Friday, July 26, 2019

EL REVERSO DE LA TRAMA

In memoriam José María Gutiérrez Parra En su libro más reciente, De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump (Orfila, México, 2019), Thierry Meyssan, periodista y activista político francés fundador de la Red Voltaire, sostiene que detrás de los colosales acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, de su interpretación oficial y su cobertura mediática, estuvo una compleja maniobra para someter a la opinión pública a un estado de conmoción, a un “nuevo Pearl Harbor” que permitiera abrogar los derechos civiles en el país con el pretexto del terrorismo islámico e ir a la guerra contra Irak. Cuenta Meyssan que mientras ocurre el estrellamiento de los dos aviones en las Torres Gemelas, se declara un incendio en las oficinas del vicepresidente de Estados Unidos y se habla de ataques al Pentágono, el coordinador de la lucha antiterrorista, Richard Clark, pone en marcha un procedimiento llamado “Gobierno de Continuidad”, concebido en tiempos de la guerra fría en previsión de un ataque nuclear o de la decapitación de los poderes ejecutivo y legislativo. En esos casos, el CoG (“Continuity of the Government”) debía confiar todas las responsabilidades del país a una autoridad provisional previamente nombrada en secreto. “Ningún dirigente electo había muerto el 11 de septiembre de 2001”, escribe el autor de La gran impostura, su libro anterior. A pesar de ello, según afirma, George W. Bush deja de ser presidente de Estados Unidos a las 10 de la mañana y el poder se transfiere desde la Casa Blanca en Washington a un búnker en Raven Rock Mountain conocido como complejo R. Unidades del ejército se mueven por toda la capital para proteger, eufemismo para controlar, a los miembros del congreso y sus equipos, quienes serán concentrados casi todos en otro búnker cercano a Washington. “El gobierno alternativo ---cuya composición no ha cambiado desde hace al menos nueve años--- (…) incluía al vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el exdirector de la CIA James Wolsey”, escribe Meyssan. Hasta ahora no se conoce al resto de sus miembros. El gobierno provisional devolvió el poder a Bush por la tarde del 11S y liberó a los miembros del Congreso. Pero las decisiones que impuso, avaladas por el presidente Bush en los días posteriores, afectarían a todo el planeta. En EU fue suspendida la Carta de Derechos constitucional para casos de terrorismo (que se designan así unilateral e intencionadamente), se adoptó el Acta Patriótica, un instrumento para tiempos de emergencia bélica, y se planificaron las próximas guerras y los siguientes cambios de régimen diseñados desde una perversa y demencial geopolítica anglosajona. En una reunión celebrada cuatro días después del 11S “se adoptó como principio el inicio de una serie de guerras para destruir los Estados hasta entonces no controlados del Medio Oriente ampliado, así como un plan de asesinatos políticos en todo el mundo. El director de la CIA, George Tenet, denominó este plan como la Matriz del ataque mundial”. Matriz que daría lugar a las guerras de Afganistán e Irak, Costa de Marfil, los cambios de gobiernos “democráticos” en Túnez, Egipto y Libia ---estos países mediante la “primavera árabe” organizada por la CIA de Washington y el M19 de Londres a través de los Hermanos Musulmanes, una poderosa y extendida facción global al servicio de la inteligencia estadounidense e inglesa---; a la despiadada destrucción de Siria; a la creación del Estado Islámico y su expansión ---ayudada por Cartepillar y Toyota, entre otras trasnacionales, además de por varios gobiernos occidentales---; a la existencia de al-Qaeda y a la manipulación el yihadismo; a la desestabilización del Cáucaso y la expansión del fundamentalismo islámico; a los atentados terroristas en París y Bruselas ---represalia contra Francia y Bélgica del presidente turco Erdogan por un trato no cumplido sobre el Kurdistán sirio---; a la invención mediática de falsos crímenes y atrocidades (arrancar las uñas a niños) atribuidos al dirigente sirio Hafez al-Assad o a los de tantos otros Estados que son atacados para expulsarlos del poder, destruir sus sistemas sociales, matar (y aun esclavizar) a sus habitantes, expoliar los recursos naturales de sus territorios, etcétera. Revelaciones “estrujantes”, como las designa Alfredo Jalife en el prólogo del libro, que en aras de una lectura fluida han prescindido de notas al pie y de citas bibliográficas. Meyssan asegura que la densa y escalofriante telaraña de hechos que presenta es “un recuento de hechos comprobados”, no las absurdas narraciones oficiales que los sistemas mediáticos han difundido como verdades históricas. La devastación intencional del Medio Oriente ampliado no impide que estas sectas del Deep State tengan una agenda latinoamericana, advierte Meyssan, en la que se planea una “primavera latina” en el noroeste de Sudamérica y el Caribe, cuyo inicio ya se ha dado en Venezuela. La novela de horror de la geopolítica anglosajona terminará cuando al fin se desmantele el usurpador CoG, se abandone el dominio imperialista y se restablezca la paz internacional. Fernando Solana Olivares

