Tuesday, January 20, 2015

LA NUEVA BARBARIE.

Una primera premisa es irrenunciable: la defensa de la libertad de expresión. Podré estar en contra de lo que usted dice pero defenderé invariablemente su derecho a decirlo, estableció Voltaire, el libre pensador que fundó con otros la modernidad, para definir ese valor democrático en el que reposan todas las libertades públicas y privadas. El horror homicida fundamentalista y el fanatismo intolerante musulmán no lo cree así. Luego de la cobarde masacre del 7 de enero cuando fueron atacadas las oficinas parisinas de la revista Charlie Hebdo, a la que seguirían 72 horas de terror en París y sus alrededores donde 17 personas perderían la vida, la reivindicación de la tolerancia, la laicidad y la libre expresión se han multiplicado como reacción pública y defensa legítima occidental ante el terrorismo islámico. Una segunda consideración posible es la naturaleza de lo que se defiende, el derecho a la burla, el escarnio y la ironía sobre cualquier contenido, incluidas las religiones. Se trata de un humor primario y burdo cuyo valor relativo descansa no en el tratamiento mismo sino en el tema, aunque sea tan reductivo, tan frívolo y tan pornográfico a la mirada como es, pues ocurre sin mediación o lógica alguna. Ocurre sin necesidad. Véase la portada del número especial de Charlie Hebdo ---oportunamente convertido en un producto de 3 millones de ejemplares---, que porfía en una caricatura del profeta Mahoma en su portada y corre el riesgo de inflamar otra vez las pasiones y ofender a los creyentes, aunque utilice la frase “Todo está perdonado”. Y una paradoja que parece insoluble: la fe y su ridiculización hecha pasar como humor, un contenido que proviene de esa franja imaginaria de la caracterización interesada y maniquea que el mono saber occidental ha hecho del Islam a través de los estereotipos. Esto significa un tercer nivel del asunto. El erudito paquistaní Akbar S. Ahmed afirma en su libro Postmodernism and Islam que será el Islam la única civilización que resistirá la explosión globalizada de los medios de comunicación occidentales en el mundo entero, pues más que tratarse de un choque de culturas o de una confrontación de razas se trata de una lucha abierta entre dos enfoques del mundo, dos filosofías opuestas: una que se fundamenta en el materialismo seglar y otra en la fe, una que rechaza la creencia y otra que la coloca en el centro de su visión. El conflicto entre los preceptos religiosos del Islam y el materialismo y la razón científica de la modernidad occidental es anterior y se ha agudizado hasta llegar al momento actual, que Ahmed considera decisivo para el destino del Islam. También cambian los ritmos, un cuarto piso del tema. “La prisa es obra del demonio”, advirtió el profeta Mahoma según escribe el autor, destacando la importancia de la paciencia, el ritmo y el equilibrio en el Islam, lo radical contrario de lo promovido por la era postmoderna basada en la velocidad, el cambio, las noticias: el mundo virtual y omnipresente del ruido incesante, los colores estridentes y las imágenes cambiantes de la cultura MTV que intoxica, acosa y hegemoniza al planeta. Hollywood ha vencido donde el Pentágono ha fracasado, asegura y lamenta el pensador pakistaní. Una quinta instancia del asunto es preguntar por qué el mundo islámico debe dejarse arrastrar a experimentaciones sociales tan equidistantes a sus prácticas de siglos como la profunda y capilar familia, ahora en proceso de creciente desintegración en Occidente, y su tarea de formación moral de la persona, ahora erosionada por la penetración en el hogar de los medios masivos de comunicación, los cuales ---y esta es una sexta consideración--- son un medio de afirmación cultural, de autoridad en la dictadura del consenso, en el infierno de lo idéntico donde esos mismos medios cuestionan constantemente el principio de autoridad. Acaso todo consista en un equilibrio utópico entre los agravios occidentales al Islam y su capacidad de situarse por encima de ellos porque su Dios, su credo y su profeta son mucho más que todas las obscenas contingencias del materialismo, del escarnio consumista que no concede dignidad a nada y a nadie. Y un último argumento, la reconsideración del humor, no por razones morales solamente sino por causas de eficaz correspondencia entre el tema y su tratamiento: la función de la risa, no de la mueca. Fernando Solana Olivares.

LA REVOLUCIÓN.

