Friday, May 29, 2009

DOCSHOCK / y III

Dice Balzac: “Hay dos historias, la oficial, embustera, que se enseña ad usum delfini, y la real, secreta, en la que están las verdaderas causas de los acontecimientos: una historia vergonzosa”. A nosotros nos han contado una versión embustera y vergonzosa, pero con una particularidad: en ella nos van mostrando lo que se viene haciendo a la manera de la carta robada de Edgar Allan Poe, la cual se esconde a la vista de quien la busca justamente delante de sus ojos. Hay muchos ejemplos premonitorios en la literatura y el arte acerca de la construcción de una sociedad controlada como ésta, donde se induce en los ciudadanos la creencia de que cada uno decide por sí mismo. ¿Qué decide? Aceptar lo que esa sociedad ofrece como si fuera natural, inevitable y adorablemente intrascendente, líquido. Es el capitalismo salvaje que implantó el pensamiento único: el mundo resulta así y se acabó. Se utilizan académicos ligth como Francis Fukuyama para decir tontamente que hemos llegado al “fin de la historia”, a la conclusión ideológica de la humanidad, y su inventor, Milton Friedman, el doctor Shock, recibe el Nobel de Economía y cuando muere es homenajeado por el mundo mediático como un campeón de la libertad. La historia contada al revés, según suelen contarlo todo. ¿Quiénes? Esa plutocracia global que controla la burbuja de prosperidad financiera, la miseria mayoritaria y los destinos geopolíticos generales. Los constructores del asunto.
Aunque encima de ellos debe haber un guión elaborado por otros. La estructura es piramidal, y después de los clubes Bildeberg, de las Órdenes Negras o de la logia secreta Illuminati seguramente existen grupos de autoridad superior y distinta: como es arriba es abajo. En tal sentido apunta el cuestionamiento de Viviane Forrester: ¿cuándo comenzó esta extraña dictadura económica, política y social, una bomba cultural de antimateria que prácticamente no se percibió, se discutió o se combatió al ocurrir, en menos de cuatro décadas, su establecimiento generalizado? Un engaño tan descomunal, una estupidización materialista tan grande fue posible establecerla a través de la sociedad del espectáculo y de la religión del consumo, mediante las imágenes del Gran Hermano que Orwell anticipó: la televisión, el ojo que todos ven y que todo lo ve.
Las historias siempre comienzan alguna vez: la doctrina del shock se impuso a partir del 11 de septiembre de 1973, no con el golpe de Estado que dio Pinochet sino con la desigual guerra que lanzó contra Salvador Allende. Sí, la historia comenzó con el asalto a La Moneda. La purga de miles, los asesinatos, desapariciones y torturas de otros tantos, actuaron a modo de escarmiento para los sobrevivientes, paralizados así e impedidos de oponerse a lo que seguiría, lo más importante: una orgía de automutilación de los bienes públicos administrados en el Estado, la transferencia a unos cuantos individuos de inversiones y propiedades nacionales de valor incalculable, financiarlos para su compra con dinero público, que pueden pagar o no: como gusten, y terminar siendo cliente y dedudor de esos mismos a quienes se transfirió la riqueza común que debería cuidarse a nombre de todos.
Ese día yo era joven y manejaba un pequeño volkswagen rojo a gran velocidad sobre una avenida bordeada de árboles. Me detuve a la orilla del camino cuando escuché la noticia por la radio, y lloré. Mi instinto me llevaba al lado de Allende y sin mayor reflexión racional supe que su muerte era dolorosa. Después entendería lo que aquello anunciaba: el horror. Antes se habían hecho experimentos en Brasil e Indonesia con gobiernos militares autoritarios que violentamente se levantaban con el poder ---primer shock---, y aplicaban drásticas reformas económicas basadas en tres acciones, tres nuevos dogmas acríticamente impuestos: desregulación, privatización, recorte del gasto público ---segundo shock---.
Si el nombre es un indicador de la sustancia, Gandhi vio dicho porvenir desde 1926, cuando escribió, según cita Naomi Klein: “Los conflictos armados entre naciones nos horrorizan. Pero la guerra económica no es más benigna. Es como una intervención quirúrgica. Una guerra económica es una especie de tortura prolongada. Y sus estragos no son menos terribles que los descritos en la literatura sobre las guerras propiamente dichas”.
Naomi Klein, quien documenta todo lo que afirma (de ahí su fuerza intelectual: describir las cosas, nunca narrarlas), no alude a la doctrina del shock vivida socialmente en grados, la política del miedo constante, de las amenazas veladas o manifiestas sobre los cuerpos, las mentes, la realidad de cada cual. Tampoco esta brillante autora alude, no es su tema y acaso el tema no pueda demostrarse como acostumbramos demostrar lo que consideramos demostrable, que lo que está sucediendo es el shock de la batalla metafísica entre el Bien y el Mal, batalla cuyo escenario desde mucho tiempo antes y cada vez más aceleradamente está en la tierra, sus sociedades, su actual época: el reino de la cantidad.
La conciencia es amarga y dolorosa, afirma el Eclesiastés, pero sólo la conciencia lleva a superar el dolor y reencantarse con el mundo. Todas las advertencias lúcidas, las dobles miradas y las prolepsis advierten sobre el sentido profundo de lo que hoy ocurre y hasta dónde puede llegar. ---O ya llegó, dirían los realistas, ya llegó.
Habiendo lo malo también por ahí anda lo bueno, y se puede optar, resistir el mal, que siempre es banal. Así hoy succione al planeta después de inventarse en la Escuela de Chicago y derivar en pandemia mundial.