Friday, July 19, 2019

SOBRE LA ESTUPIDEZ

La última de las escasas conferencias que dio Robert Musil, el autor de la gran novela-ensayo El hombre sin atributos, fue en Viena en marzo de 1937 y llevó el título de Sobre la estupidez. Impartida en el auditorio de la Federación del Trabajo austriaca, confesaba en ella el autor no saber del todo lo que la estupidez era, porque el asunto suponía desafiar una fuerza psicológica poderosa y profundamente contradictoria. Cuando el profesor Eduard Erdmann anunció en 1886 una conferencia con el mismo título que la de Musil, su anuncio fue acogido con carcajadas. Cincuenta y un años después, el peligroso fenómeno de la estupidez humana era abordado según el método musiliano de los aspectos y dimensiones múltiples de las cosas. Ese procedimiento estaba tomado de la física moderna y de lo que se conoce como relativismo cognitivo: la realidad es una función, un conjunto de elementos y sensaciones. Todos los acontecimientos se dan como una función dependiente de otros. Así, Musil abordó la estupidez desde varios ángulos. “Si la estupidez no se asemejase perfectamente al progreso, al talento, a la esperanza o al mejoramiento, nadie querría ser estúpido”. Al rodear con analogías y referencias la pregunta ¿qué es ser estúpido?, ésta adquirió alcances contrarios. En una casa, dijo el conferencista, donde habitan el juicio y la razón, también deben estar sus hermanas: las diferentes formas de la estupidez. Musil recordó a Erasmo de Rotterdam, quien sostuvo que sin cierto grado de estupidez el hombre no llegaría ni siquiera a nacer. Pero a continuación afirmó que la ordinariez (una palabra en completo desuso estos días) era la praxis de la estupidez: “la estupidez en acción”. Y que en los campos de aplicación de la estupidez y de la inmoralidad existía una compleja forma de relación. Esa noche fue argumentado que no hay ningún pensamiento importante que la estupidez no pueda utilizar, porque “es móvil y puede ponerse todos los vestidos de la verdad”. La verdad sólo tiene un ropaje y siempre está en desventaja. Antes solía pensarse que cada uno de nosotros es estúpido, si no siempre, por lo menos de vez en cuando (ahora lo somos a menudo sin saber ni aceptar que los somos). Debiera distinguirse entonces entre estupidez ocasional y estupidez funcional, continua, constitucional. El escritor sabía que la noche civilizacional había comenzado y señaló entonces que las estupideces ocasionales de los individuos se originaban en estupideces estructurales de una sociedad estúpida. Las condiciones de vida oscuras, confusas, complicadas, darían origen a la proliferación de taras públicas que se volvían privadas. Como con el mal, la definición de la estupidez se consigue diciendo lo que ella no es: claridad, precisión, riqueza asociativa, elasticidad, anchura, agilidad. Existe una estupidez dura de mollera y lenta para aprehender. Es pobre en imágenes y palabras que usa con torpeza. Prefiere las cosas banales porque se le quedan fijas en la mente gracias a la repetición. Y una vez que se fijan en su mente, es incapaz de reflexionar sobre ellas. El pensamiento deja de funcionar ante las experiencias nuevas, y como compensación sólo se atiene a lo que puede conocer a través de los sentidos, a lo que se puede contar con los dedos. A esta variante irónicamente Musil le llama “estupidez luminosa”, la cual considera tan ingenua como confusa, impenetrable a toda explicación. En pocas décadas, desde la conferencia en Viena hasta ahora, la estupidez se ha agravado porque las nociones de razón e inteligencia están en decadencia. Un manual de psiquiatría del siglo diecinueve señalaba como ejemplo de un idiota, alguien que sería un estúpido al máximo, la siguiente respuesta ante la pregunta ¿qué es la justicia?: castigar a alguien. Hoy, en cambio, es una extendida convicción, y ya hay escuelas jurídicas y prácticas políticas que la justifican. Justicia es castigar porque quien castiga tiene la fuerza para hacerlo. La legitimación estúpida de un materialismo que todo lo cosifica y donde todo tiene precio, porque de no tenerlo, no tiene valor. Para la estupidez hay lo que Musil llama el último y más importante remedio: la modestia. Ocasionalmente todos somos estúpidos y ciegos o semiciegos, condición necesaria para que el mundo siga en movimiento, porque si de los peligros de la estupidez dedujéramos que debemos de abstenernos de juzgar y decidir en lo que no comprendemos, quedaríamos paralizados. Musil dijo esa noche que la estupidez excepcionalmente provocaba crueldad. Hoy es común y corriente que lo cause, en esta humanidad atormentada por su “vil crueldad hacia los débiles”. Ser estúpido para no mostrarse inteligente, actitud estúpida, acaba por reducir al hombre a la desesperación y a un estado de debilidad, como interesa al poder que difunde la estupidización desde la sociedad del espectáculo. La modestia es una inteligencia moral, una secuencia lógica. La estupidez atiende lo que ya conoce, la inteligencia sólo relaciona una cosa con la de allá. Junta, no separa. Zurce, no descose. En la parte mira el todo y al revés. Fernando Solana Olivares

