Friday, June 28, 2013

LAS PEQUEÑAS VIDAS.

Un proyecto de indagación literaria que la posmodernidad digital hizo envejecer de golpe ---y lo viejo ahora se vuelve invisible: ahí están los adultos mayores que dejan de ser vistos socialmente, amargo tema merecedor de muchas más reflexiones--- fue el de la lectura del Aviso de Ocasión periodístico como una fuente ilustrativa de la tragicomedia humana, extensos territorios dichos en unas cuantas palabras. Hace 25 años el publicista Eulalio Ferrer publicó un libro notable y ameno: La historia de los anuncios por palabras, acuciosa, quizá única investigación en español de una práctica cuyo origen se atribuye a Montaigne, quien en el primer tomo de sus ensayos recuerda una idea paterna sobre la utilidad de algún lugar específico donde cualquiera pudiese decir, vender o comprar algo. Lo que sigue es una selección de esos anuncios que Ferrer recopiló, tanto modernos o antiguos, mexicanos o extranjeros, y en ellos las narraciones germinales que cada uno contiene, arqueología del tiempo evaporado. *Necesítase: Alta y graciosa en su persona. Dientes sanos, labios suaves, aliento dulce, con ojos de no importa qué color con tal de que sean expresivos. Su seno lleno, erguido, firme y blanco. Comprensiva sin ser sabia, de conversación animada y alegre. Educada y de palabra delicada, de temperamento humano y tierno y que parezca que puede sentir delicia, así como que desea ofrecerla. Si hay alguna así, existe un caballero con 2 mil libras al año, 52 de edad el próximo junio, de vigorosa fuerza y de condición amorosa que se casará con ella, aunque sea de fortuna pequeña, pues él la dejará en la viudez con 600 libras anuales. (Daily Advertiser, 1772.) *Sepan todos los que lean el presente que el 24, entre las once y las doce de la noche, a la esposa mía la sorprendí en la cama con Samuel Butler, estando ambos desnudos y en una muy indecente postura, contraria a la paz de nuestro señor, el rey. Lo cual declaro por mi mano el día 26 de junio, año de 1724. (New England Courant.) *Dos religiosos de predicadores que deben ir a Guadalajara, solicitan otros tantos asientos en un coche, con tal de que en él no vayan mujeres. (Diario de México, 1805.) *Un joven muy favorecido por la naturaleza, músico por gusto y profesión, desea casarse con una dulce joven o viuda que haya cultivado el mismo arte. Como en el servicio de Apolo ha sido favorecido con todos los dones, excepto el de la riqueza, sería muy conveniente que la señora poseyera cierto caudal. (Gaceta de Viena, 1834.) *Político asqueado busca empleo honrado en el ámbito de las relaciones sociales o laborales. (New York Times, 1973.) *Datsun 1964, baratísimo. Pintura mala, motor cansado, vestidura regular, radio perfecto. Américas 173, Col. Moderna. (El Heraldo, 1970.) *Yo, Dixie Horn, por la presente notifico a mi marido, Raymond Horn, que cuando no le ocupen totalmente su tiempo las divorciadas, las casadas en trance de divorcio, los borrachos, los políticos, el Club de Leones, el boliche, el casino y toda clase de asistencia voluntaria a vecinos y amigos, sería conveniente que atendiera los asuntos de nuestra casa. Sabiendo que siempre lees el periódico de cabo a rabo, ésta es la única manera que se me ocurre de comunicarme contigo. (Times Commoner, 1962.) *Busco trabajo como dibujante, tengo 50 años de aprendiz. Sr. Leobardo Alegría. (Segunda mano, 1983.) *¿Intelectual de más de 40 años y no encuentra trabajo? No se desespere, tenemos empleo idóneo para usted, gestionando la venta de grandes obras como México a través de los siglos y otras. Necesitamos gente educada y culta. (Excélsior, 1965.) *Se solicita hombre sabio. Trabajo sencillo por las mañanas. (Jerusalem Post, 1971.) *¿No tiene quien le escuche? Caballero confiable platica con usted. Lugar público. Costo 200 pesos, 50 minutos. (El Universal, 1978.) *Madre e hija, dúplex lesbiano. Venga y participe. Aribau 195-E. (La Vanguardia, 1983.) *Señora, 35 años, experta, cálida, viciosa, lengua inquieta, masturbación especial, privada. Mayores 40 años. Particular. 24 horas. (Diario 16, 1986.) *¿Requiere hablar con Dios? Yo tengo línea privada. Ofrezco comunicación inmediata y traducción del mensaje si hace falta. Citas previas, lunes a sábado por las tardes, 350 pesos. (Novedades, 1974.) *Arreglo vidas a domicilio. Solución perentoria de cualquier problema antes de una hora. Costo a tratar, máxima discreción. (Diario de la tarde, 1981.) Fernando Solana Olivares.