“Me he escudriñado a mí mismo”, dice un fragmento filosófico presocrático que describe una tarea esencial de la conciencia humana: escudriñar, preguntar. El hexagrama obtenido en la consulta del I Ching o Libro de las Mutaciones o de los Cambios chino, en estricta traducción de la versión alemana de Richard Wilhelm y prólogo de Carl Gustav Jung, es el número 49: Ko / La Revolución (La Muda). La respuesta está en función de la pregunta anual: ¿cómo será el año para el consultante? El Libro tiene 64 hexagramas aplicables a toda circunstancia, que actúan como un creativo estímulo mental ante el dilema o la situación consultados, como un estímulo mental profundo no adivinatorio (en qué número caerá la lotería), sino oracular y abstracto (qué tendencia general, la cual debe ser interpretada, podrá determinar las cosas), y se sabe que es un libro para frecuentarse sobre todo a partir de la madurez, cuando surgen hexagramas que se desconocían o que cobran un nuevo e inesperado sentido. La Revolución, puesta así con mayúscula, significa la eliminación de lo envejecido, sus términos guía son renovar, modificar, cambiar. El signo, dice el I Ching, se refiere originalmente a una piel animal que durante el año cambia. De ahí la palabra se transfiere a las mudas que tienen lugar en la vida estatal, “a las grandes revoluciones que se producen por cambios de gobierno”. Desde luego hay diversos pisos o niveles para interpretar y entender las líneas del texto, que son una apelación y advertencia ética de dimensión social y política, pero también imágenes que el consultante debe traducir, singularizar para sí mismo. Resolver además una cuestión: ¿el hexagrama habla del mundo externo o del mundo interior? ¿Cuántas de estas literalidades son simbólicas, alusivas, analógicas, más del orden de la poesía, y no algo concreto que pueda considerarse como una verdadera posibilidad? Las revoluciones políticas, necesarias a veces para “la eliminación de estados de depravación”, han de regirse por leyes determinadas que el Libro cita así: 1. Es necesario poder aguardar el momento exacto en el tiempo. 2. Debe procederse del modo adecuado con el fin de conquistar la simpatía de la población y evitar excesos y extralimitaciones. 3. Es necesario que uno sea correcto y esté enteramente libre de intenciones egoístas de cualquier índole. 4. El cambio debe corresponder a una necesidad real. Como se ve, un modelo idealista muy lejano al esquema revolucionario occidental moderno, que exige la creación de una vanguardia dirigente minoritaria, influyente y efectiva. Otras imágenes se sobreponen: en el lago hay fuego, dice el oráculo: la imagen de la Revolución. Y así por el estilo sigue el hexagrama 49. Doctrina de la aparición simultánea: surge un oráculo que anuncia el cambio mutante para el consultante, y aparece un texto revolucionario del papa Francisco, ---“el rayo que no cesa”, como lo llama el despacho de El País tomando prestada la figura del poeta---, para contar las 15 enfermedades de la Curia, extensivas a cualquiera, en este caso desde luego al consultante que necesita lograr su mutación. La patología del poder, el complejo de los elegidos, sentirse inmortales, inmunes, indispensables. La pereza activa, que señalan los budistas, la incapacidad de descansar. El endurecimiento mental y espiritual, el corazón de piedra que pierde la sensibilidad humana, la capacidad de amar al prójimo. La excesiva planificación y la rigidez, el encierro en las posiciones propias, estáticas e inamovibles. La mala coordinación, la ausencia de colaboración. El alzhéimer espiritual. La rivalidad y la vanagloria. La esquizofrenia de una doble vida. La maledicencia y las habladurías. Las ambiciones de ascenso desmedidas, la indiferencia hacia los otros, la amargura en el trato, la avidez material, los círculos cerrados, el aprovechamiento egoísta. La lista misma es una operación analítica de gran calado, una profunda revolución conceptual y ética dirigida a la sanación de la época. Revolución, entonces, es un acto donde la conciencia debe ver sus patologías, los nudos inmóviles de la conducta. ¿Qué quitar? Autoconceptos, reafirmaciones, protagonismos inútiles. El arte de la restricción. Aceptar, con Marlowe, que la naturaleza crea nuestras almas para que éstas comprendan la prodigiosa arquitectura del mundo. Un cambio de piel. Fernando Solana Olivares