Friday, July 12, 2019

EL MISTERIO RIMBAUD

En 1874, a sus diecinueve años, Arthur Rimbaud, el meteoro de la poesía francesa, aquel genio precoz, poeta maldito de rostro angelical que volvió loco de amor a Verlaine y revolucionó las normas líricas con el simbolismo, renunció a la escritura. Esa interrupción de su actividad literaria se debió a razones prosaicas: sobrevivir. Ya tenía veinte años y era un hijo de familia mantenido por la madre y su precaria economía. El hermano mayor, de pocas luces, se había hecho vendedor de periódicos para ganarse el pan. Rimbaud debía partir y desde entonces guardar silencio creativo. Viajó por Europa a pie, se enroló como soldado del ejército colonial en Java, donde calculadamente desertó. Estuvo en Chipre, vivió en Adén, Yemen, y en la ciudad etíope de Harar, hasta regresar a Francia con una pierna infectada que le amputarían para morir a los 37 años. Según algunos biógrafos y estudiosos, el poeta renunciante, obsesionado con el dinero, el comercio y las ganancias, amasó una pequeña fortuna mediante sus iniciativas mercantiles; según otros, apenas habría logrado juntar una cantidad que no retribuyó los esfuerzos, las penurias y los solitarios años pasados en África, lejos de todo y de todos. Uno de tantos misterios en esa vida ascética y viajera es la historia de aquella amante etíope con quien vivió en Adén, lugar de la nada. Ciertos autores enumeran con alguna conmiseración sus fracasos en los negocios, para los cuales no tiene talento porque es un comerciante improvisado, con demasiadas ideas y poco sentido de la oportunidad. Se hace traer de Europa crucifijos y rosarios en el momento en que las autoridades locales ponen fin brutalmente a las actividades de los misioneros cristianos; se asocia equivocadamente para la venta de armas en un momento también inoportuno; se hace cargo de un lote de cuadernos cuando la mayoría de la población es analfabeta; compra quincallería y productos diversos que más adelante no podrá vender. En contra suya está además el desorden reinante en lugares toscos donde el comercio es riesgoso, inestable y sujeto a corrupción. A pesar de ello Rimbaud acumula un pequeño capital del cual llevará cuentas exhaustivas y, si la leyenda dice la verdad, traerá siempre consigo en el cinturón. Pocos años después de haber escrito sus obras mayores, Iluminaciones y Una temporada en el infierno, luego de sentirse el igual de Dios y proclamarlo así, ahora es un hombre común y corriente que cuenta con fruición el nunca suficiente dinero, se preocupa por los altibajos de la moneda, sueña con obtener