Sunday, June 23, 2013

FLECHAS EN EL BLANCO.

1. El médico y psicólogo Maurice Nicoll, un importante pensador muerto hace sesenta años, asumió como propia una definición axiomática para muchos: “el nivel de ser de un hombre atrae su propia vida”. Por ello, en una carta escrita en 1941, insistió a su corresponsal en la idea de que la historia tanto colectiva como individual tiende a repetirse. “Mientras no se produzca un cambio en el nivel de ser, la historia personal de un hombre seguirá siendo la misma. Todas las cosas se repiten en su propia vida: dice las mismas cosas, hace las mismas cosas, lamenta las mismas cosas. Y todo ello pertenece a la inmensamente profunda idea de que el nivel de ser atrae su vida”. 2. Lo mismo, tiempo atrás, escribió su compatriota D.H. Lawrence desde la Oaxaca maravillante e inevitable de los años veinte del siglo pasado: “La gente no cambia nunca, nunca, nunca. Esa es la calamidad”. 3. En uno de sus análisis hermenéuticos sobre las parábolas evangélicas, para él no un compendio de reglas arbitrarias o preceptos morales sino un juego de mapas y orientaciones mentales, Nicoll explicó el significado psicólogico del mirar o volver hacia atrás contenido, entre otros, en el relato bíblico de la mujer de Lot, como una referencia de la esterilidad interior: “Las enfermedades o males que produce este retiro o regresión en el cuerpo-del-tiempo (la propia existencia) se debe a que el espíritu interno falla. Pues el espíritu ha de seguir luchando, ha de continuar, sean cuales fueren las dificultades externas”. 4. No es una amnesia ni una innovación constantes ---patologías de la sociedad consumista--- sino una discriminación entre la comprensión vieja y la nueva, un discernimiento entre el pasado idealizado, entre la mente literal detenida (Swedenborg diría: lo maternal) y las nuevas categorías para pensar de forma superior o más profunda la lucha entre la comprensión interna y la externa: “No significa un movimiento hacia ningún mañana. Es un movimiento hacia lo íntimo, hacia una experiencia más profunda, hacia una mayor integridad y pureza de visión, hacia una calidad y no una mera cantidad”. 5. En la cromática budista tibetana se dice que el color granate del hábito protege a su portador del frío, que el color azafrán del ropaje interior lo resguarda del calor y que los ribetes azules de la vestimenta son un ojo de elefante que siempre mira hacia el frente, como los monjes deben actuar. 6. La compulsión a repetir conductas síquicas y prácticas de vida se refiere, también, a la incapacidad para discernir entre el entendimiento, que es externo al ser, y la comprensión, que es un proceso interior. Las intrigas, los celos, las ambiciones de poder, la ansiedad, la subjetividad mental egolátrica y toda suerte de emociones negativas son simbolizadas como las espinas que ahogan la simiente. Por ello la sufriente corona del Cristo crucificado representa, según Nicoll, la condición mental de los seres humanos, “ahogados por sus propios intereses”. 7. La psicología de la transformación propia requiere la asunción de un término que el moralismo eclesiástico ha explotado para su propio afán de poder: el arrepentimiento, la metanoia, cuyo sentido no es el de la confesión de los pecados delante de un intermediario religioso y la penitencia mecánica subsiguiente, sino un cambio en la manera de pensar, una transformación de la mente. Entonces, afirma Nicol, adviene en la persona ese misterioso Reino de los Cielos que existe en su interior psíquico, no como un lugar metafísico sino como un estado concreto de la conciencia: “Se transforma todo el sentido de la vida y de cuanto a uno le ocurre; todas las tragedias, todo el secreto descontento, los pensamientos dolorosos y la sensación de fracaso, todo queda transformado”. 8. Lo mismo sucede con la palabra Fe, que no significa creer dogmáticamente sino desarrollar otra clase de pensamiento. Afirma Nicoll que “la fe es necesaria para abrir aquella parte de la mente que los sentidos no pueden abrir”. No solamente es una convicción de una dimensión de lo real no visible sino una base mental para alcanzar otro mundo de relación y de valores. 9. La transformación es la meta del ser humano. Ocurre mediante la comprensión y otorga sentido al estar en el mundo. Nicoll asevera que Dios es significado, pero que si dicho término, un campo semántico inagotable, perturba a la persona, entonces puede quedarse nada más con la palabra significado. Será suficiente para leer lo habitual de otro modo, mirar lo de siempre distinto y otra vez. Fernando Solana Olivares.

