Friday, February 22, 2019

ÚLTIMAS LLAMADAS

El monólogo de Molly Bloom que cierra el inadjetivable Ulises de James Joyce termina diciendo “y sí yo dije quiero sí”. De haberlo escrito ahora diría “y no yo dije quiero no”. Llegamos ahora al momento del “no” como única salida crítica ante el dramático estado de las cosas: colapsos ecológicos, económicos, políticos y sociales que se presentan en todas partes a nivel global. Signos múltiples anuncian el inminente final de algo. ¿Qué es ese algo que termina, que va a acabar? ¿Un sistema mundo, una época histórica o un ciclo planetario y civilizacional mayor como el que vio llegar el pensamiento tradicional hindú hace miles de años para estos días, aquella época que los jainas desde entonces denominaron “triste-triste”? Cada vez más descarnadamente mucha gente anda diciendo, y antes pensándolo, que esto sólo cambiará con una catástrofe, repitiendo intuitivamente lo que el pensamiento antropológico afirma hablando de los cambios profundos en la cultura producidos por rupturas decisivas. Colapsos mayores de hace miles de años que construyeron mitologías y sagas divinas. Ahora existen grandes franjas humanas dormidas y zombificadas, otras en estado de involución y muchas que parecen insalvables. Descerebrados mediáticos y económicos, consumidores materialistamente insaciables e irreflexivos moldeados por un capitalismo hegemónico y depredador hecho para colapsar. Hay otros cuya conciencia percibe en diversos grados el estado de las cosas, las siente cabalmente y a veces las puede formular. El Producto Interno Bruto, indicador de crecimiento económico, no distingue entre producción buena y mala. Desde la década de 1950 se han producido 8,300 toneladas de plástico. Cuando menos el 80 % de ellas nunca se ha reciclado y muy pronto el plástico en los océanos superará el número de peces. Pero su fabricación se contabiliza como positiva. Los gastos de agua, tierra y pienso para producir una hamburguesa y las emisiones de gases de efecto invernadero que provoca son geométricamente destructivos, pero la demanda de carne va en aumento. Su producción se cuenta como buena. La devastación de un bosque de caoba y su conversión en madera también. O la depredación minera y sus miasmas contaminantes. El PIB se entenderá como crecimiento. La reciente cumbre del clima en Katowice, Polonia, se atascó en su demanda de reducir el 45 % de las emisiones contaminantes en menos de una década, única vía, y no del todo segura, para impedir que el clima supere la barrera de los antes 2 y ahora 1,5 grados de temperatura. EU, Arabia Saudí, Rusia