Friday, October 27, 2006

LA LIGA DE LOS NECIOS

O de los idiotas, pues están encerrados en lo particular. O de los corruptos, dado que sólo les interesa su beneficio personal. O de los suicidas, ya que es evidente su pulsión necrófila. O de los nihilistas, empeñados en llevar las cosas hasta la disolución. O simple y llanamente, la liga de los políticos mexicanos, esos sujetos que siendo tan incapaces se conciben tan astutos, que siendo tan ignorantes se imaginan tan informados, que siendo tan débiles se creen tan fuertes, que siendo tan desgobernados privadamente se otorgan el derecho de reglamentar la vida pública de los demás, que siendo tan pobres en su interior se hacen tan inmoralmente ricos a costa del dinero de la nación.
Y tanto: hace varios años, viajando en avión desde Monterrey a Oaxaca después de una exposición colectiva de pintores oaxaqueños, platiqué con un empresario local que me invitó a sentarme junto a él en primera clase. Eran los primeros meses del régimen de José Murat, quien fue tema de conversación. “¿Sasqué? Pepe no estará tranquilo hasta que junte unos cincuenta millones”, dijo mi interlocutor, con la suficiencia típica de esas gentes poderosas cercanas al círculo de las decisiones, harto pagadas de sí y cuyo autoconcepto siempre es desmesurado. “¿Cincuenta millones de pesos?”, pregunté yo, escandalizado por una cantidad así en un estado tan sistemáticamente pobre como Oaxaca. Me miró con cierto menosprecio, el que se destina a aquellos que no saben, tronó los dedos a la azafata para que le sirviera otro trago y lo bebió con lentitud mientras parecía gozar la pausa dramática. “¿De pesos? No, amigo, no seas pendejo. ¿Sasqué? De dólares”, me contestó.
No supe, ni me importó, si lo dicho era cierto pues en substancia lo sabía verdadero. Y ahora, cuando busco las razones para explicarme la dolorosa tragedia civil que sufre Oaxaca, ese retroceso de una sociedad integrada a medias para volverse una estirpe neurótica y barbarizada, la corrupción y el malgobierno de sus políticos de todo signo, la venalidad de sus élites de toda condición y el resentimiento caracterológico de sus habitantes resaltan como factores decisivos para explicar la catástrofe social en curso. Ayer apenas, un modesto índigena oaxaqueño que por azares del destino también vive aquí en la tierra alteña de Rulfiana, me lo confirmó. “No extraña su tierra, ¿verdad? Ya vio el desastre que está ocurriendo”, le dije, felicitándolo tácitamente por su distancia del turbulento terruño. “Pues viera que sí, porque ahora es cuando uno puede salir a la calle a partirle su madre a todos los que se la deben”, me respondió, con los ojos abrillantados tanto por las venganzas deseadas como por su imposibilidad personal de realizarlas.
Y en medio, los fenómenos morbosos, aquellos que explican por qué el país está, un día sí y otro también, estallando: un Senado de la república incapaz de cumplir su responsabilidad y hacerse cargo de la evidente ingobernabilidad en el estado para remover al ineptísimo gobernador Ulises Ruiz, arguyendo formalismos legales dudosos e increíbles ante la dimensión del conflicto; una mafia política priísta gangsteril y decidida a todo que amaga a sus pares panistas con tal de seguir usufructuando ese poder político ejercido en una nación que más parece aldea africana; un panismo timorato y poco sagaz, tan corrupto como aquellos que desplazó del poder pero sin la capacidad de reflejos gubernamentales que empíricamente los otros sí aprendieron; un presidente mentiroso o tonto o frívolo o desinformado que cree apagar incendios mayúsculos mientras tañe la lira de sus declaraciones voluntaristas delante de las cámaras de televisión; una serie de “analistas” que invariablemente justifican el estado de cosas amparándose en la letra de la ley aunque la realidad, tan terca ella, desmienta sus ameritadas y doctorales opiniones; un presidente electo cuyo gesto de preocupación crece como si hubiera envejecido de golpe unos días antes de acceder al cargo, y que incapaz de hablar del día de ayer, determinante del de hoy y del de mañana mismo, se enreda en proyectos de varias décadas anticipadas como si lo peor de este presente no fuera el mismo futuro que ya contiene; un microfascismo de las vanguardias populares appistas y magisteriales, defensoras del autoritarismo fuenteovejúnico y de la intolerancia ante quienes no piensan igual a ellas, confiscadoras del derecho de terceros invisibles e inexistentes así sean muchos miles de ciudadanos, númericamente más que ellas; unos maestros que llevan veintiséis años de corromper mediante el mal ejemplo, esa orden silenciosa, y el ausentismo y el mal desempeño a generación tras generación de niños y jóvenes oaxaqueños; un “gobernador” de opereta, Ulises Ruiz, a quien sólo le quedaría una única acción decente y legitimadora: renunciar, gesto que nunca será capaz de comprender y menos de llevar a cabo así se derrumbe su estado, lo último que le importa en su siniestra escala de intereses, pues este país nuestro, tan 20-30 y tan modernamente democrático, no consigna aún entre sus leyes la revocación del mandato, así sea Rasputín mismo quien despache.
“Las cosas se desmoronan, el centro no puede resistir. La anarquía está suelta por el mundo, la marea se enturbia por la sangre y en todas partes es ahogado el ritual de la inocencia. Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores están henchidos de intensidad apasionada.” (W.B. Yeats.) Todo final es un comienzo. Que la Virgen de la Soledad vele en estas horas críticas por la pobre Oaxaca.

