Friday, September 27, 2013

LAS VÍAS A LA REFORMA.

In Memoriam Álvaro Mutis, gran maestro del lenguaje, hereje e insumiso. La vía, más bien. Pues para Edgar Morin es una, propuesta por él en un libro reciente y testamentario llamado La Vía. Para el futuro de la humanidad (Paidós, Barcelona, 2011). Morin confiesa creer por momentos que un colapso podrá acabar con esta civilización hipermaterialista donde existen altísimas probabilidades de sufrir catástrofes en cadena, equivocada durante doscientos años hasta lograr su estado actual. Ningún drama, sólo una cercana opción. E imagina entonces el encuentro de un lector del futuro con este libro en medio de antiguas ruinas. En ese articulado y orgánico método de reforma y restauración profundas en muchos órdenes ---regeneración del pensamiento político, políticas de la humanidad y de una civilización corregidas, democracia, demografía, pueblos indígenas, vía ecológica, agua, vía económica, desigualdad y pobreza, desburocratización generalizada, justicia y represión---, una de las propuestas que entre otras resultan llamativas por altamente simples y altamente posibles: la democracia cognitiva, es parte esencial de sus reformas en el pensamiento y la educación, en la sociedad y en la vida. Morin explica que en 1994 comenzó a desarrollar la idea de la política de la civilización ---una reacción “contra los crecientes efectos perversos engendrados por la civilización occidental, ahora ya globalizada y globalizadora”---. La nueva política que de ahí se derivó obedece a lo que llama doble orientación: una política de la humanidad y una política de la civilización que simultánea y permanentemente piensen en lo planetario, lo continental, lo nacional y lo local. “Actualmente, se pide a la gente que crea que su ignorancia es beneficiosa y necesaria, y en el mejor de los casos recibe alguna amena lección impartida por eminentes especialistas desde ciertos programas de televisión”. Cuando el odio a la cultura se convierte en práctica cultural sobreviene la muerte interior de una sociedad. Los mecanismos de comprensión deben extenderse lo más posible entre la gente para que logre comprender su circunstancia y conocer sus causas: democracia cognitiva. Así podría generar un cambio de interpretación y aun de circunstancia. Morin recuerda las visionarias reflexiones de Iván Illich y su desescolarización de la cultura: el principio del placer debe ser transformado en el principio de la comprensión. Poco a poco se abre paso la certeza epistemológica de que un orden moral renovado, común, tolerante y creativo debe construirse como única, cuando menos principal vía de sobrevivencia social. Nuestras vidas occidentales, escribe un autor que Morin cita, Patrick Viveret, están degradadas e intoxicadas por compulsiones “de posesión, de consumo o de destrucción”. Antes, afirma el agudo observador, lo que tenía valor no tenía precio; hoy, lo que no tiene precio no tiene valor. Nuestra civilización nos ha hecho identificar bienestar con posesión, de ahí la necesidad de recurrir a fármacos y estupefacientes de todos los tipos para curar sin lograrlo la tristeza, el abandono y la soledad existenciales, el consumo como adicción, o la Matriz misma, escribe Morin, que proporciona inagotables diversiones, “la lógica del cálculo, de la máquina determinista, del rendimiento y la productividad”. La velocidad reclamada por la vía de Edgar Morin es un alentamiento decidido, una velocidad letárgica que permita “vivir la vida en vez de correr tras ella”: slow parenting, slow travel, slow cities, slow money, menciona, multiplicaciones del movimiento Slow Food en todos los órdenes. Siguiendo a Patrick Viveret, Morin ilustra la necesidad humana de reemplazar la perniciosa y generalizada alternancia del péndulo depresión/excitación por la alternativa serenidad/intensidad, que requiere tanta educación como autoeducación: humanización de pulsiones y emociones, contención de cóleras y resentimientos, sentido del humor acerca de uno mismo, diálogo permanente entre la razón y la pasión, autoexamen y autocrítica, autoestima lograda por los actos y el comportamiento, espacio interior de meditación, cura de la intoxicación consumista, alternancia sobriedad/fiesta. El componente estético de la vida, “esencial para vivir poéticamente”, también debe desarrollarse. Si La Vía es leída en el futuro se sabrá que sí hubo corrección conceptual al horror contemporáneo. Pero que faltó tiempo para aplicarla, quizá voluntad de voluntad. Fernando Solana Olivares.

Friday, September 20, 2013

SIGNOS ASUMIDOS.