y Kuwait encabezan la resistencia. “No se pueden negociar las leyes de la física. La ciencia es ciencia”, declaró un alarmado Mohamed Nasheed, expresidente de Maldivas en la reunión. Pero el neo nazi brasileño Bolsonaro amagó con dejar el acuerdo y entregó el Amazonas al control de una ministra representante de los intereses de ganaderos, agricultores y empresas trasnacionales. El clima geopolítico es un caldero que hierve a alta temperatura, parecido a la década de los años treinta de entreguerras, pero ahora con armas nucleares: EU, China y Rusia armándose para la guerra, el imperio declinante dirigido por Trump el anti césar loco, un zar Putin intrigando para desestabilizar Occidente, o el presidente chino Xi Ping, nuevo emperador, enfrentado comercialmente con EU. Macron, el melifluo presidente que se creyó jupiterino, arrinconado en su país por la justa ira de los chalecos amarillos. La Merkel en retirada y los conservadores, desde centristas hasta ultras radicales, muy cerca de tomar el poder: Austria, Hungría, la misma Polonia y aun Francia. La UE fracturada vacilante que parece cerca de desaparecer. Siria en guerra, Turquía en tensión, Palestina en holocausto causado por Israel, Libia convertida en campo de esclavos, Irak deshecho e Irán amenazado. Las derechas nacionalistas en ascenso y los populismos de todo signo acercando a las piras inquisitoriales. El imperio trumpiano cazando el petróleo venezolano, única razón de su intervención histérica. El engendro de maduro y su dictadura criminal. De facto, todavía no de jure, las poblaciones prescindibles se van sacrificando conforme el capitalismo demente decide. El sistema mundo no puede arreglarse por sí mismo debido a una sencilla razón lógica: el modelo de pensamiento que causa un problema es incapaz de resolverlo, antes tendría que ser deconstruido. La marcha inercial hacia un punto incontrolable y definitivo está, según el reloj científico que lleva la cuenta de ese tiempo perentorio, a dos minutos del punto final. Dos para las doce. En Chicago se registran hasta -29 grados y en Australia 54, 3 grados en la puerta trasera de la casa de la poeta Jill Jones. En esta numeralia catastrófica hay pocas alternativas. Como dijo George Steiner hace años: ya no quedan más comienzos. Algunos pensadores que no hacen concesiones (Subirats, Nietzsche, Guénon, Cioran, Adorno, Zerzan) llevan tiempo advirtiendo lo que vendrá, pero los ciegos que conducen a otros ciegos no pueden ver hacia adelante ni mirar hacia atrás. Se comienza diciéndolo. Luego sigue lo que sigue después. Fernando Solana Olivares