Fernando Solana Olivares

Friday, October 20, 2006

NOSOTROS, LOS ENFERMOS

A pesar de esta aciaga realidad que a menudo parece irremediable, definida por los pesimistas cristianos como un valle de lágrimas y aun por los filósofos presocráticos como un gran campo de desgracia, surgen aquí y allá nuevas maneras (aunque en el fondo sean muy antiguas) de entender mejor, o cuando menos de otra manera, la naturaleza de las cosas que nos pasan, comprendida en ellas la enfermedad. No es solamente la reiteración de un talante moral casi estoico que concibe todo acontecimiento como adorable pues significa la forma específica elegida por lo real para manifestarse ---una sabia y valiente aceptación de la fatalidad muy mal vista por el voluntarismo moderno y por su ideal del éxito a toda costa, la más falsa ideología en circulación---. Es sobre todo el surgimiento de nuevos paradigmas que poco a poco se van extendiendo culturalmente así no se conozcan directamente, pues con ellos suele pasar lo mismo, por ejemplo, que según Borges sucede con libros como Las mil y una noches, tan vastos que no es necesario haberlos leído ya que forman parte previa de nuestra memoria (y también de esta nota, como diría él).
Así las cosas, hace varios meses visité por última vez a un viejo amigo. La velada fue equívoca e inesperada: en ella brotaron agravios unilaterales, reclamos mutuos, desencuentros pendientes. Y entonces los dos, cada quien por su lado, pudimos confirmar la sentencia griega: “La amistad, esta sombra de una sombra”. Durante el áspero encuentro mi amigo comentó que nunca había soñado con su madre muerta años atrás, ausencia onírica que según él confirmaba su por completo resuelta y finiquitada relación filial. Habré opinado lo contrario, sin duda, entre otras razones porque no hay peor enemigo que quien fue el mejor amigo, pues uno sabe asuntos del otro que siempre puede usar para bien o para mal, pero también porque tal cancelación soñante me parecía sospechosa, antes un bloqueo emocional que un piadoso y maduro olvido.
Hace poco me enteré que mi antiguo camarada enfermó de cáncer y que desde antes de aquella noche, en la cual nada dijo al respecto, ya lo estaba. Tengo para mí que ésa fue la causa no manifiesta del distanciamiento que entre nosotros se produjo, de su emotividad desordenada y de mi intolerante enojo. Pero mientras yo hago aquello que humanamente es lo debido: reanudar el vínculo fraterno pidiéndole disculpas por mi inamistosa conducta y omitiendo sin rencor sus dichos ofensivos, acudo a algunos de esos nuevos paradigmas cuya formulación proviene de una certeza culturalmente readquirida: que todo acto, todo pensamiento y toda enfermedad son, quiérase o no, voluntarios.
Un investigador afirma que el famoso cuadro del pintor Grant Wood, Gótico Americano, el cual representa a un predicador estadounidense del Medio Oeste y a su hija sobre un fondo arquitectónico neogótico con la apariencia de un realismo flamenco inhabitual en el arte de su momento, sensación pictórica en el Chicago de 1930 que se convertiría en un icono del arte contemporáneo, evidencia en los rostros de sus dos personajes la inexpresividad común a muchos enfermos de cáncer, pues entre los factores psicológicos implicados en dicho padecimiento ---un desorden del sistema inmunológico del sujeto--- el principal lo constituyen las emociones reprimidas.
Diversos estudios médicos postulan que los enfermos de cáncer recuerdan sus sueños con más dificultad que otro tipo de pacientes, tienen menos cambios de pareja (separaciones o divorcios), menos síntomas de enfermedades que reflejen conflictos mentales (úlceras, jaquecas, asmas), tienden a no mostrar sus verdaderos sentimientos, no han tenido relaciones estrechas o satisfactorias con sus padres, son personas autocontroladas, poco autónomas y poco espontáneas: “Por lo general ---según un terapeuta especialista en oncología---, han experimentado un vacío en sus vidas: una desilusión, expectativas no cumplidas. Es como si la necesidad de crecimiento se transformase en una metáfora física”. Conforme a este criterio, cuando la infelicidad y las penas no se manifiestan son capaces de provocar graves alteraciones del sistema inmunológico.
Entonces puede corroborarse, con el poeta John Donne, que “Nadie es una isla”, y la semántica de cualquier enfermedad tanto como sus metáforas comprueban que si el cuerpo-mente es un proceso, no materia perdurable sino pautas que se perpetúan a sí mismas, todo desorden patológico, desde un resfriado hasta un infarto, se origina en la totalidad de la persona, en ese campo oscilatorio situado en otros campos más amplios. Así, nunca se enferma el cuerpo mientras la mente queda indemne, o viceversa. La salud, según estas visiones holísticas, consiste en la capacidad orgánica para transformar y dar sentido a toda información nueva, para adaptarse a una realidad en transformación constante, sea un virus, una atmósfera física o una circunstancia emocional. El sistema inmunólogico se encarga de integrar las circunstancias del medio, virus o alergógenos, siempre y cuando no sucumba ante las tensiones psicológicas del individuo. Louis Pasteur afirmaba que lo importante en la enfermedad no eran los gérmenes sino el ámbito, es decir, la circunstancia personal.
Sería falso y hasta abusivo establecer que mi amigo no hubiera enfermado si, acaso, soñara con su madre más a menudo. Factores genéticos o predisposiciones exteriores lo mismo influyen en la morbilidad. Pero lo nuevo paradigmático es lo viejo hoy vuelto a saberse: nosotros, los enfermos, también somos ese proceso que llamamos enfermedad.

