Friday, July 17, 2015

A CIEGAS.

1. Y sin embargo, mirando. Uno se pregunta qué sigue cuando la realidad actual parece caracterizarse sólo por la imposibilidad de resultar diferente. Cruzan delante de la gente las fantasías de influencia, libertad y poder que circulan por todo el planeta en películas y series televisivas. Aquel cuento de hadas mediático sobresocializado que, en palabras de Richard Barnet y John Cavanagh, sólo ofrece a los pobres de todo el mundo ventanas a la felicidad personal pero ninguna puerta para obtenerla. 2. Afirman algunos analistas circunspectos que el crimen organizado ha infiltrado ya al Estado. La inversión de los términos quizá contenga una mayor precisión: el Estado ya infiltró al crimen organizado. En los desdoblamientos propios de un sistema neoliberal que hace lo contrario de lo que predica, ese Estado paralelo criminal subordina a las estructuras formales, sorprende a la sociedad por sus capacidades y alcances, hace del miedo y la corrupción su instrumento de gestión pública. Más que un régimen político se trata de un régimen social. 3. El término “consternación” empleado por Peña Nieto para referirse a la espectacular fuga de El Chapo Guzmán significa el abatimiento del ánimo. Ya se sabe con creces que este desafortunado y maltrecho mandatario no usa el lenguaje sino que el lenguaje lo usa a él. Involuntaria confesión de parte: el ánimo presidencial se halla abatido, tanto como los ejecutados según el bárbaro y atroz instructivo militar recientemente hecho público. Y los rumores se multiplican: ¿cómo está la salud física del presidente, tan abatida como su salud emocional? 4. Tlatlaya, Ayotzinapa, la Casa Blanca, la fuga del capo de un penal de máxima seguridad: ¿qué más viene a continuación? Habiendo logrado aparentemente lo que ninguno de sus antecesores pudo lograr, esas tantas reformas anunciadas como definitivas, como “verdades históricas”, resulta paradójica y llamativa la debilidad presidencial de un sexenio que terminó antes de llegar a la mitad. ¿Cuál es la razón de ello? Acaso la misma del fundamento de su gobierno: las falsas apariencias virtuales, la mentira mediática, la evanescencia del espectáculo. Origen entonces es destino. La política supone mucho más que una orwelliana estrategia de convencimiento articulada desde la televisión. 5. La corrupción y su impunidad son la patología autoinmune del sistema sociopolítico mexicano, una enfermedad autóctona que luce incurable y terminal. Las “democracias de baja intensidad” (Boaventura de Sousa Santos) como la mexicana lo son social pero no formalmente. La exclusión, la violencia, el autoritarismo y la corrupción de sus oligarquías y de sus aparatos auxiliares no dan lugar sino a la desesperanza, a la ironía o al sarcasmo de los memes despiadados, aunque no a la sanación colectiva, a la curación nacional. ¿Cabrá entre nosotros aquel “optimismo trágico”, aquel “pesimismo esperanzado” que propone la nueva epistemología social? Pensar lo impensado, sugieren los movimientos transformadores. Por ejemplo, pensar que en México alguna vez se castigará, desde arriba, la interminable corrupción. 6. Decía Tomás de Aquino que la sociedad estaba dominada por un habitus principiorum, por el hábito de proclamar principios para así no verse obligada a obedecerlos. Sigue siendo de tal forma. De ahí las patéticas e increíbles declaraciones gubernamentales: “He dado instrucciones de aplicar la ley hasta sus últimas consecuencias”. Famosas últimas palabras que se pronuncian como definitivas y concluyentes. Pero el subtexto se conoce: no pasará nada, todo seguirá igual, o sea, peor. Acaso ello explique la generalizada admiración por El Chapo, gran estratega de su siniestra voluntad, inteligente doblegador del Estado y exitosísimo empresario multinacional. El capitalismo y el crimen: sinónimos de un mundo que está al revés. 7. El escenario se viene abajo y la tramoya se cae: los funcionarios van desnudos. Se les escapa el criminal más relevante y un robótico secretario de Gobernación acompañado de una visiblemente fuera de lugar procuradora se exhiben visitando las instalaciones de la fuga fantástica: nadie oyó, nadie vio, nadie supo. Tampoco ellos, los responsables del asunto, que como siempre llegaron después. Un agente de la DEA reportó meses atrás según la agencia AP que un general mexicano señaló que la fuga de El Chapo ya estaba pactada de antemano. En este mar de mierda todo es posible. Fernando Solana Olivares.