Fernando Solana Olivares

Friday, May 22, 2009

DOCSHOCK / II

El capitalismo salvaje o del desastre que hoy arrasa las economías y las sociedades de todo el planeta, predica y pone en práctica lo que Naomi Klein define como una trinidad política: “la eliminación del rol público del Estado, la absoluta libertad de movimientos de las empresas y un gasto social prácticamente nulo”. Así, en todos los países en que se han aplicado las recetas económicas de la Escuela de Chicago desde hace más de tres décadas a la fecha ---los cuales son prácticamente todos, aunque existan entre ellos grados y matices---, surgen alianzas entre unas cuantas empresas multinacionales y una clase política compuesta por miembros inmensamente enriquecidos, “una combinación que acumula un inmenso poder”: los “oligarcas” rusos, los “príncipes” chinos, los “pirañas” chilenos, los “maharajas” mexicanos, etcétera.
Un sistema que elimina los límites entre el gobierno y el sector empresarial debe definirse, según Klein, no como liberal, conservador o capitalista, sino como corporativista. “Sus principales características ---escribe--- consisten en una gran transferencia de riqueza pública hacia la propiedad privada, a menudo acompañada de un creciente endeudamiento; en el incremento de las distancias entre los inmensamente ricos y los pobres descartables. (...) Para los que permanecen dentro de la burbuja de extrema riqueza que este sistema crea, no existe una forma de organizar la sociedad que otorgue más beneficios. Pero dadas las obvias desventajas que se derivan para la gran mayoría de la población que está excluida de los beneficios de la burbuja, una de las características del Estado corporativista es que suele incluir un sistema de vigilancia agresiva (de nuevo, organizado mediante acuerdos y contratos entre el gobierno y las grandes empresas), encarcelamientos en masa, reducción de las libertades civiles y a menudo, aunque no siempre, tortura.”
Desde Chile hasta Irak, conforme muestra documentadamente Naomi Klein, tanto la tortura como la cancelación de las libertades civiles ---perpetradas a veces con total descaro y otras con barnices “democráticos”--- han sido componentes esenciales de “la cruzada por la libertad de mercado global.” Y dos tipos de shock, uno individual y otro colectivo, concurren en este guión demoniaco que ideológicamente siempre se exhibe como opuesto a lo que de verdad entraña y significa. El primero proviene de lo que Klein llama “el laboratorio de la tortura”, un método perfeccionado por la CIA a partir de experimentos clandestinos con electroshocks y otras técnicas especiales de interrogatorio, descrito por la misma agencia en uno de sus manuales operativos como “un intervalo (...) de animación suspendida, una especie de shock o parálisis psicológica”, provocado mediante “una experiencia traumática (...) que hace estallar, por así decirlo, el mundo que al individuo le es familiar, así como su misma imagen dentro de ese mundo.” Y el segundo shock, el colectivo, reproduce tal proceso “paso a paso, en su intento de lograr a escala masiva lo que la tortura obtiene de un individuo en la sala de interrogatorios”: quebrar para millones de personas “el mundo que les era familiar” en mil pedazos.
De tal manera funciona la doctrina del shock: “el desastre original ---llámese golpe, ataque terrorista, colapso del mercado, guerra, tsunami o huracán (o epidemia súbita, decimos nosotros)--- lleva a la población de un país a un estado de shock colectivo. Las bombas, los estallidos de terror, los vientos ululantes preparan el terreno para quebrar la voluntad de las sociedades tanto como la música a toda potencia y las lluvias de golpes someten a los prisioneros en sus celdas. Lo mismo que el aterrorizado preso que confiesa los nombres de sus camaradas y reniega de su fe, las sociedades en estado de shock a menudo renuncian a valores que de otro modo defenderían con entereza”.
Esta orgía de la automutilación, como la describió en su momento The Economist, comenzó formalmente en Chile el 11 de septiembre de 1973 mediante el golpe de Estado de Pinochet a Allende y el gobierno económico, pero también político y social, de la Escuela de Chicago y su siniestro mentor, Milton Friedman, el auténtico doctor Shock, como lo llama Naomi Klein (“Las teorías de Milton Friedman le dieron el Premio Nobel; a Chile le dieron el general Pinochet”: Eduardo Galeano). Si bien ya se habían realizado experimentos similares, aunque no tan drásticos, en Brasil e Indonesia, fue precisamente en Chile donde surgió el avance de lo que sería el futuro de la economía global en el planeta: “una burbuja urbana de especulación frenética y contabilidad dudosa que generaba enormes beneficios y un frenético consumismo, rodeada por fábricas fantasmagóricas e infraestructura en desintegración de un pasado de desarrollo; aproximadamente la mitad de la población excluida completamente de la economía; corrupción y amiguismo fuera de control; aniquilación de las empresas públicas grandes y medianas; un enorme trasvase de riqueza del sector público al privado, seguido de un enorme trasvase de deudas privadas a manos públicas”.
En suma, los “milagros económicos” en curso, o como diría George Orwell citado por Klein, la política de exprimir a la gente hasta la saciedad para llenarla después de la esencia de sus explotadores. O como escribiría Viviane Forrester, la lucha más insidiosa, más eficaz y más intensa de nuestra época, la lucha contra el pensamiento distinto, contra la capacidad colectiva de pensar y así hacer del mundo otra posibilidad.