Friday, June 14, 2013

ENTRE CESIONES.

Uno. Jon Kabat-Zinn cuenta que en la India existe una forma simple e inteligente de capturar a los monos. Los cazadores recortan en un coco un agujero lo suficientemente grande para que los animales puedan introducir la mano abierta en él. Después lo atan a la base de un tronco y colocan un plátano en su interior. Los monos descienden de los árboles, meten la mano en el coco y cierran el puño para tomar el fruto. Quedan atrapados porque se resisten a soltarlo, bastaría que lo dejaran para escapar. Dos. No es casual aquella observación de Cioran al visitar el zoológico: todos los animales se comportan con decencia excepto los monos, tan próximos al ser humano, antepasados del deseo que se aferra, que esclaviza, que perturba y embrutece. Quien cede permanece intacto, quien suelta obtiene. Tres. Una historia sucedida hace mucho en el Tíbet consigna la visita de un venerable lama a un reino remoto. Con él viajaba un cocinero descuidado y grosero que lo atendía a destiempo, con desidia. Un día que el venerable se marchó durante unas horas para visitar un monasterio vecino, el rey ordenó que el mal cocinero fuera sustituido por otro que hiciera bien su tarea. Cuando el lama regresó, enterado de la disposición, pidió al rey que el cocinero reemplazado volviera a su servicio. “Es mi maestro de paciencia”, explicó, “eso es lo que me enseña y lo necesito”. Cuatro. Dicen los sabios que la unificación del conocedor y de lo conocido es el culmen de la existencia. El conocedor debe aniquilarse a sí mismo para unirse a lo conocido. Así, paradoja suprema, podrá aniquilar el aniquilamiento. El arte verdadero tan infrecuente, el amor sucedido durante efímeros instantes o ciertas drogas inusuales (psicodélico significa “revelador de conciencia”) permiten atisbar tal condición. La muerte es la única circunstancia accesible a todos donde ello ocurre y resulta la máxima experiencia. Lástima que de la misma sólo podamos hablar quienes estamos vivos, comentaristas sentimentales y vicarios de algo que todavía ignoramos. Cinco. Ante la obsesión moderna e ilustrada que lleva a dividir todo evento entre racionalidad e irracionalidad, Elémire Zolla cita lo que llama el canto de tranquila certeza de una mística tibetana nacida alrededor de 1005, Ma gcig Lab sgron: “La raíz de todos los demonios es la propia mente. Cuando al percibir un fenómeno cualquiera sentimos atracción y luego deseo, hemos sido capturados por los demonios. Cuando en la mente se aferran los fenómenos como si fueran objetos exteriores, nos vemos contaminados. Hay demonios de cuatro categorías: los demonios tangibles (cuya base son los objetos exteriores), los intangibles (cuya base son las representaciones mentales), los demonios de la satisfacción (cuya base es el deseo de obtención) y los demonios del orgullo (cuya base es la discriminación dualista). Pero todos los demonios están incluidos en los del orgullo”. Seis. Zolla también escribe sobre el “gran fraude de Hegel” que ensalzó al hombre como centro de cualquier acontecimiento. Schopenhauer, su contemporáneo, trató de conseguir una plaza de filosofía en la Universidad de Berlín para impartir lecciones sobre “la totalidad de la filosofía”. De la enseñanza de Hegel decía que en lugar de pensamientos sólo albergaba palabras, que se integraba por tres cuartos de puro sinsentido y un cuarto de ocurrencias corruptas. A su curso se inscribieron cinco alumnos. En el de Hegel, impartido a la misma hora en un salón próximo, se contaban trescientos asistentes. Quien fracasó, hoy ha triunfado. ¿Pero entonces? Siete. Séneca, uno de los grandes filósofos latinos, propone el recurso que llama premeditación: la reflexión anticipada sobre las penas espirituales o corporales que la diosa Fortuna puede infligirnos repentinamente. “Piensa en todo, espéralo”, es una norma de la conducta estoica. Sin embargo, ¿cómo evitar caer en la desdicha anticipada, cómo no hacerse infeliz antes de tiempo? Sólo imaginando que el acontecimiento que se teme ha de realizarse inevitablemente. Significa una llegada a la tranquilidad por otro camino: la disposición para aceptar lo inevitable. Ese talante hoy tan desaconsejado antes se llamaba libertad. Ocho. Que la muerte lo hallara plantando coles, indiferente a ella y a las imperfecciones de su jardín. Este deseo de Montaigne, el estoico de nuestra época, no importa si se cumplió. Bastaba con enunciarlo: decir correctamente es una forma suprema del hacer. Cuando se acepta que la vida al mismo tiempo es y no es. Fernando Solana Olivares.