Sunday, July 12, 2015

ABREVIACIONES.

1. En 2009 el escritor argentino Pablo Katchadjian decidió hacer un experimento con Martín Fierro, el poema célebre de la literatura de su país, y clasificó sus 2.316 versos en orden alfabético. El resultado fue un objeto literario distinto, derivado del primero pero sustancialmente ajeno a él. Hubo quien festejara con interés posmoderno esta intervención deconstructiva que permitía descubrir los sentidos potenciales siempre ocultos en toda escritura. 2. Luego siguió “El Aleph”, el infinito cuento de Borges. Katchadjian dio a la imprenta un libro de 50 páginas, El Aleph engordado, texto donde se agregaban 5.600 palabras a las 4.000 del cuento original. César Aira, un gran hombre de letras austral, se congratuló del resultado y afirmó que el cuento “podría seguir engordando indefinidamente, como el zapallo que se hizo cosmos de Macedonio Fernández, hasta llenar todos los estantes de todas las bibliotecas del mundo”. Entendido esto como una metáfora alusiva al contenido expansivo del cuento. Ya Borges escribía que “tan dilatado y tan incalculable es el arte, tan secreto su juego”. 3. Quien no lo apreció de tal manera fue María Kodama, la viuda de Borges, odiada por muchos como estimada por otros, y procedió a demandar penalmente a Katchadjian por plagio. Después de ir y venir legalmente, la querella llegó a un intento de mediación donde al “engordador” de la pequeña y múltiple obra se le pidió que asumiera los costos del juicio de no más de 1.500 euros, una multa cuya cantidad sería simbólica, el reconocimiento público de su error. Katchadjian se negó a aceptarlo. En declaraciones recogidas por la prensa afirmó que no había hecho nada incorrecto, que toda la literatura era una versión de lo anterior y la historia de una revisión constante: “Borges defendía el plagio y sostenía que toda la literatura está construida una sobre otra”. 4. En un artículo escrito muchos años atrás, “La poesía gauchesca” (publicado después en Discusión, libro de ensayos), Borges afirmaba la índole novelística del Martín Fierro: “Novela, novela de organización instintiva o premeditada”, lo llamó. “La legislación de la épica ---metros heroicos, intervención de los dioses, destacada situación política de los héroes--- no es aplicable aquí. Las condiciones novelísticas, sí lo son”. 5. Este texto acaba de intervenir una obra de Borges al citarlo, pequeñísima escala de la reingeniería literaria efectuada por Katchadjian. Y en todo caso, necesaria en un texto que habla con y de textos. Así el género al que Reyes designa como un minotauro, el ensayo, es una entidad móvil y fluida que se va haciendo al tocar con el lenguaje otros cuerpos escritos por otros autores. De tal manera ensaya, intenta establecer lo que se afana en decir. Pero los géneros narrativos y líricos no soportan una modificación en su estructura, en su acomodo, en su prelación ---características primordiales del fondo y la forma que íntimamente los constituyen---. Si esto no es literalmente un plagio, porque el autor nunca ocultó la materia primaria del ocioso y bizarro experimento, sí es una incomprensible deformación, un corrosivo ácido sobre la superficie que destruye lo que la obra era. 6. La originalidad radica en un movimiento de dos sentidos: ir al origen de las cosas y regresar a las actuales. Pero cambiar arbitrariamente el orden de un poema fundacional o “engordar” (en término tan infeliz se ve la involuntaria confesión del resultado) un cuento canónico, cuyos tantos sentidos y niveles de significado están presentes y ausentes a la vez en su precisa extensión y en su específico modo, no es necesario. Borges habló de las páginas de perfección, de aquellas cuartillas en que ninguna palabra puede ser alterada sin daño, como las más precarias de todas. Y también, inversamente, de las que tienen vocación de inmortalidad. Aquellas que pueden “atravesar el fuego de las erratas, de las versiones aproximativas, de las distraídas lecturas, de las incomprensiones” y no dejan “el alma en la prueba”. 7. Esta intertextualidad tardomoderna se teoriza como una experimentación iconoclasta y vivificante: sólo es un gesto decadente propio de civilizaciones crepusculares que ya no tienen más comienzos a su alcance y deben fagocitar el pasado para vivir la ilusión de que poseen un presente y un futuro. Toda obra sale de otra obra, se inspira en ella, de ella aprendió. Puede utilizar la trama predecesora, reinterpretarla, pero no debe intervenir el original. Ningún mengelismo logra ser literatura. Fernando Solana Olivares.