Fernando Solana Olivares

Sunday, May 17, 2009

DOCSHOCK / I

Las mentes racionales, sensatas y positivistas desacreditan la existencia del complot y de la conspiración como factores determinantes en los asuntos históricos. “Visión policiaca de la historia” le llaman a dicha tendencia interpretativa, concibiéndola a la manera de un atavismo del pensamiento primitivo en la especie humana, la cual, afirman, está empeñada desde el origen de los tiempos en discernir las causas ocultas y secretas que expliquen el móvil de cualquier fenómeno imprevisto, sea personal o colectivo, invocando la cólera de los dioses o denunciando la maligna brujería del vecino como pretexto. Quizá tengan razón en parte, sobre todo cuando a menudo se constata la fantasiosidad paranoica de los conspirólogos, la ostensible falta de rigor intelectual y sentido lógico en sus afirmaciones, la proverbial credulidad de la gente y el tremendismo informativo de los medios de comunicación.
Sin embargo, la creciente inclinación contemporánea a creer que ciertos sucesos de orden catastrófico y general no son espontáneos sino inducidos por poderes fácticos cuyo rostro e intención final no se conocen, puede provenir tanto del profundo desencanto y la irremediable desconfianza que el momento histórico masivamente provoca, como del poderoso resurgimiento cultural tardomoderno de lo que se ha denominado “pensamiento lateral”, aquel que es regido por el hemisferio derecho del cerebro, el lado “femenino” que capta no solamente los hechos sino también las relaciones no evidentes a simple vista entre ellos, algo mucho más inasible y difícil de percibir y establecer.
Esta condición femenina acaso no resulte circunstancial cuando han sido dos autoras, primero Viviane Forrester (El horror económico y Una extraña dictadura, FCE, México), y ahora Naomi Klein, quienes señaladamente han demostrado la existencia de una conspiración planetaria para dirigir a las naciones y a sus sociedades hacia una situación ideológica, económica, política y social única que no se reconoce como un impulso prefabricado sino que se presenta como si fuera un proceso histórico necesario, positivo y natural.
El estremecedor ensayo de Naomi Klein La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre (Paidós, Barcelona, 2007), documenta exhaustivamente a lo largo de 700 páginas cómo los últimos treinta y seis años de la historia contemporánea han sido el escenario de la instauración global de un capitalismo despiadado y en estado puro que requiere de catástrofes políticas, sociales y aun ambientales para establecerse. “Este libro es un desafío ---escribe su autora--- contra la afirmación más apreciada y esencial de la historia oficial: que el triunfo del capitalismo nace de la libertad, que el libre mercado desregulado va de la mano de la democracia. En lugar de eso, demostraré que esta forma fundamentalista del capitalismo ha surgido de un brutal parto cuyas comadronas han sido la violencia y la coerción, infligidas en el cuerpo político colectivo así como en innumerables cuerpos individuales. La historia del libre mercado contemporáneo ---el auge del corporativismo, en realidad--- ha sido escrita con letras de shock”.
No el cuento de hadas del derecho individual, la abundancia común y el advenimiento del progreso tan repetido por las estructuras occidentales de adoctrinamiento, sino un proceso atroz, inmoral e inhumano que responde a aquella perspectiva terminalista del fin de la historia, “el punto final de la evolución ideológica de la humanidad” según el ideólogo Francis Fukuyama, preparado conforme a un modelo económico que si bien puede imponerse parcialmente en las democracias, requiere de condiciones políticas autoritarias para aplicar sus tres grandes medidas características ---la privatización de todos los bienes y servicios públicos, la desregulación gubernamental en los procesos económicos y los recortes drásticos del gasto social--- con la aplastante e insensata profundidad que sus tecnocráticos creyentes exigen.
“Algunas de las violaciones de derechos humanos más despreciables de este siglo ---consigna Naomi Klein---, que hasta ahora se consideraban actos de sadismo de regímenes antidemocráticos, fueron de hecho un intento deliberado de aterrorizar al pueblo, y se articularon activamente para preparar el terreno e introducir las ‘reformas’ radicales que habrían de traer ese ansiado libre mercado. (...) La doctrina de shock económica necesita, para aplicarse sin ningún tipo de restricción ---como en el Chile de los años setenta, China a finales de los ochenta, Rusia en los noventa y Estados Unidos tras el 11 de septiembre---, algún tipo de trauma colectivo adicional que suspenda temporal o permanentemente las reglas del juego democrático. Esta cruzada ideológica nació al calor de los regímenes dictatoriales de América del Sur, y en los nuevos territorios que ha conquistado recientemente, como Rusia y China, coexiste con comodidad, y hasta con provecho, con un liderazgo de puño de hierro”.
¿Cómo surge este capitalismo nihilista del desastre que envilece y esclaviza a millones de seres humanos y masacra y tortura a otros cientos de miles? Este es el terrible relato de la suplantación de las denominaciones y la adulteración de los términos, de un complot ideológico planetario que pretende alcanzar el dominio absoluto, así la visión conspirativa esté tan desacreditada entre los bienpensantes. Esta es la historia del libre mercado y de su única deidad, el dinero, de su único bien, la rentabilidad, y de su combustible preferido: la calamidad, la miseria, la represión.