riquezas que lo dignifiquen y muestra visos de avaricia en su conducta. Lo mismo mostrará su mal carácter con los demás. Los aborígenes africanos le resultarán irritantes dada la supuesta inferioridad dictada por el eurocentrismo, no comprende su psicología ni su cultura así como tampoco el paisaje donde se mueve pues parecen no interesarle. Sus cartas están plagadas de amargura y quejas. Habían concluido irremediablemente las desbordantes iluminaciones recibidas a los quince años de edad, cuando fue un místico en estado espontáneo dueño del lenguaje, y por eso un vidente capaz de escribir esa pequeña pero irresistible obra poética que como la Biblia, aunque esta sea muchísimo más extensa, se convertirá en una fuente inagotable de sentido e interpretación mientras haya literatura. Para Enid Starkie, otro de sus biógrafos críticos, la carrera de Rimbaud es un trágico ejemplo de “despilfarro máximo”. Estaba dotado para muchas cosas, afirma, pero al final todo fueron decepciones. Los triunfos académicos tempranos, cuando dejara boquiabiertos a maestros y condiscípulos con sus geniales alcances literarios, prometían una destacada carrera intelectual. Pero le parecieron insípidos y abandonaría los estudios como lo haría con la poesía. Al hacerlo dificultaría más su vida futura y se condenaría a marcharse, pues en Francia sólo habría obtenido un puesto insoportablemente subordinado. De ahí la conclusión: el fracaso era su destino. Aunque todo ello es taxativo. Rimbaud inició la literatura de las profundidades de la psique y gracias a su obra pudo saberse que la poesía debe llevar a alguna parte. Su obra fundó la relación moderna entre metafísica y poesía. De regreso a Francia, moribundo en el hospital, volvió a gozar de las iluminaciones lingüísticas de un místico salvaje, como lo llamaba Paul Claudel, y su hermana Isabelle cuenta a la madre que Rimbaud, vuelto casi inmaterial, emplea palabras extrañas: “Algunas veces pregunta a los médicos si ellos ven las cosas extraordinarias que él percibe, y les habla y les cuenta con dulzura sus impresiones, en términos que yo no podría reproducir.” La fuente creativa no se había secado y con imágenes y contenidos de los que no quedaría ninguna constancia, Rimbaud trasmitió por última vez los extraños reinos poéticos a los que pertenecía. Había visto lo justo, tenido lo justo y conocido lo justo, como escribiría en su poema “Partida”, una inevitable premonición. Aquel fracaso era un triunfo, y su “jamás trabajaré” una pista falsa. La herida Rimbaud quedaba curada, el misterio Rimbaud también. Fernando Solana Olivares