LA QUINTA ESQUINA.

Hace unos meses Mario Vargas Llosa confió alborozado a su agente literario el nombre de su próximo libro: Las cinco esquinas. Quizá no conocía para entonces La quinta esquina de Izraíl Métter, una obra oculta durante muchos años que recientemente ha vuelto a ser traducida al español. La coincidencia es una mera capilaridad literaria: aún sin saberlo un libro sale de otro libro. “De todas formas lo firmarás, perra. A ver, muchachos, mostradle a esta puta dónde está la quinta esquina en nuestra habitación”. Esta es la única referencia directa en la novela de Métter a la tortura inventada por la policía soviética para impeler al torturado, entre severas golpizas, a encontrar la quinta esquina de una habitación cuadrada. La torturada es Katia, a quien Boria, el personaje principal, un alter ego del autor, ama trágica y caóticamente. Métter terminó de escribir La quinta esquina en 1967 pero se publicó hasta 1989, más de dos décadas después. Durante años la escondió en diversos rincones para sustraerla del conocimiento del KGB. Nunca hubo una copia. La esposa de Métter tecleó el original pacientemente con un solo dedo en una máquina vieja y ruidosa que al usarse los llenaba de paranoia y aprensión. Luego vino el juego del ocultamiento y la reserva del texto. En el posfacio de esta novela editada por Libros del Asteroide y brillantemente traducida por Selma Ancira, la incansable gran traductora del ruso al español, Mercedes Monmay destaca que La quinta esquina, esa “perturbadora y casi perfecta obra de rememoraciones hechas desde la edad adulta”, como toda obra memorable carece prácticamente de ubicación en el tiempo y el espacio. Sucede en todos lados y en cualquier momento, de ahí su condición universal y su fuerza elegiaca. El áspero pasado en claro literario de Métter ---un estilo “tan poético como seco”--- es implacable a la manera de una depuración profunda y sintética donde la memoria del recuerdo se coagula y alcanza otro estado, antes que representar la búsqueda de una expresión estética que fijará en palabras la elusividad del recuerdo. El imperativo categórico de Joyce sigue actuando, inevitable de todos modos: “¡Escríbelo, maldita sea, escríbelo! ¿Acaso sirves para otra cosa?” Uno más de los “dadaísmos revolucionarios” del momento le impide varias veces ingresar a la universidad debido a la profesión de su padre, un antiguo pequeño empresario judío. Dado su origen pequeñoburgués, Métter será obligado a formarse como autodidacta y, “trampeando lo que puede”, se hará profesor de matemáticas de chicos campesinos y obreros en Siberia o de jóvenes soldados en Leningrado, donde vivirá el durísimo cerco de novecientos días de duración de la guerra haciendo sátiras radiofónicas antinazis por encargo del gobierno. Nacido en 1909 y muerto en 1996, Métter conoció desde los utópicos y románticos albores hasta la demencia política de la revolución soviética que desembocaría en la letal aberración estalinista, un agobiante y largo intervalo de su existencia que se volverá una obsesión por interrogarse e interrogar a los otros, a la generación Stalin, sobre su grado de culpa y colaboración con el horror: “Examino mi vida como se examina el trigo, poniéndolo en la palma de la mano para encontrar las semillas malas”. Su patria era un campo de pruebas, le confió a uno de sus traductores cuando ya era un anciano vuelto de pronto famoso autor de culto, donde la historia realizaba sus experimentos sociales y no tenía en cuenta el destino de cada uno de los hombres aislados. La condición rusa de la escritura de Métter surge en la soledad desdichada de Boria, el protagonista, en su desamparo existencial, en sus medios limitados: “Yo no disponía de un piso para Katia, pero en ese momento tenía para ella una ciudad desierta al amanecer. Y confiaba en la ciudad”. Boria afirmará en La quinta esquina que su generación ha luchado por el derecho a contar la historia política y social en primera persona. Métter lo consigue viviendo una vida difícil, triste y solitaria que se quintaesencia en prosa. Como siempre: bebe tu sangre, poeta; cuenta tu vida, narrador. Los hombres felices se parecen, los infelices son dueños de una historia particular, la que da origen a la literatura. Podría decirse que para eso se escribe, para conjurar la infelicidad. Sería una afirmación imprecisa: se escribe para fijar indeleblemente lo que se contará. La literatura no es sino una táctica de la reiteración. Fernando Solana Olivares.

