Sunday, September 28, 2008

EL IMPERIO PODRIDO / y II

Las cuatro características “post Imperio Romano” que Morris Berman emplea para analizar la situación del imperio terminal estadounidense concluyen con la última de ellas, la creciente pérdida de importancia cultural y económica que va teniendo en el mundo actual. Las otras tres ---a) el triunfo de la fe sobre la razón; b) la crisis de la educación y el pensamiento crítico; c) la legalización de la tortura--- son casi endógenas y responden a razones internas, pues los imperios se destruyen de adentro hacia afuera. La cuarta resulta una mera consecuencia de ese declive.
Mientras este comentario se publica, el sistema financiero estadounidense se abisma en un colapso económico tan grave o más como el que le ocurrió en 1929. Cuatro años antes, Berman escribía en Edad oscura americana que el déficit comercial anual de su país (medio billón de dólares) mostraba una nación “industrialmente débil”, cuya economía se mantenía a flote “mediante enormes préstamos extranjeros (4,000 millones de dólares diarios durante 2003)”. Berman mencionaba un informe del FMI hecho en 2004 y su profética conclusión: Estados Unidos, decía, “se precipitaba a la insolvencia”. Los signos indican que dicha precipitación insolvente ya se inició.
Tal vez el epígrafe de Salman Rushdie que Berman utiliza en “Modernidad líquida”, el capítulo inicial de Edad oscura, represente una frase-látigo donde queda indeleblemente condensada esta historia de declinación y caída, de decadencia y putrefacción : “...Oh, Estados Unidos de ensueño,/ ¿era la misión de la civilización/ terminar en obesidad y trivialidad...?”
Berman menciona que tal nombre, Modernidad líquida, es el título de un libro de Zygmunt Bauman “que la define como la condición de una sociedad que carece de un sentido de orientación claro o del tipo de estabilidad que proviene de una añeja tradición o un conjunto de normas. Para Will Hutton, es una situación en la que toda la vida se vive en un estado de contingencia permanente”. Una sociedad obsesionada por la velocidad sin sentido, la fluidez sin objeto y la fugacidad sin sustancia, obsesionada por el cambio. Esa misma metáfora del tiempo social febril e inasible ---“Estados Unidos es el colmo de la anticomunidad”--- anuncia su término, su eventual conclusión.
Un viejo teórico de las hegemonías culturales, Antonio Gramsci, aconsejaba el pesimismo de la inteligencia junto con el optimismo de la voluntad como actitudes plausibles ante la época tardomoderna si se quiere sobrevivir en ella, o bien, recurriendo a una imagen budista, si se desea cabalgar al tigre de la realidad. Del mismo modo que el moribundo ve delante de sí todo su ciclo biográfico cuando fallece, al final de los ciclos de cualquier sistema- mundo ---sea el imperio asirio, el romano, el azteca o el gringo---, así se juntan todos los tiempos parciales, las cuentas cortas de aquellas cuentas largas que los siglos contienen. Un libro sagrado y milenario de India muestra a Shiva, la deidad, cuando enseña a Arjuna, el hombre, que hay que vivir como si la vida, la batalla, la acción tuvieran sentido, como si de verdad lo tuvieran.
Entonces, el amargo, lúcido ensayo y canto fúnebre de Berman sobre el imperio, dada la globalización de sus prácticas tecnológicas, culturales y económicas, abarca también un proceso de decadencia creciente que va mucho más allá de las fronteras geográficas norteamericanas. El capitalismo no es un sistema interdependiente sino implicado y parasitario que tiende a reproducir en cadena crisis especulativas, caídas de mercado y alzas de precios. El horror económico es global.
No es el caso mencionar que en el brillante texto bermaniano faltó extender (y fundar, como el autor bien lo hace) la hipótesis de que la declinación del imperio estadounidense toca también y sobre todo el límite estructural, humano y ecológico, espiritual además, alcanzado por el capitalismo tardío hasta hoy predominante, ese atroz invento nihilista anglosajón.
La ideología de la vida frenética ---la cual nos hace creer que los bienes y su consumo constituyen la meta última de la gente--- puede ser curada por cuatro características propias de la “persona de excelencia”, que Berman toma como modelo de otro autor: él o ella son ciudadanos del mundo pues saben suficiente sobre él; buscan la salud física tanto como el refinamiento intelectual; tienen gusto musical y conocimiento sobre el arte; son caritativos, “conscientes de que la verdadera fuerza no reside en la fuerza material sino en el poder de dar, perdonar, ayudar y curar”.
Berman acepta que en todas las cuestiones de excelencia propuestas ha habido una involución extrema: el conocimiento es débil, la participación política es mínima, una gran parte de la población es funcionalmente analfabeta, el individualismo representa una honda tara común, etcétera. Sin embargo, siempre existen quienes practican aquella cultura de la resistencia que en tiempos oscuros es la única opción, Berman ya los ha llamado monjecopistas. Y él es uno de ellos, esos hombres ilustrados que abrevian los periodos culturales como éste, cuando la noche social ha llegado y es mejor obedecerla. Como siempre, hablamos de los pequeños formatos: lo grande que se fractura sólo puede quedar restituido en lo pequeño.
Un imperio podrido no pudre a todos, unos cuantos resisten y confían. Esos pocos ---masa crítica sin miedo mental--- son el embrión del mundo que vendrá sobre las ruinas, brillantes todavía y humeantes mañana, del mundo que muere.