Friday, February 15, 2019

LO QUIEREN MÁS OSCURO

En la hermosa y escalofriante canción inicial que da título a su último disco (You want it darker), una elegía estoica quizá única en la historia de la música popular moderna, Leonard Cohen se dirige a Dios ---sea quien sea, esté donde esté, llámese como se llame--- en singular, al modo de un Job sutilmente irónico e imprecante pero entregado con confianza a la divina voluntad: “Si tú eres el que reparte las cartas / Estoy fuera del juego / Si tú eres el que cura / Estoy cojo y hecho trizas / Si tuya es la gloria / Entonces que la vergüenza sea mía / Lo quieres más oscuro / Nosotros asesinamos la llama”. Variantes más, variantes menos de la españolizada (y como siempre, regular) traducción de La llama (Salamandra, Madrid, 2018), un libro póstumo que reúne poemas, canciones, ilustraciones y notas personales inéditas editadas por su hijo Adam junto con dos académicos cercanos, en la canción retumba un coro grave, cantado con la áspera pero tan expresiva y a la vez dulce voz terminal, donde se condensa y resuelve la sincrética y peculiar relación que Cohen tuvo siempre con la divinidad, enunciada esta vez desde su tradición judía de origen. Una entrega, una demanda y una liquidación que clamaría así: “Hineni Hineni / Estoy listo, mi Señor”. Pocos meses antes de fallecer, Cohen confesó en su última entrevista: “Estoy preparado para morir. […] Llegado a cierto punto, y si todavía estás en tus cabales, […] tienes que aprovechar la oportunidad de dejarlo todo atado. Tal vez sea un cliché, pero se subestima su poder analgésico. Dejar todo en orden, si puedes hacerlo, es una de las actividades más reconfortantes, y los beneficios son incalculables.” Cohen no sólo dejó todo atado sino que además lo cantó, haciendo del final de sus días una máxima lección colectiva. Si Yourcenar puso en boca del emperador Adriano la legendaria petición final de la conciencia lúcida: “Entrar a la muerte con los ojos abiertos”, Cohen logró este empeño desde la música que siempre lo había acompañado, un tema inmenso al que habrá que volver. Extrapolando dichas muertes ejemplares, que parecieran volver integral la vida toda de quienes las logran, y también despejando el término Dios, una mera convención lingüística para expresar lo inexpresable, este texto quiere llevar al plural la afirmación del maestro múltiple Cohen. No es un “él” sino un “ellos” lo que enuncia: fuerzas empeñadas en oscurecer aún más nuestra época oscura, aunque se nos presente mediáticamente envuelta por los engañosos y parciales brillos tecnológicos de la bárbara hipermodernidad. Está en curso una batalla de alcances planetarios que, asumiendo especificidades nacionales, enfrenta por todas partes a masas de seres humanos despiadadamente considerados como “población prescindible” por el capitalismo salvaje neoliberal, con aquellas fuerzas, dominantes pero no todas visibles, que hoy los Chalecos Amarillos franceses, última irrupción de una sociedad global harta y enfurecida, llaman una Metamafia, una mafia de mafias responsable del estado de las cosas. El manifiesto “oficial” de los Chalecos Amarillos contiene veinticinco reivindicaciones ante la crisis. Siguiéndolas puede entenderse a quienes conducen como responsables y, de lograrse, a cuántas pequeñas, posibles y legítimas utopías sociales conducirían. Entre ellas se encuentran diversas exigencias sobre Economía, Educación, Política, Salud, Medio Ambiente y Asuntos Exteriores: Tope constitucional del 25 % a los impuestos públicos; aumento a las contrataciones gubernamentales de trabajadores para restablecer servicios públicos; proyectos de construcción masivos para albergar a cinco millones de franceses sin hogar; desagregación de monopolios bancarios y separación entre la banca regular y la de inversión; cancelación de deudas por tasas de rédito usurarias; protección constitucional de los intereses ciudadanos a través de referendos vinculantes; exclusión de grupos de presión e intereses particulares de las decisiones políticas; reducción de la evasión fiscal de los ultra-ricos; cese inmediato de privatizaciones y renacionalización de bienes públicos como aeropuertos, carreteras y ferrocarriles. Eliminación de técnicas educativas destructivas que responden a decisiones trasnacionales; cuadruplicación del presupuesto para el orden público y un sistema de justicia accesible y parejo para todos; desmantelamiento de los monopolios mediáticos y garantías efectivas a la libertad de opinión; prohibición de la obsolescencia planificada en los productos manufacturados; prohibición de envases contaminantes, cultivos transgénicos, plaguicidas cancerígenos, disruptores endocrinos y monocultivos; reindustrialización del país bajo normas sustentables; prevención de los flujos migratorios atendiendo causas y no castigando efectos. La única acción indispensable ante la oscuridad es el esclarecimiento, entre cuyas acepciones está la elucidación. Es un acto personal o colectivo de reconocimiento necesario para vivir. De otro modo, como advierte Cohen en su poema Lo que va a ocurrir, lo siguiente será insoportable: “ah, y otra cosa / no te va a gustar / lo que viene después”. Fernando Solana Olivares