DOBLE VIDA.

El libro LiAdversaire, de Emmanuel Carrère, cuenta la historia de Jean-Claude Romand, un discreto funcionario de la organización Mundial de la Slud que vivía en Gex, pequeña localidad francesa a 17 kilómetros de Ginebra, la ciudad donde ha trabajado durante 18 años, los mismos de su matrimonio. Salía todos los días laborales de su casa al trabajo con metódica puntualidad. Una mañana de enero se levanta más temprano que de costumbre, mata a su esposa Florence y a sus hijos Antoine y Caroline, de tres y siete años. Camina a la casa vecina y en ella mata a sus padres. Después liquida al perro, prende fuego a las casa e ingiere un bote de somníferos. Cuando sale del coma se ve rodeado de policías estupefactos. Romando no es médico, como se ostenta, y nunca ha trabajado en la OMS ni en nada que se sepa, no es quien durante años ha dicho ser. La mentira se había iniciado al no presentarse a su segundo examen de la carrera de Medicina, lo que no le dijo a nadie. Simuló estudiar, graduarse y conseguir trabajo en Ginebra. Todos los días salía en el coche y llegaba a un estacionamiento solitario donde dejaba pasar el tiempo. De vez en cuando inventaba congresos y viajes y entonces se dedicaba compulsivamente a frecuentar sex shops de masaje en Ginebra. El escenario se derrumbó cuando una amante le reclamó el dinero que le había prestado. Romand vivía de una pequeña pirámide de inversiones financieras de contactos médicos toda envuelta en mentiras que debía colocarse supuestamente en Suiza al 18 por ciento de interés. Antes de que su familia supiera la verdad de engaño, los mató a todos. Suprimir sus vidas y no destruirás puede parecer hasta una acción piadosa, salvo por un serio error de concordancia: Romand no murió y recibió una larga condena. Habrá quien piense que es justo para que el remordimiento de su espantoso crimen lo torture con la largueza, pero al sobrevivir el verdugo se rompe un sentido de equilibrio, de proporción. Las cosas comienzan un día en punto, y el de Romand radicó en un examen que no fue a presentar. ¿Por qué? No lo sabemos. Una causa plausible es la impreparación. por debilidad de carácter no lo confiesa y toda la energía que existencialmente empleaba cambia de función: ahora se trata de aparentar. Una parte principal del nuevo arreglo es aprender entonces a matar el tiempo, a dejarlo pasar sentado en el auto mirando hacia el vacío de una carretera. Moviéndose un poco entre tiendas de estaciones de servicio, Romand consume las horas y vuelve a casa, salvo cuando está en la otra pista oculta de su vida: la amanta y las citas con los interesaos en intervenir por la tan alta tasa de interés que ofrece y que se va anunciando de boca en boca. Dos o tres veces, a lo largo de los años, Romand decidió decirle la verdad a su mujer y darle un nuevo rumbo a su vida. Nunca lo hizo y una suma de mentiras se fue estratificando con otras. Acabó siendo imposible salir del laberinto: la ficción construida, la que no era nada, resultó predominante. Era como haber animado un mustio y atroz cadáver de irrealidad vuelta real. Así que la amante pegó de gritos, amenazó con denunciarlo si no le pagaba un dinero que él no tenía y decidió concluir. Había calculado sin duda tantas veces, en horas perdidas dentro del coche, cómo mataría a los suyos y terminaría él. ¿Se acobardó? ¿Cometió un lapsus suicida? Para efectos de esta nota no se conocen las confesiones de Romand. Sus razones, si no las que los llevaron a inmolar a su familia sí aquellas que explicarían la larga cadena causativa que comenzó una mañana con la ausencia a un examen, se ignora. En dicha acción trivial, más bien en su no cumplimiento, está condensado un destino entero. Es una fecha púdica y secreta que pone en acción aquel mecanismo que no podrá volver atrás ni cambiar o corregirse. Una ciega fatalidad: posponer una y otra vez la confesión, la sinceridad de la verdad, volver a mentir. Romand aprendió a ser paciente y abismarse en la monotonía durante sus años de simulación, en el océano de tedio del estacionamiento. Tampoco sabríamos que estados de conciencia ha encontrado en esas horas eternas. Debe estar en su celda ahora siendo paciente y abismado. Continúa viviendo una doble vida, así esta vez ya no vaya no venga para simular ser nada. Cuando se es alguien ¿para qué se necesita ser algo? Fernando Solana Olivares

ANOTACIÓN DEL TIEMPO.