Fernando Solana Olivares

Saturday, September 20, 2008

EL IMPERIO PODRIDO / 1

Toda circunstancia admite varias interpretaciones. Mirar un objeto es rodearlo, así que un punto de vista inmóvil no supone dicha operación pues con él no se alcanza a mirar nada. Rodear un objeto es multiplicar sus interpretaciones, de tal manera que mostrar la muerte del imperio estadunidense también puede significar el anuncio de otra época que por fin comienza a emerger. Sin decirlo tan enfáticamente sino sólo sugerirlo, pues su libro Edad oscura americana. La fase final del imperio (Sextopiso, México, 2007), documenta con amplitud, al modo de un riguroso epitafio, el momento terminal del poder político hegemónico en el planeta hasta apenas ayer, Morris Berman propone quizá el comienzo de una nueva cultura emergente mientras va mostrando cuán carcomidos están los cimientos del poder norteamericano, de su economía, su sociedad, su moral y su cultura de masas.

Tan amargo y pormenorizado retrato es amargo también para el lector mexicano, pues todas las taras públicas y privadas del imperio estadunidense son planetarias pero están radicadas aquí como si fueran propias: la decadencia de ellos es la nuestra. O la de nuestros decadentes que forman las varias generaciones de gringos nacidos en México. La decadencia de nuestros políticos, por comisión o inercia procónsules del imperio todos. La de nuestros medios televisivos, clones de aquella sociedad banal del espectáculo. La de nuestros procesos privatizadores y antisociales, dictados para servir sus intereses y no los nuestros. La de nuestra feroz cultura urbana e individualista de la negación de los otros, de la despiadada competitividad.

Empecemos por el principio. Morris Berman advierte en la introducción al texto que en su opinión, la cual luego será fundamentada en más de 400 páginas de un ensayo que analiza con gran creatividad la información de múltiples fuentes y desde diversas perspectivas, el imperio norteamericano ha entrado a una fase final, de ahí que la denominación Edad oscura, incomprensible y exageradamente dramática para millones de estadunidenses, proponga solamente una similitud analítica e histórica con las condiciones que tuvo Occidente tras la caída de Roma: “cuatro características post Imperio Romano se aplican a nuestra situación actual”.

La primera característica es el triunfo de la religión sobre la razón. Berman afirma que ahora ocurre lo mismo que en el siglo IV: “la gradual sumisión de la razón ante la fe y la autoridad”, misma que ha llegado a límites extremos en el gobierno de George W. Bush, el “niño-emperador”, un presidente quien, “junto con su base evangélica”, cree estar cumpliendo una misión divina donde la fe aplasta la evidencia empírica: “un mandato de infalibilidad guía la vida de la Casa Blanca”, escribe el periodista Ron Suskind citado por Berman. El poder se vuelve teocrático y poseído: somos un imperio, afirman los asesores bushistas, y al actuar fabricamos la realidad. Y en mucho, atrozmente, así es, pues en las escuelas de secundaria los profesores dejan fuera del programa de estudios el tema de la evolución por miedo a las protestas de los padres fundamentalistas, el gobierno es hostil no nada más a la ciencia sino a la razón misma, se han minado seriamente los bienes culturales que alguna vez estableció la Ilustración occidental, y una visión religiosa se impone para definir el fenómeno del terrorismo.