Frenando Solana Olivares

Thursday, May 07, 2009

PLANICIE ABRUPTA

Fui al centro de la nada, a la más lejana periferia. Se llama Ojuelos, para mayor ubicación ejido Guadalupe Victoria. Zona de alta marginalidad alteña y casi el planeta Marte en su morfología seca, dura, árida, pedregosa. Pero siendo la periferia ---no hay nadie o muy pocos--- resulta ser el centro, pues el centro ya se jodió, ¿qué no?
Si no hay centro, entonces estábamos en el centro.
Y ahí llegamos, cincuenta kilómetros después. Mi amigo el invitante, mi noble troca y yo ---porque quedarse ahí es quedarse: no hay quien pase a recogernos. Y encontramos a un hombre inesperado: 55 años, renco, bigotón y bien plantado. Nos hace el tour: uno, el loco que vive en el campo, siempre hace el tour a los visitantes que recibe. Esto es..., esto es... Él elabora ecotécnicas y está montando un escenario para demostrar su funcionalidad, desde reunir pequeños y largos lienzos de piedra con la tarea de retener arañas, rodedores, pajitas, y alguna vez hacer tierra, hasta un tanque de agua dentro de un invernadero donde flota una lata de cerveza, pues es solamente ejemplo y no realización: ahí no hay peces, podría haberlos.
Pero el hombre, mi tocayo, nos sorprende más, porque del salón de actos al cual nos ha llevado nos traslada hasta la oficina de la fundación ecotecnológica, una pequeña estancia hecha de pacas de paja forradas con tela de gallinero y aplanadas las paredes con cemento. El sol cae a plomo y el techo es de lámina. Eso no afecta, el espacio está fresquísimo. Y ahí encuentro un libro que vengo buscando, sí. Ahí, en medio de la nada: el nuevo centro de este momento cuando no hay tal. La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre de Naomi Klein, un grueso volumen bien escrito, bien investigado, y estremecedor-esclarecedor-espeluznante, un extraordinario alegato moral de nuestra hora sombría que esa noche comencé a leer.
El cuarto desigual pero adorablemente fresco puesto en medio de ese semidesierto al que don tocayo nos metió iba a ser la oficina de la fundación que dirige: como si fuera el futuro pero todavía no. La lata de cerveza flotando en el agua verdosa desalienta un poco, aunque sus tanques redondos de ferrocemento para guardar agua no. Así la cuestión: el presente del casifuturo.
Y dijo don tocayo, luego de demoradas vueltas entre invernaderos y túneles para plantas, de melgas con herbolaria, lombriabono, de energía alternativa: quince minutos diarios de bicicleta fija que cargan una batería que alimenta aparatos eléctricos, y tantas otras cosas, lo siguiente: ---Pues ai lo ojié y no, yo mejor prefiero éste.