Friday, June 07, 2013

RETURN TICKET.

Sentado a la mesa un hombre sueña con los ojos abiertos. La luz del mediodía apenas toca la taza de café tibio y los libros, bártulos inevitables de su oficio. Cerca de él está un periódico, bitácora con la cual cultiva su cotidiana desesperanza. El mundo ya no es lo que fue, pero ¿qué fue el mundo? Ese sueño aislado en una media mañana trata de saberlo. Aunque se equivocará quien crea que el hombre indaga por algo más allá de su propia mirada suspendida. No. Como buen melancólico que dedica horas inusuales a preguntas inoportunas, el enunciado “mundo” es para él espacio de lo propio, no de lo ajeno. A pesar de una divisa recitada a menudo en el círculo de sus íntimos, al hombre que ensueña desde un café citadino casi todo lo inmediato le es ajeno, nada altera los áridos requisitos de su desencanto. Ni los alegres comensales de las mesas cercanas ni las faldas revueltas de las adolescentes salidas del colegio. Allá eso que se resiste, ingenuamente, a beber el cáliz de la crisis. Algún día la historia tocará a la puerta de adolescentes que dejarán de serlo y de comensales que perderán sus gozos. Entretanto, el hombre no distrae sus íntimos empeños: “Zamorita ---musita en oración literaria---, ¿cuándo se jodió el Perú?” La luz del Angelus se mueve como avanza su memoria. El sol desplaza las sombras de quienes caminan por la acera. Al tomar el segundo café, el hombre ya tiene establecida una desventaja entre sus recuerdos: nada en su desastre llega a la auténtica tragedia compartida por tantos de sus autores de cabecera. Y piensa que, de vivir entre nosotros, Flaubert no hubiera sido galeote de la escritura sino del salario, y antes de quebrarse la cabeza con la búsqueda de la palabra justa estaría obsesionado por instalar un par de rosticerías en sociedad con su cuñado, muy luchón él. Y que Rimbaud se habría enrolado en el narco luego de publicar un par de plaquettes en editoriales clandestinas. Y que Benjamin sobreviviría dando clases en prepa, abjurando de su propuesta para conocer una ciudad: perderse en ella, de tantas veces como ya se habría perdido en ésta. Y que Pessoa tendría tantas tarjetas de crédito sin pagar como heterónimos se le fueran ocurriendo. Cerca ya de la doxa, esa trivia que persigue a los seres cuando lo profundo preocupante cruza de arrugas la frente y el entrecejo, el hombre abandona la prolija revisión mental de sus límites existenciales, contenidos de sobra en la metáfora de todos los significados: “¡Pinche país!” El ángulo de luz ofrece la función de siempre: palomas que toleran la persecución de hordas infantiles, madres que cuidan a los suyos de la mansedumbre volátil, beatas que caminan de prisa hacia el santuario próximo. Una sombra se sienta entonces a la mesa del hombre. ---¿Quién eres tú? ---pregunta el fatigado explorador. ---Una versión justa ---responde la sombra. ---¿Versión justa? ¿De qué? ---De mí misma. Lo que llaman “economía de la verdad”. Un valor en desuso. ---¡Dios santo! ¿Y sirve de algo? ---Sí. Para no salir de lo que existe, para estar en lo que hay, para aliviar el acostumbrado terror a lo concreto. ---Que sea menos. Eso me suena a Canetti. ---Y también a Borges en “Los justos”, al Chejov que cuenta que la vida pasa como pasa, no como uno se imagina que pasa. O al conocimiento ignorado por los que aguardan el Apocalipsis sin querer saber que ya ha ocurrido. ---Estamos en cri-sis. No me vengas con agua de borrajas cuando el país se viene abajo y con él nosotros, su inteligencia. Ya no somos más que su soledad en llamas. ---“Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso”. Esto de nuevo es Borges, y la muestra de un sentido del matiz que la crisis, ese término litúrgico, verdad revelada que contiene causas y efectos, te ha hecho perder a ti, tributario inmóvil de ella. ---¿Será? Hace un buen rato que dejé los filos de la cita oportuna. Entre palabras te veas… ---Paradojas de la proximidad o de la ceguera, como gustes. Pero poco encontrarás en la imprecisión de tus sentimientos. Con ellos no irás más que a ti mismo, que es muy poco y no está lejos. Como la tarde temprana cargada de brumas, la sombra deja el portal con sus mesas y parroquianos. El hombre que sueña cruza la plaza. Piensa en la primera línea que consignará su encuentro. Igual que la vigilia, todo se cifra en un boleto de regreso. Fernando Solana olivares.