1. Hace cuarenta años ocurrió el golpe de Estado militar en Chile que asesinó a Salvador Allende (o lo forzó al suicidio, también una forma del asesinato) y desató un terror represivo sin parangón con otros regímenes militares y autoritarios en Latinoamérica. Si el recuerdo es una premonición, como querría Walter Benjamin, la mirada retrospectiva sobre un hecho histórico produce la inquietante sensación de fatalidad, pues aquello que entonces germinalmente se mostraba y pudo ser impedido, el huevo de la serpiente, ahora es una realidad hegemónica inevitable que se legitima por sí misma al cuestionable modo hegeliano: todo lo real es racional, todo lo racional es real. O dicho en pensamiento único: si así sucedió es porque así debía suceder. 2. La desorbitada violencia del pinochetismo, su furioso odio destructivo, sus torturas demenciales e inhumanas, la sangrienta persecución de cientos de miles de opositores, la abrogación por la fuerza del voto democrático de millones de chilenos, todo ello fue parte de un proyecto económico ultraliberal que se impondría a sangre y fuego desde ese 11 de septiembre de 1973 luego del cobarde bombardeo a La Moneda. Es la doctrina del shock por partida doble: paralizar a la población mediante el miedo atroz de la represión para que acepte la depredación económica que a continuación seguirá (desregulación jurídica a favor del capital criollo y transnacional; privatización indiscriminada de todo aquello que prometa ganancias; disminución drástica del gasto público en áreas de obligatoriedad estatal como salud, educación, empleo, vivienda), sin oponer resistencia alguna. 3. Sólo la distancia permite darle dimensión y sentido a lo que en su momento pudo parecer una mera retórica de circunstancias. Las últimas palabras de Allende cobran vigencia mientras el tiempo pasa y el horror económico político del ultraliberalismo parece estar todavía intacto, cuando menos en nuestro país, último laboratorio de pruebas de un tecnocrático nihilismo voraz que continúa empeñado en privatizar y arrebatarlo todo. “Mucho más temprano que tarde, de nuevo, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, dijo el presidente inmolado por el capitalismo salvaje anglonorteamericano, la burguesía nativa y la traición militar. Cuatro décadas después, sin embargo, la invocación profética de Allende acaso está más cerca de cumplirse que antes. Soplan vientos de fronda en todo el planeta y signos múltiples anuncian el final de una época histórica. Aún en México, este país de los retardos, las dilaciones y las demoras. 4. Jean Baudrillard afirma que después de la utopía viene la reversibilidad. La marcha de la historia ha abandonado el sendero que durante los siglos del racionalismo materialista la llevó hacia adelante. Agotadas cultural y filosóficamente, las sociedades posmodernas encaran el rostro que Marcel Duchamp veía en la modernidad: la libertad para ser indiferentes. Según los antiguos griegos, el ser humano era deilón (lo mísero) y deimón (el talento extraordinario) al mismo tiempo. En esa dicotomía está cifrada la limitación humana lo mismo que su posibilidad. Si bien la miseria de lo humano crece exponencialmente en nuestra época, del mismo modo afloran talentos extraordinarios que quizá representan lo que vendrá, los comienzos de lo nuevo: retaguardias de hoy que serán vanguardias mañana. Su libertad consiste en no ser indiferentes. 5. La consonancia informativa es parte indispensable de la construcción del consenso. Por eso el guión narrativo del desalojo de los maestros de la CNTE del Zócalo capitalino fue tan uniforme y repetido entre los medios electrónicos, que alabaron la intervención policiaca como un quirúrgico ejercicio de “limpieza”, como una “recuperación” en beneficio de las mayorías. Imponer un punto de vista único ante un fenómeno social de múltiples consecuencias forma parte de la aplicación de una idea fija, “diríase maniática” (Viviane Forrester): la obsesión de allanar el terreno para el juego sin obstáculos de la rentabilidad, cada vez más abstracta y virtual, más cosificante e inhumana. No es una fatalidad sino una imposición que intencionalmente se confunde con la historia. 6. La dictadura ultraliberal, que da “prioridad al lucro por encima de los seres humanos”, es una imposición no declarada. El tiempo histórico se compone de dos cuentas: la larga y la corta, que hoy confluyen y se tocan. Aunque no hay límites para lo que pueda suceder, debemos entender de otro modo lo que viene aconteciendo: “sólo relaciona”, sigue siendo el método para saber. Fernando Solana Olivares.

Friday, September 13, 2013

NOLI TIMERE.