Estábamos de nuevo en la frescura del cuartito chueco de bloques de paja y nos mostraba Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Notó mi vivo interés en el otro libro y sin dudarlo me lo regaló: ---Lléveselo, don. Ahí luego. Le tomé la palabra muy agradecido porque otra vez la paradoja de la proximidad gobernaba mi vida.
A continuación seguimos a este hombre divulgador y productor de ejemplos, esas órdenes silenciosas, de modelos ecotécnicos accesibles y lógicos que sólo necesitan un poco más de precisión y refinamiento, a través de un serpenteante camino hacia la cima abrupta de la planicie donde quince años atrás comenzó a plantar 60 hectáreas de huertas de tuna y nopal que con trabajo perseverante todavía cultiva, y sitio en el cual levantó su casa. Los vientos y las distancias visuales actúan en esa elevación plana desde la que se goza una vista inagotable para el ojo, una gratificante sensación de calma expandida. Energía: toda virtud es energía.
Un cierto heroísmo en ello, como si don tocayo fuera un sobreviviente del momento terminal, un valiente y profético ranchero que se puso a levantar con su pequeño grupo filial, y con voluntad de voluntad, una arca para sobrevivir el desastre. Y nos platica cuando le pregunto, pero de todos modos lo haría porque está bien gustoso de mirar al amigo que me ha llevado hasta su meseta alteñotibetana.
---Aquí sí nos podemos saludar y hablar como la gente. Allá abajo no: están manipulando las cosas.
Y al fin nos fuimos, luego de varios tequilas, algunas vigas y otras observaciones, y no sin antes dejar un mensaje firmado en el creciente libro de visitas del lugar: muy, muy agradecidos.
Y bajamos de tal nada donde está todo para enterarnos que el gastado secretario de salud, que surca a tumbos las procelosas olas de la epidemia, confesaba así, sin más: “Se informó lo que se estaba viendo”. No lo que se había visto, porque o lo vieron y decidieron esperarse para hacérnoslo ver a los ciudadanos, o no lo vieron y entonces sirvieron un carajo para cumplir con su función.
Mi amigo y yo regresamos al arresto domiciliario donde aguarda cada quien. Sigo pensando en este hombre mientras leo a Naomi Klein, pues en ese encuentro casual que tuvimos, una cita previamente desconocida por los dos, me dio este libro: el capitalismo del desastre a todo lo que da, el capitalismo terminal empeñándose en terminar la función.
Don tocayo dijo: ---Están pasando muchas cosas y muchas de ellas no se muestran, no se ven. Yo sí me lavo las manos seguido. Pero sea cierta o falsa la epidemia, con ella ocurrió un golpe de Estado del bioterror, la política pública del shock.
Y recuerdo a otro amigo y otro regalo: V for Vendetta. Entonces las cosas que están pasando adquieren otra densidad: son sin ser, son para algo más, son por algo más y me pregunto: ¿qué es lo que no sabemos que sí sabemos?