La poshistoria implantada por el capitalismo salvaje ha asesinado al tiempo, entendido éste como una sucesión de intervalos, lapsos y ritmos, de días y noches. Ahora es un presente incesante. El colapsante libro de Jonathan Crary (El País, 24/05/15) 24/7 --- título que abrevia el término 24 horas al día, 7 días a la semana--- lo muestra: “un rasgo destacado del mundo actual es la irrelevancia de cualquier noción de preservación o conservación”, escribe en un ensayo vinculado al libro. La frenética orgía ininterrumpida, como la designa Crary, de saqueo y acumulación, de expropiación de recursos que tiene lugar en el planeta las 24 horas de los 7 días de la semana, sin dar tiempo a la regeneración de los sistemas vivientes y los entornos, deriva también en una ilusión de tiempo instantáneo existencial según la demanda del deseo propio, una demanda que al no interactuar con otros no desarrolla el “sentido de responsabilidad” que significa ese trato. Toda forma de democracia, razona el autor, requiere la paciencia mínima de escuchar a los otros y de esperar el turno para hablar. Pero el sistema 24/7 debilita la paciencia y la deferencia hacia el prójimo. Esperar es todo un dilema, “una incompatibilidad” esencial del capitalismo del 24/7 con cualquier práctica social de compartir, de ser recíprocos y cooperativos. Lo que se exalta es una cultura vacía de autopromoción y autoabsorción. Crary ubica en el sueño la única zona relativamente libre que queda del control avasallante del sistema. Sin embargo, los estadounidenses actuales duermen seis horas frente a ocho de la generación anterior y diez de la otra, los pájaros de las ciudades se despiertan más temprano y trabajan más que los del campo. El tiempo es continuo. Y se infiltra a la mente, donde sucede, según la idea de Henry Jenkins, una convergencia mediática posmoderna de las industrias narrativas del momento: los videojuegos, las teleseries y la telerrealidad, esos elementos con los que la persona del 24/7 crea su mitología imaginaria y propia, escasamente susceptible de objetividad. El cuento es una operación sobre el tiempo, lo mismo que la novela. Hay técnicas diversas como los enlaces, las parábolas, las capas de la cebolla o reventar los puentes. Todas llevan a un mismo resultado: la condensación. Ellas contienen un tiempo detenido, una sucesión. Cuando el tiempo es asesinado desaparecen todos los actos, hábitos y pequeños gestos con los que la persona va entrando a los umbrales del día. La cortesía es una expresión del tiempo: el detenimiento atento en el tiempo del otro ---una virtud no tan antigua así ahora parezca un anacronismo: fulano es muy atento, se decía hasta hace poco. La atención es tiempo que sostiene toda virtud que es energía. Crary advierte al final del texto que apenas están apareciendo las tareas preliminares, una “preparación rudimentaria” para las serias luchas políticas que ya ocurren y no tardarán en extenderse, “en medio de la intensificación de la catástrofe ecológica, la polarización económica y la guerra imperial” que percibe alrededor. Menciona el principio político de que cualquier resistencia eficaz supone “inventar al mismo tiempo nuevas maneras de vivir”. Crary es uno más de quienes señalan que la única opción es el rechazo a la mortal y destructiva cultura del dinero y todas sus fantasías tóxicas, dejar de comprar lo que no se necesita, vencer el deseo, regularlo cuando menos. Los mixes oaxaqueños le llaman verdadera riqueza a la reducción drástica de la necesidad. El espacio de este inventar otras manera de vivir está en la mente y por ella comienza. Todo trabajo personal de cambio tiene una palanca primordial: saber que uno no es lo que piensa, y ejercitar esa decisión mentalmente tantas veces como sea necesario para dejar de pensar lo que se piensa. Esa interrupción voluntaria del flujo mental es lo que los textos llaman yoga. Una intervención superior y organizada sobre el tiempo mental que se suspende, cambia, se multiplica. De ahí que una resistencia política eficaz delante de la supresión del tiempo es aprender a liberar el pensamiento propio. Borges escribió: “Convertir el ultraje de los años en una música, un rumor, un símbolo”. El ultraje de los años es el tiempo. Entonces darse tiempo es una forma superior de resistencia, una contra narrativa que contiene el tiempo otra vez hecho de tiempos que después de esta oscuridad vendrá. La dicha inicua, diría Leduc, de perder el tiempo. Fernando Solana Olivares.