Pura López Colomé está muy triste, con el alma desolada, pues el 29 de agosto murió su capitán Seamus Heaney y no pudo ir a despedirlo. El cortejo fúnebre viajó desde la iglesia del Sagrado Corazón de Dublín a Bellaghy, el pueblo de Irlanda del Norte donde sería enterrado el laureado poeta junto a los suyos. En Afluentes, luminoso libro de ensayos de Pura, el primero de los cuales es el portento prosístico “Seamus Heaney. Indulgencia plenaria: Isla de las Estaciones”, acaso aquel viaje luctuoso no hecho a Bellaghy haya quedado hecho ya. Somos intérpretes de interpretaciones. Unas mucho más agudas que otras, más penetrantes y reveladoras, verdaderas. Velos que descorren velos que van haciéndose traslúcidos, poco a poco transparentes. En cuanto a la profunda relación literaria y emocional entre Heaney y Pura, quizá deba hablarse de una identificación fundada en largos y aventurados patrones de interpretación compartida, un destino gremial común, el de las metamorfosis de la palabra y sus alcances estéticos y espirituales. El maestro y la aprendiz-poeta-traductora-ensayista, el viejo y la joven, ella misma una maestra, viven un encuentro cuyo sentido está tanto en el canon del lenguaje, la escritura y el tiempo, como en la estructura básica de la dualidad creativa que simbólicamente representan: un par de opuestos complementarios que alcanzan la unicidad. Misterio tremendo es la vida, o “las cosas que uno ve”, escribe Pura en un capítulo de su ensayo aquí inabarcable, pero citable por excepcional. Un botón de muestra, como la autora misma señala y traduce de la obra poética de su amado Heaney, hombre de letras tan amable merecedor de amor: “Qué raro ver que las cosas más afuera, una vez sentidas, / Se convierten en cosas conocidas de antemano; / Y cómo lo hallado es manifiesto / Sólo a la luz de lo recorrido.” Esa es la unicidad obtenida, un cuerpo poético que se construye entre la lengua irlandesa del poeta predecesor, arraigada en el gaélico y el celta, en su amado latín, y la lengua española de la traductora intérprete, multilingüe y lingüística, mujer que sabe lenguaje pues aprendemos a hablar en la lengua de nuestras madres, el lenguaje es una sustancia femenina y el habla nos habla a través de ella. Para qué poesía en tiempo de tribulaciones, preguntó Hölderlin, un poeta cuya locura fue dispuesta por el dios Apolo. Luego Adorno dijo que la poesía estaba destruida por las atrocidades del siglo. Después llegó el poeta Celan y usó el “tú” para anunciar que la poesía seguía viva: arma cargada de futuro, escribiría Celaya, uno más. Este tema simplemente no existe cuando uno lee a Pura traduciendo e interpretando a Heaney, haciendo la hermenéutica de una obra que trasladó antes a su lengua española, también edificada de latín. La poesía es “Las cosas que el espíritu nivela”, como titularía el genio literario de la autora un capítulo de su ensayo sobre El nivel, un libro de Heaney traducido por ella por primera vez al español entre otros más. En ese texto, la poeta indagante del poeta irlandés, la hermeneuta medúsica que sabe latín, indica que la obra contiene “obvias connotaciones espirituales” y “puede implicar un recorrido del encierro meditativo y la relación con Dios, al ámbito de la ironía con mayúscula.” Las obras de Heaney se ocuparon del espacio rural irlandés, de la niñez entre las maravillas de una geografía fantástica, de las revueltas irreductiblemente irlandesas en su Norte natal, de civilizaciones pasadas por el cincel del tiempo, del panteísmo celta y la dimensión gaélica, de la fe católica y el amor inmutable de lo familiar, informó la prensa en sus crónicas luctuosas sobre la muerte del poeta. Artistas, escritores, roqueros, académicos y gente del pueblo se reunieron para celebrar el rito de pasaje final en la iglesia del Sagrado Corazón, un símbolo pre cristiano identificado con el centro del mundo, con la copa o el vaso del centro del ser, humano y divino al mismo tiempo. Pura está muy triste. Aunque Seamus Heaney, su capitán, también le envió a ella un último mensaje, escrito en su amado latín: Noli timere, No tengas miedo. Umbría por la pena, ella se hará de nuevo en el dolor de la pérdida. Reificaciones interiores. El dolor permanente no existe, el dolor profundo sí. Debemos poner en práctica las últimas palabras del rapsoda Heaney: no tener miedo, pues como dicen en un pueblito parecido y antípoda del suyo: y qué le hace, al cabo y qué: no pasa nada, no somos de aquí. Fernando Solana Olivares.