La segunda característica es lo que Berman llama la crisis de la educación y la caída del pensamiento crítico. “Cada vez hay más pruebas de que, en términos intelectuales, este país ‘permanece en la oscuridad’ de manera manifiesta”. Así como en la Edad Media la mayoría obtenía todos sus conocimientos sobre el mundo de una sola fuente, la Iglesia, hoy la mayoría de la población estadunidense los obtiene de la televisión. Berman se pregunta por el significado de que esa ignorancia –y un manifiesto orgullo por la misma– se exprese desde la Casa Blanca.

Así el autor escribe sobre el exitoso comportamiento robótico de Bush en el contexto nacional. Su mundo simplista y medieval, concebido como el campo de batalla entre el Bien y el Mal, su falta de flexibilidad, de curiosidad intelectual, su aversión a la ambigüedad, su ignorancia histórica y su condicionamiento por los medios masivos, hacen de Bush un espejo donde el público mayoritario y anónimo se reconoce: “el Mundo Bush no es tan sólo el resultado de un ganador que se regodea en su triunfo, es un conjunto de ideas, valores, símbolos y políticas” (Powers citado por Berman). En un mundo como ése todo análisis político e histórico no significa otra cosa que la mecánica repetición de unas cuantas frases oídas la noche anterior en el noticiario televisivo.

La tercera característica –la más representativa de los regímenes preilustrados, oscuros y bárbaros–, es la legalización de la tortura, la más o menos reciente creación de “un gulag” estadunidense sancionado por la ley y aplicado por el gobierno contra todo aquel que, sin requerirse procedimiento alguno, decida hacerlo, se trate de sus propios ciudadanos o de extranjeros, sea dentro en sus fronteras o en otros países. De ahí el patológico sadismo que las tropas y las agencias de seguridad y justicia de ese pueblo perpetran, cada vez con mayor crueldad y más avanzada tecnología, en cualquier rincón del planeta, sin tener ninguna reserva moral para llevarlo a cabo. Justificándolo hipócritamente como un derecho, ideologizándolo incluso como si fuera un bien.

Fernando Solana Olivares

Friday, September 12, 2008

ZIG versus ZAG

Zig: Estoy leyendo a Heidegger, y lo encuentro extraordinario. Además, muy oportuno para estos tiempos. Escuche: “Todo ser es en el Ser. Más categóricamente: el ser es el Ser”. ¿Comprende?

Zag: ¡Ah, qué ocioso es usted! Y un poco mamón, si me permite el comentario. Mejor vea V for Vendetta, en esa película está la crítica política más imaginativa que he encontrado en años.

Zig: ¿Sabe qué hizo Heidegger después del nazismo, en el que fue implicado? Se retiró a lo que llamó exilio interior, vivió en el bosque y guardó silencio por décadas. Luego habló, se convirtió en el príncipe secreto del pensamiento, descifró las causas de nuestra brutal crisis cultural y después murió. Costumbre que suele tener la gente.

Zag: ¿Le parece? Más bien yo ando preocupado por tranquilizarme con tranquilidad. Y la película, tomada de un disolvente comic, propone una salida colectiva ante lo que seguramente viene ---ojo: no le estoy diciendo que sea bueno, sólo que va a pasar---: un gobierno autoritario que vuelva a ocupar el espacio público, cuyo control este régimen ha perdido.

Zig: Algunos historiadores, los que hablan del momento actual como el comienzo de una nueva Edad Media, afirman que los gobiernos autoritarios de corte cesarista, que están por surgir y han surgido, no son tanto formas políticas del pasado sino del mañana, manifestaciones precoces de cómo será el Estado que vendrá. Por cierto, ¿ya se enteró de la última ocurrencia política de Muñoz Ledo acerca del derrocamiento de Calderón?

Zag: ¿Ocurrencia? El personaje es muy dudoso: bastaría su verbalidad incontenible, si no es que su pasado, para no tomarlo en serio. Los peces mueren por la boca.

Zig: Pues sí, pero estos son los actores de la opereta política. O del esperpento, como estando aquí en México se le ocurrió decir a Vallen Inclán: un nuevo género de la tragedia social.

Zag: ¿Está cabrón, verdad? Es increíble la rapidez con que están ocurriendo las cosas. Eso puede indicar que aparecerá un desenlace más o menos pronto

Zig: Los actores del esperpento político, pues. Sin ánimo reductivo, no hay a quién irle. Cierto que la derecha extrema es nefasta, pero la izquierda caníbal también así resulta, y el encopetado centro de la restauración priísta en curso provoca miedo.