Friday, July 05, 2019

LA CAPITANA RACKETE

La línea argumental de la bondad es simple. La de la maldad, en cambio, se disfraza de leyes, argumentos y retórica. Se ampara en genes “egoístas”, fatalidades instintivas y determinaciones ideológicas así. Las heladas aguas del egoísmo capitalista, como las llamó Marx, son contrarias a la bondad. La bondad, dicen los viejos textos, es la determinación de la voluntad para hacer bien a los demás. La bondad sugiere la acción útil para otro. Tales fueron los argumentos de la capitana del barco humanitario Carola Rackete, marinera alemana de 31 años, al recoger a cuarenta y dos migrantes africanos que iban a bordo de un bote no apto para el mar lanzado al Mediterráneo por traficantes de personas en Libia ---otro país más deshecho hace no mucho por Estados Unidos y sus aliados europeos, que ahora se compone de campos de esclavitud dominados por mafias criminales y clanes guerreros---, y tenerlos a bordo por 17 días ante la negativa o demora de varios países de la Unión Europea al recibirlos como refugiados. De ahí su decisión de amarrar en el puerto de Lampedusa y tener que embestir una lancha de la policía italiana para forzar el desembarco de los migrantes agotados. Después de ser arrestada por la policía, Rackete enfrenta, además de la ira del ministro ultraderechista Matteo Salvini y sus seguidores ante su desafío, una posible condena de 10 años, una multa de 58 mil dólares debida a una ley contra los barcos de rescate privados y hasta la confiscación del barco que manda, Sea Watch 3. La joven capitana estudió Ciencias Náuticas y Protección del Medio Ambiente en Alemania e Inglaterra y durante ocho años ha navegado rompehielos para investigación polar en el Ártico y la Antártida. Esas regiones le parecen hermosas e inspiradoras según sus propias palabras, pero muy tristes porque muestran lo que los humanos estamos haciendo con el planeta. Efectivamente: después de la tragedia de la migración humana que semeja un éxodo bíblico, pocas cosas más tristes hay en los últimos días como la foto de un oso polar a ciento cincuenta kilómetros de su territorio buscando comida entre la basura. Los barcos humanitarios que asumieron la asistencia a los migrantes ante la retirada de los buques militares en el Mediterráneo ahora son considerados cómplices de los traficantes de seres humanos por el maligno gobierno xenofóbico de Salvini. San Jerónimo, padre latino de la Iglesia, paisano de tal político cruel, estableció que el mayor mal es la corrupción del bien. La mezcla tóxica de la ultraderecha italiana y el movimiento antisistema castiga, criminaliza, corrompe la acción correcta: “No importa cómo te has metido en una situación de peligro. A los bomberos eso no les importa, en los hospitales tampoco. Para la ley marítima tampoco eso importa. Si se necesita rescatar a alguien en el mar, tienes el deber de rescatarlo”, declaró la marinera Carola Rackete al sitio El Clarín. Una vez más el mito que teledirige los pasos humanos: esta primera capitana de un barco humanitario actúa como Antígona, quien desafiando al tirano Creonte entierra a su hermano Polinices convencida de estar haciendo lo correcto. Dicha certeza moral es la misma que la de aquel hombre bueno contado en esta columna, el francés Cédric Herrou juzgado hace unos meses por ayudar a migrantes en peligro a ingresar a Francia: “Usted me está juzgando por saltarme un semáforo en rojo y no quiere escuchar por qué lo hice. Me lo salté para dejar pasar a la ambulancia que venía detrás”, explicó el agricultor de 39 años y activista humanitario ante la esquemática literalidad legaloide del juez. Rackete y Herrou serían parte de aquella última estructura grupal de participación solidaria, alrededor de un tótem y un clan cuya deidad era femenina, que el poeta y mitólogo Graves llamó Nosotros. Sus integrantes no se conocen entre sí salvo cuando emprenden una tarea de beneficio común, cuando hacen el bien. Este espacio común representa lo que el nuevo realismo filosófico intenta: reparar, más allá de diagnosticar el estado de las cosas. La bondad, la acción correcta son mandatos morales que se eligen éticamente junto con sus consecuencias. La capitana Rackete está dispuesta a ir a la cárcel y defenderse en la corte por su auxilio a seres en estado de necesidad extrema, a las puertas de la muerte, y después su desembarco forzado. “Lo que estamos haciendo es lo correcto”, ha repetido. A riesgo de darle un sesgo idealizado, anticínico ---indispensable a veces para beber pycros, el agua amarga del reconocimiento---, la bondad es una fuerza humana que sigue actuando entre nosotros a pesar del discurso cultural hegemónico de la indiferencia y el egoísmo personales como bien mayor. Ahora, cuando como dice el ecologista Hulot tenemos que combinar el llegar a fin de mes con el fin del mundo, todo es simultáneo y se afecta entre sí. La bondad, la conducta correcta, el cumplimiento del deber, decididos por la persona como imperativo categórico para sí misma, son propios de la fuerza y el valor. También de la alegría. La bondad es la pasión de los fuertes. La capitana Rackete está alegre, nadie ayuda con tristeza. Fernando Solana Olivares