Fernando Solana Olivares

Friday, May 01, 2009

APUNTES EPIDÉMICOS

Uno. Cuenta una antigua historia que Dios y el diablo iban caminando juntos cuando de pronto vieron un objeto brillante tirado en el suelo. Dios lo recogió y dijo a su acompañante: “Mira, es la verdad”. El diablo le propuso entonces: “Dámela, que yo la organizaré”. Así la epidemia de influenza porcina, cuya verdad, de serlo, parece estar organizándose de manera contradictoria, interesada y parcial. Suficientes testimonios y análisis periodísticos demuestran que desde semanas atrás diversas autoridades sanitarias estatales y federales sabían de un brote patológico atípico que no correspondía al comportamiento conocido de la influenza estacional. ¿A qué obedeció la tardanza en anunciar la existencia de una epidemia y tomar las medidas del caso: ineptitud, indiferencia, cálculo político, rentabilidad instrumental? A lo de siempre, por desgracia: a la organización de la verdad.

Dos. Todos somos ingenuos ontológicos porque actuamos según la experiencia que tenemos del mundo. Y como el de estos días es apocalíptico, paranoico y cuasi terminal, un sentimiento de desesperanza y zozobra invade a la sociedad. Quizá entonces debamos recordar que plegaria viene de precaria, pues de pronto, tan frágil como es, la vida acostumbrada se suspende, se paraliza, se descompone, al modo de un vuelco intempestivo donde las dificultades de ayer apenas se transforman en las urgencias de estas horas. Antes, los problemas de la gente comenzaban por no poder estar en su casa; ahora, los problemas de la gente radican en la necesidad de encerrarse en su casa.
Tres. El científico Louis Pasteur afirmó que la causa de las enfermedades no son tanto los virus como la poca resistencia del individuo invadido por ellos. Y mucha de nuestra vulnerabilidad física se debe, antes que a los acontecimientos mismos, a la interpretación que hacemos de ellos. La célebre sentencia: “A lo único que debe temerse es al mismo miedo”, debe aplicarse al cuerpo-mente de cada individuo. De ahí que desde una perspectiva holística se afirme que el cuerpo tiene su propia manera de “conocer” por medio del sistema inmunológico, una manera paralela al modo de conocer del cerebro y vinculada a él. La “mente” del sistema inmunológico posee una imagen dinámica y tiene la tendencia a dotar de sentido todos los “mensajes” del medio, incluyendo virus y alergógenos. Si rechaza ciertas sustancias o reacciona violentamente contra ellas no es porque sean extrañas, como creía el antiguo paradigma, sino porque no tienen sentido, no pueden ser encuadradas en el orden del conjunto orgánico. El sistema inmunológico es poderoso y flexible, pero al estar ligado al cerebro resulta vulnerable ante las tensiones psicológicas. Estados de tensión mental como la paranoia, la tristeza y la ansiedad deterioran la capacidad del sistema inmunológico. Nos enfermamos por razones genéticas o ambientales pero también, y sobre todo, por causas psicosomáticas. Nos enfermamos por miedo, pues el sistema inmunológico de los tardomodernos está deprimido y neurotizado. La alegría cura, la serenidad y la confianza también.