Friday, February 08, 2019

PERSONAS NO HUMANAS

Una juez de Buenos Aires reconoció en 2015, según cuenta El País, el estatuto de “persona no humana” para Sandra, una orangután recluida en el zoológico. Su sentencia la consideraba como un sujeto no humano titular de derechos fundamentales, y señalaba que su cautiverio y exhibición pública los violaba, así Sandra fuera bien alimentada y tratada sin ninguna crueldad. Antes, en julio de 2012, se había dado a conocer la Declaración de Cambridge firmada por importantes especialistas en neurología. Su conclusión decía: “El peso de la evidencia indica que los seres humanos no son los únicos que poseen los sustratos neurológicos necesarios para generar conciencia. Animales no humanos, incluyendo todos los mamíferos y pájaros y muchas otras criaturas, entre ellas los pulpos, también poseen esos sustratos neurológicos”. La determinación histórica del concepto de conciencia supone la existencia de lo que la filosofía llama una esfera de la interioridad. Esto significa no solamente la cualidad de conocimiento que la mente logra a través de los contenidos síquicos que capta interna y externamente, sino también una actitud que se ha llamado “retorno a sí mismo”. Platón, en definición legendaria, la llamó “el diálogo interno del alma consigo misma”. No hay ningún elemento para negar a los animales ese retorno a sí mismos, el diálogo interno con su alma, salvo nuestra radical ignorancia al respecto. Y también el narcisista y cruel antropocentrismo, parte esencial de nuestra violenta civilización. La violenta teología cristiana materialista entrega a la pareja adánica la propiedad de toda la tierra y de sus creaturas sin ninguna restricción: que “señoree” sobre ellos, como manda Dios en la Biblia. Una interpretación más cristiana humana vendrá después, cuando se diga que Jesús murió en la cruz no solamente para expiar los pecados humanos, sino para recordar a los seres humanos su función olvidada de “mediadores” entre los órdenes que las cuatro direcciones de la cruz indican: arriba, lo divino; abajo, lo subterráneo; a los lados, el mundo animal y vegetal. Ninguna otra cosmogonía, los cuentos de nuestros orígenes, rechaza la zoomorficación de los dioses tan tajantemente como lo hace la judeocristiana. En las demás el antropocentrismo no es dominante porque sólo representa otro estado del ser, producto todos de causas anteriores al nacimiento. La noción budista de samsara, el ciclo de las existencias condicionadas al que todos los seres incesantemente están sujetos, describe seis destinos. Tres de ellos se consideran malos, y en ellos el sufrimiento es intenso. Los infiernos, fruto de un karma de cólera o de odio en donde, sin que el castigo sea eterno pues para el budismo nada lo es, los seres sufren profundamente. El dominio de los espíritus hambrientos, fruto de la avidez y la avaricia, un mundo de privación extrema. El de los nacimientos animales, que provienen de lo que la explicación canónica llama fruto de la estupidez y conducen a un mundo sin libertad. La diferencia entre los dos primeros destinos y el tercero es que éste se manifiesta físicamente ante los sentidos humanos y animales. Los dos comparten su forma de estar en el mundo: percibiéndolo y viéndose entre sí. El quinto destino, el de los asuras o titanes, seres poderosos dominados por la envidia y los celos que luchan entre ellos sin cesar, es imperceptible. Igual que el sexto, el de los dioses, seres bienaventurados que se caracterizan por el orgullo y la autosatisfacción, pero cuya terminación es aún más dolorosa. La doctrina oriental dice que el mejor estado para nacer es el humano. El más precioso y dotado de cualidades (una afirmación harto difícil de creer en estos inhumanos días oscuros). El nacimiento humano viene del deseo y causa un sufrimiento adecuadamente intenso para suscitar la voluntad de liberación, la cual es posible alcanzar con un método o una práctica (no de inmediato, como quiere el compulsivo y ansioso tiempo de estos días, sino luego de siete existencias, según dice el budismo, quien llama a esta operación “entrar en la corriente”). De ahí que los seres humanos tengan la obligación de reconocer los derechos animales. Quién sabe si la civilización posea tiempo histórico para lograrlo de un modo que vaya mucho más allá de la banal fiebre contemporánea de sobrehumanización de los perros, aquellos seres a los que efectivamente, según afirma la frase que se atribuye a Federico II, mientras más se conoce a los seres humanos más se les quiere. No tanto como se les idolatra en las ciudades por aquella función emocional que cumplen para los posmodernos y solitarios de esta hora, los de las relaciones líquidas. El péndulo social va a los extremos y buenas iniciativas parecen volverse parodias. Es más difícil amar a los seres humanos, lo cual no debiera ser excluyente para seguir amando a nuestras mascotas y avanzar hacia el respeto integral de toda forma viviente. Mientras leo este texto a Jonás, mi perro de raza solovino, me contempla con una cortés y cariñosa indiferencia. Luego se echa en posición de esfinge y se queda mirando al vacío. Ha retornado a sí mismo. Fernando Solana Olivares