Saturday, September 07, 2013

PORTAL MUERTE.

Alejandro Córdoba murió el 29 de agosto junto al mar en el Puerto de Veracruz. ¿Qué sucedió entonces? Se evaporó para siempre, pero antes confirmó en un instante de conciencia que no había nada después de morir. O pasó de una forma a otra, su último pensamiento sería el primero de una serie que ahí inició, como lo afirma la tradición budista theravadha a la cual estaba adscrito. O ese día penetró al bardo, al intervalo dharmatha que máximamente durará 49 días, donde todo se multiplicará por siete según el budismo tibetano y la mente, cubierta por un cuerpo construido por ella misma, vivirá el dramático escenario de un paraíso, de un purgatorio o de un infierno, para retornar al Samsara hasta encontrar una oportunidad perdida en eones de tiempo y salir del círculo y no volver. La primera hipótesis es la más frágil de las tres. No estaba en la conciencia de Alejandro, un explorador espiritual considerable que provenía de la medicina psiquiátrica y el psicoanálisis ---el más dúctil de todos: el frommiano---, y que descubrió para él y para muchos otros el budismo histórico e intelectual (concepto para esa tradición muy distinto al de la discursividad occidental) theravada, el budismo temporalmente más cercano al Buda que durante 2,500 años no ha cambiado. Sin embargo lo anterior ya no es exacto. Precisamente contactos profundos como los de Alejandro, un viaje espiritual y cultural que irá de los salmos a los sutras, los cuales aumentan desde el siglo diecinueve entre intelectuales, poetas, académicos y científicos occidentales, han hecho que esa tradición de los mayores, los venerables (significado del término thera), vaya sutilmente transformándose. Una tarde dorada de otoño, Alejandro me convocó a una reunión en la Casa Tíbet de la calle de Orizaba. Acudí acompañado de mi mujer y nos encontramos con dos monjes theravadha envueltos en sus mantos azafranes, los venerables U Silananda y U Nandisena provenientes del monasterio de Half Moon Bay, unas ocho mujeres de edad intermedia y Alejandro, su maestro de meditación que iba con ellas. Se trataba de proponer a los monjes la fundación de un monasterio de esa orden en los bosques húmedos de Coacoatzintla, Veracruz. La solicitud era insólita, de hacerse sería el primer vihara consagrado en Latinoamérica, y los monjes realmente no sabían, a pesar de su percepción aguda, si estaban dadas o no las condiciones para atender tal propuesta inesperada. Nos vieron y escucharon como ellos acostumbran: amables, discretamente divertidos, atentísimos. Pronto comenzaron los trabajos de construcción y un par de años después se consagraría el recinto, que desde entonces ha estado en creciente operación. U Nandisena y Alejandro vivieron en casas de campaña mientras la obra se iba levantando, incondicionalmente entregados a ello. Para entonces Alejandro era un meditador vippassana avanzado, había asistido a retiros intensivos que duraban meses y era un lector febril de literatura budista, de procesos cognitivos asociados a la práctica meditativa. Se mantenía como terapeuta, aunque su interés había girado hacia la avanzada psicología budista y sus formas de desarrollo y realización de la mente. Se interesó por la medicina del comportamiento y las técnicas de atención plena al momento presente para la reducción del estrés. A fin de cuentas su vocación era distribuir esos conocimientos entre las personas, sembrando así los gérmenes de otro futuro humano: una hiperpolítica para esta hora terminal. Dicha tarea, que el budismo mahayana considera como la del bodhisattva que posterga su propia liberación haciendo un voto de ayuda a todos los seres hasta que alcancen la suya, acaso impidió que Alejandro se hiciera formalmente monje budista pues no lo necesitaba. Así que debe haber muerto penetrando al portal de la clara luz ---revelación instantánea y fulminante que postula el budismo tibetano---, o bien a través de la sucesión inmediata --- llama de una vela que antes de extinguirse prende otra---, o ingresando al bardo de la impermanencia para volver a la rueda del nacer y del morir. Por la vida de Alejandro Córdoba hablan sus obras, tan generosas e infrecuentes, tan sustancialmente humanas, tan culturalmente anticipatorias y civilizacionalmente adelantadas. Como diría el poeta, nunca fuimos tan nosotros como cuando hemos sido tú. Quienes estuvimos privilegiadamente cerca de Alejandro lo supimos: en mucho, en lo mejor de nosotros, somos por él. Fernando Solana Olivares.