Friday, January 02, 2015

RECUENTO ESTÉRIL

El horizonte desconocido. Tengo dos nietos pequeños y no sé qué les depara el destino. Nunca se sabe, es cierto, pero hubo momentos no tan lejanos donde podía hablarse de una cierta continuidad entre las cosas. Ahora las formas de lo grande se van desplomando y la dimensión de la crisis lo alcanza todo. Quizá porque los dos son todavía tan pequeños, mis dos nietos (ella y él, nacidos con un día de diferencia) podrán transitar por estos tiempos donde todo cruje y se desploma, adaptarse a lo que venga y sobrevivir. Lo deseo vehementemente, que la oscuridad hoy tan extendida ya no los toque cuando su vida avance y que obtengan la gracia de un mínimo bienestar. Un reloj más grande. El año cósmico astrológico occidental coincide con la duración del ciclo hindú de los cuatro yugas, cada uno de cinco mil años. Las escrituras védicas sostienen que la entropía de la conciencia humana va aumentando a cada yuga que pasa. Desde el primero, Sat Yuga, la Era de la Verdad, hasta el actual y último Kali Yuga, la Edad Oscura, el proceso se compara al de una mesa que va perdiendo sus patas una a una, hasta quedar sostenida sobre la última. Antes de que vuelva a comenzar el ciclo otra vez, dicen los intérpretes, todas nuestras ilusiones sobre Dios, la civilización, el tiempo y la realidad serán despiadadamente destruidas. La diosa Kali, la asesina misericordiosa, debe escardar el huerto humano. La dulce aspereza. Alguna sentencia ha de afirmar que la voz es el espejo del alma. Yo no fui en agosto de 1977 a ese fracasado, legendario, decadente y anticlimático concierto de Joe Cocker en la plaza de toros de Cuatro Caminos que se había citado a las doce del día pero que desde las once estaba a reventar. A las tres y media de la tarde, con el público en efervescencia, Cocker salió al escenario y mal cantó drogado y balbuceando casi tres piezas antes de que se lo llevaran de la escena. La compasiva pena ajena se impuso entre la gente, según contaron las crónicas, que salió resignada de la plaza. Luego Cocker volvería a ser quien era: el genio imantador de Woodstock, última utopía contracultural de la modernidad. Quien conmovía con su voz, capaz de suavidad aterciopelada y de rudeza titánica, de lo crudo y lo cocido, conmovió aquella tarde con su caída. Todo es espectáculo. Gracias totales, Joe. Estéril como decir fértil. ¿Para dónde va el país, qué sigue? Analistas y profetas y casas calificadoras anticipan que seguirá la violencia criminal y la corrupción rampante, que aumentará la carestía de la vida lo mismo que la crispación social. ¿Estará traduciéndose a los hechos ya aquel dictamen hermenéutico obtenido hace años en París durante un performance surrealista: México es el país que se crucifica a sí mismo? La única política de resistencia posible ante la catastrófica casta política y su desgobierno es la unidad social. Pero es imposible lograrla, se dice uno a continuación. Y puede revisar la historia de las revoluciones modernas para ver que no ocurren si no cuentan con una vanguardia dedicada a lograrlas. O será a la mexicana. Una negociación palaciega, una jugada de sacrificio y un nuevo ajuste de la oligarquía presentado al público consumidor en positiva opción redes sociales: me gusta. La vacuidad y lo evanescente. La psique de la persona se proyecta hacia afuera, pero siempre está adentro, en su diálogo interior. Aunque la época sea siniestra, inhóspita y muy dura, aunque el escándalo y la atrocidad sean los elementos que definen estos días, sigue siendo posible modificar la interpretación de la realidad. Un maestro espiritual afirma que dentro de cincuenta años veremos el verdadero nacimiento de la psicología. Entonces el yo personal efectivamente se entenderá como una hipótesis inútil. Por eso han avanzado tanto las disciplinas contemplativas, los cojines de meditación en lugar de los divanes de los psiquiatras. La última frontera. Biorrelatividad se le llama a la interacción de la persona con su entorno físico a través de la energía mental. Los pensamientos son cosas. Es crucial entonces aprender a cambiar el pensamiento, resistirse a los pensares que nos piensan, deconstruir nuestras sinapsis mentales sistemáticamente erróneas, abrir algunas de las zonas selladas de la psique. Tal es el terreno de la única transformación posible: la democracia cognitiva. Entonces feliz y próspero año nuevo y todo eso. Vencer, dirían los clásicos, es avanzar. Fernando Solana Olivares