Cuatro. Las plagas contemporáneas provienen de los universos concentracionarios, eugenésicos y productivistas donde se tortura cruel y brutalmente a los animales: antier el síndrome de las vacas locas, ayer la gripe aviar, hoy la influenza porcina. Cuando al sabio le preguntaron por qué comía vegetales en lugar de animales contestó que aquellos gritaban y sufrían menos. Al adquirir los derechos que la conciencia y el lenguaje otorgan, los seres humanos olvidaron sus obligaciones concomitantes: tutelar, proteger la creación y a los demás seres vivos, servir de vínculo entre lo de arriba y lo de abajo. Hoy solamente destruimos, y así nos va.
Cinco. La pregunta es la primera operación del conocimiento y la función del conocimiento es encontrar sentido. El sentido es una función psíquica que depende de la identificación e implica un sentimiento de pertenencia. Pero de pronto la realidad es tan hostil como ajena y las más simples preguntas no garantizan obtener ningún conocimiento, ninguna verdadera respuesta: ¿los funcionarios y los políticos están a la altura del problema?, ¿no son ellos parte del mismo?, ¿cómo confiar en quienes todo lo ocultan, lo manipulan y lo instrumentan?

Seis. Las catástrofes de las civilizaciones son el mecanismo histórico mediante el cual cambian las culturas. Esta catástrofe menor sin duda cambiará ciertas formas básicas, pues como diría Ken Wilber, “en lo oscuro y lo profundo hay verdades que pueden curar”. El peligro, entonces, está en la superficialidad, en creer que el infierno de los contagiantes son los otros, en aislarnos detrás de un cubrebocas y pensar que aquello que ocurre sólo sucede fuera de nosotros y nunca en nuestro propio interior. En perder esta oportunidad que toda crisis trae consigo, en menospreciar el diagnóstico personal que una alteración drástica de lo cotidiano puede significar.

Siete. Los jóvenes florentinos del Decamerón de Boccaccio que huyen de la peste representan una recuperación de la gramática de la pertenencia mutua tras la ruina de las formas políticas encarnadas por la ciudad, una gramática que sólo puede lograrse desde los órdenes pequeños, desde uno mismo y los suyos, desde uno mismo y los demás. En cualquier tiempo difícil y adverso se debe simplificar. Serenar la mente, ocuparla sin preocuparla, evitar el sentimentalismo y rechazar el miedo, ese tóxico inducido del control mental. El cuerpo, que es el templo de la conciencia, tranquilizado y dócil y flexible, entonces la seguirá.

Fernando Solana Olivares