Friday, February 01, 2019

NUEVAS VARIANTES DEL GO

Un vetusto manual de Go explica que en ese milenario juego de destreza mental no interviene el azar ni la habilidad o la fuerza física. Su analogía se establece con el ajedrez, aunque presentan notables diferencias entre sí porque cada uno proviene de una concepción diferente: la secuencialidad occidental o la simultaneidad oriental En el Go dos jugadores, uno con piedras blancas y otro con negras de igual valor, que se van colocando alternadamente en los intersticios y no sobre los escaques del tablero, competirán por conquistar territorio. Quien logre capturar un espacio más extenso ganará. El ajedrez termina con una crisis, la muerte del rey. El Go concluye cuando la situación del juego muestra la victoria de alguno de los dos contendientes, aquel que domine un mayor territorio y haya capturado más piedras enemigas, las cuales llenarán los espacios del rival para descontarlo. A pesar de que las piedras no se mueven en el tablero (sólo se recogen aquellas que se van capturando) el juego es incontrolablemente cambiante y fluido: áreas que por momentos parecían conquistadas súbitamente se transforman en catastróficas derrotas o piezas vitales deben ser sacrificadas sin piedad en muy duros combates. Las reglas básicas son muy simples pero su aprendizaje no es fácil. De ellas se derivan las siguientes, tan inesperadas y complejas que no logran comprenderse rápidamente, como la vida misma. Sabiendo sus pautas, el ajedrez se simplifica. Conociendo las del Go, éste se dificulta. De ahí que su enseñanza no pueda ser sistemática, sucesiva y lineal según lo estila la pedagogía cartesiana. A lo largo del tiempo el ajedrez ha modificado algunas de sus reglas para mejorarse; el Go sigue siendo igual a sí mismo hace más de 4,000 años, cuando dícese que apareció. Antiguos escritos chinos atribuyen su invención al emperador Shun y a la vez sugieren que se conoce aun antes de la escritura. La tradición consigna que el día anterior a la batalla los guerreros samurái luchaban en un tablero de Go. Debajo de él se colocaba un recipiente para recoger simbólicamente la sangre de los hombres caídos en la batalla, pues lo que ocurría en el juego anticipaba el desenlace bélico que habría mañana. El ajedrez representa una superficie estriada, el Go se define como una superficie lisa. En el primero se privilegia la posición, en el segundo se prefiere el movimiento. De ahí la comparación simplificante pero certera entre el ajedrez y las concepciones del teórico militar europeo Carl von Clausewitz, quien entiende la victoria sobre el enemigo como una variante graduada de la aniquilación: la tarea es matar al rey. La matriz mental del Go, asaz diferente, determina la del estratega chino Sun Tzu en su indispensable y objeto de primera necesidad libro El arte de la guerra: los grandes guerreros logran la victoria sin combatir, apoyados en el beneficio de la sagacidad, de la velocidad y el engaño. El ajedrez ilustra la guerra convencional. El Go, versátil y múltiple al jugarse en todo el tablero, reproduce la guerra de guerrillas. En su literatura, amplia como la del ajedrez, posee proverbios de sentido práctico y capacidad táctica. Como todo, tienen significados más allá de lo literal. Y adecuándose al momento ---es hoy cuando son leídos--- quizá puedan servir para nombrar algo de lo que está pasando en nuestro país. En el punto uno-dos suceden cosas extrañas. Este proverbio se aplica a los grupos de piedras colocadas en los extremos y en situación de vida o muerte. Todo arrinconamiento produce fenómenos imprevistos, como lo muestra la guerra contra el huachicol. No sólo los trágicos aquelarres de explosiones y quemados, sino las consecuencias inevitables de la exhibición pública y el desmantelamiento de la descomunal e impune corrupción de la casta política y la tecnocracia gubernamental, en alianza con el sindicato petrolero, el crimen organizado, las trasnacionales y la iniciativa privada para huachicolear desde PEMEX, al amparo del poder ya hace varias décadas, los bienes públicos de este expoliado país. Si pierde los cuatro rincones abandone la partida. Las esquinas y los bordes del tablero son cruciales. Entiéndase esto como la importancia de las periferias, de los rincones, de lo secundario en apariencia. La importancia de un punto de vista que se multiplica. Es igual que la realidad, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna. O todavía más simple: atención plena al momento presente. Sun Tzu dice que todo mirar estratégico es un rodear el objeto. El punto vital de mi enemigo es mi propio punto vital. Aquí está el corazón de la doctrina. Para llevarlo a la excelencia se aconseja observar el esquema táctico y estratégico del contrincante hasta el extremo de lograr mimetizarse con él. Pensar como el otro es pensar desde el otro, en sus propios términos. De ahí que los grandes estrategas practiquen aquello que se define como psicología de la mutabilidad. Donde se instala el adversario es donde se le enfrenta. El Go conoce aquel principio de que lo que no aniquila, fortalece. La vida es un juego fatal. Hoy México lo juega, y más le vale ganar. Fernando Solana Olivares