Zag: Por eso le digo, tiene que ver V for Vendetta para comprender por dónde van las cosas. En síntesis: un futuro autoritario y policiaco construido por una dictadura civil que utiliza los medios masivos de comunicación para construir una percepción de la realidad llena de miedo. Y la resistencia de un líder político genial, un artista que sabe que las palabras son perspectivas y demuestra que el miedo sólo está en la mente del pueblo controlado. Cuando lo superan, alcanzan la libertad.

Zig: La realidad es tan fantástica que ni siquiera la podemos imaginar. Multidimensional, como la física contemporánea y las filosofías profundas lo enseñan. Sólo percibimos el cuatro por ciento del universo. ¿Dónde está el otro noventa y seis, cómo serán sus manifestaciones? Vuelvo a decírselo: el lenguaje es medicina.

Zag: Depende cuál, también hay lenguaje que intoxica. Los habitantes de ese Londres autoritario y asustado están enfermos del lenguaje que su gobierno los obliga a escuchar. V, el vengador, cambia las denominaciones de las cosas y las llama por su nombre. Anuncia a todos que las palabras son perspectivas.

Zig: Heidegger estaría totalmente de acuerdo. Tal cosa recomendó Confucio cuando el emperador chino le preguntó por la primera medida que debía tomar para encarar la crisis política que ocurría: corregir las denominaciones. El lenguaje es medicina.

Zag: De acuerdo: toda estructura de control se manifiesta en el lenguaje. Desde los gritos infames de los asesinos hasta el silencio impuesto en la mesa familiar, desde los merolicos mediáticos hasta nuestros patéticos padres de la patria. Pero insisto, vea la película. Le va a servir para entender.

Zig: Lo haré, sin duda. Hoy la verdad llega a nosotros desde los sitios más inesperados. Y debemos seguir asombrados ante el único misterio, según la idea presocrática del autor: el hecho de que las cosas son.

Zag: Entiendo. Es como preguntar ¿por qué hay algo y no más bien nada?

Zig: Exacto. Sigue siendo un enigma el estar aquí. Aun cuando el miedo y la dificultad avanzan para instalar una atmósfera asfixiante.

Zag: Solución de continuidad. Eso vendrá. Pero antes puede pasar todo, en este país donde parecen haberse despertado los dioses prehispánicos que los conquistadores hicieron demonios. Xipe Totec, el Desollador, la Coatlicue y su cauda de catárticos horrores.

Zig: Cuenta larga o cuenta corta: ¿en cuál estamos? ¿En las cuentas cortas de una historia nacional que es producto de las cuentas largas del país?

Zag: Vea la película y sabrá que siempre hay esperanza. La libertad es, antes que nada, libertad interior del individuo. Vencer el miedo mental, tal parece ser la tarea política y personal más importante para resistir el mal tiempo.

Zig: Me recuerda las palabras finales de la carta del Jefe Seattle al presidente gringo que despojó a su pueblo de sus tierras: la vida ha terminado, ahora comenzó la sobrevivencia. Lo dijo hace más de 150 años.

Zag: Bueno, es un consuelo el que hace tanto tiempo haya comenzado. Ya debe faltarle menos a la época para que sucedan sus momentos postreros.

Zig: Sí, el feísmo de esta etapa posmoderna la hace odiosa. Pero aún así me intriga: ¿para qué nos fue dada?

Fernando Solana Olivares

UN VIERNES 29

El lecho seco del río se llenó de agua. Cuando lo miré me fascinó su imagen: la corriente corría sin cesar, entre crestas y veloces remolinos. Era gris y casi metálica, a veces ocre, luego color de plomo, y pasaba con gran fuerza: hipnótica energía líquida. Era una metáfora física de aquello general: “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar...”. ¿Qué no?

Un día antes habían llegado Pura y Beto a la abadía alteña donde vivo con mi mujer. Ella es poeta y la adoro. Él es científico y lo quiero mucho. Ese viernes subimos los tres en mi troca no por el puente, pues estaba cerrado debido al indomesticable caudal que rugía bajo sus entrañas, y nos enfilamos al museo Agustín Rivera de Lagos de Moreno, donde Pura daría una conferencia sobre creación poética a dos grupos de alumnos universitarios.

