos no pensar en lo que pensamos.
La neurofisiología contemporánea confirma que la interrupción voluntaria del pensamiento (definición canónica del yoga meditativo) deshace sinapsis incorrectas, despierta e integra gradualmente zonas selladas de la psique y reconstruye la plasticidad neuronal. Es decir, rehace al individuo, que así deja de ser sujeto de su diálogo interior y pensado por los pensares de su externa (pues viene de fuera) subjetividad. Por los irritantes síquicos que describe el budismo: el odio, la avidez y la ignorancia. Y aunque esta ignorancia se refiere a la naturaleza profunda de la realidad, también está vinculada con ignorar la naturaleza superficial de lo real, compuesta casi totalmente de pensamientos recibidos, de pensamientos implantados por la mentalidad gregaria y consumista sobresocializada.
Pasamos de una época a otra, afirma Zolla, cuando las ideas, sentimientos e imágenes obsesivas o consoladoras más difundidas comienzan a marchitarse. El conocimiento de ese tránsito está en lugares no recomendables, no mostrados, no dichos. Para encontrarlo hay que ir con poetas desvariantes, cortesanas atrevidas o videntes rodeadas de exaltados. Lo mismo que buscando los significados de los significantes. Significado: el imperio dice; significante: el imperio dice que dice. De ese modo tan simple puede entenderse que los aviones al colisionar en un edificio no se evaporan por un hueco menor que su propia envergadura o que ningunas torres gemelas se derrumban sobre sí mismas por un impacto incendiario en la parte superior. Es aquella operación que Goethe describía como la más difícil: ver lo que se tiene frente a los ojos.
Si apenas ayer la primera regla de la salud mental era aliviarse del resentimiento, hoy además es la de curarse del pensamiento recibido, de los adjetivos excluyentes, de la opinión inducida que se cree propia, de la fanatización acrítica, de la imagen que engaña, de las formas ocultas de la persuasión.
Es toda una tarea llegar a ver el mundo como es. Ningún prejuicio sirve para lograrlo, al contrario. Por eso la mente de principiante considera a las cosas con la atención de la primera vez, las considera en ellas mismas. Las contempla.

Fernando Solana Olivares.