Fernando Solana Olivares

Friday, October 13, 2006

PORQUE YA ES OCTUBRE

Todo encuentro casual es una cita, según dijo ese budista extraviado en Occidente que fue Arthur Schopenhauer, pensador del cual los manuales escolares afirman que elaboró una doctrina del pesimismo, cualquier cosa que esto signifique. Porque ya es octubre y un año más termina ---últimamente el tiempo no corta el mar sino vuela, conforme a aquel poema esproncediano que la memoria trastoca---, sería infructuoso elucidar el significado de toda filosofía pesimista, aun la de ese mentor lúcido y desencantado que influyó a tantos, que influyó tanto y que lo sigue haciendo hoy en día: entre aquellos ascendientes que determinaron la mentalidad contemporánea debe considerarse prioritariamente el suyo.
Porque ya es octubre. ¡Cuántas cosas vividas pueden quedar implícitamente manifiestas en sólo cuatro palabras! Magia condensada del lenguaje, atributo de su economía expresiva, de su incandescente parquedad. El término “lacónico” significa, etimológicamente, espartano, es decir, breve, conciso. Y mencionar el décimo mes del calendario, anteponiéndole el adverbio de tiempo “ya” más la conjugación del verbo ser, supone aludir lacónicamente a la cualidad incesante de los días que irremediable, velozmente pasan y se van para nunca volver.
Aunque este texto se inició mencionando los encuentros casuales que son citas. Por ejemplo, con los libros adquiridos, algunos de los cuales se leen de inmediato, pero otros se guardan hasta que llega un día donde tal cita omitida ocurre pues son abiertos debido a un impulso aparentemente surgido de una mera casualidad. La angustia de poseer una biblioteca leída a medias consiste en eso: pensar que entre sus volúmenes intonsos, no frecuentados, se encuentra alguno que bien podría cambiar el destino de su propietario, al modo de una llave capaz de abrir la cerradura del reino cognitivo donde se modifica y enriquece la percepción de la realidad. ¿Cuántos de nosotros dejaremos esta vida sin haber abierto jamás aquel texto que nos estaba deparado y que durante años yació a nuestro lado?
Tiempo, hablamos de tiempo. Y de pronto, haciendo caso de esos manes ocultos aunque presentes en toda biblioteca pequeña o grande, da igual ---“pocos, pero doctos libros junto”, escribe Quevedo---, uno toma del estante ese ejemplar que compró hace años quién sabe en dónde, sacude el polvo acumulado y al sumergirse entre sus páginas se convierte en un cerrajero. ¿El autor? Maurice Nicoll, médico inglés muerto hace más de medio siglo y hoy, sin duda, desconocido. ¿El título? Una promesa significante: La flecha en el blanco, no colocada apenas en el arco ni surcando el aire rauda, sino enhiesta al centro de la diana. ¿El tema? Una inteligente extravagancia: la otra lectura de las parábolas de los Evangelios cristianos, que el autor entiende como tratados operativos y aplicables de una “verdadera y genuina psicología” humana, la de la propia transformación.
Una palabra eje de estos principios y significados cuyo origen es otro nivel de percepción, que no tratan de los propósitos de la vida ordinaria y por ende no son literales pues contienen métodos para la evolución interior, la transformación mental, es la voz griega metanoia, equivocada, moralistamente traducida durante siglos como arrepentimiento, pero que en realidad significa cambiar la manera de pensar. (De ahí que Cooper y Laing, los dos legendarios antipsiquiatras del siglo pasado, afirmaran que todo proceso sicótico era, al modo de un viaje de signos, antes que una enfermedad radicable en un espacio concentracionario, el hospital, una metanoia personal que merecía dejarse expresar bajo ciertos cuidados mínimos, pues así derivaría en la reconstrucción psíquica individual, como pudo comprobarse en uno de los más exitosos proyectos de salud mental hoy cancelado por el neoliberalismo: la clínica antipsiquiátrica inglesa de Kingsley Hall.) Entonces, según el uso dado por Jesús en sus parábolas a esa palabra, lo principal era algo mucho más amplio que lamentar los propios pecados, pues tratábase de “poner en marcha un nuevo e inmenso movimiento interior para obtener el gobierno de la vida: la metanoia es el cambio del hombre interior”, conforme apunta una referencia empleada por Nicoll.
Desde esta perspectiva siempre han existido dos futuros posibles para el sujeto: uno en el transcurrir del tiempo y otro en un cambio del estado interior. Es acerca de este futuro no ubicado en el tiempo externo sino en el espacio íntimo que versan los Evangelios. “Y nada mejora a medida que la persona envejece. El Tiempo no es el factor que produce la transformación del nivel general de la vida ni del individuo. Pero hay una ilusión profundamente arraigada y que obra en todos nosotros. Mañana será otro día; mañana todo será distinto, traerá una mejora en las condiciones generales”, escribe Nicoll, para advertir que el error de la gente es pensar en términos de tiempo y no de estado mental, insistente tema de las parábolas cristianas que tratan acerca del logro de dichos estados superiores de sí mismo, “pero no en el sentido del mundo, sino en el sentido de la propia vida, no en el mañana ni en algún más allá, sino ahora”.
Nicoll y Schopenhauer en octubre, pues ya es. La casualidad vuelta un encuentro a celebrarse tarde o temprano, los libros mudos que aguardan pacientemente a quien están destinados, el tiempo concurrente y vertiginoso, el calendario ruin. Y aquello que alguna vez puede ocurrirle a cualquiera o la paradoja de la proximidad. Sin ello la vida sería insoportable. Pero no lo es.