Mientras tanto sucedían acciones paralelas. La universidad de los alumnos y del maestro que los convocaba en un acto tan poco común en estos tiempos antipoéticos, a esa misma hora se estaba disputando entre dos grupos: uno aceptable por su estilo y realizaciones anteriores, pero indebidamente mantenido en el poder, y otro francamente delirante e impresentable que debía desalojar la rectoría. Aparecían 12 decapitados en Yucatán cuyas cabezas serían empleadas en ritos de magia negra por sus verdugos narcos. El presidente Calderón premonitoriamente se caía de la bicicleta, y ocurrían otras cosas más como los preparativos para las inocentes y multitudinarias marchas urbanas contra la inseguridad.

Siempre en la vida es el sitio y son las personas. El pequeño museo recién restaurado, con su higuera centenaria y sus anchos muros coloniales, somáticamente se percibe como un lugar favorecido. Sus huellas síquicas son amables pues ahí vivió un cura, hombre bueno e intelectual muy serio, cuyo lema, inscrito en la base de cantera que sostiene su busto de bronce colocado en el patio, describe cómo fue su vida: la usura del cálamo, dice, la usura de la pluma, ya que el prócer se gastó toda su fortuna en la publicación de sus libros, notables entonces y notables ahora, cuando ya no se leen. Acabó muriendo en León, refugiado en la casa de un fiel sirviente.

La sala superior, de las dos con que cuenta el pequeño museo, se llenó con casi cien asistentes, mujeres, como siempre, en su mayoría. Presenté a Pura ante el auditorio con una sensación interna que me resulta familiar: no decir lo que quiero sino lo que puedo. Sin embargo dije lo que creo: con nosotros está una princesa del pensamiento y la poesía, que son lo mismo. Y ella leyó un hermoso texto donde comparó los inicios en los discursos de recepción de tres poetas que alcanzaron el Nobel, Octavio Paz, Derek Walcott y Seamus Heaney.

El eje del ensayo de Pura fue una palabra invocada por los tres autores al recibir el galardón y sintetizar su credo poético: gracias. Pensar es agradecer, dice la consigna pietista (Denken ist Danken), y la hermosa voz de la poeta resonó agradecida, como si fuera agua de gran fuerza sosegada, entre esos jóvenes que miraban y escuchaban bien atentos lo que ella leía: lenguaje cargado de sentido a su máxima intensidad. O poesía, una sustancia curativa del sistema inmunológico del lenguaje. La casa del ser es el lenguaje, así que todos los presentes, más la sibila cuya voz sonaba, íbamos habitando nuestra casa, la del ser, y curábamos nuestro sistema espiritual inmunológico.

A continuación, Pura leyó su propia poesía. Ocurrió magia entre esas paredes, la cual consiste no en cambiar las cosas sino la manera como se miran y como se escuchan las cosas. Además, los alumnos recibieron una lección técnica contemplada en su programa lectivo. Poesía es aquello que junta la forma y el fondo, el qué y el cómo se dice, lo cual provoca fenómenos de percepción no cotidianos. Luego de dos horas silenciosas y concentradas, la poeta tuvo que suspender el sortilegio y el auditorio salió de su admirativo trance.

La forma más alta de la inteligencia es la bondad, y Pura es muy inteligente. Así que bondadosamente ofreció veinte libros que llevaba de su obra para regalarlos entre estos jóvenes que por primera vez escucharon y vieron de cerca a una dama del lenguaje, a una dama del ser (o del Ser, para poner más puras las palabras). La conclusión que los alumnos tuvieron conmigo días después sobre lo sucedido ese viernes, puede sintetizarse en tres partes: lo femenino realizado, pues la poeta es una mujer que sabe (y para el mundo misógino predominante, que puede ) latín, de allí el alto nivel de ella y de su obra; la infancia recuperada, pues bellamente explicó que en aquel tiempo cronológico estaba el a-sombro (sin sombra) necesario para nutrir la poesía; y al fin, que la palabra y el lenguaje son la única patria del poeta, su más profunda fidelidad estética.

Fue la visita de dos ángeles al museo laguense y a la abadía. Hablamos los cuatro como hacía mucho no lo hacíamos, en una mesa circular y alrededor de buen vino y rica comida. Pláticas que son los verdaderos sentidos de esta vida atribulada: el viático de la amistad. La visita de los hermanos cabales, que superan a los dados por la sangre. Y la poesía y la poeta y los jóvenes. Un pequeño museo, un río rugiente. La Diosa Blanca, el lenguaje, un veintinueve de agosto tardomoderno estuvo en Lagos.

Luego uno sabe que la vida es buena. Cuando menos a veces. Y cuando es buena sabe deliciosa. Pensar es agradecer. El nombre es la persona: Pura. La vida en verano es poética y pura.

Fernando Solana Olivares