Fernando Solana Olivares

Friday, October 06, 2006

SECUENCIALIDAD

“Cercano es sólo lo interior; todo lo demás, lejano. / Y esto, lo interior, apretado y lleno en exceso / diariamente con todo, y totalmente indecible.” Son versos de Rainer Maria Rilke que vienen al caso porque en esta época sólo lo interno está cerca, pues constituye el último refugio alcanzable, aunque resulte, como dice el poeta, incapaz de ser dicho.
Lo de afuera tampoco es fácilmente enunciado pues avanza quién sabe a dónde, a qué tipo de futuro inmediato, y no se conoce bien a bien cuál es su denominación: ¿cambio morfogenético, edad de hierro, edad oscura, época sin síntesis, cambio de estación, ajustes antes de la catástrofe, crujidos de la edad acuariana, preludio a otra cultura o, de plano y escatológicamente, el comienzo de la tribulación bíblica? El simple diría que es un problema de enfoque. El optimista diría que todo es cuestión de echarle ganas. El pesimista no diría nada, salvo densidades así: “¡despéñate, torrente de la inutilidad!”, al hablar de cómo pintan las cosas. Acaso el realismo solamente consista en reconocer el estado confuso de la realidad y aceptar que todo lo sólido se desvanece en el aire (Marx), con nosotros incluidos. (Anoto una cuestión que últimamente me planteo: ¿es el sujeto un “ser para la muerte”, según establece la filosofía contemporánea, o es un “ser para después de la muerte”, según afirman las tradiciones espirituales?)
El caso es que ayer llegó a verme mi amigo Pietro, La Piedra, al lugar donde vivo y que a veces, poniéndome lírico, llamo mi abadía ---“sólo he tenido una aspiración: pasar de la lírica a la prosa”, escribe Cioran---. A estas alturas de mi vida, la amistad ha sido tanto la sombra de una sombra como el escenario donde se ha cumplido aquella sentencia de que no hay peor enemigo que quien fue el mejor amigo. Pero conservo algunos camaradas entrañables, varios de los cuales son mis héroes personales. Pietro (sin apellido, como va deambulando por el mundo, y no sólo por razones de seguridad e independencia, sino también porque La Piedra dejó hace mucho tiempo de ser Fulano, hijo de Zutano), es uno de ellos al cual veo cada cinco años o más, cuando sus constantes viajes lo traen de vuelta al país.
El periplo periodístico de esta ocasión incluyó Bagdad, durante el comienzo de la ocupación yanqui, luego Argentina y Uruguay, Venezuela, después Centroamérica, antier Oaxaca, ahora los Altos de Jalisco y mañana Ciudad de México. No conozco a nadie que viaje tanto como él. En términos formales: a nadie más que tenga vivenciado un panorama internacional de ese tamaño. En términos objetivos: a nadie más que posea esa mirada poliédrica y global. Pietro es la antítesis del idiota encerrado en lo particular. Desde luego cuenta con un refugio rural donde vive en alguna parte de Europa, pero suele estar a gusto y completamente despierto e indagante en cualquier sitio, visitando sus intersticios, su vera realidad.
Entonces él cuenta que el imperio unipolar anglosajón en alianza simbiótica con los israelíes prepara una tercera guerra mundial nuclear; que en todas partes se va corroyendo el proceso civilizatorio y deteriorándose las relaciones humanas; que el neoliberalismo enfrenta una oposición mundial creciente; que Centroamérica es una zona de desastre a punto de sufrir una nueva desestabilización violenta; que Oaxaca es el episodio de un conflicto que recién comienza a proliferar.
Dos condiciones pueden ser necesarias en este recuento de calamidades: ver la historia como un espectáculo, aunque nos involucre, y practicar frecuentemente, sea con la imaginación o mediante otras técnicas, la anacronía voluntaria, es decir, la salida mental del tiempo histórico. Para ello debe requerirse conocer lo que algunos llaman Doctrina de la Aparición Simultánea, comprobar su manifestación en la realidad tangible, que de otra manera resultaría insoportable. Surge la enfermedad colectiva, el aciago tiempo que nos ha sido dado para vivir, y al mismo tiempo aparecen las respuestas, las tácticas y las resistencias pertinentes: la vida y sus antídotos, instrucciones de uso.
Hablamos de los monjes copistas del momento actual, de aquellos que en la edad oscura todavía se esmeran por cuidar del conocimiento y la sensibilidad. Hablamos de los placeres que desaparecen, tal vez inspirados en Graves: “pocas casas tienen jardines, poca gente sabe cocinar, pocos leen, pocos juegan, pocos toman paseos largos, pocos piensan por sí mismos, pocos tienen convicciones religiosas y pocos aman seriamente”. Una mención de Pietro a la Mara Salvatrucha coloca la amable lista anterior de placeres perdidos en su debido contexto. Me da copia de un artículo de Jane’s Intelligence Review sobre el tema, y en él abundamos.
Resulta curioso. Aunque Pietro atestigua los incidentes de esa geopolítica planetaria delirante, ahora que lo veo caminar por la abadía me inspira una inmensa tranquilidad humana. Este héroe personal no tiene pies de barro. Bajo bombardeo en Líbano, con la guerrilla sandinista en el monte, desde la Persia balcanizada por los bushitas, entre chamanes mongoles de Morón o en el cielo cuajado de estrellas de Rulfiana, Pietro de algún modo transforma los conflictos que cubre desde hace décadas: por mirarlos los hace humanos y los fija en la memoria. Tragedias como las guerras dan lugar a lo peor y a lo mejor de la especie. Quién sabe para qué hace lo que hace (para vivir, además), pero lo hace. Secuencialidad. Siempre habrá gente así entre nosotros. Sonrío y escucho a mi amigo con atención: la vida, instrucciones de uso.


Fernando Solana Olivares